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1. Tres baluartes – ¡Ya se fundó el Colegio en Santiago de Chuco! Es la exclamación que pronuncia mi padre cuando hoy ha llegado acezante hasta el portón de entrada de nuestra casa donde se detiene, y con voz que la rapidez de la subida por las calles empinadas agita, y la emoción y el júbilo que le colma ha excitado, exclama: – ¡Ya tenemos Colegio Secundario en Santiago de Chuco! –Y recién pasa. Y lo vuelve a decir con el corazón rebosante y la mirada dulce en donde se empozaban las lágrimas. Cuando le interrogamos con los ojos qué significa eso, explica: – ¡Así se quedarán los jóvenes en nuestro pueblo, sin tener que salir a otras ciudades extrañas y distantes! ¡Ya no se arrancarán con tanto dolor de nuestro costado! – ¿Y cómo se consiguió? –Preguntamos para conciliar con la emoción que le embarga. – Es obra de Romeo Solís, de Carlos Barbarán y de Andrés Camino, tres baluartes. ¡Y es un gran logro para nuestro pueblo! 2. Añorantes y desvelados – Pero, ¿será cierto? – ¿Por qué dices así, mamá? – ¡Porque tantas veces han dicho que ya se fundaba! – Esta vez es cierto. Ya se ha recibido la comunicación oficial. ¡Habrá Secundaria en nuestro pueblo! ¿Qué había sucedido? Que ese día llegó a Santiago de Chuco la Resolución Ministerial 1461, del 19 de febrero del año 1954, mediante la cual se autoriza el funcionamiento del Colegio Particular Mixto Santiago el Mayor para el primer ciclo de Educación Secundaria. El proyecto ha sido alentado día a día por dos entrañables amigos, Romeo Solís y Carlos Barbarán. Y luego apoyado decididamente por el joven juez Andrés Camino Carranza, hijo del ilustre hombre de letras trujillano, Carlos Camino Calderón. Culmina así la hazaña y proeza abrigada y acunada generación tras generación por muchos santiaguinos, anhelada por hombres y mujeres en todos los senderos y atajos por donde se iba, meditada en todos los poyos y fogones donde se soñaba. Porque los hijos antes se desgajaban del seno materno para ir a estudiar a Trujillo volviendo meses después añorantes y desvelados. 3. Hay en ellos un signo De allí que ha sido un día memorable cuando el 1 de abril de este mismo año el colegio, inicialmente llamado Santiago el Mayor, ha abierto sus puertas con 57 alumnos, 45 de los cuales son varones y 12 son mujeres. Y aunque titubeante, pero ilusionado, se ha echado a funcionar en la casa de la familia Santa María Calderón, al pie del campanario. Inaugurar la Educación Secundaria en Santiago de Chuco, ha significado una transformación total de la vida de la provincia. Porque antes, por ejemplo, cuando yo estudiaba Tercer Año de Educación Primaria en la escuela 271, sentíamos admiración por aquellos que ya cursaban el Cuarto y Quinto de este mismo nivel educativo a quienes, pese a estar en la misma escuela, veíamos diferentes, desconocidos, transformados. Eran distintos los que hasta hace poco fueron chiquillos como nosotros, quienes de un momento a otro han cambiado hasta en la manera de lucir el uniforme y hasta de hablar, de estar de pie, de sentarse; ¡hasta de jugar! Hay en ellos un signo diferente que hasta nos excluye. Otros temas y asuntos los embarga. Parecen pertenecer a otra esfera y eso nos inquieta e impulsa para rápidamente llegar a esos grados en que ellos ya se desenvuelven. 4. Seres de fábula De allí que cuando nos ha tocado cursar Cuarto Año de estudios del nivel primario sentimos cómo los niños de menor edad y grado nos miran, con enorme admiración y respeto, chiquilines que seguramente nos ven tal cual nosotros habíamos sentido antes, de ver a los que nos precedían como futuros candidatos a ir a estudiar en un colegio de la costa, a orillas del mar, en la capital del departamento de La Libertad. Porque las alternativas que se abren al terminar la educación primaria son: viajar a Trujillo a seguir estudiando, para los que pueden. O sino, para quienes les es inaccesible, pero son aguerridos, la opción es irse a trabajar a Chimbote en la pesca. La tercera disyuntiva es quedarse en el pueblo, que corresponde a los más humildes, pero ya en un rol y oficio de hombres hechos y derechos, aspecto que también otorga autoridad a quienes las exigencias de la vida les impone asumir esos retos inaplazables. Por eso, cuando en el mes de abril del año 1954 se ha dado apertura al Colegio Particular Mixto de Educación Secundaria Santiago el Mayor, después Colegio Nacional César Vallejo, nosotros pasamos a ser ojos y oídos extasiados de lo que acontece entre esos muchachos mayores, apenas unos años más de edad que nosotros, que modestamente seguimos en la Educación Primaria y que por un golpe de encanto pasan ellos a ser como seres de otra categoría, o pertenecientes a otra galaxia. Y aún más: de fábula y ficción. 