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17 de noviembre
Centenario de un maestro inolvidable
En honor a nuestro director don Carlos Castillo Murga
Danilo Sánchez Lihón
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com

 
 
 

A.

 

El día 20 de noviembre del presente año don Carlos Castillo Murga, director de la Escuela Fiscal de Varones 271, o más llamado el Centro Viejo de Santiago de Chuco, cumpliría 100 años de nacimiento.

Fue director de ese plantel escolar durante varias décadas, del año 1942 al año 1972, durante treinta años, transcurso en el cual dicho centro educativo alcanzó su máximo esplendor.

Es la institución emblemática de Santiago de Chuco en donde estudió César Vallejo, como también Luis de la Puente Uceda.

Fueron alumnos: Artemio Zavala, fundador de los primeros sindicatos de trabajadores del Valle Chicama y muerto a los 23 años de edad, como Carlos Miñano Mendocilla, héroe de la batalla de Zarumilla, en el conflicto con Ecuador del año 1941.

También estudiaron allí los hermanos Abraham y Felipe Arias Larreta, el primero autor de Rayuela, libro fundacional de la poesía para niños en el Perú; y Felipe, hondo poeta eglógico, autor de libros como El surco alucinado y Espiga de silencio.

 

B.

 

Allí estudiaron también Santiago y Julio Pereda Hidalgo, ambos egregios poetas telúricos, el uno cantaba en epopeya y el otro en lirismo consumado, defensores ambos de nuestra identidad incásica.

Y muchos otros más. Como alguna vez escuché comentar al periodista y hombre de letras Gonzalo Bulnes, que estaba sentado a mi lado en un homenaje a Vallejo que se rendía en dicha institución educativa, le oí musitar: “La escuela más pequeñita, que ha dado a los hombres más grandes del Perú”.

Cuando yo era niño el director de ese plantel era don Carlos Castillo Murga, hombre joven, inteligente y sensitivo; un alma vibrante, entusiasta y romántica. Un ser enamorado de su pueblo y de su gente.

Quien apreciaba a sus colegas como a hermanos. Y quien alentó una escuela viva de libre expresión, frente al modelo educativo coercitivo, de disciplina y rigidez intemperantes, preponderante en aquella época.

Y de aquella época también son las siguientes estampas y vivencias que yo atesoro en mi alma:

 

1. Flamear en lo alto

– ¡Excursionistas del Centro Viejo 271! ¡De frente…, marchen!

Es la escuela cuya aureola y estela se expanden a las provincias de nuestro departamento y de otros, como el vecino de Ancash, y cuyo director es don Carlos Castillo Murga, quien vestido de casco de junco, al igual que los alumnos, bufanda y ropa de comando, ha repasado hasta la última fila de alumnos enhiestos, aunque tiritando de frío en esta gélida madrugada.

A su orden redoblan las tarolas, irrumpen las cornetas, y los alumnos que llevan una mochila a la espalda, una frazada enrollada en el hombro, una cantimplora de agua en bandolera, y uniforme que termina en escarpines blancos, levantan el paso y lo asientan firmes en el suelo de arcilla y arenisca, haciendo temblar la tierra bajo el leve claror del alba.

Marchan y luego descienden la pendiente de la cuesta “Sale si puedes”, por donde regresarán de aquí a 30 días, después de visitar Angasmarca, Tulpo, Mollebamba, Mollepata, Pallasca, Bolognesi y Cabana. Y un sinfín de pueblos que se apostan a la vera de ese camino.

Ahora los despiden madres y padres de familia, quienes se enjugan los ojos al ver desaparecer el contingente que desde lejos hace flamear en lo alto la bandera rojiblanca del Perú.

2. Maestro señero

Ya apenas nos llegan los sones de la marcha que el viento rasga a jirones, y se quedan prendidos en las copas ululantes de los árboles.

Van llevando el estandarte y los emblemas de nuestra escuela. Con ellos vadearán ríos, subirán cuestas, bajarán pendientes, atravesarán llanuras inclementes.

Traspondrán desfiladeros ariscos labrados al borde de los precipicios; con ellos ingresarán por pueblos entre una lluvia de pétalos de flores que les arrojarán las muchachas desde los balcones.

Llevan por los pueblos una velada artístico musical que el público pide que se repita una y otra vez; llevan un equipo de futbol y basquetbol que vence en todas las contiendas; llevan una orquesta magisterial que enternece de amor los corazones de grandes y pequeños.

