1.
Dulzura por dulzura corazona
Cayó
y rodó por las gradas de cemento de la escalera de su departamento, en
el quinto piso del edificio donde vivía, en la cuadra 52 de la Av.
Arequipa. El golpe le ocasionó una lesión cerebro vascular de la cual
no se recuperó jamás.
Tres horas estuvo inconsciente tirada en la losa sin que nadie pudiera
auxiliarla. Y es que vivía sola.
Era la esposa –lo es– del poeta más estremecedor, audaz y rotundo
de los últimos siglos de la poesía universal, quien escribió para
ella:
Costilla
de mi cosa,
dulzura que tú tapas sonriendo con tu mano;
tu traje negro que se habrá acabado,
amada, amada en masa,
¡qué unido a tu rodilla enferma!
Simple ahora te veo, te comprendo avergonzado
en Letonia, Alemania, Rusia, Bélgica, tu ausente,
tu portátil ausente,
hombre convulso de la mujer temblando entre sus vínculos.
¡Amada en la figura de tu cola irreparable,
amada que yo amara con fósforos floridos...
Cuando
era niña, a los seis años contrajo tuberculosis en una pierna, quizá
por eso rodó en la escalera de su casa.
El accidente fue por salir a dar de comer a los gatos de la vecindad,
que se reunían cotidianamente para este ceremonial y en aras del cual
ella preparaba pacientemente la comida, cortando el pan en pequeños
trozos, mezclándolos con atún y saliéndolos a repartir a los mininos
a quienes revisaba sus heridas y curaba sus lastimaduras.
Ese accidente, cuando ella tiene 71 años, ocurrido el año 1979, le
ocasiona una lesión cerebro vascular.
El accidente ocurrido a principios del año 1979, cuando contaba con 71
años de edad, le provocó un ataque de hemiplejia que devino en arterio-esclerosis.
Fue internada en la Clínica San Borja, luego en el Hospital Militar por
gestión del Ministro de Educación Gral. Guabloche Rodríguez y,
posteriormente, el 14 de febrero de 1979 fue internada en la Clínica
Maison de Santé, donde ocupó el departamento 328. Para ello, la
Sociedad de Beneficencia Francesa le otorgó una subvención de mil
francos mensuales para sufragar gastos de medicinas y servicios médicos.
2.
Los niños inválidos fueron
quienes la acompañaron a su tumba
Murió
después de cinco años de permanecer postrada a consecuencia de la caída
referida, expirando el 4 de diciembre del año 1984, a las 5.35 de la
madrugada, víctima de un ataque cardíaco y embolia cerebral, a la edad
de 76 años.
Sus restos fueron trasladados a la capilla del Hogar Clínica San Juan
de Dios donde fueron velados.
Está sepultada en el Cementerio de la Planicie, en una tumba donada por
los hermanos de esa casa de San Juan de Dios que ayuda a los niños con
limitaciones en su salud corporal y mental.
Esos niños inválidos fueron quienes la acompañaron a su tumba. Y ¡qué
bien que así lo hicieran porque nada puede ser más afín a Georgette
que esa escolta y ese séquito.
Son los representantes de un país herido, lacerado por tantos
sufrimientos. Pero también son las huestes de los voluntarios de la República
Española, adultos o niños, que luchan por la redención del hombre.
Donó todo lo suyo, incluso los manuscritos de César Vallejo, a los
enfermos de dicho nosocomio e institución de caridad. En poder de nadie
esta herencia tiene su mayor sentido y coherencia que en manos de los
enfermos del Hogar Clínica San Juan de Dios.
3.
Por quienes habrá que echarnos
la culpa a todos
Al
morir pesaba 40 kilos.
El hermano Lázaro Simón Cánovas, director del Hogar Clínica San Juan
de Dios, quien la conoció muy de cerca, dijo en su sepelio:
«Había
que estar muy cerca de ella para comprender la inmensa ternura que
guardaba detrás de su introversión".
Ternura
que era enorme y total frente al mundo desvalido, humillado e impotente.
Para con los niños sobre quienes se abate y asesta el golpe ciego y
fiero la invalidez.
Para con aquellos que son víctimas de la violencia familiar.
Con quienes son víctimas de la sinrazón y la ceguera del mundo.
Respecto a quienes no habrá a nadie a quien culpar por el abandono y la
atrocidad en la cual viven.
Por quienes habrá que echarnos la culpa a todos; a uno mismo, que es lo
que generalmente ella hacía.
Que es lo mismo que hacía su esposo, César Vallejo, quien confesaba:
Señor.
. .
