Para comer de pie: falafel |
El falafel es una simple bolita achatada de pasta de garbanzo que se fríe en aceite y se sirve con ensaladillas, dentro de un pan “pita”. Aquí empiezan las complicaciones: un ignoto L. Kensington, muy citado pero desconocido tanto él como su best seller “El falafel y yo”, es considerado un purista y se dice que insiste en que el falafel debe ser solo y estrictamente de garbanzos. Otras fuentes tan poco claras como la anterior, indican que puede contener también harina de habas o porotos: ¡ellos sabrán!. Dos o tres desmentidos: el omnipresente Google y la omnisapiente Wikipedia no logran, en ningun idioma occidental, encontrar a Don Kensington ni a su libro, lo que no obsta para que blogueros de ley – como http://cocineraypastelera.blogspot.com/ ‘ no vacilen en copiar con puntos y comas lo que dicen G&W (sin citarlas) y proclamen la pureza garbancil del falafel. La realidad se impone, y basta una recorrida por los falafeleros del mundo – que los he frecuentado desde Buenos Aires hasta San Petersburgo, y desde Houston hasta Shanghai – incluyen en la mezcla, como se deduce a partir de los sabores de las bolitas fritas, aserrín de madera de pino, pan viejo rallado, polvo de ladrillos amarillos (¡en China los hay de ese color!) y si se descuidan alguna que otra semilla vegetal de difícil identificación. Sobre el origen del aceite en que éstas se fríen, ahorraré a mis fieles y leales lectores mis comentarios. Porque el falafel es, sin duda, la comida israelí más rápida, eficiente y barata si uno quiere quitarse el hambre y no tiene prejuicios como la elegancia, la higiene o el confort en la ingesta: basta acercarse a una “falafeleria” – que a veces es un simple kiosco o un mostrador a la puerta del garage – estirar la mano y recibir el bolsillo de masa horneada vulgarmente llamado “pita” con unas cuantas bolitas ardientes recién salidas del aceite… que puede gotear sobre su falda o pantalón, sea usted dama, caballero, escocés o use zahones. Luego viene la parte interactiva: puede usted agregar salsas picantes o muy picantes (de diverso grado de liquidez…), humus (ver nota anterior) o thina (ver proxima nota), pepinillos y otros encurtidos, patatas fritas más o menos grasosas, ensalada de col, perejil, o bien pedírselos al falafelero, con la seguridad de que su generosidad será escasa. Y ahora viene el momento de la verdad: Tome el falafel – ya convertido en sándwich – con una mano, y con la otra provéase de una o varias servilletas de papel. Párese más bien encorvado hacia delante, de modo que la vertical del falafel caiga fuera de la zona de sus ropas o zapatos (… bastante encorvado, todo lo que pueda) y trate de comerlo de a bocados salvajes, para meter de una vez en la boca las bolitas de garbanzo, los encurtidos, las salsas y el pan pita que envuelve todo. Trate de no comerse la bolsita de papel con que le dan la ración. Una vez que haya ganado experiencia, a los mil o dos mil falafeles engullidos – puede Usted, leal y fiel lector, intentar la ingesta sentado; pero para no manchar sus faldas, pantalones u otra vestidura con la que cubre sus rodillas, hágalo bien acodado sobre la mesa. Su tintorero se lo agradecerá. |
Joel Salpak
joelita@netvision.net.il
Gentileza de http://joelsalpak.wordpress.com
noviembre 7, 2010
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