Quien comanda este contingente de alumnos y maestros es don Carlos Castillo Murga, maestro señero y de fibra, alto de estatura, delgado, elegante en el vestir y de cabello ensortijado, quien ha logrado la proeza de situar a la 271 como la mejor escuela de toda la provincia y una de las mejores del norte del Perú.

3. Nos hemos propuesto

Ha nacido y se ha criado en nuestra tierra. Ha realizado la hazaña de estudiar y graduarse de profesor en la Universidad Nacional de Trujillo. Ha cometido el acto fervoroso de volver a laborar en su pueblo.

Pero, siendo de alma fina y sutil, es un ser bondadoso, sobre todo con los niños, cordial con sus colegas y amable con la gente de toda condición.

En la universidad conoció a una bella señorita de las mejores familias de Trujillo, Margarita Mendoza Vargas, a quien como es apuesto conquistó y con quien se han casado. Y ya graduados han llegado juntos a trabajar como maestros en nuestro pueblo serrano.

Ella es una persona fina, dulce y espiritual; quien viene nombrada como directora de la mejor y más emblemática institución educativa de mujeres, la Escuela 272.

Hace dos años que el Centro Viejo que dirige don Carlos Castillo Murga obtiene el Gallardete del Desfile del 28 de julio. Y nos hemos propuesto obtenerlo por tercera vez consecutiva, en el presente año.

4. El aire de la mañana

La competencia será con la Escuela 278, dirigida por otro maestro insigne, don Manuel Encarnación Saavedra. Las discusiones en las calles son apasionadas acerca de quién obtendrá el gallardete este año.

Hoy es 19 de junio de 1951, día de ensayo general, y estamos formados en columna de a tres, frente a nuestro local en la calle de El Cabildo. El director, don Carlos, da la orden:

– ¡Paso de desfile! ¡Marchen!

Dejamos caer nuestros pies en las piedras y subimos la calle hacia la plaza tras nuestros estandartes y la Banda de Guerra.

Las baquetas caen en los redoblantes y atruenan las cornetas en el aire de la mañana con sus sones marciales.

Es el Centro Viejo, la escuela que es orgullo de todo santiaguino. En ella estudió César Vallejo, Artemio Zavala, Luis de la Puente, y no hay otra escuela igual en toda la provincia.

5. Esta vez

Terminado el ensayo corre una noticia como un reguero de pólvora: Ha muerto la Profesora Margarita Mendoza de Castillo, directora de la Escuela de Mujeres 272, esposa de nuestro director, don Carlos.

¡Ha muerto la profesora Margarita!

¿Cómo? Allí supimos que había sido operada en Trujillo y había vuelto a Santiago de Chuco muy delicada de salud. ¡Y ha muerto!

Nuestro pueblo yace ensombrecido. La tristeza y la congoja invaden nuestros corazones.

No hay un solo sonido estridente. Todo es tristeza lacerante, desconsuelo y dolor profundo, como un Viernes Santo. Caminamos como sombras, pisando levemente el suelo.

Esta vez nuestro plantel escolar enfila por la misma calle por donde ensayamos los desfiles, pero nuestra actitud no es la de adalides sino la de víctimas compungidas.

Asistimos al entierro de quien, no siendo de nuestro pueblo, se quedará para siempre entre nosotros.

Han llegado sus familiares desde Trujillo. Y delegaciones de alumnos y profesores de otras ciudades.

6. Tanto dolor

La Misa de Cuerpo Presente se realiza en el atrio de la iglesia, al frente de la plaza. Nunca antes el altar de la iglesia ha salido hasta fuera del templo y quedar frente a la plaza, llena de una multitud aglomerada y compungida.

Asisten todos los planteles escolares con sus cuerpos docentes, estos en actitud solemne y vestidos de oscuro. Y el alumnado con sus uniformes de gala, llevando coronas de flores. Las niñas más pequeñas de vaporosos vestidos blancos. Y prendidos a los uniformes hondos crespones negros.

Todos los centros educativos están ya emplazados portando ramilletes de flores. Es un mar de coronas, hechas de rosas, gladiolos, crisantemos, claveles y azahares.

Los niños del campo portan flores silvestres, de aquellas que tienden sus corolas desde el borde de los caminos.