5. Trazos de tiza Así por ejemplo, de un momento a otro nos quedamos con la boca abierta cuando en las piedras y hasta en los muros de las paredes aparecen trazadas unas curvas y ángulos salpicados de números. Dentro y fuera de dichas figuras compuestas, de círculos y líneas que los atraviesan, hay fórmulas y ecuaciones cuyos nombres aprendemos y repetimos como talismanes, o como dijes en nuestros sueños. A veces sus artífices se inclinan caritativos hasta el nivel precario en que permanecemos nosotros para decirnos que tales claves mágicas se denominan: raíces cuadradas, teoremas, hipotenusas. Y, si estamos mirándolos, mientras estudian esos muchachos bajo los faroles de la luz eléctrica recién instalada, nos alela la manera tan fluida de cómo comprueban entusiastamente la exactitud de una ley física, o la fórmula cabalística de una composición química, dejándonos hechizados en una especie de sortilegio. Fórmulas que se quedan para siempre trazadas en la superficie seca de una piedra de la calle, que día a día nos acercamos a mirarla como si de allí brotase una luz nueva. Trazos de tiza que ni la lluvia compasiva de nuestra ignorancia borra para calmar así la fiebre de nuestra pobre y zarandeada cabeza que no puede comprender la razón o sinrazón, el sentimiento o la ausencia de pasión, de aquellos enigmas. 6. Un reino envidiable Los nombres de las materias y disciplinas son otras tantas provocaciones a nuestra fantasía; algo peor que los nombres de los países extranjeros; o de los lugares exóticos de que hablan los mitos, o de realidades lindantes con lo divino de que nos habla lo místico. Son presencias casi mágicas y, sin duda, llenas de vericuetos, de sitios intrincados, pero también otros llanos y pródigos, como son los pueblos, las ciudades y los planetas insólitos. Así, nótese en esta nómina de materias de las cuales jamás habíamos escuchado hablar antes y, sobre todo, imagínense la situación en que nos ponen al invadir abruptamente nuestra vida cotidiana estos vocablos: ¡álgebra, química, geometría, trigonometría! Así pues son asuntos, temas y contenidos a los cuales nosotros no estamos acostumbrados. Y esto es lo que embarga a estos jóvenes que no son sino nuestros primos y hasta hermanos; pero que para nosotros de un momento a otro se han hecho gente instalada en la estratósfera, ¡de un reino envidiable que los dota de una nobleza y un poder inusitados! 7. El primero en fundarse Reina un nuevo espíritu y hasta las rutinas han cambiado. La insignia del colegio es la cruz roja de cuatro aspas iluminada sobre un fondo amarillo de finos y severos bordes negros. Luce no solo en el declive de sus hombros sino que fulgura hasta en el telón interior de nuestros delirios. La escolta del plantel secundario cuando marcha portando sus estandartes es estupenda. Los partidos de fútbol que disputa el Colegio son impresionantes, tanto el orden de las damas y los varones que alientan a su equipo desde las tribunas con lemas dichos a coro, ¡cuánto por los goles que se anotan! Todo enfervoriza, no solo por la belleza de las señoritas, o por el entusiasmo que ponen, o por la compostura dentro de sus uniformes de blusa blanca y falda azul marino, con pliegues parejos que medimos con nuestros ojos uno a uno, sino porque nos presenta la fascinación de que ése puede ser también el curso que puede seguir nuestro destino. Y, pese a que aún no somos estudiantes secundarios todos nos convertimos en adherentes y fanáticos acérrimos, admiradores de “nuestro” colegio, el primero en fundarse en el ámbito de toda la provincia. Nos invade entonces un orgullo profundo y hasta un sentimiento sublime y heroico al contemplar a esos jóvenes combatientes. 