Capulí, Vallejo y su tierra
y
Municipalidad de Miraflores
Celebración año 2008
Centenario del nacimiento de Georgette de Vallejo
Inauguración miércoles 09 de enero
Programa:
Manuel Masías Oyanguren
Alcalde del Municipio de Miraflores
Danilo Sánchez Lihón
Presidente de Capulí, Vallejo y su Tierra
César Vallejo Ynfantes, Evocación
Max Silva Tuesta, Conferencia Magistral
Arte: Lino Bolaños y Ricardo Elías
Centro Cultural Ricardo Palma
Av. Larco 770. Miraflores. 7 pm.
Ingreso libre
Se agradece su gentil asistencia
* * *
Primera mesa redonda
jueves 10 de enero
Centro Cultural Ricardo Palma
Av. Larco 770. Miraflores. 7 pm.
Ingreso libre
Se agradece su gentil asistencia
* * *
Amor de leyenda
Danilo Sánchez Lihón
1. Una clase elevada de felicidad
César
Vallejo, “el más grande poeta universal junto al Dante”,
en opinión del escritor, pensador y místico estadounidense
Thomas Merton, se reunía con su joven esposa Georgette Phillipart para
comer en el restaurante François Villón para artistas pobres de París.
Se habían casado el 11 de octubre de 1934 en el municipio de El Naire
del barrio 15 de la capital francesa.
Viven en el departamento que ella tiene y donde se han conocido mirándose
de ventana a ventana, cuando él ocupaba la habitación 19 del hotel
Richelieu, situado exactamente al frente del piso que después habitaron
ambos en la calle Moliere. Cuando se conocieron ella tenía 16 años y
él 33.
Ahora ella se levanta temprano, prepara el desayuno y deja a César
Vallejo trabajando siempre puntualmente a la misma hora, cuando el reloj
marca las ocho de la mañana. Se despide, cierra la puerta, baja por la
escalera húmeda y casi en sombras rumbo a su empleo en el Conservatorio
de Artes y Oficios de París.
Siente, mientras camina, una clase elevada de felicidad. Aquella que da
sentir que la existencia no nos pertenece, que algunas de las vidas
están reclamadas para una causa superior y suprema, cuyas
determinaciones, mandatos y consignas se hunden en el misterio del
infinito cielo azul.
2.
La copa amarga de la miseria
Se
siente arrobada y tierna. Piensa que el destino le ha deparado un
privilegio cual es vivir al lado de un hombre luz, océano y verdad
profunda.
Se siente realizada estando ella allí, en vida, no a través de
los códigos cifrados, de las letras, de los libros o símbolos, sino
como cónyuge, de un ser vasto e intenso, a quien posee en cuerpo y en
espíritu.
Palpita con la expectación de quien puede asomarse al fondo de sus
abismos, con el temblor de quien avizora el arcano y se sume en la
adoración.
Con alguien en quien están todos los significados. En quien ellos
renacen y son nuevos.
¿Cómo han llegado a coincidir? ¡Ella!, para quien antes palabras como
revolución, comunismo, proletariado, eran inconcebibles y estaban
vetadas en su lenguaje.
Ha visto ahora sus renuncias, sus sacrificios y desvelos. Ve su mirada y
el verbo que lo agita. Y está convencida, siente que todo eso es
irrefutable, que hacer algo distinto sería claudicar y no asumir la
verdad.
Sin embargo, la copa amarga de hiel de la miseria deben beberla juntos.
Y la prueba no es menos cruel para Vallejo que para ella.
Y lo bebe, al principio al lado de él. Para después, durante 46 años
en que lo sobrevive, beberla en soledad.
El
amor que se tienen es un amor único en la historia de la literatura de
todos los tiempos, ámbito en donde abunda mucho la superficialidad.
El de ellos es amor profundo; en un medio en donde el envanecimiento es
cambiar de pareja a cada momento y por cualquier motivo.
El de ellos es amor sin mudanza; en una realidad en que el hombre
ostenta muchas conquistas, aventuras y cabezas trofeos.
El de ellos es un amor en silencio, recatado, sin aspavientos.
Es un amor legendario porque sobrevivió 46 años amándolo, cuando él
ya no estaba en el mundo.
Compartiendo la vida con su fantasma, con fidelidad soberana, queriéndolo
entrañablemente, confesándose cada noche ante él, contándole
detalles del día.
Porque no hubo reemplazo, sustituto, ni consuelo mundano.