Nunca hemos visto tanto dolor en la gente sencilla, tanta identificación de hombres y mujeres con un ser que realiza su labor de manera apartada y silenciosa, una maestra de escuela.

7. Paso a paso

Desfilamos con nuestra Banda de Guerra en silencio, pendiendo de cada instrumento banderolas negras y nosotros con un brazalete de luto en el brazo.

En este momento se alza el ataúd en lo alto donde pareciera que se bambolea a los sones de una banda de músicos que toca una marcha fúnebre que estremece el alma. Y parte el cortejo.

Don Carlos va detrás del catafalco con dos de sus hijos mayores que lleva de la mano: María Cristina de ocho años, bella y llorosa como un lirio del campo. Felipe de seis años y medio, cejijunto, con los ojos hundidos y las mandíbulas apretadas en un rictus de melancolía suprema.

En la casa de la abuela Cipriana se han quedado Manuel de cinco años, Inés de cuatro, y Javier de apenas dos añitos. Don Carlos, como un junco que quisiera doblegarse va paso a paso, soportando el cierzo, como una roca batida por las olas, o una bandera que intenta arrasar la tempestad y la borrasca.

Es un entierro solemne. Ya el ataúd está en el Alto de San José y las escuelas aún están apostadas en la plaza sin poder desplegarse.

8. Que el viento mece

El sacerdote con sus acólitos ya ingresan al cementerio y no han empezado los centros educativos ni siquiera a iniciar la cuesta, mirando hacia lo lejos el largo cortejo que sube la pendiente en una hilera doliente.

Ya aquí, en el cementerio, lo atravesamos pisando retamas y sunchos que crecen entre las tumbas, porque la maestra Margarita, presintiendo su final, le pidió a su esposo ser enterrada en lo empinado de una peña.

Y así se ha cumplido, escogiendo el único peñasco que hay en el cementerio, pero que da a la hondonada del río, en la parte de atrás, no hacia el pueblo, habiéndose cavado la tumba en plena piedra, en el flanco posterior del camposanto, en un lugar solitario de belleza íntima, arisca y salvaje.

Y ahí estoy, de pie, al lado del catafalco, mientras recogen las cintas, retiran los ornamentos, y se empinan los hombres con voces guturales para introducir el ataúd en el nicho cavado en la roca, embargado yo por la pena.

Porque desde aquí se mira el paisaje más prodigioso de la tierra, los verdes cercos de penca, los tunales y magueyes, las casitas en medio de las chacras de habas, alverjas y alfalfares. El tenue amarillo de los campos de trigo y cebada que el viento mece.

9. La vida, ¿es así?

Me da pena que sea tan hermoso el mundo y la vida. Y nosotros tan quebradizos, que algún día ya no podamos contemplar ni podamos ver lo lejano como tampoco lo minúsculo.

A este abejorro que ronda haciendo resonar sus élitros, como a la flor del alhelí que en este camposanto hace flotar con el viento sus pétalos.

Me da pena este ramillete de flores ingenuas que entrelazo entre mis manos y oprimo a mi pecho, con sus colores estallantes que hacen más hondas y más hirvientes mis lágrimas.

Me da pena que a quien entierren ahora sea a mi madrina, quien me alzó para que el sacerdote empapara mi cabeza con el agua de la pila bautismal.

Quien cada vez que me encontraba me cogía de la mano y me llevaba consigo, sacando un nuevo caramelo de su delantal, a fin de dármelo.

Cuando se inclina a mirarme me hace abrir la boca, para ver si es cierto que ya he terminado el confite anterior.

La vida, ¿es así, en cuanto cesa y se acaba?

10. Su amor mil veces

Regresar del cementerio es doloroso cuando se deja en él para siempre a un ser querido, viendo los campos en flor con los frutos cargados ya en las espigas de maíces y trigos. Por eso, ¡pobre maestro don Carlos!

Regresar del cementerio de Santiago de Chuco es peor, porque este se empina en una colina desde la cual el crepúsculo se desgarra en esmeraldas, amatistas y zafiros en el horizonte inescrutable.

Y nos duele contemplarlo, y nos duele que ya no lo pueda ver el ser querido que ahora hemos dejado y yace inerte en esa colina, expuesta a todos los misterios e incógnitas de lo bello y verdadero. Por eso, ¡pobre maestro don Carlos, mi padrino!

