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Instituto del Libro y la Lectura, INLEC del Perú

y Capulí, Vallejo y su Tierra

16 de septiembre
Homenaje
Rosa Cerna Guardia

16 de septiembre. 7.30 PM.
Centro Cultural de España
Natalio Sánchez 181. Sta. Beatriz
ORGANIZA: Comisión de Escritoras del PEN-CLUB Internacional del Perú

Aquella avecilla, la ternura
Danilo Sánchez Lihón

“Cuando planté rosales
coseché siempre rosas”

Amado Nervo

1. Un destino superior

Rosa Cerna Guardia recibirá el día 16 de septiembre del año 2010, el homenaje que organiza la Comisión de Escritoras del PENCLUB Internacional del Perú, en un acto público por su obra y trayectoria, creo yo, constantes, límpidas y trascendentes.

No hace mucho fue distinguida con Diploma de Honor y Medalla al Mérito, por la Asamblea Nacional de Rectores, al cumplir este organismo universitario sus Bodas de Plata institucionales, que se suman a los doce premios nacionales e internacionales, entre otros el premio Lazarillo de España, en 1968.

Es escritora y maestra de niños nacida en Huaraz, Departamento de Ancash en 1926, actualmente en plena, fecunda y maravillosa producción literaria. Ella es madeja de oro y ovillo de luna.

Rosa Cerna más que una autora de poemas y cuentos sorprendentes y conmovedores en donde los personajes dejan el marco de un cuadro antiguo y bajan a pasearse con nosotros, es una autora quien a partir del bosquejo de un duende hecho de un suspiro o de un pedazo de madera, hace un duende verdadero que juega, hace travesuras y cumple un destino superior.


2. Alma alfarera

Asaltan siempre mi memoria aquellos versos que de alguna manera la definen y representan:
Mi voz nació de entre las cordilleras,
de tanto imitar el eco en las montañas,
de tanto enhebrar el ovillo de la luna
entre sauces y retamas.

Me viene el canto por la paternidad del viento
la maternidad directa del agua en los arroyos,
por la lluvia, el trueno, el rayo y el arco iris.

También por la hermandad del nido con mi casa
un mismo árbol teníamos delante que avecinaba trinos
y una población de estrellas en la noche
capaz de recogerlas con las manos.

Por eso canto siempre en primera voz,
no por mí misma. Por mi tierra de origen,
tierra de cántaros sonoros. Yo recibí por refracción
entre sus altos hornos toda la ternura que hay en mis palabras,
me fue fácil: sólo dejé que mi alma alfarera
copiase hacia adentro su belleza.
3. Viento mío,  original, sereno

Más que creadora de una literatura fantástica, tanto por recorrer esa dimensión de lo ilusorio como por su excelente calidad, nos ha donado el bien excelso de una forma piadosa de ver el mundo, una actitud frente a la vida, una manera de vivir, llena de encanto, de compasión, de asombro, capaz de hacer de un orden deleznable un instante de fina y honda trascendencia:
Traduzco mis poemas con la escritura de las aves en el suelo.
Otras veces con el canto.
Es mágico este mi universo construido.
No sé si es mejor el canto de las aves unido a mis palabras
o mis palabras dichas en el tono de las aves.

De la escritura sí estoy segura. Todos sus garabatos en el suelo
son mis verdaderas traducciones.
Lo que levanta el viento, viento mío, original, sereno, inconfundible.
Mis palabras van siguiéndose unas a otras en vuelo continuado,
no se pierden en el aire, las huellas dibujadas en el suelo
las orientan.
4. Me quedaría  como soy

Tampoco yo sabría decir, por ejemplo, en qué campo es más grande la obra de Rosa: si en la literatura o en el aula de clases. Quizá en sus garabatos, como ella los llama, pero esta vez en la pizarra, trazos de muchas cosas, principalmente de sueños. 

Presiento que en los garabatos que ella ha ido dejando en el alma de sus niños, y como claves de existencia. Y lo intuyo por sus cuentos, que ella misma nos narra, cómo esos garabatos se encienden y pueden alcanzar brillos, fulguraciones y resplandores. 

Sospecho que en la educación está su obra magistral, ahora inhallable porque fue esparcida en el tiempo y directamente al corazón de quienes fueron sus alumnos. 