Y este amor es bueno para la historia del hombre. Amor que ensalza a la
especie humana. Que deja bien a la mujer, y deja bien al varón. Que
desafía, reta y vence a la eternidad.
Es un amor con fidelidad absoluta, en vida y en el largo trayecto de la
muerte por parte de ambos, hasta que aparezcan otras señales en el
horizonte.
Es un amor heroico, épico y legendario.
4.
Deambula hasta viéndole dormir
Todo
los Poemas humanos y toda España, aparta de mí este cáliz
y los escritos de tesis, y las obras de teatro tienen en ella su
custodia y albacea.
En donde el conflicto entre derrumbe y esperanza -tremendo, colosal y
dialéctico- tienen su escolta, su vigía y atalaya.
Donde todos aquellos himnos y lamentaciones, quejidos y exaltaciones,
miedos y arrebatos, tienen su sombra presente.
Donde todo lo que nació de aquel genio tiene una mirada callada que lo
cuida y anima.
Una postura de asombro que lo contemplan surgir y que es Georgette
inclinada reverente y escrupulosa a sus pies.
Es ella la que peregrina, por Poemas humanos y España,
aparta de mí este cáliz.
Es esa niña estupefacta ante ese extraordinario milagro que es un
hombre enfrentado a la creación más asombrosa y sobrehumana,
resumiendo la copa más amarga y la esperanza más sublime.
Es ella quien deambula hasta viéndole dormir lo que es ese ser secreto,
callado y recogido en sí mismo.
Es ella quien se ha preguntado a su lado y muchas veces: ¿Qué
significa este misterio?
¿Qué sentido tiene este gesto? ¿Este silencio? ¿Este rictus de su
rostro y de su frente?
5.
Compañera ahora, después y para siempre
Constanze,
la esposa de Mozart, huyó espantada cuando él componía el Réquiem.
Fue incapaz y no pudo soportar tanto enigma. Y los abismos de la creación
la acobardaron. A él le gritó en la cara:
“Estás
loco Wofi”. “Eres loco”. “Me das miedo” “Estoy
espantada” “No lo puedo soportar”.
Y
huyó con su hijo entre los brazos.
Esta niña en cambio, que es Georgette, ante algo tan hondo, inmenso y
devastador, como “La rueda del hambriento” o “Los nueve
monstruos” o el “Himno a los voluntarios de la República”, los
poemas hermanos, gemelos y pares al Réquiem, cumbres supremas
de la creación humana, no huye sino que permanece.
Acompaña ahora, después y siempre. En toda su vida, en toda su muerte,
en toda la posteridad.
Ella persevera, resiste, soporta la tormenta, pero el estrago no es
menos devastador.
Georgette en relación a Constanze es ecuánime y sufrida. Comprende las
razones profundas de algo trascendentalmente humano, divino y sagrado:
“Si
hubo una mujer por dejar entera libertad a su cónyuge, creo haber
sido esa mujer. Hasta respecto a sus versos, los que sólo en parte
entendía, medía con verdadera angustia mis palabras. Un día, entre
otros, Vallejo me lee: “Cae agua de revólveres lavados...” aún
sin título, y, extrañamente insiste: “¿Qué te parece?” Aún más
cohibida yo por la seriedad de su expresión –vive entonces su mayor
soledad– le digo con gran tristeza: “Dime, Vallejo ¿tu poema
responde profundamente a lo que has ansiado expresar? ¿Sientes
hondamente que te satisface?” “Sí”, contesta, triste a su vez.
“Esto necesitaba saber porque, si para mí es un gran poema, ante
todo ha de satisfacerte a ti tu poema. Creo... que sólo tú puedes
juzgarlo.”
6.
Y vivió en la indigencia por el resto de su vida siempre
Esta
chiquilla preciosa nacida en París, aunque con ascendencia en la región
de la Bretaña al noroeste de Francia, como fue Georgette,
De decisiones tajantes y firmes, quien nunca “conoció” a un hombre
ni antes ni después de César Vallejo, y lo siguió amando más allá
de la muerte,
De iras absolutas y todas ellas santas, adorable siempre, a quien
“provocaba engreírla” en expresión de Max Silva Tuesta,
Quien enviudó a los treinta años y a los 60 seguía siendo una mujer
hermosa,
Ella aportó a su unión con César Vallejo 280 mil francos en efectivo,
que fueron los ahorros que le dejó su madre,
Más, una pensión por ser hija de un soldado francés muerto en
batalla,
Más, un departamento propio en la parte céntrica de París, en la
calle Moliere donde ella vivió desde su infancia,
Sin considerar por ejemplo sus relaciones con la alta clase social
francesa, de la cual su madre era modelista.
