1.
Significado del teatro infantil
El teatro es el arte que recrea la conducta de los hombres en niveles de
alta significación, enlazadas aquellas en una historia de la cual se
desprenden mensajes inusitados y trascendentes.
Tiene como centro y como destinatario al hombre y recrea el destino
peculiar de éste en su excelsitud como también en sus caídas,
desgracias y fatalidades. La clave implícita de este arte es la
representación del destino del ser humano que sufre sobre la faz de la
tierra y lo hace en el espacio mágico de un escenario.
Ahora bien, el teatro de niños tiene que ver con estos elementos ya
enunciados, pero mucho más con la fantasía, e igual, y aún más en
extremo todavía, con la identidad.
Incluso, una forma o manera de comprender mejor la identidad de una
persona o un grupo es a través del psicodrama y del sociodrama, así
como volando prendidos a las alas de las metáforas y del hechizo
de la imaginación que se ofrece a través del teatro infantil.
Así, por ejemplo, para entender un problema de cómo es el sufrimiento
de los minusválidos se recurrió a aquella hermosa metáfora del niño
que tenía dos ojos entre la normales de aquel mundo en que todos solo
tenían un solo ojo.
Esta perífrasis deja como conclusión y resultado la meditación de ¿qué
era y qué es finalmente lo hermoso y normal? ¿Tener dos o tener un
solo ojo?
La dicotomía daba lugar a que por derivación se aceptaran las
diferencias de unos en relación a otros como hechos de revelación y
hasta enriquecedores. Y no como defectos, y jamás como taras o
estigmas.
2.
El teatro clave de identidad
En
el teatro infantil la clave no está centrada en el rol o el papel que
como niños se pueda representar en la función o desempeño de actores,
que nos puede resultar bien o regular.
Lo importante está en asumir un papel, un empeño y una misión en
nuestra vida, conocer y representar nuestra propia imagen frente al
mundo, dar plena realización a la función que nos ha tocado cumplir,
al rol que hemos elegido o al personaje que hemos aceptado encarnar en
nuestra existencia; a ser actores de nuestro propio destino.
Al hacer teatro con niños olvidémonos por un momento de lo formal, del
libreto y de la actuación, y bajemos muy al zócalo, al cimiento y al
inicio de esta actividad, cual es el actuar o el de ser actor.
La primera responsabilidad que aparecerá para quienes son maestros de
niños –si maestros es lo que somos, o de simplemente adultos que
quieren asumir el reto de educarlos a través del teatro– es conseguir
que los niños actúen en coherencia con su identidad.
La misma que tienen que buscarla cada día, cada hora y en cada palmo de
tierra que abarcan sus pasos. Esa es la primera y principal obra de
teatro que debemos poner en escena, logrando que cada uno conquiste su
autonomía y su plena libertad.
Porque, no distorsionemos las cosas aceptando que el público hacia el
cual se dirige el teatro infantil son los adultos, El teatro para niños
se dirige para los propios niños que actúan, de modo principal. Los
padres estarán allí para que aprendan a no olvidar esto.
Es al niño eterno, al niño que hay en todos los seres humanos, el niño
ideal que habita en todos nosotros a aquel a quien se dirige –de
manera central– el teatro infantil.
3.
Formas de teatro ligado
a la infancia
El
teatro en la infancia es un género literario ligado de manera natural y
espontánea al alma y al ser infantil, debido a que el niño lo realiza
como una expresión innata, incluso sin proponerse hacerlo, así como
ocurre con la poesía y el cuento para lo cual ellos tienen especial
predilección.
Para el niño la vida es teatro y el teatro es vida, y juega encarnando
personajes, porque la existencia para él es aventura y merece ser
representada. Y todo ello se da constantemente vinculado al juego.
Sin embargo, hay diversas formas de teatro relacionado a la infancia.