Y de algún modo se ha confesado en ello, reafirmándose, al decirlo así:
Si me fuera dado
volver a elegir lo ya elegido,
me quedaría como soy:
el mismo nombre,
la misma ternura agazapada
y este afán de velar por los niños
ajenos
como una lumbre en el pueblo.
5. Revoloteando  por el cielo azul

Y estas otras palabras, que a continuación cito, escritas por ella en ese famoso y nunca suficientemente leído y releído cuento titulado “La niña de las trenzas azules”, palabras que deberían grabarse en letras de oro y colocarse como un cartel que veamos todos los días en el dintel de toda aula de clases. 

Estas palabras fueron dichas cuando la maestra, hablando con la niña que representa a una vendedora de pajarillos y anda por el escenario con su pajarera llena de papeles de colores ofreciéndolos a la gente que pasa, al ver tan perfecta la escena la maestra le dice: 

Ahora sólo hace falta que te enciendas, 
que irradies, que pongas tu alma.

Estas frases constituyen todo un lema, una bandera y un estandarte para cada vida humana de hoy. Debe ser un grito de guerra y de paz que nos levante, que nos eleve, que nos vivifique.

Y tenga el poder que tienen en el cuento, de convertir los papeles plisados y en forma de aves, dormidas e inocentes de ingenuo origami, en impulsos fuertes de pajarillos avecillas vivaces y pujantes en nuestras manos, posadas luego en nuestros corazones y revoloteando por el cielo azul.

6. Abrirle nuestro corazón de par en par

Rosa ha sido y es –y lo seguirá siendo toda la vida– una maestra de escuela que escribe la mejor literatura del mundo con tizas de colores en la pizarra del salón, basada en las historias de sus niños, en una conjugación hermosa con la tarea escolar. 

Quien no repara ni en cuánto ni en cómo le pagan, sin frustración ni queja, sino fundamentalmente “poniendo el alma” en cada cosa que hace, dándoles a sus hijos espirituales esperanzas, caminos, moradas permanentes donde defenderse y desde las cuales luchar.

Hablar de Rosa Cerna es hablar de la ternura, de aquella avecilla que anda tan transida y asustada, sin alero donde posar y sin morada donde habitar en este mundo desalmado como lo hemos hecho y nos afanamos todavía en agravar. 

Esa avecilla que tiene las alas plegadas porque la espantamos con nuestros gritos, ahuyentándola y diciéndole con nuestros gestos que se vaya, que no son éstos sus campos, ni sus tiempos ni sus dominios. Que se ha equivocado de andar por aquí, de asomarse por estos rumbos donde le hacemos ver que no la necesitamos en nuestras huecas y torpes existencias.

Pero ella, convocada por Rosita, viene y ronda a nuestro lado, y aletea por nuestro contorno. Aguarda en nuestro patio o más afuera en la puerta, con su sonrisa que pide permiso como si fuera una intrusa. 

7. Como los trigales cuando ha llovido

¡La ternura a quien deberíamos abrirle nuestros brazos y nuestro corazón de par en par para aliviar el dolor de nuestras grandes heridas! 

¡Y llamarla para que viva siempre con nosotros! Y con quien deberíamos estarnos más suaves, más quedos, más reverentes, para que no vaya a sentirse cohibida. ¡E irse para siempre dejándonos marchitos, agostados y yertos! Y, sobre todo, sin sentido en esta morada peligrosa y subrepticia

¡Hermana ternura, maestra ternura, madre ternura es Rosa Cerna Guardia! Quien es capaz de podernos decir:
Tengo el alma abierta como los trigales
cuando ha llovido.
No me acuerdo del sembrío
ni del molino que astillará en su rueda
mi caída.
Miro lo que sale de mí tras las bandadas
de aves,
y, amo todo lo que regresa en el aire.
El aire tiene el don de dejarme en el pecho
la música que rinde de ave
cuando está herida.
8. Esa flor  que debemos cultivar

Pero hay, al lado de esta, otra excelencia en Rosa Cerna: el candor, camino resbaladizo de pisar, ¡del cual recelamos peor, y tanto!, que lo hemos tirado para siempre ventana abajo, o lo hemos enterrado bajo capas de polvo en el desván. 

O pisoteamos cada día su cabeza para que no nazca, no aparezca y ni siquiera nos mire porque nos avergüenza. ¡Pobre candor!, tan calmo, tan sumiso y tan pródigo. ¡Y qué bueno y grandioso sería restituirlo en nuestras vidas!

Porque el candor –esa flor que debemos cultivar en nuestro jardín, al menos interior– apagaría muchos incendios, aplacaría montañas de violencia, aliviaría muchos enconos, oprobios e iniquidades.

