1.
En aras de ese ideal
Georgette Philippart Travers acompañó inseparablemente al poeta
César Vallejo durante nueve años, desde enero del año 1929 hasta el
15 de abril de 1938, fecha en que él muere.
Y
refiero 1929 porque fue en enero de ese año que César Vallejo se muda
para vivir con ella en el departamento de la calle Moliere, Nº 19,
frente al hotel Richelieu, en donde se conocieron.
Sin
embargo, fue cuatro años antes, en el verano de 1925, que habían
iniciado un amor que se enlazó primero de ventana a ventana.
Un
amor sublime en verdad.
Se
casaron después de convivir cerca de tres años, el 11 de octubre del año
1934 en la Alcaldía del distrito 15 de París.
Dicho
matrimonio tiene el significado de una honda reafirmación, asimilación
mutua y fervor de ambos pese a las dificultades.
La madrina de bodas de aquel casamiento fue la silenciosa, aparentemente
amarga pero también dulce y cariñosa pobreza.
El padrino del himeneo la revolución mundial.
El discurso reiterativo de la boda apurar una gran transformación que
cambiara las estructuras del orden social imperante en el mundo, que
condena a la miseria más espantosa a millones de seres humanos y
atosiga en la riqueza más denigrante e infame a unas cuantas familias
poderosas.
2.
Construir una sociedad de fraternidad
En aras de ese ideal murió
luchando César Vallejo y dicha herencia espiritual la convirtió ley en
su vida su esposa Georgette.
Al morir él estaba consagrado a la causa republicana de la Guerra Civil
Española.
Posteriormente ella en el Perú se dedicaría a apoyar todo movimiento
tendente a cambiar el ominoso estado de cosas que sume en el hambre y en
la falta de esperanzas a millones de personas.
La obra completa de su esposo está dedicada como homenaje al poeta
guerrillero Javier Heraud muerto en lucha de insurgencia en Puerto
Maldonado en la selva sur oriental del Perú.
No tuvieron hijos porque renunciaron a ellos:
Un revolucionario no puede condenar a otras criaturas al sacrificio, fue
el precepto de César Vallejo
El sueño de los hijos propios era más bien ayudar a construir una
sociedad de fraternidad entre todos los hombres.
César Vallejo como hijo legítimo del mundo andino podía proclamar que
esos ideales eran posibles no como utopía irrealizable sino como un vástago
fidedigno de esa cultura y de ese mundo al cual pertenecía.
Porque fue la civilización incaica la que puso en práctica un orden
social en base a la solidaridad humana y no solo lo supo ordenar sino
que lo convirtió en arte y en canto.
3.
Seriedad de ambos para vivir y morir
«Nunca
hablábamos de felicidad, ni de paz, ni de nosotros mismos; siempre de la
miseria del mundo; de la revolución; jamás de temas personales».
«Él nunca hablaba de sí mismo; nunca hablábamos de nosotros».
Se echaron a los hombros los graves y tremendos problemas del mundo: el
hambre, la pobreza, la violencia.
¡Qué capacidad para asumir tales responsabilidades!
Pero sobre todo admira, asombra y conmueve, primero dicha decisión, y
en segundo término, la constancia y absoluta seriedad de ambos para
vivir y morir en esa línea.
César Vallejo en 1938 y Georgette 46 años después, en el año 1984.
César Vallejo murió militando en la causa del hombre y en la defensa
de su dignidad, como Georgette en esa misma ley, viviendo de un modo
puro y austero.
Ella erogaba para las causas nobles de la colectividad, haciéndose
presente en los desfiles en defensa de la vida, solidarizándose y
donando hasta el último de sus recursos a los niños desvalidos.
4.
Ella también es su obra
Pero, acaso, ¿hicieron
todo ello porque lo juraron solemnemente ante una cofradía? No.
¿Por qué era la consigna de un partido político al cual pertenecían?
No.
¿Porque lo prometieron de modo ritual en una ceremonia? No.
No hubo nada de eso, ni entre ellos ni ante ninguna congregación.
Bastó la hondura, la autenticidad de esa comprensión para que sus
vidas hayan demostrado ante ellos mismos lo sagrado de esa dedicación.