El primero es un teatro para niños que los adultos dedican o destinan a
dicha edad, basados en cánones, convenciones y propuestas de las cuales
son conscientes los adultos.
Requiere como condición previa que atienda los intereses e inquietudes
profundas que tienen los niños ante la realidad, la vida y el universo;
hondura de tratamiento, pensamiento cabal y valeroso sobre los temas y
asuntos que enfoque.
También realización estética de mucho brillo y vigor, dejando de lado
las banalidades y supercherías, las idealizaciones y adornos gratuitos,
porque el niño quiere la belleza que es honda y raigal.
Este teatro no sólo debe entretener, divertir, complacer. Ha de
hacerlo, pero como un requisito y exigencia inicial o de partida para
arribar a su fin esencial que es mayor: formar una conciencia individual
y social, hacer comprender una serie de aspectos fundamentales de la
vida, proponer una ética y una moral social.
4.
El afloramiento de nuestra íntima
razón de ser
Hay,
de otro lado, el que podríamos llamar teatro infantil, que hacen los niños
dirigidos y orientados por los adultos, quienes les plantean una temática,
o una obra, y que son quienes asignan roles y organizan la presentación
para un público infantil y adulto.
Bien conducido este teatro convierte el tiempo cronológico en tiempo
afectivo y éste en tiempo mágico que altera todos los relojes, pone al
revés los prejuicios, de cabeza y boca abajo las sinrazones.
En este teatro lo que se busca no debe ser tanto producir una obra
acabada, perfecta o exacta; pues la literatura como el teatro son textos
abiertos, obras inconclusas, que solo alcanzan a ser plenas cuando los
recrea el lector o el público que participa activamente en su elaboración
final.
Es importante en este tipo de teatro que el niño actor y el público niño
añada o quite éste o el otro elemento, le den éste o el otro sentido,
cambiándole de mensaje o de ser. Por eso, más que el producto debe
interesar el proceso, el camino, la participación y las experiencias
que alcanzará a tener el niño.
Y hay también otra modalidad que es el teatro de niños que es cuando
ellos por su propia cuenta e iniciativa se organizan para urdir una
historia y representarla como parte de sus juegos, como una dimensión
recreativa inherente a su proceso de maduración y desarrollo, en donde
tiene que ver mucho la fantasía, pero de igual modo la identidad.
Porque la primera función del teatro de niños es el hallazgo con lo
que somos, de nuestro rol en el universo, de la coherencia de lo que
representamos con nuestra actuación vital.
Es el encuentro de nosotros mismos, la encarnación veraz y sincera del
personaje que somos lo que importa, en suma: el afloramiento de nuestra
íntima razón de ser en el mundo.
5.
El teatro es maravillarnos
con nuestro propio ser
Dicho
de otra manera y talvez recapitulando lo anterior:
En el teatro para niños, ellos son el público, en donde es preferible
que todas las actividades las hagan los adultos pues de lo contrario se
forzaría demasiado a los pequeños, presionándolos para que se ajusten
a normas y disciplinas rígidas y fuera de su capacidad.
En el teatro infantil que está muy emparentado con el teatro escolar,
el niño es el actor y el animador. En él el público está compuesto
de personas de distinta edad.
En el teatro de niños, son estos los que actúan y no hay público,
todos participan de algún modo e incluso, los que observan cumplen un
rol y una función cardinal en la representación.
Cabe anotar como corolario de todo esto que el teatro es importante
sobre todo para descubrir nuestra identidad y complacernos con ella.
San Agustín expresa un pensamiento que corresponde anotar aquí. Él
dice:
«Los hombres viajan al extranjero a maravillarse ante la majestuosidad
de las montañas , las gigantescas olas del mar, los interminables
cauces de los ríos, la inmensidad del océano y los movimientos
circulares de las estrellas, y no se maravillan de su propio ser».
El teatro es una de las formas, talvez la más límpida y directa de
maravillarnos con nuestro propio ser.
6.