Todo esto lo puso en manos del matrimonio, de su unión con ese
meteoro que era César Vallejo, ese cometa ígneo de combustión
atroz, esa estrella fugaz cuya estela crecerá en miles y miles de años.
Y a quien no le interesó jamás conservar un solo céntimo, ni de soles
ni de francos.
Sin embargo, de parte de ella jamás se escuchó mencionar estos aportes
ni estos hechos,
Jamás hubo reproches de todo aquello de que se despojó, esta
mujer no tuvo dónde dormir la noche del día en que enterraron a su
esposo. Y vivió en la indigencia por el resto de su vida siempre.
7. Peor que una mordedura de serpiente
A
fines del año 1937 las noticias que llegan de los frentes de guerra en
España son angustiosas y para la salud de César Vallejo resultan
demoledoras, tan comprometido anímicamente como estaba con la causa del
pueblo español.
El 13 de marzo de 1938, cuenta Georgette, César Vallejo después del
almuerzo se recostó a descansar.
Nunca más pudo levantarse. Sentía un enorme agotamiento, primero, y
después brotó una fiebre de 38 grados que con el correr de las semanas
subió hasta 41.5 líneas el día de su muerte.
Aquel 13 de marzo, antevíspera del natalicio de César Vallejo, ella
había ido al mercado por la mañana con unos céntimos a comprar casi
nada.
Pero, ¡oh milagro, sorpresa y quimera!, mientras caminaba reparó que
en el suelo había tirado un billete de 50 francos.
Se detuvo estupefacta, sin poder avanzar ni retroceder. Paralizada no
osaba ni acercarse ni pasar por un costado. Aturdida y boquiabierta
miraba aquella aparición. Avanzó. Se inclinó entonces.
Primero, tuvo que cruzar –confiesa–, los pedruscos y peñascos
pavorosos de la humillación y la vergüenza de juntar un billete del
suelo.
Segundo, recuerda el gesto y la sensación de tener el billete en la
mano “peor que una mordedura de serpiente”.
Y después, por la fuerza con que lo apretaba en su puño derecho
expresa que tenía la sensación de que jamás iba a poder abrir sus
dedos, por la desesperación, el miedo y el estupor con que los
apretaba.
8.
Inocencia o sarcasmo de los dioses
Era
un regalo, un premio, un presente. Pero ese día –hecho curioso del
destino– César Vallejo se recostaría para ya no poder levantarse
nunca más.
– Voy a descansar un momento –le había dicho.
Ahora bien, para dar una idea de cuánto eran en esas circunstancias de
sus vidas esos 50 francos encontrados aquella mañana del día 13
de marzo, en que él cayera enfermo para morir postrado 33 días después,
para tomar en cuenta lo que representaban en el plano inclinado de lo
cotidiano, es importante escuchar lo que Georgette describe:
“Si
dijera que en una de los primeros veranos que Vallejo pasó en Europa,
había intentado vender en una calle de París, bajo un calor tórrido,
una botella que no valía 10 céntimos de franco... y no hubo un alma
en tres horas de ese martirio, con suficiente imaginación para comprársela
en nombre de Cristo o del demonio, quizá lograré dar su verdadero
valor a esos cincuenta francos encontrados el 13 de marzo.”
¿Dicha
o pórtico candoroso a la desgracia? ¿Mueca ante el adiós aciago? ¿Gracia
o bofetada? ¿Inocencia o burla de los dioses?
¿Ironías y atroces sarcasmos que el destino juega para alegrarnos de
algo que por debajo es el turbión y la guadaña de las parcas?
¡Qué signo de alegría tan ingenua!
¡Qué contento tan bochornoso, en un hecho que mirado después se ve
tan fuera de lugar, de seres con quienes la suerte juega de un modo tan
perverso e ignominioso!
Porque
ese día 13 de marzo en que Vallejo cayó enfermo, era antevíspera de
su cumpleaños.
Entonces, la comida con los 50 francos venido de azar fue un
verdadero banquete, mientras la muerte ya sentada a un costado de la
mesa gesticulaba una sorna misteriosa.
¿Era ella, la parca, quien dejó caer el billete en el suelo para darse
el gusto que ese día fuera celebrado en el hotel lúgubre en donde
ellos moraban?