Pero, ¿cómo se entiende que una muchachita que siempre estuvo bien,
que ni siquiera necesitó estudiar, a quien se le deparaban gustos
sutiles como seguir clases de violonchelo en Londres, sin antecedentes
intelectuales ni en su familia ni en su formación, pertenezca de
repente a un mundo tan superior y radical?
¿Cómo
se comprende que aquella que declaraba que antes de conocer a César
Vallejo no había conversado nunca con nadie sobre algo serio de la
vida, pudiera arrojarse tanto? ¿Cómo alguien así podía secundar y
asumir realidades absolutas, abismales y tremendas?
Hay
misterios de la vida, hay exigencias que se imponen, hay un genio de la
naturaleza implícito en las personas.
Pero
también hay que considerar que un genio como César Vallejo sabe pulsar
las cuerdas más íntimas y sublimes del alma humana. Y él las pulsó
con Georgette quien es también su gran obra, su libro excelso, su poema
consagratorio: la golondrina Georgette.
5.
En aras de él, por él y con él
Lo importante es que ella
al unir su vida a la de César Vallejo lo hace con una convicción que
viene desde muy atrás y atendiendo a voces y anuncios muy antiguos en
su vida.
Lo
hace a su vez con absoluta decisión al abrazar la causa de la revolución
mundial.
Y estas decisiones eran saltos mortales, decisiones trascendentes,
cambios supremos.
Para ella era lo opuesto a su mundo de hasta entonces. Eran no solo
diferentes sino contrarios, negados y combatidos por su mundo anterior
circunstancial.
Ella cuenta que si algo chocaba más en su ambiente familiar y social
era la palabra comunismo.
Y sin embargo su luna de miel fue estar en Moscú, conducido por la mano
de César Vallejo para admirar la construcción del socialismo mundial.
En razón de este empeño grandioso de salvar al hombre es que él también
se convirtió en mendigo en París.
Un mendigo tal y cual es. Un mendigo al cual se desprecia, porque no hay
mendigo digno y decente.
E
hizo partícipe de su mendicidad a Georgette.
Ella no solo sigue a la persona
Vallejo sino en aras de él, por él y con él, a la revolución mundial
que él la inicia en su comprensión, valoración y su total y plena
consagración y ha quedado allí, y está como una herencia gloriosa.
6. Verbo
fundamental del alma humana
No
fallaron a ninguna de sus causas.
A contra viento y marea ella persiste. A pesar de todos los factores en
contra, atacada incluso por aquellos que se erigían en representantes y
corifeos de la revolución mundial, como Pablo Neruda.
Delfina Paredes cuenta cómo al final de sus días ella no comía y
ahorraba todo para hacer donativos a la gente pobre, pero se cubría el
rostro para que no vayan a fotografiarla.
Es la mujer que renunció, junto con su esposo en vida, a tener hijos
puesto que su vida la habían consagrado a la revolución mundial.
Es la mujer que cambió conscientemente la felicidad propia por el
martirio, al unirse al hombre al cual amaba.
Es la mujer que dejó familia, relaciones sociales, país, bienestar, la
lengua que hablaba, por seguir tras un sueño y una utopía.
Y tenía razón, porque César Vallejo es César Vallejo, no solo
un gran poeta sino un redentor de la humanidad.
Porque César Vallejo no es un nombre célebre ni un apellido en un
estante o en una vitrina, sino que a partir de él un sustantivo y es más,
un verbo fundamental del alma humana y en el habla de la gente.
Y ella lo supo, lo sabía y en ello amparó y sustentó su vida.
7.
Un maestro, un conductor y un guía
Y César Vallejo en esto
no era concesivo sino severo e implacable. He aquí una nota de
Georgette:
«Una
vez que escribía –yo no sé por qué, porque era muy discreta– me
acerqué, por detrás de él y lo besé. Y él me apartó con la mano. Y
yo quedé tan herida que nunca, nunca más hice un gesto parecido.»
El
trato de ambos no tuvo nada de seducción, galantería o relación
edulcorada.
Hay un momento en que él debate si renunciar a ella o continuar con el
vínculo que los unía. Era una niña. ¡Y se impuso formarla!