Principios del teatro infantil
Cuando
el niño convierte a un palo de escoba en un caballo o en un corcel y a
sí mismo en un jinete que devora caminos, cruza ríos, tramonta montañas
y hasta asciende a las nubes ¿qué está haciendo? De manera espontánea,
viva y natural, hace el teatro más puro, raigal y auténtico que uno
pueda imaginar.
Igualmente, cuando el niño coge un sombrero, una capa, un par de
zapatos de su padre o de su abuelo y empieza a hacer una función de
representación, suplanta la realidad: asume la conducta de un gran
hombre, de todo aquello que sus sueños, sus anhelos ocultos, sus
miedos, sus amores le inducen o sugieren ser.
De allí que el teatro infantil se basa en dos principios educativos del
máximo valor:
La práctica creadora, que deja libre la capacidad de cada uno en
particular y de todos los miembros o participantes en general a
intervenir con ideas, sugerencias, planteamientos y actuaciones propias.
El trabajo grupal, en donde el niño aprende a asumir roles y a
acoplarse armoniosamente, en un conjunto vasto de personas.
Otro elemento se agrega a lo anterior: la capacidad organizadora, dado
que hay que ordenar espacio y tiempo, tanto en la preparación de un
determinado texto a ser representado como en la escenificación misma de
dicho texto.
El
teatro infantil, de otro lado, debe permitir el desenvolvimiento de los
aspectos biológicos, psíquicos y sociales de los niños; servir para
aliviar tensiones, generar climas de entusiasmo, de compromiso y
responsabilidad tanto en el grupo que actúa como entre quienes desempeñan
otras actividades distintas.
En lo posible, debe dejar la libre iniciativa del niño, la posibilidad
de que ellos creen soluciones propias y audaces a cada situación que se
presente.
Ha de ser un momento de juego, de alegría, de total desparpajo, en
donde la confianza, la sonrisa, el placer de compartir estalle y se
exalte; en donde el niño tímido, inhibido, triste o melancólico, sean
incitados a salir de esos estados de ánimo, todo obtenido por el
ambiente contagiante de optimismo que se legre conseguir.
Es como cuando sacamos a los niños al aire libre, al deporte en los
campos abiertos y a la sana expansión a través del vuelo del espíritu
por los ámbitos de la imaginación.
El teatro como tal y visto así será espontáneo, parte del proceso del
niño de instalarse o relacionarse con los demás en un clima de
confianza y de crecer en comunión con los demás.
Es consabido que hay una etapa de la evolución del niño que es imitar,
en la cual él aprende reproduciendo lo que padre, madre y toda persona
que alcancen a conocer hacen. Ellos imitan los aspectos más intensos y
representativos de sus mayores.
Y es eso, lo que llevado a un espacio de representación de teatro
en vivo, lo que significa una reflexión valiosa y un vivir a otro
nivel, con categorías intelectuales superiores, teatro que surge desde
el centro del ser y vuelve hacia él transformado.
Cabe advertir que en el teatro infantil hay la tentación de la rigidez,
del acartonamiento y de los clichés. Por eso, siempre debe estar
presente que el principio rector es la libertad creativa, claro que bajo
una disciplina de trabajo. Es sólo con ella que se manifiesta en todo
su esplendor la vida auténtica de los seres humanos, con autonomía
pero también con exigencia propia.
Pero
hay otro factor digno de apreciar y de tener en cuenta, cual es la
incondicionalidad del espectador en el teatro, actitud esencial para la
existencia de este arte. Es esa complicidad, esa sana creencia de que
todo lo que se representa merece atención, lo que favorece llegar a la
esencia de este arte.
Es esa convicción de respeto a las reglas de juegos artificiales las
que hacen posible la existencia de un arte como el teatro, y esta
maravillosa actitud y condición nos la enseñan cada día los niños.
