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Marañas del sol 
Lic. Claudia P. Sánchez Cárcamo

En esa mañana en la que don Max y sus hijas salen a comprar las últimas cosas para la fiesta, teniendo el día anterior que haber ido, ahora irán hasta el fin del pueblo por esa callejuela empedrada antes de la colina. Fabián se encontraba en su carro observándolo todo, cuando ya al regreso de las compras el padre venia a la cabeza y las jóvenes a su espalda, mientras el entra en el portón externo la menor oye algo tras de sí y en el mismo instante le halan de la mano cae una bolsa, es Fabián su recién exjefe el sonríe ella se agobia en la confusión de recoger sus cosa o huir, con firmeza la toma y corre con ella a su auto conduce hasta el predio inclinado de la colina habían trabajado juntos en la ferretería por algunos meses pero el acababa ese año de separarse, ella aun no había tenido novio, el comienza a pretenderla cuando don Max le prohíbe seguir trabajando pero no se le prohibirle ir a misa donde fielmente asistía Fabián, que en su desesperanza tramo la solución final a sus desvaríos raptarla y ese día en la colina con el calor de marzo y con el desasosiego del pudor sordo a ruegos y reproches prosigue pero al entrar en su bello al quitar lo que desconocía que existencia y fuera cayendo el resto de su blusa al desate del sostén y el reviente de aquel botón azul que sostenía aquel pantalón y es que esos ojos de hambriento saciado y manos febriles que recorrían la ausencia de aquel haber creando las primeras caricias en su ser, que al fin y aunque mudas y lánguidas ya no resistía al encontrarle al comienzo de esas piernas que les costara un poco engranar la llave de la ventana que hasta ese día habría y así entre grama seca, sudor y semen queda más que definida la nueva solución.

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