8. A la luz del tiempo Todo en ellos es noble y exacto. En la calle una emoción intensa nos embarga al ver pasar a aquel alumnado en formación hacia cualquier actividad que van a cumplir. En las mujeres la manera compuesta en que lucen el uniforme, el guardapolvo que llevan en el brazo. En los varones la corbata que ostentan puesta. La boina o cristina doblada al cinto. Los brazaletes en torno al brazo de quienes son brigadieres. Y es que el colegio sabe lo que representaba en cuanto a las aspiraciones más hondas y conscientes de todo un pueblo. Y todos se esmeran, alumnos y profesores, en corresponder a esa visión. De allí que verlos avanzar con paso marcial en cualquier parada militar es excelso. En primer lugar, nunca pensamos que se pudiera desfilar en columnas y líneas tan parejas y perfectas. Y, en segundo lugar, poder hacerlo con tanto denuedo, convicción y virtud en el alma. Otra faceta la presentan los profesores, pertenecientes a una generación brillante de maestros, a un estilo de ser de hombres que anteponen a todo sus ideales, su anhelo de forjar una realidad mejor, no soñándola ilusamente sino haciéndola con sus manos y concretando con su esfuerzo obras de cultura que a la luz del tiempo y del recuerdo resultan memorables. 9. El hálito de esas llanuras Pronto el colegio “Santiago el Mayor” se ha convertido en un ejemplo en muchos órdenes de cosas. Y, pese a que es un proyecto particular y una sociedad anónima, para fundar la cual ha habido necesariamente que contar con el aporte de capital que hiciera efectiva su instalación, sin embargo, y desde el principio, ha primado una concepción magisterial visionaria de parte de sus tres fundadores. La han concebido como una obra cultural, por un lado. Jamás como un proyecto lucrativo, tanto que cuando se ha nacionalizado el año 1958, en una actitud generosa y desprendida han donado todo el patrimonio al flamante colegio nacional César Vallejo. Pero no solo eso sino que lo idearon como un proyecto inserto en el contexto social, imbricado a la realidad local y regional, diseñando un colegio representativo de las aspiraciones más auténticas y valiosas de toda la región. Aquel era el primer colegio secundario de todo el ámbito provincial, al cual pronto vendrían a estudiar jóvenes desde Angasmarca, Mollepata, Mollebamba, Cachicadán, Citabamba, Quiruvilca. Y de todos los pueblos aledaños del ámbito provincial. Ha sido mágica la presencia de los jóvenes en las actuaciones, en las efemérides, en los desfiles. Muchachas y muchachos que traen todo el genio, el misterio y la promesa de sus comunidades, delicada e inabarcable. Todo el hálito de esas llanuras, bajíos, lagunas y quebradas donde esos pueblos surgen y se esconden lejanos y queridos. 10. Los más idóneos Eso ha sido así, de tal modo que el mundo entero se siente identificado con “nuestro” colegio, hecho que se alcanza a lograr también por esa capacidad de transparencia, sinceridad y sabia ponderación para recoger y hacer que aflore lo mejor de cada cual, actitud que es política institucional de parte de sus promotores. Esa misma visión se pone de manifiesto en la conformación de la plana docente del flamante centro educativo, para lo cual no se deja a nadie que lo merece fuera de una convocatoria amplia y generosa. Tanto es así que el cura como el juez, el policía como el ingeniero, el militar como el economista, el agrónomo como el médico que trabajaban en las diversas dependencias, así como los profesionales y maestros más destacados en ésta o la otra especialidad, han pasado a conformar la plana docente del Colegio Particular Mixto Santiago el Mayor. Aquello constituye un ejemplo que es importante tenerlo en cuenta a fin de corregir toda situación en la cual se vician los proyectos. Hay que hacer que de ellos participen no solo un círculo de allegados, empobreciendo toda gestión y deteriorando los diversos campos de actividad, sino que se dé cabida a los más idóneos. 