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Abril, mes de la palabra, la creatividad literaria e inmortalidad de César Vallejo |
César
Vallejo alumbrando desde un relámpago |
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1. Siempre pensé volver y no permanecer tanto tiempo aquí en este páramo, menos quedarme en esta grieta gris e impávida, donde es pertinaz y atroz el lento gotear de la lluvia que se filtra por el pavimento, como es desesperante el crujir de la escarcha al trisarse y que el invierno cuaja sobre charcos y túmulos. azotando el frío y entumeciendo alma y huesos. 2. Donde no olvido, ni siquiera un instante, lo vivido en ti y contigo Santiago de Chuco, absorto ante tus piedras bajo el sol iridiscente de tu cielo azulado; como tampoco olvido el niño de cinco, diez y trece años que fui, cuando cierro los ojos en sueños o en la vigilia, y ya estoy allí, iluso en las calles empedradas de mi infancia extasiado en lo albo y oscuro del amanecer. 3. Siempre pensé volver y no permanecer tanto tiempo aquí, donde nieva, cae la helada y todo lo opaca esta neblina y lluvia intermitentes, que no dejan palpitar al mundo ni a la vida. Donde es insoportable el gorgoteo incesante del relente en las paredes, estrías y chorreras de los catafalcos de este viejo cementerio llagado de soledad. 4. Por eso, llevadme a sepultar en Santiago de Chuco en su luz matutina. Enterradme en mi terruño y en cada geranio albo y rojo. Arrancarme el corazón si así lo quisieran. ¡Repártanse mi sangre y mis latidos! ¡Llévense mi aliento si eso les vale! y tenerlo en el umbral o quicio de sus puertas. ¡Pero llevadme que aquí yo muero! ¡Llevadme, os lo suplico! 5. ¡Enterradme en los tejados, en las altas colinas por donde el sol asoma, en la lluvia buena que fecunda la semilla! En el lápiz de un niño que sabe que lo quiero. En cada flor o fruto que sobresale por sobre los muros de paja de una pared antigua. En la mirada de cada hombre en el instante de hacerse fiel y bueno, al final de una calle mirada en lontananza, allí tenedme. 6. Sepultadme en la esquina de un celaje. En las mejillas sonrosadas de las adolescentes cuando se enamoran. Enterrarme en aquel vibrante altozano del cementerio de mi pueblo de donde se divisa hacia abajo el conjunto de casas con su plaza y su torre. En el humo que se eleva desde las cocinas. Dejadme habitar en el corazón de mi pueblo. 7. Pero ¡mejor no enterradme! Erigirme más bien en la punta de cada espada que se blande; en cada letra que proclama una consigna. Caladme eso sí en los fusiles, en lo alto de los campanarios convocando a una batalla defendiendo el agua, la dignidad, la alegría. Encajadme en cada piedra que se lance en la brega. 8. Quiero estar con la gente de a pie y no insertado en el sistema. ¡Dios me libre de pertenecer al status quo! A mí dejadme para siempre en la protesta, en la rebeldía más sincera. ¡Soy César Vallejo hermanos! y pido enarbolarme en cada emblema que flamea, listo a luchar en esta y en la otra trinchera en defensa de los desheredados de la tierra. 9. Entonces reconocedme en cada voz y puño alzado, incrustado en la tea y luz más fúlgida, reverberando en la punta de un cuchillo, como siempre leal, fraterno, solidario, alumbrando desde el fondo de un relámpago, haciendo que las palabras más hermosas siempre sean: mi y todos. No tanto diciendo casa sino mí casa. No tanto diciendo: yo, o varios, sino todos los hombres de la tierra juntos. 10. Inscribidme por eso en las pancartas, izadme en las astas y mástiles de las banderas. Decidido a ser el primero en las marchas de sacrificio. A estar en cada piedra alzada y puesta en el camino, reclamando no negociar jamás con el agua, ni contaminarla favoreciendo a las minas. Encontradme de pie, hermanos, en cada hombre que defiende la vida.
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Danilo
Sánchez Lihón
Instituto
del Libro y la Lectura del Perú
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