¡El candor de ser maestra! ¡El candor de escribir para niños! ¡El candor de no pedirle nada ni al gobierno ni a quienes mucho la deben! 

¡Porque sus cuentos se reproducen indiscriminadamente sin que siquiera se consigne el nombre de su autora! ¡Oh ignominia! 

¡No la robemos a pedazos! ¡Robémosla entera para hacerle una morada en nuestra alma!

9. Embajador de la luna y las estrellas

¡El candor de pensar siempre bien de todos! ¡El candor fuerte, profundo, potente de amar por sobre todas las cosas! De amar a traición, incluso a tu enemigo, diría César Vallejo a quien Rosita ama. ¡El candor de haberse quedado sola!

Hay un personaje que puede ser símbolo de todas estas virtudes –así podríamos llamarlas a estas presencias– en la poesía y el arte de Rosa, y ese personaje es el espantapájaros.

Porque, ¿quién puede ser más tierno y candoroso que un espantapájaros?

Como ella dice, ese:

– Monarca absoluto de todos los sembrados
– Custodio vitalicio, sin derecho a renunciar de la lluvia, del aire, del granizo, del sol
– Representante directo del labriego
– Embajador de la luna y las estrellas
– Consejero y guía de los pájaros hambrientos
– Compañero inseparable de los árboles y de los perros
– Ministro de agricultura.

10. A la nieve  que es misterio

Pero hay otro contenido quizá mucho más poderoso y hondo en Rosa Cerna Guardia, y es ¡el amor! Empezando desde el más cercano hasta el más distante e inaccesible. Amor a los seres del mundo que le rodean y también a los ideales más sublimes:

Amor fiel a un amor adolescente de un joven humilde quien le ayudó a cultivar una rosa y que la muerte un día arrebató. A ese amor se consagró fiel, virginal y que invocaría en la muerte, porque es a él a quien piensa reencontrar.
Y yo soy.
El ave tiene.
Y la estrella da.
¿Y tú, padre mío,
en qué sitio
a qué hora
defiendes el alba
de todos los días
delante de Dios?
Y, por último, el amor a su perrito faldero: ¡A Carbón!, que un día su padre dejó a sus pies como un copito de lana negra. Amor a sus hermanos y a su hogar, a quien Rosa dedica sus libros. Después: al paisaje, a la nieve que es misterio. 

Y quién para saberlo más que ella, pues nació en Huaraz frente o al pie de la blancura inmarcesible de los nevados andinos, del Huandoy, del Alpamayo, del Huascarán. Amor entrañable al Perú, a los niños y al ser humano en general. Amor a la creación como señal, vestigio y obra de un ser supremo.

11. Cómo era  el mar

Ahora Rosa Cerna Guardia vive desde hace muchos años en Barranco, a orillas del mar en una casa rodeada de árboles, petirrojos, ardillas, zapatitos de juguete que es su colección más preciada. Y del fervor de maestros y niños quienes son los que más visitan su casa.

Es curioso que entre quienes somos y hemos venido del contrafuerte andino una presencia obsesiva haya sido y siga siendo el mar.
Yo podía morir,
pensando en morirme sin conocer el mar;
y ya lo conocía de tanto mirarlo crecer 
en todas las orillas de mis sueños;
siempre su rumor me despertaba;
pero tras las cordilleras de mi pueblo 
no lo veía nunca.
Como es a la vez cierto que somos muchos quienes habiendo nacido enclavados en la serranía hemos venido a dar con nuestra vida a la orilla del mar.

Pero, ¡cuándo lo habíamos soñado! ¿Cuántos de nosotros enclavados entre las montañas no nos habíamos preguntado como ella, cómo era el mar?

12. Oh mar,  palabra inacabable

Y prosigue:
Un día no recuerdo si fue despierta o dormida
que miré profundamente el mar.
No sé si trasoñaba o realmente existía.
Era... es... tenía..., ¡cómo poder decirlo!
la belleza del cielo de mi pueblo
que yo ya no veía,
disuelta en agua viva
lamiéndome los pies.

– Desde entonces, yo muero
cada vez que miro el mar.
¡Y era increíble la dificultad para imaginarlo! De allí que a cada niño que venía la costa y regresaba la pregunta a su retorno era:

– ¿Cómo es el mar?

¡Y qué arrebato era imaginarlo! En el caso de ella es hermoso que ahora al entrar a sus orillas mire el cielo de su tierra natal.