11. Frente al amplio corredor Las estaciones se suceden, la tierra da vueltas, la luna se oculta y vuelve a salir por el horizonte una y otra vez, así como el sol; tantas que uno no se da cuenta de cómo el tiempo avanza. Así pronto estoy yo matriculado y asistiendo al Colegio Santiago el Mayor, como estudiante del primer año de la Educación Secundaria. Cuando ingreso, dos años después de fundado el colegio, ya se han acondicionado las habitaciones, que eran de una casa particular, haciéndolas salones, se han confeccionado carpetas y sillas. Aún no hay mesas ni pupitres para los profesores pero sí pizarras y una nutrida biblioteca. Corresponde a la etapa en que yo ingreso, hacer algo que no tiene: ¡el patio! En dicho objetivo hemos tenido que levantar un terraplén al frente del edificio, trazar una acequia con el retiro de un metro para que recoja el agua de las goteras, y nivelar el terreno frente al amplio corredor del primer y segundo piso. Para conseguirlo tenemos que traer piedras desde algunos sitios donde las hay, y también plantar postes para el alumbrado. 12. Por la cuesta obstinada Con ese fin varias veces descendemos hasta la hondonada del río, por el Estadio Municipal para abajo, para traer piedras grandes, así como árboles recién derribados. Trabajamos por secciones o aulas, siendo entonces una competencia de fuerza y valor, cuando después de tomar un lonche apresurado en nuestras casas salimos a encontrarnos en una esquina de la plaza, sitio de agrupamiento que hemos fijado con el profesor encargado de guiarnos. Es el final del atardecer, y ya pronto quedamos a oscuras. Estamos en la parte profunda del río Patarata, al pie del estadio de fútbol, en donde se han adquirido, o donde alguien ha donado, árboles cuyas ramas tenemos que podar con hachas y machetes primero. Y luego, entre treinta o cuarenta muchachos, subirlos por la cuesta obstinada. Al cargar en nuestros hombros a estos dioses, resbalamos en la tierra humedecida o en las hierbas, envueltos en los ruidos de los grillos y de los sapos que croan a estas horas. 13. Quiénes son Por eso es la luna y las estrellas titubeantes quienes ahora me dan la sensación, la idea y la visión de lo que para mí es un colegio. Cuando arropados con nuestras voces llenas de entusiasmo, de identificación entre nosotros mismos, avanzamos por la cuesta. Por las aventuras que corremos, por las bromas y chistes que nos hacemos entre compañeros, Y así ganar casi rampando la curva salida, con el árbol creciendo hacia el cielo enternecido a partir de nuestros hombros ilusionados. Todo eso me da la dimensión de lo que para nosotros es nuestro Colegio. Ya muy de noche entramos por las calles del pueblo cantando y haciendo hurras, paseando ese árbol todavía lagrimeante de savia de la tierra, y aún con el rumor del viento y de los trinos de los pájaros en su corteza y en su tronco. Llegamos hasta el local ya entrada la madrugada. Nos abre el portón Quiterio Valencia, ahora doctor en ingeniería pesquera graduado en Rusia, con quien estudiamos en la escuela primaria y que ahora hace de portero, envuelto en un sacón impenitente y enrollado en una bufanda milenaria. Un grupo de muchachas de nuestra sección, con algunas mamás, arropadas hasta el punto de no saber nosotros quiénes son, nos esperan con chocolate caliente, ¡yo no sé cómo hasta esta hora! y con panes y bizcochos desvelados. 14. La gente esperanzada Así, el privilegio de hacer uno mismo su propia morada educativa, como a mí me ocurriera, queda grabado de modo indeleble en el alma. Nosotros con mis compañeros contribuimos a hacer nuestro propio colegio a pulso, a corazón pleno, con nuestros brazos y con nuestros sueños. Es apasionante, por ejemplo, apisonar la tierra, coger el pico y la lampa. Y el lugar disparejo hacerlo llano. Y encima de él erguirse para cantar el himno y saludar a la bandera nacional. Y como es desde sus inicios un colegio mixto, es decir de chicos y chicas, ellas llenan ese otro universo: el de la mujer, con sus secretos, sus labores singulares, sus miradas misteriosas, algunas que hasta ahora no descifro. Como sus rubores, sus candores, sus ingenuos y puros amores, marcando profundamente nuestras vivencias de adolescentes. Así pues yo tuve la suerte infinita de estudiar haciendo mi propio colegio, con mis propias manos y con mis propios ideales. Mejor aún: hombro a hombro y pulso a pulso con mis compañeros, maestros y, aún mejor, con la gente esperanzada de mi pueblo. 