¡Cuánto debe haber llorado y sentirse estremecido en las noches solitarias y compungidas! ¡Cuánto debe haberse confesado ante ella y vuelto a declarar su amor mil veces!

Ahora, en su casa, sus hijos lo sienten levantarse en la noche y salir rumbo al cementerio. Lo siguen hasta cierto punto, porque es temible el sueño de los muertos.

Lo único que hacen entonces es soltar a Vidú, el perro fiel que oliscando su rastro corre en dirección del camposanto, hasta volver al amanecer con los ojos llorosos y enrojecidos, igual que su amo.

11. Mares embravecidos

Hoy ha venido don Carlos y lo hemos recibido en el patio entonando la canción: “Oh buen Jesús, clemente y amoroso”.

Después de enjugarse los ojos con un tembloroso pañuelo blanco, ha dicho:

– Quiero agradecer a todo el plantel en general, y a cada uno en particular, por su solidaridad, porque me siento acongojado en el dolor, pero fortalecido por el cariño de todos ustedes, tanto alumnos como maestros.

Sus colegas, los profesores también tienen lágrimas en los ojos. Entonces, en nombre de los alumnos habla Helí Miñano, diciendo:

– Sabemos que su dolor es inconsolable, pero queremos prometerle, señor director, que conforme es su deseo este año ganaremos el gallardete en el desfile, en honor a Ud. y en memoria de la inolvidable y querida maestra Margarita, que Dios lo tiene ahora en su gloria. ¿Lo prometemos compañeros?

– ¡Sí! –Gritamos todos, queriendo atravesar con nuestro grito y decisión los mares embravecidos de la muerte, para que ella nos lo oiga.

12. Interceder tu paso

Y así ha sucedido: el desfile de este año, de parte de la escuela, ha sido apoteósico. El veredicto del jurado por unanimidad ha sido a favor de nuestra escuela, el Centro Viejo.

Y es que todos hemos puesto el alma por obtenerlo en memoria de la maestra Margarita y en mérito de nuestro director, quien nos ha dado el honor de ubicar a la escuela como el astro rutilante en la educación de toda nuestra provincia y de otras provincias del Perú.

Y he aquí lo que su hijo Carlos Felipe ahora escribe desde Estados Unidos de Norteamérica, en donde reside, sesenta años después de haberlo visto en ese desfile fúnebre. Y a quien su papá mismo le pusiera como apelativo: El Chofolofo:

Padre amado…,

en el centenario de tu natalicio

me apeo del galopar del tiempo

para buscarte en el interior de mi alma

o en la alcoba de tu descanso eterno.

Cierro mis ojos  y en cita amorosa

pretendo enrollar el tiempo

para interceder tu paso.

13. El espejo

 

¡Oh...!   ¡Allí estás…!

como siempre concentrado y ferviente

en tu afanoso trajinar docente

inyectándonos valor y energía,

amor y pasión incondicional

por lo que se siente y se piensa

por lo que se dice y se hace.

con decencia y pulcritud.

En el ir y venir de los días

por los caminos

por más escabrosos

y arduos que ellos sean.

Hoy tus hijos ponemos la cara,

somos los tomos que tú escribiste,

la sábana blanca que tú dejaste,

y el espejo donde siempre te miraste;

podrás verte vencido por el tiempo

mas no de rodillas y derrotado,

indomable, más no rebelde,

física y corporalmente desaparecido

pero jamás postergado ni olvidado.

14. Hoy y siempre

Porque nuestro actuar, es tu dinámico quehacer

nuestro aliento y suspiro, tus signos de vida

nuestra aspiraciones, tu constante lucha

nuestros  versos, nuestra alegría, 

tus pies danzarines, nuestra risa,

las conquistas de tu vida.

Y mientras el desplegar de nuestros pasos

recorran incansables tus caminos

aquí estarás padre mío

entronado y latente muy hondo en nuestro ser.

 

No te preocupes por nosotros

seguimos por el sendero que nos legaste

sembrado de amistad, armonía

y decencia nuestro camino.

Descansa en paz  padre mío

en los brazos de Dios y de nuestra madre

tu amada y linda flor, tu inigualable Margarita.

Tu Chofolofo de ayer, hoy y siempre.

 

 

Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos:
ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Instituto del Libro y la Lectura: inlecperu@hotmail.com

 

Danilo Sánchez Lihón
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com

 

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