Al respecto, recuerdo otro poema de ella donde expresaba acerca del mar algo así como: ¡Oh mar, palabra inacabable! Porque, siendo apenas de tres letras, ¿dónde termina esta palabra? 

13. Todos  los matices

Rosa Cerna ha creado un mundo maravilloso que se refleja en sus aproximadamente veinte libros publicados hasta el momento, entre cuentos, poemas, relatos y novelas. Es la escritora peruana con mayor trayectoria en la creación de libros para niños. Y aunque su labor ha sido silenciosa, no por ello ha dejado de ser reconocida. 

El libro por el cual es mayormente célebre es Los días de Carbón, historia entrañable que sigue las aventuras de una niña y su perrito negro como el carbón. La narración fluye en una trama clara y directa que va presentando la visión de una protagonista tierna quien madura con cada suceso que le ocurre en compañía de su perro y en íntima relación con la naturaleza y con el ambiente en que vive. Esta obra constituye así una fidedigna expresión de los paisajes, de los hombres, de las cosas, de las costumbres, de toda la vida de un pueblo de la cordillera andina.

Otra obra representativa de Rosa Cerna es Una flor de cuentos, conjunto de variados relatos amenos e interesantes, tanto para niños y jóvenes como también para adustos. Como su nombre indica, tienen en la belleza y la armonía su eje central. La prosa es armoniosa y delicada, lo que hace que los relatos sean excelentes para animar un plan lector. Tiene todos los matices: la leyenda, la fantasía, la picardía, el romance.

Otros títulos de esta autora son: Los niños del Perú y sus poetas. Tataramundo, Al alcance de los niños, La alforja del jorobado. Es autora de poemarios como Imágenes en el agua, Figuras del tiempo, El mar y las montañas y Desde el alba.

14. Fablillas  del pesebre

Pero he aquí el libro que yo más adoro de Rosa Cerna: Fablillas en el pesebre, un libro de fe, un libro oración, un libro votivo; que nos enseña a vivir con lo humano y divino, con lo natural y lo sagrado, con lo trascendente y lo cotidiano. Sólo posible de ser escrito por alguien que habla a diario con Dios y quien piensa que lo único cierto en la vida es la existencia de un creador bueno.

Rosa Cerna nos hace presente en este libro a un Dios de amor, a un Dios de candor, a un Dios de infinita ternura, capaz de intimidad, de hondas confidencias, de secretos humildes, pequeños y nimios, ¡esa es la virtud!, pero a la vez extraordinarios para nosotros. 

Un Dios niño.

Necesitábamos este libro en nuestras vidas. Necesitábamos que alguien haga un lugar en nuestra casa donde irradie un sentido nuevo y profundo de las cosas. Que una matita de flores desde un huerto nos invada con su perfume y nos haga sonreír, despiertos o en sueños.

Necesitábamos un manojo de palabras llenas de fervor, un haz de luces que nos devuelva la tranquilidad, la confianza de que todo está bien, que no hay nada que temer, que hay que confiar.

15. En el centro  de lo sagrado 

Necesitábamos una voz que nos diga que lo grave ya pasó, que debemos tener calma. Que hay un conductor en el timón del universo.

Y que él, para mayor seguridad, ¡es un niño!, es decir un ser puro, en quien además palpita la gracia de ser Dios.

Necesitábamos alivio en nuestras sienes, y he aquí la razón de este libro. Necesitábamos una mano y una voz que relaje en algo nuestras tensiones y quebrantos. Que pulse, toque y afloje nuestros nervios. 

Que alguien muy despacio abra nuestra puerta y deje entrar la luz sin que la sintamos, sino que nos llegue lentamente como una melodía, una paz, una calma, un rumor de hojas y de viento nuevos.

Que diga que viene por nosotros. Que está destinada, o destinado, para cruzar con nosotros, el caudal torrentoso de la vida y de la muerte.

Con Fablillas en el pesebre de Rosa Cerna Guardia, se hace fácil entender y sentir lo que a veces es tan difícil y para muchos –¡oh pesar!– hasta imposible, y ello es: 

Que vivimos en el centro de lo sagrado. Y que esa maravilla y excelsitud está en lo íntimo de lo que somos, en lo natural y cotidiano de nuestras existencias.

16. Nos enseña  a creer

A su voz se une en este libro la de Esther Allison, que nos legó su palabra ferviente, sus cantares, su devoción. 

Quien se dedicó a escribir acerca del brote de una hierba en el jardín, conmovida ante una gota de lluvia que pende en lo alto del tejado.