15. Quebradas de encanto Pero había una tensión subyacente en el cuerpo directivo que nosotros no nos habíamos dado cuenta, cual era que el colegio no tenía autorización para el funcionamiento de los grados superiores, de Cuarto y Quinto. Para solucionar esta situación el presidente de la Asociación de Padres de Familia, don Enrique Bocanegra, conjuntamente con el fundador y director del plantel, profesor Romeo Solís Rosas, acompañados por son Secundino Malca, viajaron a Lima para gestionar esa ampliación. Producto del empeño de esa comitiva fue obtener la Resolución Ministerial de extensión al Segundo Ciclo y, algo verdaderamente trascendental, la nacionalización del colegio con el nombre de César A. Vallejo, hecho que se efectivizó el año 1958. De ese modo se constituía la primera institución educativa estatal de nivel secundario de toda la provincia, jurisdicción que comprendía 3,337 kilómetros cuadrados, apenas diez veces menos pequeña que un país como Suiza, provincia la nuestra de enorme gravitación histórica, social, económica y cultural a nivel regional y nacional. De allí que el año 1958 significó una afluencia entusiasta y fascinada de estudiantes de los diversos distritos, caseríos, anexos y poblados, hecho que transformó la ciudad donde se veían ahora familias íntegras ingresando en sus cabalgaduras, con sus atuendos y vestimentas, con sus acémilas, monturas y aperos extasiados. Y es que el ámbito de nuestra provincia abarca quebradas de encanto, haciendas prósperas, legendarios asientos mineros, ríos ásperos y turbulentos, cumbres gélidas, punas extasiadas y valles ubérrimos. 16. Como flores fragantes Siendo así, los matriculados son mozos de las minas de Quiruvilca, muchachos de las haciendas de Uningambal, Angasmarca o Calipuy, jovencitas de Tulpo, Chuca y Cachicadán. O bien de Citabamba a orillas del río Marañón, selva lejana y ya recóndita. De todos los lugares han venido atraídas por la luz del saber. En las casas, sea de las abuelas, sea de algunas tías, o sean casas de alojamiento y hasta en algunos cuartos de alquiler, se empiezan a recibir a esos jóvenes pensionistas, quienes traen sus costumbres, sus historias, sus relatos, sus mitos, sus visiones del mundo. Como también sus acaeceres, los sucesos diarios de cada día, sus gozos como sus penas. También sus encomiendas con provisión de comidas que comparten con nosotros. Pero, sobre todo, traen su limpidez de altura, su candor de espigas, su ternura de tierra transida y su amor ferviente por los estudios, por superarse y construir un destino mejor para sus familias, sus pueblos y para sí mismos. Aparecen así niñas como flores fragantes de los campos; luz de abril, frescas como el trigo de las lomas, y los valles tupidos de rosas y margaritas. Y el sueño de la gente de muchos lugares es pensar en Santiago de Chuco, en donde permanecen sus hijos. Y estando aquí sentimos que esas ilusiones nos atraviesan, nos encumbran, haciéndonos nítidos y transparentes. Pero también se reciben a delegaciones memorables de otros centros educativos en el tiempo en que yo cursé los cinco años de la educación secundaria. Tales fueron las del Colegio San Nicolás de Huamachuco y el San Juan de Trujillo. 17. Lloraban encogidos Pero entre todas ellas fue inolvidable la visita del Colegio Andrés Avelino Rázuri de San Pedro de Lloc, en septiembre del año 1956, para lo cual se programaron actividades culturales, sociales, artísticas, deportivas y recreacionales. La presencia del Rázuri cambió el prejuicio que teníamos acerca de los jóvenes de la costa. ¡Qué distinción en el trato de aquellos muchachos!, su don de gentes, su facilidad de palabra, el respeto y la cordura. ¿Se podía ser así siendo aún jóvenes? Estábamos deslumbrados. Su preparación en los deportes era arrolladora, bajo la dirección de su profesor Carlos Maradiegue Aste. Tanto que nuestros equipos de básquetbol y fútbol, imbatibles en la provincia, solo atinaban a defenderse y tenían que hacer esfuerzos sobrehumanos y dejar el alma en tierra, a fin de contenerlos. Los despedimos una noche de guitarras en que había una multitud en la esquina del Hotel Santa María en donde doblan los vehículos de transporte. Todo nuestro colegio voceaba sus nombres, uno por uno. Y ellos desde el ómnibus saludaban con las manos y los brazos. Pero luego arrojaban sus gorras, sus bufandas, sus chompas que en el entusiasmo nuestras compañeras se desesperaban por cogerlas como tesoros invalorables. Cuando el ómnibus se alejó muchas lágrimas había en las pupilas y me figuro que esos muchachos igual lloraban encogidos dentro de aquel ómnibus. 