De allí que el teatro no sólo redime al espectador, porque la
catarsis, el cambio, la transformación ocurre igual o más en el actor
así como también en el creador literario y hasta en el guionista y en
el adaptador de una obra que originariamente no está escrita para ser
escenificada.
El teatro infantil es una forma de lectura colectiva del texto, pero a
través de unos intermediarios, transmisores y recreadores, cuales son
los actores y todos quienes participan en una u otra tarea en esta
actividad múltiple y compleja. Ellos son los que tamizan, traspasan,
enfatizan u ocultan, relevan o apagan un determinado mensaje y con ello
una punción en el alma de quienes lo viven y comparten.
9.
Valor del teatro infantil
¿Es el teatro infantil una distracción, un adorno, una actividad de
extensión? ¿Es en la escuela una actividad de carácter mas bien
recreativo, para alivio entre una y otra tarea pedagógica? Una concepción
así es errónea.
El teatro infantil es una actividad esencial y trascendente y lo es si
es que verdaderamente se lo acepta como teatro, es decir como un arte
cabal, íntegro y completo.
En tal sentido es como la música y las artes plásticas, un bien y un
valor primordial en la educación, de gran significado porque desarrolla
la percepción, la emotividad y las diversas inteligencias que alcanzan
a integrarse en experiencias que son síntesis de vida y de visión del
mundo.
Es sustantivo y principal para la formación integral del hombre, y si
concebimos que este sea el fin supremo de la escuela entonces
consideraremos, consecuentemente el teatro infantil como central y de máximo
valor en la educación.
Porque a través de él el niño alcanza a:
a. expresarse
b. participar
c. integrar grupos
d. crear colectivamente algo
e. ganar en autoestima
f. sentir reconocimiento
g. conocer desde dentro el conflicto y la solución de los
problemas.
Pero
además, el teatro infantil abre los canales a la espontaneidad, a la
libre expresión, al vínculo con el yo profundo, y con los diversos
seres y personajes del mundo circundante.
a. Aspectos de la psicología y del alma humana
b. Conflictos en donde relucen valores y conductas ejemplares
c. Nociones acerca de la realidad natural, histórica y cultural.
a. Problemas e incertidumbres
b. Potencialidades y capacidades
c. Anhelos, esperanzas y expectativas
El teatro rompe barreras que obstaculizan la comunicación, la interacción
con el medio, la captación de mensajes que ofrece la realidad.
Con el teatro infantil todo aquello que es positivo para el niño será
capaz de hacerse y de ser, porque quedará abierta la puerta liberadora
para acceder a ese plano promisorio.
Si hay algo que lo acosa y es negativo se le estará poniendo la válvula
que cierra la posibilidad que el niño realice aquello desfavorable a él,
porque el teatro le estará permitiendo avizorar cuáles son las
consecuencias, las mismas que le serán adversas, aparte de hacerse más
conciente respecto a cuáles son los códigos de conducta socialmente
aceptados.
11.
Fines del teatro infantil
El teatro infantil debe enseñar divirtiendo y divertir enseñando, lo
cual es difícil de lograr, salvo en el teatro mismo.
No debe ser ni divertimento puro ni lección escolar puesta en lo que es
un formato o apariencia de teatro, esquema que debemos evitar y para lo
cual debemos tomar no sólo la forma sino la esencia de lo que es el
teatro, el fondo.
Porque, para ser y merecer el nombre de teatro una manifestación tiene
que ser obra artística, que rescata aquellas cualidades innatas en el
niño de representar y actuar dando vida a personajes propios de su
mundo y acerca de temas y enfoques correspondiente a sus inquietudes e
intereses en relación con su proceso de formación integral.
No le corresponde ni compete entonces temáticas que son propias del
programa de estudios, del currículo, ni del Calendario Cívico Escolar
o de algún otro asunto de interés para la institucionalidad educativa
pero no para el niño, porque debemos concebir la escuela no sólo como
el espacio circunspecto en donde tiene únicamente cabida lo que está
normado e institucionalizado excluyendo todo aquello que no es intrínsicamente
pedagógico.
