Zurcido a tu cuerpo, tu ropaje decadente,
alguien encontró, alguien contó,
entre aires distintos fiel compañero entrelazado,
inservible casi función, por tantos años, hasta aquí, hasta allá,
ropaje de viajes infinitos en maletas infinitas,
nunca muere, nunca te vimos, nunca exististe,
pero sí tu inservible casi función.
La tela en ti, zurcido, de cual aires trascendentes de mil años o año nuevo,
al fin y al cabo año en mil,
sigue paseando con silencio zurcido al alma de quien lo guardó,
pero no a él, sí a ella,
tantas armas en pechera que casi nunca descansó,
hoy si descansas en mi tela zurcido sin opinión.
Quién te dijo que es la hora, otra prenda ya no está,
cómo creíste, cómo esperaste, tu camisa recosida ya no espera tu cerrar.
Viviste la época de la revolución y callaste entrelazado a historias no contadas,
no pensadas, fueron distintas pero implacables en tu miserable función,
fuiste la herramienta imprescindible de quien cosía para encontrar solución,
fuiste la excusa perfecta para quien no tuvo nunca más convicción,
ya no cose, ya no suda, ya se perdió, la frente mojada,
la espalda seca y tu cosido sin opinión.
Opina y habla de lo que viste, niega todo, asevera todo, pero habla,
ya no tan fijo, ya no tan brillante, vienes colgado a dar tu opinión,
y quién te escucha en una caja vieja,
con hilos y retazos de lo que fue,
lo que fue tu escenario de faldas largas,
de camisa de seda, de pantalón,
los que ahora ironizan,
recordando tu función casi inservible,
llegó la hora del color eterno, la historia presumida sin tocarte,
sin presionarte, tu inservible por esta vez, casi función,
será acompañar a este pincel mientras se seca su opinión
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