Todos mis huesos son ajenos;
yo tal vez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!
Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón...
4.
A quien correspondía dar el veredicto
y la sentencia final, desde la eternidad
Sobrevivió
46 años a su esposo, muerto en 1938. En todo ese tiempo le fue
totalmente fiel y consagrada a defender su obra. Vivía con él, dormía
con la mano aferrada a la escultura de la mano de él que se la tomó en
yeso, aún en su lecho de muerte.
Sin embargo había días en que estaban enojados:
– Estoy enojada con Cesár. –Decía con ese modo de pronunciar el
nombre de pila de su esposo, acentuando la última sílaba y haciéndola
una palabra aguda.
Lo cual significaba que tenía cubierta con un lienzo la mascarilla de César
Vallejo. Entonces la réplica que tenía de su rostro estaba a oscuras,
sin luz, cubierta con un manto.
Había puesto de ese modo la separación de una delgada tela entre ella
y ese ser que habitaba su universo de manera impertérrita como ningún
otro poeta en el mundo se tiene noticia que haya existido tan evidente,
más allá de la muerte para alguna mujer.
Sin embargo, era un ser que tenía muchos motivos para la queja y el
reproche hacia quien fue su esposo, una pareja que sufrió mucho a su
lado y siguió sufriendo más aún sola y sin él. Una persona que dejó
mundo tras mundo por él: su infancia, su provincia, su candor, su
fortuna, su país, su paz y finalmente su vida.
Fue la peregrina, la rabona, la montonera, quien encarna de manera
central y auténtica su mensaje, su misión y la trascendencia que él
vino a representar en este mundo.
Pero había otros días en esa larga sobre vivencia amanecía y
expresaba radiante:
– Ya estoy amistada con Cesár.
Y entonces descubría la mascarilla. Iniciaba para tal ocasión una
larga conversación con él, acerca de la vida cotidiana, de las cosas
del mundo. Ella le contaba, como si fuera una chiquilla, hasta de sus
equívocos, sin parar y él respondía con monosílabos, como un oráculo
que más escucha que habla pero a quien correspondía dar el veredicto y
la sentencia final, desde la eternidad.
5.
Engarzada en la mano y en el alma
de ese ser andino, mestizo y absoluto
Tenía
ella para regir su vida la voz del océano, de la montaña, del trueno y
del relámpago que era él, porque en eso se convirtió Vallejo para
ella, espacio estelar y en voz, en sentido y en dirección de la vida.
Por eso, de lo que no se desprendió ella jamás era de su palabra, de
su manera de ser, como de su reflexión al punto de llegar a pensar y
actuar como él.
Y tal como lo expresó: Lo único que le faltaba para vivir plenamente a
su lado “eran sus pasos”.
Y es que caminaron mucho juntos, su estilo era ir cogidos de la mano,
amorosos. Deambularon por Berlín, Leningrado, Moscú, Praga, Viena,
Budapest, Venecia, Florencia, Roma, Pisa, Génova, Niza. Eran dos seres
que encontraron un compás absoluto al caminar, se los nota en la foto
transitando con Rafael Alberti en una calle de Madrid.
¿Cómo se los ve? Absolutos, íntegros. Acoplados en el caminar,
coincidentes, hechos uno para el otro. Ela muy bella y muy mujer; él
muy señor, y varón. Ella: encantadora, una gacela y una flor de liz,
un emblema del imperio. Hermosa, elegante, espigada.
Sumida en una especie de encantamiento, muy en su aureola y en su mundo,
parisina como era, con el abrigo que bate al viento, arrobada en sí
misma, con un sombrero sutil, con un collar que le pende al cuello, se
descuelga por su pecho y un chaleco de botones ostentosos.
Las rodillas muy juntas al caminar, una con otra como cabe en una mujer
a quien su madre ha inculcado el orgullo de tener ascendencia en la
nobleza napoleónica, pero que ahora va engarzada en la mano y en el
alma de ese ser andino, mestizo y absoluto como es César Vallejo, de
traje oscuro riguroso, con una punta de pañuelo blanco que le sobresale
en el pecho y que en la mano porta un sombrero de fieltro claro.
6.
¿Qué son nuestros destinos
y de qué materia estamos hechos?
Es
una pareja de cuento, una pareja para la historia de la humanidad, que
como ella no se ha visto otra. Yo lo supe cuando ella ingresó 14 años
después de haber muerto su esposo e iba a conocer viniendo desde
Trujillo, es más: desde Lima, es más: desde París, para conocer mi
pueblo de Santiago de Chuco enclavado en los andes hasta donde ella
arribó siguiendo los pasos de quien fuera su esposo hacía tantos años
muerto. ¿No ocurre que más bien sobre el amor se abate el olvido?