El teatro infantil no está para ocuparse de aquello formal previsto en
los lineamientos y en las orientaciones académicas y administrativas
que se dan para situar y orientar la acción que se desarrolla en la
escuela. Su compromiso es con lo vital, anímico y los grandes asuntos
del destino de la persona humana.
Y es que la escuela también es espacio para la creatividad total y
plena, sin limitaciones ni cortapisas, y allí se instala el teatro
abierto a todo aquello que la creatividad libre puede aspirar a
desarrollar.
12.
Experiencia estética verdadera
Siendo
así, el fin del teatro infantil no es el producto escénico, ni la
excelencia en la actuación o interpretación de personajes, ni
lograr escenificar con la mayor calidad una pieza teatral.
No está el niño supeditado al producto o al resultado de la calidad
estética de la obra. Arte es mucho más que estética en educación.
El fin es el desarrollo del niño y todo lo que el ejercicio del teatro
puede lograr haciendo que éste experimente nuevas emociones, se sienta
más en armonía consigo mismo y mediante la actuación sus movimientos
sean más fluidos. O que su expresividad brote más espontáneamente,
será bueno.
Si dentro de todo este repertorio de logros se añade el que se sienta
gratificado con una representación que pueda ser celebrada por aquellas
personas que para él son importantes, mucho mejor, hecho que ha de
elevar su autoestima ante todos quienes asistan al acto de su puesta en
escena, pero eso no es lo principal.
El siguiente principio equívoco no es el que debe sostener o regir el
teatro que se desarrolla en la escuela: “Instruir deleitando”.
Porque, partir del propósito y la intencionalidad pedagógica para
luego adoptar algunas formas, recursos, medios y posibilidades que nos
pueda ofrecer –entre otras manifestaciones humanas– el arte, a fin
de alcanzar mejor los objetivos pedagógicos que se propone alcanzar, no
es lo que legítimamente sustente al teatro en la escuela.
Seria muy mecánico y pedestre reducirlo a dicha función. Sin negar que
es una meta o ideal a alcanzar en el proceso de enseñanza aprendizaje
el “instruir deleitando”. Sin embargo, ese no es el fundamento del
teatro en la escuela, porque reducirlo a ese fin sería desperdiciar o
perder su dimensión más promisoria cual es ofrecer al niño una
experiencia estética verdadera y sustantiva.
El teatro infantil tampoco tiene como fin descubrir o preparar actores
dramáticos o personas para dedicarse al cultivo de esta manifestación
artística.
Su propósito es estimular al niño a poner de manifiesto su
expresividad mediante el gesto, la palabra, el movimiento y la actuación.
Instalados ya en esta perspectiva es importante producir mensajes, ideas
y belleza, y significados que les sirvan a quienes actúan y a quienes
observan de estímulo y motivación para comprender determinados
contenidos o fenómenos de la realidad.
Pero, mucho más –y ojalá así sea– para encontrar claves
esenciales con las cuales guiarse y orientarse en la vida.
De manera más específica, las dramatizaciones son muy oportunas para
dar nociones importantes respecto a aquellos asuntos básicos y
esenciales de la naturaleza humana.
Esto gracias a que una idea que cobra movimiento y se visualiza a través
de los actores deja una impresión más nítida y fórmulas mucho más
funcionales para repensar la realidad.
Logramos que se internalice más y mejor toda noción sobre la cual
queremos la reflexión de la persona humana presentando en vivo y en
movimiento aquello que se quiere decir y exponer.
14.
Algunas disyuntivas del teatro infantil
Hay algunas dicotomías que se presentan y surgen de manera continua y
permanente en el teatro infantil, cuales son las siguientes:
¿Qué es lo que más importa en él? ¿El proceso o el producto?
Si
nos importa el producto avasallaremos el proceso a fin de privilegiar el
producto.