Esto último significaba realizar una labor pedagógica, de edificación,
de paciencia consumada, de devoción en el género humano.
«Me salvo salvándola», es su resolución.
Se impone esa tarea, de cómo conducirla por el mundo y cómo enseñarla
a ver la realidad.
A cómo comprender más ampliamente la vida, y la historia humana.
Es él quien se impone guiarla y formarla para que pueda ser cabal a su
lado, hasta ciertos límites.
César Vallejo no solo fue para ella un esposo o un amante. Fue un
maestro, un conductor y un guía. ¿Cuál la perspectiva? hacerse
responsable de los problemas del mundo, sin devaneos, reticencias ni
mucho menos beneplácitos.
8.
Fiel por naturaleza en lo más absoluto
«En mis nueve años de unión con César Vallejo, pude
convencerme, aunque solo después de su muerte, que ninguna mujer había
realmente existido en su destino, sino en proporción de su necesidad
esencial para el desarrollo de su obra. Sólo existía por y para ella,
haciéndose esa evidencia «la dominante» entre las características de
su ser»
Y así como le inoculó su pena, sus enigmas, sus dolores y sus
secretos, que lo son para nosotros mismos, le insufló su gran
responsabilidad frente al destino del hombre, a su militancia con la
gran causa de la justicia social, al compromiso con la revolución
mundial y a la obra que hemos venido a cumplir y realizar en esta vida.
Y esto Georgette lo tuvo muy en claro y muy en cuenta durante toda su
existencia.
Él marcó totalmente a Georgette, como influyó en casi todas las
personas que lo conocieron. Dejó honda huella en sus amigos y casi
totalmente, puesto que no hay uno solo que no se volviese su apóstol,
un predicador o un propagador de su evangelio.
9.
Seguirlo ya en espíritu
Georgette para entregar su
vida con la totalidad como lo hizo, tiene que haber sido una persona con
dotes excepcionales.
Para aceptar el ascetismo, el sacrificio y la extremaunción que
significó vivir al lado de César Vallejo, quien en cuerpo y alma se
consagró a los ideales y sacrificó totalmente su vida personal, tiene
que haber estado amparada por un referente supremo.
Ella enajenó su vida para ofrendársela completamente a ese hombre que
nada tenía de material, que estaba privado de todo, que era escueto,
seco y duro:
‘un bloque de hielo sobre tu amapola’.
Para olvidarse de sí misma, con una vocación religiosa de votos de
obediencia, lealtad y total consagración a la vida y obra de ese hombre
implacable.
Para ya no estar en el mundo, para encarar toda renuncia.
Para estar junto a él. Asumiendo y haciéndose él mismo mendigo de a
verdad.
Para legitimar su relación esencial con el mundo y la vida.
Ahora bien, decidirse a compartir su miseria, evidente e inocultable,
pudo estar alentada por un amor juvenil y consumado.
Pero persistir, luego de muerto él, con igual miseria en Europa, y
después seguirlo ya en espíritu por todos los caminos del mundo, es ya
digno de loa y alabanza.
10.
De la luminosidad de su frente
Haber podido avizorar la esperanza que él representa ya no solo supone
ímpetu de juventud sino siglos y milenios de sabiduría.
Apostar por ese hombre cargando una cruz pesada y desgarrante, sin los
prodigios ni milagros que nos den amparo para creer que estamos ante un
Mesías seguro, con señales divinas que orlen su frente, requiere mucho
de coraje y convicción. Y mucho de karma y predestinación.
Mucho más, como ella lo fue, para ser su primer apóstol y mártir. Es
un designio que ni ella alcanzó a comprender.
Sintió frío y hambre y se abochornó de calor y abundancia junto a él.
Conoció de su respiración al dormir, del humor de su piel como de la
luminosidad de su frente.
Comprendió que su vida era a partir de entonces un sacrificio y hasta
una inmolación en donde no le cabía casi nada de reclamos y menos de
contravención.
Había recibido la elección y mandato de algo superior, eminente y
sagrado, de algo ungido y señalado cumpliendo una misión deífica.
Su vida a partir de entonces sería nada. Ella era quien había sido
santificada y su misión humilde y sacrosanta era ser la guardiana del
templo.
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