Aún se puede ser creyente y confiar entre tanta desolación:
“Volví
al hotel de 64 Avenida del Maine con dos costillas de carnero,
habichuelas verde pálido y una botella de vino “casi fino”. No
fue el menú lo más extraordinario, sino una fuerza ajena a mi
voluntad que me impuso a hacer tales gastos.”
Pero,
¿no es la vida de este hombre, ahora al lado de esta mujer total, de
una significación casi religiosa?
¿No es esta una última cena de dos, tan honda y a la vez candorosa
antes de la crucifixión que ya estaba anunciada, esbozada y garabateada
en esos 50 francos que ella recogió del suelo, como los 30 denarios con
los cuales se vendió a Jesús?
Un
dinero contra toda voluntad.
Una cuota, un monto y una bolsa impuesta por una mano misteriosa desde
lejos. Una comida, o cena de mediodía si se quiere, que se les obligaba
a probar.
Miren esto: carnero, habichuelas verdes y un buen vino, todo ello
enviado desde lo ilógico, ¡o el vacío!
Todo ello estipulado a que lo degusten por una mano intrusa, como si se
obedeciese a un designio, en donde aparece ya sin máscaras lo que se
ofrece ajeno.
Georgette refiriéndose a lo inesperado de esos 50 francos y a lo
gigantesco de su monto y de su significado en la circunstancia en que
vivían y en lo hondo de su desgracia; refiriéndose también a la lucha
de César Vallejo por conseguir 10 céntimos ofreciéndose como vendedor
ambulante de una sola botella que nadie compra en el páramo de París;
aludiendo igualmente al 13 de marzo, porque ese día es el derrumbe de
los muros, grafica cuánto representaba ese billete, relatando:
“En
lo que a mí respecta, he salido a menudo bajo un frío de 15 a 20
grados bajo cero, a la búsqueda de esos 10 céntimos –y aún
cinco– y he caminado hasta encontrarlos para completar algunos
cobres para un mínimo de pan o de café –porque París no es una
broma–. Si retrocedo tanto es porque la agonía de Vallejo no comenzó
evidentemente el 13 de marzo. Y, sin embargo no es por estas
miserables caricaturas del horror... sino por muchas otras cosas que
llamaremos: “lo demás”. Y “lo demás se calla.”
11. No tenía dónde dormir
El
24 de marzo Vallejo postrado es trasladado a la clínica Arago.
“A
partir de ese día supe que estaba perdido, y perdido porque no teníamos
dinero. Enderezada más que educada en ese sentido por mi madre desde
mi más tierna infancia, me fue imposible pedir nada a nadie.”
Allí
muere 25 días más tarde, el día Viernes Santo del 15 de abril de
1938:
“Soy
la única persona que ha presenciado día y noche, desde el primer
minuto, la enfermedad y la muerte de Vallejo”.
El
día que murió César Vallejo su esposa no tenía dónde dormir. No
contaba con un amigo ni una amiga ni una familia próxima ni una
institución a la cual recurrir y en la cual refugiarse. Habían vivido
hasta ese 24 de marzo en que él fue internado en la clínica Arago, en
un hotel mísero en la cuadra 69 de la Avenida del Maine.
No tenía dónde dormir pero eso no era lo que le angustiaba. Eso sí,
tenía una preocupación inmensa por la suerte de las obras inéditas de
César Vallejo que había dejado. Y que ella no atinaba a encontrar cuál
era el recurso más eficaz para tenerlo a buen recaudo, con todas las
garantías de su conservación.
Y aquí empieza el drama de la custodia del tesoro, de la guardianía
del vellocino, de la responsabilidad que pesa en aquel o aquella que se
sabe que tiene la llave para abrir el cofre sagrado.
12.
Era su tesoro y su único patrimonio
“Vallejo
sepultado por la mañana, deambulo yo por la tarde en la calle con
solo en los brazos once obras inéditas, entre estas los versos póstumos”.
¿Qué
obras aún inéditas de versos están en ese tabernáculo? Están allí
los Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz,
la totalidad de las obras de teatro, ensayos, Paco Yunque, El
arte y la revolución, etc.
¿No es legendario? ¿No es una escena para la historia de la humanidad?
¿Una mujer que como luto, como vestido de duelo, como pésame
mortuorio, como túmulo arrastra unos papeles? Esa es Georgette.