Los cuentos de Rosa son pequeñas joyas que acompañan muy bien a los villancicos de Esther.

Nos donan ambas el prodigio de la pureza, y de un manojo de sentimientos sutiles –como esas flores en lo alto de los muros de los pueblos humildes– inocentes pero a la vez inmarcesibles.

Por eso, quien coja en sus manos y lea este libro se hará bueno, sino es para siempre, al menos por un momento, lo cual es ya bastante.

Porque nos enseña a creer en algo inmenso y absoluto, aunque pequeño y tierno.

Nos guía a confiar más y mejor; pero sobre todo, a vivir iluminados por la gracia y el milagro del amor. 

17. Desborda cariño

Rosa Cerna Guardia logra, desde muy temprano en su obra, separarse de la literatura infantil reincidente en los relatos saturados de exotismo, propios de la literatura infantil tradicional. 

Presenta así niños y niñas muy cercanos a la realidad del lector común: la casa paterna, las mascotas, los sentimientos hacia la familia y hacia los amigos.

Y esto, sin necesidad de caer en la crudeza que muchos autores realistas buscan inclusive como objetivo. 

Sin embargo, esta vuelta hacia al mundo inmediato no significa que la autora pierda la fantasía en su obra, sino muy al contrario, lo innovador en ella es que su prosa hace de una actividad cotidiana, como puede ser alimentar a una mascota, una aventura llena de sentimientos asumidos con dulzura, divagación y éxtasis, muy propios de la literatura infantil. 

Sus descripciones desbordan cariño hacia el paisaje del lar originario, hacia la persona confidente, a los primeros sentimientos complejos que siente el ser humano en su infancia. 

18. Siempre atenta al mañana

En cuanto a los temas, debemos de señalar tres muy predominantes en su obra: la solidaridad, la comprensión y la inclusión.

La solidaridad, quizás el tema más recurrente en la obra de Rosa Cerna, se desarrolla significando la unión en el nivel sentimental y anímico entre seres muy diferentes e incluso antagónicos. 

Esta unión se logra a través de la coincidencia de sentimientos entre los personajes, quienes encuentran armonía entre ambos gracias a este descubrimiento. 

El segundo tema, la comprensión, se entrelaza siempre con el primero: el niño debe hallar en el otro extraño y diferente una identidad tan valiosa como la suya. En este proceso, la autora ubica también el tercer tema: la inclusión. 

Y es que Rosa Cerna propone mundos utópicos que los niños pueden ansiar a través de sus páginas y poner en práctica en su realidad cotidiana. 

Quizás en esto aflora su actitud de maestra, siempre atenta al mañana de los niños que a ella acuden.

19. Mujer  de la ternura suprema

Rosa, quien bajó desde las altas montañas y pudo finalmente llegar al mar, a quien le dice:
Acaricio en tus ojos
la forma de los peces
y todo lo marino que acontece en ti,
las grutas que la esponja cala bajo el agua
el incesante ruido con que se mece el mar.
La nevada espuma que golpea las riberas
y la remota estrella reflejada en tu ser.
Creo que ese mar es su propia perfección y su propia infinitud.

Nada mejor para ilustrar todo lo dicho en relación con Rosa Cerna Guardia, lo que ella misma nos expresa en el pórtico de Los días de Carbón, con lo cual quiero finalizar esta nota de adhesión plena a su ejemplo de artista y de maestra.

Y creo también que estas son las palabras emblemáticas para toda la vida y obra de esta poetisa de la vida, esta decantadora de los sentimientos más sutiles del alma humana, esta mujer de la ternura suprema...

20. El rozar  de unas alas

…Es en estas palabras en donde encuentro el secreto de su mensaje, la imagen y la metáfora profunda de su existencia, espejo de lo que ella es espiritualmente, cuando nos habla:

Poseo como nadie, la imagen del ave que un día murió en mis manos. Me ha quedado para toda la vida su último temblor y sus suspiros. Es como una huella que llevo; por ella, todos podrán reconocerme como la mujer que tiene en su mano una cicatriz embellecida por la semilla del trigo que, teniéndola en el pico, no alcanzó a tragar.

Llevo esa semilla dentro de mí como si llevara un secreto muy hondo por hermoso y querido.

Su corazón ya sin palpitación, está unido a mis latidos y sus ojos me miran a través de todos los árboles que miro.

A veces cuando estoy triste pienso en ella.

Su alma que vivió en los cielos me hace sentir la frescura del aire que rozó sus alas; entonces, recuerdo que llevo este secreto y me siento feliz.

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