Primeros pasos en la ciudad

poema de Jaime Sabines

Paseo de la Reforma fines de los ´50 / principios de los ´60

 

Con los nervios saliéndome del cuerpo

    como hilachas,

como las fibras de una escoba vieja,

y arrastrando en el suelo, jalando todavía

el fardo de mi alma,
cansado todo, más que mis propias piernas,

hastiado de usar mi corazón del diario,

estoy sobre esta cama y a estas horas

esperando el derrumbe,

la inminente caída que ha de sepultarme.
(Hay que cerrar los ojos como para dormir

y no mover ni una hoja de tu cuerpo.
Esto puede ocurrir de un momento a otro:

estarse quieto.
Pañuelos de aire giran lentamente,

sombras espesas rascan las paredes,

el cielo te chupa a través del techo.)

 

Mañana te has de levantar de nuevo

a caminar entre las gentes.
Y amarás el sol y el frío,

los automóviles, los trenes,
las casas de moda y los establos,
las paredes a que se pegan los enamorados
al entrar la noche como calcomanías,
los parques solitarios en que se pasean las desgracias
con la cabeza baja, y los sueños se sientan a descansar,
y algún novio la busca bajo la falda,
mientras la sirena de la ambulancia da la hora
de entrar a la fábrica de la muerte.
Amarás la milagrosa ciudad, y en ella el campo soñado,
el río de las avenidas iluminadas por tanta gente que quiere lo mismo,
las puertas de los bares abiertas, las sorpresas de las librerías,
el estanco de flores, los niños descalzos
que no quieren ser héroes de la miseria,
y las marquesinas, los anuncios,
la prisa de los que no tienen adonde ir.
Amarás el asfalto y la buhardilla ,

y las bombas para el drenaje y las grúas

y los palacios y los hoteles de lujo

y el césped de las casas donde hay un perro guardián

y dos o tres gentes que también se van a morir.
Amarás los olores de las fritangas
que en la noche atraen como una luz a los hambrientos,
y tu cabeza se irá detrás del perfume
que alguna mujer deja en el aire como una boa suspendida.
Y amarás las ferias mecánicas
donde los pobres llegan al vértigo y a la risa,
y el zoológico, donde todos se sienten importantes,
y el hospital, donde el dolor hace más hermanos
que los que puede hacer la pobreza,
y las casas de cuna y las guarderías en que juegan los niños
y todos los lugares en que la ternura se asoma como un tallo
y las cosas todas se ponen a dar gracias.
Pasa tu mano sobre la piel de los muebles,
quita el polvo que has dejado caer sobré los espejos:
en todas partes hay semillas que quieren nacer.
(¡Como una escarlatina te va a brotar de pronto la vida!)

 

                                 II

 

Con tu amargura a cuestas

y tus dolores en los bolsillos
—las uñas todavía llenas de la tierra de los sepulcros que arañas—
y los ojos rodeados, hundidos en la sombra
que la noche inyecta con innumerables y finas agujas;
con el corazón convaleciente, tierno como una manzana,
sucio y torpe como un recién nacido,
vas en las calles viendo y aprendiendo
—y una sonrisa crece en los labios de tu sangre-
como si fueras el primer habitante del mundo.

 

Resucitado, para ti es la calle

y los árboles y la neblina

y el sol que pica
y la tarde friolenta que pide cama con mujer

y la noche que te recibe amorosa con un libro.
Para ti es también el amanecer de los que trabajan,

las fauces de las fábricas que se abren con ruido,

los relojes de las oficinas de mala digestión,

la estercolada y húmeda ternura de los establos,

el delantal de los almacenes y el garrote de seda,

el agua boricada de los despachos,

el fenol diario de la misa

y la triste sabiduría de los barrenderos.
Para ti es la ciudad de los amores y los crímenes,

de las tentaciones y las locuras ordenadas,

de las necesidades en busca de alguien,

de las soledades atropellándose.
Para ti, las bibliotecas y los burdeles

y los cines y los teatros
y los estadios y las arenas y las pistas de baile

y el asfalto desierto de la madrugada.
Para ti son estas gentes y estos fantasmas

y estos otros resucitados y estas sombras

que caminan y comen y se divierten

y sufren y gozan y viven y se enferman y mueren

en estos sitios que estás conociendo.
Para ti son las manos caídas,
para que las estreches con tus muñones,
con las manos que te van a brotar ahora mismo.
Para que tú te entregues
se te están dando todas estas cosas;
para que dejes tu cuerpo usado
allí en el polvo donde estabas tendido bocabajo y llorabas;

para que te levantes a los treinta y tres años

y juegues con tus hijos y con todas las gentes

en el nombre del padre y del espíritu santo

y en el nombre del huérfano y del espíritu herido

y en el nombre de la gloria del juego del hombre.

 

                                  III

 

A un lado de los dioses
—porque los dioses han sido condenados a vivir entre los hombres-
aprendiendo a montar el becerro de oro,
dulcísimo de tanto renunciar a todo,
alegre de aceptar tu escasez y tus mutilaciones,
(¿cuáles dioses son éstos, hijos de qué dioses?)

hermano, al fin, de todos tus hermanos,

gemelo de las gotas de su música,

corazón de tu tiempo, latido de ti mismo,

constante en despertar igual que el día.
Te saludo. Brindo por ti .
que te levantas de tu ruina.
El aire de la noche te adelgaza,

la canción te espera.
Abre sus calles esta ciudad de México

como los brazos de una amante nueva.
Estás aquí y es tuya. Poséela.

 

poema de Jaime Sabines
 

Publicado, originalmente, en: Revista de la Universidad de México 11 / creación / Julio de 1961

Revista de la Universidad de México es una publicación editada por la Universidad Nacional Autónoma de México

Link del texto: https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/b8ff1d48-28a4-47a6-9bb5-2749175a28c0/primeros-pasos-en-la-ciudad

 

Ver, además:

Jaime Sabines en Letras Uruguay

 

Editado por el editor de Letras Uruguay echinope@gmail.com

https://twitter.com/echinope/

facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce o https://www.facebook.com/letrasuruguay/

linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/ 

Círculos Google: https://plus.google.com/u/0/+CarlosEchinopeLetrasUruguay

 

Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

Ir a índice de poesía

Ir a índice de Jaime Sabines

Ir a página inicio

Ir a índice de autores