No tiene nada, ni abrigo. Ningún otro vestigio de su esposo. No tiene algo
qué acomodar ni arreglar: Ni una casa ni un cuarto ni una maleta sino
las obras que ahora son patrimonio del género humano.
¿Dónde las había encargado? En la enfermería de la misma clínica
Arago. Ahora ha ido a recogerlas y las tiene entre sus brazos. ¿Adónde
va? ¿En dónde ha de refugiarse?
Ella se echa en sus hombros la responsabilidad de cargar el Santo Grial,
el cáliz o el vaso que usó José de Arimatea.
13.
Con ello en los brazos y en el alma
Porque
estos manuscritos y otros originales mecanografiados eran todo y nada.
En
su gran parte papeles ininteligibles. ¿Tendrían valor? Primera duda
que ella no la tuvo jamás.
Sólo
le importa eso y se dedica a cuidarlos. Si hubiera dudado quizás las
hubiera olvidado en algún sitio de por vida y nadie se hubiera dado
cuenta.
Pero ella ya en la tarde, después del entierro, cuida ese tesoro. Son
los Poemas humanos, son España, aparta de mí este cáliz.
¡Qué intuición sublime de mujer! ¡Qué coraje de guardiana del
templo!
Quizá sea esto lo que justifique una frase riesgosa y llena de
acechanzas que pronuncia Max Silva Tuesta cuando dice: “Sin
Georgette no hay Vallejo”.
Y es que es ese momento, casi instante, de intuición de no coger nada más,
ni una maleta, ni un artefacto, sino solo el legado de papeles.
Y
sin nada más, con ello en los brazos y en las manos lanzarse y avanzar
contra el mundo. Así salva la obra, nos salva a nosotros y justifica
ante el universo.
“Dos
semanas después de la muerte de Vallejo empecé a copiar a máquina,
en cinco ejemplares, todas las obras inéditas. Las guardaré 35 años”.
Siendo así Georgette es la primera que devela el arcano, la primera que
lee a Vallejo. No le quitemos ese mérito, por favor.
Es
quien empieza a copiar, a cuidar y a desentrañar lo que esos poemas
dicen.
Los
tambores de guerra atruenan en toda Europa. Ululan las sirenas una y
otra vez, probadas en una y otra circunstancia para alertar la alarma de
que se avecinan los bombardeos a las ciudades.
Georgette por ser la viuda de un comunista la harían desaparecer al
instante con obras y todo.
Ella
llevaba en su cuerpo un tesoro que nadie identificaría y por eso sería
muerta. Ella porta el Santo Grial.
Lo primero que hizo fue acondicionarlas en una bolsa de tela y esta cosérsela
a su pecho.
Portaba las versiones originales y únicas de los poemas de César
Vallejo que no solo es un patrimonio del Perú, para estar presente en
el concierto de las naciones más señeras del mundo con la figura de un
poeta universal, sino una de las joyas más preciadas de los tiempos
modernos de la poesía -arte señero- en todas las lenguas. Un
patrimonio inestimable de la cultura universal de todas las épocas.
Eso es lo que portaba esta mujer sola frente al mundo, escondiéndose y
viviendo a salto de mata primero durante siete u ocho días y después
durante trece años en Europa.
15.
La guardiana del templo
“Cuando
se ha caminado, no teniendo dónde pasar la noche, cargando en los
brazos las obras”.
Su
intuición de mujer le advertía que con quien había compartido la vida
era un genio.
Intuía
ella por cada detalle que había compartido con ese ser que él portaba
un diamante y una joya inconcebible en la más suprema de las artes: la
poesía.
Se dedicó de modo total, pleno y absoluto al recuerdo, a la memoria, al
cuidado de la obra, a la reverencia y cariño profundo a aquel ser, pero
no para obtener ganancias sino para velar por la autenticidad de los
escritos, la verdad de los mensajes y la precisión de las intenciones.
“A
la muerte de Vallejo alquilé a una señora un cuarto amoblado en la
plaza Delambre. Tenía tres francos diarios para vivir. Era bastante
para pan y te. E inmediatamente me puse a trabajar: descifrar y copiar
la obra de Vallejo”.
Y
los supo defender como textos sagrados, en donde figuraban conceptos y
leyes divinas para luego, como ella cuenta, asomarse a ellos con obsesión
animal, con estupor primitivo, con despiadada fidelidad y devoción mística.
He allí por qué la reconocemos como la guardiana del templo. ¡Ése es
también su mérito! ¡No se la arrebatemos, ni dejemos que la
arrebaten!
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