Como mis fieles y leales lectores podrán haber apreciado, estuve ausente (también del blog) por varias semanas.
Pero todo termina, y también las vacaciones, y con ello se produce el regreso, que se inicia en el momento de llegar al aeropuerto: esta vez fue Milán.
El vuelo era a las 12; nos levantamos a las 5 para cerrar maletas y ponerlas afuera de la habitación del hotel, para que las llevaran al bus. El afable y amable chofer (esloveno, por más datos) se ocupaba de pasarlas del suelo al maletero. Yo, para ayudarle, le fui haciendo poner antes las valijas de los viajeros más mayores, permitiéndoles subir a sus asientos; así que las nuestras quedaron para el final. ”El Bestia” (lo llamábamos así cariñosamente) comentó: “¡Qué vivo, organiza la carga de las valijas para que la suya salga primero!”, con lo que consiguió disgregar en parte mi buen humor matutino.
Partimos.
“La Gorda”, esposa del “Bestia”, abrió su bolsa del desayuno y desperdigó migas por todo el pasillo, quejándose en voz potente y plañidera: “¿Por qué me dieron sándwich de queso si pedí de jamón?”. Ella percudió aún más mi buen humor.
Intenté dormitar. El Bestia y la Gorda, en el asiento delante de mí, reñían enérgicamente sobre si la ventilacion del bus era muy fuerte o muy débil. Pensé en Heráclito (“Todo pasa”) y logré ignorarlos.
El Bestia y la Gorda me despertaron al quejarse a toda voz por el embotellamiento antes de Milán, acusando al chofer de polaco antisemita (insisto, Wilco, el chofer, era esloveno). Dada la situación, la guía decidió parar para un café una vez superado el atasco.
El Bestia y la Gorda discutieron con la cajera el precio de los croissants, y dejaron oír su opinión crítica sobre la limpieza de los baños – a mi modesto ver, por demás limpios y ordenados. También me sermonearon por tomar café con leche fría, “si con leche caliente cuesta igual, ¿por qué no aprovechar?”.
Llegamos al aeropuerto. Del chofer no se despidieron ni le dieron propina, porque adujeron que era un ruso antipático (por si lo olvidaron, era esloveno). El Bestia y la Gorda protestaron al entrar en el edificio por lo frío del aire acondicionado; luego rezongaron por la cola para revisar las maletas y despacharlas; después, porque la empleada de El Al no hablaba hebreo, sino italiano.
El avión se atrasó en despegar una hora: una combinación con varios viajeros estaba demorada, y hubo que esperar. El Bestia y la Gorda comentaron airadamente la situación durante todo el trayecto y juraron no volver a volar a Italia.
Espero que sea cierto. |