Por eso y muchas otras razones significativas es una pareja para la
historia de los siglos. Lo importante del instante y del segundo de esa
foto en España es que esas dos vidas se persiguieron una a la otra 46 años
después que uno de ellos muriera.
En este mundo y en este planeta ellos volverían a encontrarse muchas
veces. Y estarán ahora juntos si es que existen otros mundos que
repliquen o representen o proyecten a este en donde sobrevivimos.
Tenía Georgette una vida familiar intensa con su esposo difunto. El
referente era la mascarilla que ella mandó a que se le tomara en el
lecho de su muerte.
Hasta peleaba con él, con el yeso del alma y el aroma a ciegas del
ausente. ¿Qué fuerza puede tener la vida para esta suplantación del pálpito
y hasta del aliento ¡y hasta de la química del olor! en la tierra
blanca con goma que es el yeso? ¿No es igual cuando adoramos con devoción
infinita a tantos santos entronizados en los altares? ¿Qué son
nuestros destinos para llegar a esta consubstanciación? ¿Y de qué
materia estamos hechos los humanos para reverenciar la vida en lo
muerto, o en algo que no tiene vida, o en aquello que la lógica y el
raciocinio niega y deplora?
7.
Tenía que cumplir una misión
y una obra aún no terminada
Estas
relaciones paradigmáticas actitudes solo caben en los seres más
extraordinarios pero a la vez en los más simples y humildes. En quienes
no caben es en los términos medios. Yo he visto en las gentes sencillas
este amor consumado más allá de la vida y de la muerte. Y he
contemplado ese rito supremo del amor en amuletos y hasta en los objetos
cotidianos que alguien tocara, en donde posó su mano el amado o la
amada.
Sólo muy pocas veces la mascarilla de Vallejo en la casa de Georgette
estuvo cubierta, Lo normal era que conversaran y hablaran
interminablemente y que estuviera libre del manto del enojo porque más
estuvieron en paz y armonía y en franca comunión.
Sólo una vez estuvo por mucho tiempo cubierta. Sólo una vez tembló la
vida a tal punto que amenazara derrumbarse. Sólo una vez estuvo
Georgette a punto de dejarlo a él para siempre cuando él ya hacía años
que había muerto. Y el motivo fue todo lo que él hizo para salvarla.
¡Pero ella quería irse con él!
La golondrina estuvo a punto de cambiar de rumbo, de cambiar a otro océano.
¡Imposible, no hay otro océano para seres como ella! Pero pudo posar
en cualquier roca o piedra. Y no lo hizo. Hubiera emigrado hacia otra
playa, quizá de alguna laguna, charco e incluso pantano. Y no incurrió
en eso.
Fue, lo confiesa ella, la circunstancia más terrible que ha pasado en
la vida, después de la muerte misma de Vallejo en que estuvo de pie a
su lado cerca de cuarenta días con sus noches.
Y esta vez fue cuando ella consultó a un medium y éste le reveló un
hecho que para ella fue atroz, que estuvo a punto de hacer que el mundo
se derrumbara por completo:
Este medium le reveló lo siguiente: Que ella estuvo a punto de morir e
ir, consecuentemente, a reunirse con él. Y allí se interpuso Vallejo
para que ella permaneciera aquí. Que ella tenía que cumplir una misión
y una obra aún no terminada.
8.
La crisis más atroz que ella pasó,
lo confesó así, en este mundo
Este
hecho, este aplazamiento de volver a juntarse en el cosmos y ser una
sola alma en dos cuerpos –aunque estas categorías no son para esos
mundos, en donde ya se han encontrado– le causó tal decepción que
mucho tiempo la mascarilla permaneció cubierta y ella anonadada no sabía
cómo convertir su amor en odio, su pasión en rencor, su cariño en
amargura. Ella misma lo ha explicado de este modo:
“Aún
estando muerto yo continué casada con él. Nunca me interesó otro
hombre, pero un día terrible un medium me dijo que se había
comunicado con el espíritu de Vallejo y que él le había dicho:
“Georgette quiso seguirme a la muerte pero yo quise que se quedara
en la vida”. Ese día me separé brutalmente de él. Así, mientras
uno vive con un muerto vive con él, pero cuando uno se separa,
entonces empieza la horrenda soledad”
Entonces
empezó a romper, a desprenderse de cosas, a querer librarse de él, sin
saber por dónde empezar a desatar el nudo que lo ataba a ese hombre que
le había inferido el dolor más atroz: el de aplazar el tiempo para
reunirse y ser otra vez uno, de estar otra vez juntos.