Al respecto, no es saludable ni conveniente que seamos selectivos,
exclusivos y hasta tirantes de tal modo que todo lo sacrifiquemos ante
la visión de la calidad y excelencia del resultado final de la obra
teatral.
Quizá esta noción esté bien para un director o un empresario empeñado
en obtener un impacto con la puesta en escena de una obra, pero si
actuamos dentro del campo de la educación otras son las prioridades.
El maestro indudablemente da más valor al proceso, a la integración
que logre alcanzar entre los participantes del grupo que actúa, que
apoya y se identifica con la actividad.
Será el proceso creador y la participación que cada uno ponga de
manifiesto en la interpretación, el hallazgo o el encuentro entre los
dones expresivos de los niños aquello que constituye nuestro éxito.
Otra
disyuntiva en el teatro infantil es la oposición de la preponderancia,
rol o importancia que se da a la persona o a la técnica, en donde
casi siempre se presenta el dilema de optar o elegir por la idea, el
esquema o el modelo frente al ser real y concreto, que está con el alma
en vilo por ver cómo resuelve y supera una situación.
Porque no se trata de aplicar una manera, un cartabón y una técnica de
teatro sobreponiendo este interés al ser, al sentir y al actuar libre y
gozoso de cada niño. Implementemos más bien formas propias y
potencialidades inherentes y hasta ocultas respecto a la expresión y al
movimiento.
Una tercera disyuntiva es la opción entre: ¿drama o teatro?
En la escuela y con los niños principalmente drama y después teatro.
Porque, teatro deviene generalmente en lo esquemático y convencional;
en lo formal y rígido.
Drama es el conflicto, el meollo del teatro. Él es el centro, la parte
anímica y psíquica del teatro.
Más nos interesa partir entonces del juego dramático, después del
cual llegaremos más fluidamente al teatro.
16.
¿Es legítima la actuación en los niños?
Se ha puesto en cuestión si corresponde a la edad, a la situación y al
estado emocional, y hasta a la salud del niño, que lo sometamos a la
prueba que él se trasmute en otro personaje, el mismo que ha de
representar en una obra o en una pieza teatral.
Surge la interrogante de si cabe alentar esa transposición de su
personalidad para asumir otra que no le corresponde, es decir el
incitarlo con la representación a tratar de ser otro ser.
Respecto a este punto hay una vieja discusión: de si en la actuación
teatral ocurre realmente una descarnalización y despojo del ser del
actor para asumir el de un personaje con el cual no tiene nada que ver,
es decir que se convierte en otro ser completamente distinto.
O si ocurre más bien que ante cualquier personaje que alguien
represente se sigue siendo la misma persona pero en una faceta distinta,
descubriendo esta actuación algo nuevo y original de nuestra propia
personalidad que es bueno develar y poner a luz.
En cualquiera de los casos, no causa daño de ninguna especie vivenciar,
en el juego y la dimensión del arte, personalidades distintas.
El niño desde muy tierno, y por propia iniciativa, experimenta y se
introduce en el ser de otros personajes, incluso del mundo físico e
inanimado, como también del biológico y cultural.
Y, al contrario, esta transposición es importante a fin de que él
pueda movilizarse de una a otra situación a fin de tener una comprensión
más amplia y variada de la realidad.
De otro lado, conocer un personaje desde dentro y vivenciarlo –y mucho
mejor si ellos son prototipos de caracteres humanos bastante definidos y
hasta extremos, o que viven situaciones paradigmáticas muy
especiales– es abrir la sensibilidad y la inteligencia del niño
–tanto de quienes lo representan, como del equipo de apoyo, como de
los niños que son los espectadores– a entender realidades originales,
novedosas e iluminadoras.
Además,
toda actuación se realiza de acuerdo al potencial de transposición del
niño hasta límites que son permisibles sin riesgo a nada que sea
enajenante.
