Angustias maldiciones, para qué
si en este día de abril las luces alumbran entre los girasoles,
yo pensé en marcharme pero algo me detuvo,
algo me dijo aprieta los dientes y espera,
pasó tan fuerte el ventarrón,
que tres de las capas de mi piel volaron,
con lo común,
como sábanas blancas en medio de un horizonte imaginario,
dos de mis capas volvieron
una se quedó con todo eso
lo de aquellos días,
de esperar que se abriera la puerta,
una sorpresa del anochecer entre cubiertos y platos de pequeños.
Hay una fiebre de demonios en la casa
la noche ya está cayendo tanto que aplasta,
y son fugaces las cuestiones que laten intensas
entre una tina vieja y una casa de techos altos,
de frío y recuerdos ajenos
incrustados en las piezas
que adornan aquel pasillo hacia los deseos
detrás de mis montañas
ya no espero, se desvaneció con ojos comunes
pero en horas y no meses.
Un extraño pasó
y en su manos traía dos tristezas dibujadas
con mucha suerte sólo tomé una,
permanecí esperando con los dientes apretados,
olvidé cerrar la ventana y el aguacero entra de vez en cuando,
pero ya no sé a dónde va cuando lo dejo salir,
esos globos que colgaste en mi pieza
y esas zapatillas que no pedí
me gustaron con carga en mi conciencia
como pluma de acero
y llovió sin motivo
sin lágrimas ni gestos,
sólo sé que llovió, sentí que pasó por tu mirada
y no sé dónde estás,
no te esperé, sólo apareciste.
Libre estoy en mi azar, mi espera de un día en horror
de silencio crucial en que la sed es mayor
y debajo de mi brazo se asoman
cielos diferentes con ángeles y demonios de otro lugar,
penumbras venideras y pasadas envueltas en papel de regalo
amarradas con un cinto de lo incierto
la muerte pasó y te apuntó con el dedo
te abrazó como hermana mayor
y cubrió pero no te tocó
porque seguí esperando y apretando los dientes,
los perros ladraron pero no mordieron
mira la luna tu rostro no pareció verdadero
no habló conmigo hoy,
sigo aquí, aprieto los dientes y espero
me toca lo que encontré.
|
|