De ese hombre que había cometido el acto cruel, traidor y desalmado de
obligarla a permanecer en este mundo en donde él ya no estaba y de
aplazar de modo interminable el reencuentro.
Fue la crisis más atroz que ella pasó, lo confesó así, en este
mundo.
9.
Nevé tanto
para que tú duermas
Georgette dejó sellada la tumba de César Vallejo –como esposa legítima
que era, pues se casaron el 11 de octubre del año 1934 en la
Alcaldía del Distrito 15 de París– de tal modo que nunca sea posible
abrirla sin su consentimiento.
De ese modo, al morir ella, se esfumaba y caía en un pozo ciego y
abismal la única llave que hubiera hecho posible abrir ese catafalco.
Ya no solo el retorno a su tierra sino que ni siquiera trasladar el
hueso húmero de Vallejo al Perú y a Santiago de Chuco es posible, como
es nuestro más profundo y sentido anhelo.
Ella adquirió a perpetuidad la tumba de Montparnasse e hizo trasladar
allí los restos mortuorios del poeta –en el lugar que él le indicara
que quería descansar algún día, y donde reposan los célebres e
inmortales de Francia y el mundo– hecho que consumó el año 1968,
para lo cual ahorró moneda tras moneda y sin pedir ayuda a nadie.
Pero dejó estipulado una cláusula en el contrato que de acuerdo a las
leyes de Francia es inalienable. Dicha cláusula de acuerdo al régimen
de propiedad privada de dicho país es que nadie sin su consentimiento
puede abrir dicha tumba. De ese modo lo hizo suyo para siempre, actitud
uterina de mujer, quizá haciéndolo el primer y único hijo que alcanzó
a tener.
Sobre su lápida mandó grabar parte de este epitafio que escribió para
él:
Tú
mi vida
tú mi desgracia
toda
mujer eternamente
mece un niño
Nevé
tanto
para que tú duermas
lloré
tanto
para desvanecer tu ataúd
Sin
embargo, ella deseó ser enterrada en el Perú, como última e
inquebrantable voluntad, como expiación por haberse opuesto de modo
tenaz e irrevocable a la repatriación de los restos mortales de César
Vallejo a su tierra natal.
10. Tu frente llena de sollozos
en mi regazo seco
No
gestionó ser enterrada al lado de César Vallejo. No hizo nada para que
ello se cumpliera. Pese al amor sublime, más allá de la vida y la
muerte, que traspone y alcanza la eternidad, y que ella le tuvo.
Amor que sobre todo lo probó con su vida, sus pasos y su ejemplo, no
dio un solo paso por reunirse con él en este mundo.
Pese a quienes la zahirieron y le reprocharon un querer aprovechar la
memoria de su esposo y colocarse muy cerca de él. Se quedó aquí en el
cementerio Jardines de la Paz, de La Planicie, en la Capilla 2, Letra C,
Fila 4, Nicho 36, Planta B.
¡Sin embargo, aquel lugar en su tumba al lado de él, en Montparnasse,
le correspondía!
Pero era más profunda su posesión de tal modo que como cadáver lo
porta en el útero simbólico de lo que es su tierra de origen, su
cultura y su gente.
¡Sin embargo, ese lugar en su tumba al lado de él le corresponde sobre
manera!, no por lo esposa que fue sino por lo mujer eterna consagrada a
él en la vida y en la muerte!
No ocupa el lugar que le corresponde. No hizo nada por ello. Y al
contrario deshizo en el planeta tierra, siquiera de ese modo, el volver
a estar enlazados. Quizá queriendo decirnos con ello que hay pendiente
el tema de cambiar el mundo de manera radical.
No movió un milímetro en tal sentido aquella a quien se le acusó de
apropiarse de Vallejo. Dejó la lección de que todo ello no era cierto,
en lo que hay de profano y superfluo, porque nada más natural y legítimo
que ella compartiera junto a él el camposanto que adquirió con
sacrificio supremo. Es posible que ni siquiera se le ocurriese en ningún
momento. Y si lo pensó lo descartó de plano.
Pero sí dejó escritos estos versos que solamente se pueden escribir
con la matriz hecha gemidos:
he
corrido tanto
y ya nada existe
Un
día
cuando haga mucho calor
como
un cascabel roto
iré a sentarme en tu tumba
Con
la cabeza apoyada en tu muerte
interminablemente escucharé tu sueño
tu
frente llena de sollozos
en mi regazo seco
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