Estas posibilidades del teatro –como de todo arte– lo incitan y
motivan al máximo, siempre que se den los elementos de estímulo,
confianza y entusiasmo al niño, que allanen al niño a participar con
total y plena identificación.
En realidad, el teatro nos permite mirarnos en un espejo, nos hace
encarar nuestro propio rostro en el cristal de la representación que es
una dimensión proyectada de nuestra identidad; y nos atraviesa de
alguna duda fecunda de que aquello que se representa tiene parte de lo
que es el ser de uno mismo.
Nos permite proyectarnos hacia dentro y afuera, nos permite avizorar
mundos posibles hacia los cuales avanzar; puesto que el personaje que se
representa no existe fuera del actor sino que existe como potencialidad
y posibilidad dentro de él.
No es tanto un salto hacia afuera desde nuestro ser intrínseco para
trasmutarnos en otro ajeno y distante; el proceso más bien se da en la
intimidad, desde una situación hacia otra situación en el plano
interno, en donde la identidad de una persona puede ser incluso aquella
que la propuesta de representación invita a seguir.
El juego dramático hace que la persona asuma roles, papeles y
situaciones que pueden ser el hallazgo de la situación que cada persona
busca para sí.
Por supuesto, lo que el hombre descubre como nuevo, sorprendente y
posible, es mucho más importante que la rutina y que la situación ya
obtenida, coincidiendo en este punto teatro y educación.
Y es que ambas actividades buscan en el ser humano ubicarlo en un punto
mejor, más óptimo e ideal, hecho que se logra cuando el niño se ve en
la necesidad de construir un personaje incitado por un texto revelador
pero en donde cada quien pone el lado correspondiente de su propio ser.
18.
La actuación en el teatro infantil
El teatro infantil es una materia y un área del arte que tiene la
particularidad de reunir e integrar a otras artes como la literatura, la
pintura, la música, la danza, haciendo uso y recurriendo a todas las
formas posibles de expresión.
El lenguaje dramático tiene sus propios signos, sintaxis, estructura y
también su manera propia y peculiar de organizarse, que no es
inamovible sino que se presta a la constante innovación.
Tradicionalmente, para la puesta en escena de una obra o pieza teatral
hay un director quien es el que señala una pauta de cómo hay que hacer
la actuación, incluso él mismo representa cada pasaje y cada
intervención de un personaje a fin de que el alumno-actor imite o tenga
como referencia el modelo que él desarrolla.
En cambio en el teatro infantil espontáneo cada miembro del grupo tiene
la iniciativa para sugerir la mejor actuación dejando siempre abierta
la posibilidad de intercambiar criterios, opciones, alternativas en un
rico y copioso trabajo de equipo.
Gesto, movimiento y voz son los elementos básicos que, en el cuadrante
del espacio y tiempo nos sirven para expresar una emoción, una idea,
una fantasía que debe alcanzar belleza expresiva y significado
trascendente.
Todo ello a tal punto que constituya una experiencia conmovedora e
impactante que permita que el espectador pueda profundizar en la
comprensión de un aspecto importante y hasta esencial de la realidad.
19.
Administrando la utopía
La
buena dicción, la pronunciación clara, precisa, sonora de las palabras
es importante para llegar al público con la nitidez de nuestro mensaje,
lo que se consigue ejercitando una respiración adecuada y ejercicios de
prosodia y vocalización.
La fuerza de voz, el dominio vocal, la expresión corporal, coherente
con el mensaje que se está desarrollando, es ideal que alcancen su
total y plena plasmación.
Para ello, el actor tiene que construir su personaje desde la emoción y
buscando hallar siempre una perspectiva que alcance a tener el mayor
potencial en cuanto a su significación.
En el teatro infantil se reconocen los siguientes elementos básicos:
– Personajes
– Conflicto
– Dialéctica en los diálogos y situaciones.
