Hace un montón de años, en Perú, el Presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Agricultura de la ciudad de H. me invitó a presentar a sus asociados la feria internacional Agritech, una de las mas novedosas y sofisticadas del mundo en tecnología agrícola.
Me dijo que, después de mi presentación, los asociados, en especial los agricultores, estarían encantados de mostrarme a su vez sus proyectos de desarrollo, lo que me pareció bastante interesante para mi cultura general, pero poco práctico para lo que yo podría hacer por ellos. Igual acepté.
La sala estaba repleta de gentes variopintas, en las que predominaba – finamente hablando – la cultura indígena y la modestia en el vestir: era evidente que los campesinos de la zona vinieron en pleno, no para oírme, sino para ser oídos.
Después de recitar mi discurso (¡hasta yo mismo estaba aburrido de la tecnología de avanzada!), el Presidente de la Cámara cedió la palabra a los asistentes que, todos a la vez, comenzaron a hablar, mas o menos a los gritos: la situación se escapaba de control, cuando el Presidente se puso de pie e amonestó a los asistentes: “¡Por favor, hablen por orden de llegada!”.
Los campesinos callaron, se miraron un momento, y uno comenzó a contar su historia, y luego otro, y un tercero, hasta el último.
Poco pude hacer por resolver sus problemas, pero ellos me enseñaron lo que es educación y respeto.
Me acordé de los campesinos peruanos, quizás iletrados y seguro humildes, cuando – hace pocos días - el Presidente de la Republica de San Cristóbal (nombre ficticio) aceptó, después de un almuerzo empresaria,l reunirse con hombres de negocios para estudiar proyectos de inversión o desarrollo en su país.
Así fue que, en la antesala del cuarto que ocupaba el visitante, el Director General de las Industrias “X” y el Presidente Ejecutivo de las Empresas “Y”, acompañados ambos por un séquito homogéneamente vestido por Armani, casi llegan a las manos para dirimir cuál de ambos era el que debía entrar primero, en tanto que los representantes de las Fabricas “W” y los dignatarios de la Sociedad “Z”, calzados por Lugo Conti, dirimían a los impproperios su derecho a entrar a la audiencia. Un poco más afuera, los agentes de la Compañía “A” – unos con corbatas de seda Burberry’s, otros con Brioni – se habían quedado protestando porque los del Consorcio “B” se les habían adelantado… Yo me fui, antes que la situación se saliera de control.
¿Indígenas civilizados o capitalismo salvaje? |