18. Nuestro ídolo en todo Me tocó en suerte en aquellos años ver a una juventud seria, noble y enérgica, imbuida de ideales. Con aficiones por las ciencias y las humanidades. En mi sección no había prueba en donde varios, casi niños, no disputaran la calificación de 20, en todas las materias. Se cultivaba el ejercicio del pensamiento, del razonamiento, de la lógica y oratoria. Los líderes eran jóvenes que destacaban como brillantes polemistas, disertadores y poetas. A la hora del recreo en el patio se hacían círculos en donde se debatía sobre temas de actualidad y filosofía. Siempre la palabra la tenían los estudiantes de los grados superiores. Nuestro ídolo en todo era César Vallejo y el eje de todo razonamiento el compromiso social. Y en lo tocante a nuestros propios destinos solo avizorábamos nuestra realización en el campo del espíritu. Mucho de aquella actitud era el resultado del magisterio de jóvenes profesores santiaguinos que habían egresado de la Universidad Nacional de Trujillo, quienes inculcaban amor por el arte, la vida heroica y la identidad con nuestro pueblo. Con Luis Santa María, hoy abogado, juez e importante erudito, director además de una importante revista de tema regional, fundamos un periódico que se llamó El Parroquiano, donde me cupo escribir los editoriales siendo el primero un enjuiciamiento a la apertura del cinema municipal, su eficiencia, puntualidad y programación. 19. Después de varios repasos Me correspondió ser presidente de mi promoción durante todo el año 1960. Hicimos múltiples actividades para donar una biblioteca a nuestro plantel, propósito que lo conseguimos. Después de la fiesta de fin de año me despedí para venir a postular a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Hacerlo parecía un atrevimiento, siendo egresado de un colegio de provincia recién fundado. Cuando mi hermano pasó por la Casona del Parque Universitario para ver los resultados finales, saliendo de la Facultad de Medicina de San Fernando donde estudiaba, le costó encontrar mi nombre después de varios repasos. Parecía que no había ingresado, hecho que a él le resultaba difícil de aceptar. Y es que por el puntaje alcanzado mi nombre figuraba como el primero de la lista y estaba demasiado alto como para leerlo fácilmente. Caminó luego hasta el Correo Central y puso un telegrama dando a mis padres la buena nueva de que ocupaba el primer puesto en la lista de ingresantes en aquella vitrina de la Facultad de Letras. 20. Una roca muy firme Eran cerca de las siete de la noche y ya cerraban la oficina de correos y telégrafos en Santiago de Chuco. Sin embargo, la nota de mi hermano la pudo recibir en el momento en que salía nuestro tío Justo Montoya, jefe de dicha dependencia. Antes de llegar a mi casa el sobre con el telegrama ya la noticia se había esparcido por todo el pueblo. Cuenta mi madre que al recibir la comunicación en casa mi padre ya se estaba acostando. Se puso su mejor camisa blanca, su corbata y bajó a la plaza. Él que no celebraba nada, ni siquiera su cumpleaños! Encontró allí reunidos ya a mis profesores que estaban festejando el acontecimiento, en torno de la pileta y su chorro de agua, quienes ya habían comprado una docena de avellanas que se elevaban con sus luces chispeantes haciendo luego retumbar el cielo con el estallido de la bombarda. Y es que era el primer egresado de mi colegio, creado dos promociones antes de la mía, que ingresaba a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En mi vida he tenido que afrontar posteriormente muchas pruebas, en donde siempre he sentido que pisaba una roca inhiesta muy firme bajo mis pies. ¡Esa roca es mi colegio César Vallejo de mi pueblo, Santiago de Chuco! |
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