En función de ello se utiliza:
– El cuerpo
– La voz
– El espacio
– El tiempo escénico.
Componen el teatro en general, y el teatro para niños en particular:
– Percepciones de la realidad
– Sentimientos
– Vivencias
– Situaciones
– Ideas
– Visiones sobre determinada situación o aspecto de la realidad.
20.
Situación del teatro infantil
Ahora
bien, en el teatro infantil vinculado a la educación y a la escuela ¿sólo
deben participar los niños que tienen dotes y talentos para la actuación?
La respuesta lógica es que no. La decisión correcta más bien es la
opuesta y contraria.
Todos los niños, en la medida de sus posibilidades deben participar en
la actuación, por una sencilla razón, cual es que no se trata de crear
estrellas protagónicas que tengan el privilegio de ser únicas en el
reparto de roles, sino favorecer con la experiencia del arte y la
expresión creadora a todos o a la mayoría de niños.
Inclusive, hay que poner mayor atención en aquellos que muestran
mayores trabas y dificultades para expresarse y relacionarse o
vincularse con armonía y fluidez con sus compañeros, como con
tropiezos para establecer vínculos fluidos con la vida y el mundo en
general.
Sin embargo, es importante también encauzar y dar proyección y curso a
aquellos que ante esta manifestación del arte muestran tener
capacidades especiales y extraordinarias, haciéndolos participar y
vinculándolos con instancias que pudieran ser propicias para su avance
en el dominio de este arte.
Las
prácticas de teatro infantil que se realizan de modo regular en las
aulas deben ser lúdicas y creativas y como tal requieren un ambiente en
donde los niños sientan que tienen plena expansión, donde puedan
correr, saltar, gritar, buscando formas originales en dar solución a un
problema escénico.
Ello acaso querrá decir que ¿no habrá ni se pondrá de manifiesto
ningún sentido crítico? Debe haberlo, y mucho, sólo que serán
criterios en busca de soluciones, donde la crítica impulse, anime,
exalte; donde la alegría de crear debe ser la tónica que predomine y
caracterice las sesiones de teatro infantil.
De otro lado, ¿quién debe promover el teatro infantil en la escuela?
¿El docente de aula? ¿Un equipo de docentes?
¿Será
una sola aula la que presenta todo un repertorio en una actuación? ¿La
iniciativa habrá de venir del director del plantel escolar?
Al respecto, no hay una instancia exclusiva. El teatro infantil es libre
y abierto. Se espera que deba existir una actuación continua, cotidiana
y permanente. Sin embargo, cabe recomendar que deba haber una actuación
formal anual, por lo menos ante un público más vasto.
Incluso es importante que haya una fecha ya establecida para el teatro
infantil, y que sea un punto de referencia para que todas las aulas se
sientan incitadas a intervenir y que, ya sea integrada o por separado,
preparen sus obras a ser representadas.
Asimismo,
cabe comentar la siguiente cuestión: ¿es necesario y recomendable que
exista en un centro educativo un profesor de teatro o de arte dramático?
La experiencia de lo que ha acontecido en el campo de la música nos
inclina a pensar que no es necesario, pues nunca estuvo más ausente la
música en la educación desde que se asignaron profesores de música a
los centros educativos, porque dejó de ser una actividad inherente al
hecho mismo de educar en toda circunstancia, momento y lugar.
El maestro en general tiene que tener entre sus dotes y dones el de ser
un animador y propulsor entusiasta del teatro infantil.
El error de pensar que debe haber un profesor de artes plásticas, de
teatro escolar o de literatura infantil por separado divide tanto estos
campos que al final el verdadero maestro se queda sin nada sustantivo y
esencial qué poder realizar, porque todo lo medular lo cogieron los
especialistas que por separado nada resulta bien hecho; dejando otro
deplorable resultado cual es que en cada una de estas artes y la educación
en general deja de ser así una mirada íntegra y global acerca del ser
del hombre.
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