El sapo y la lechuza |
Una noche plateada el sapo, subido en la rama de un leñoso eucalipto cantaba y rasqueteaba el viejo charango. El eucalipto se dijo a sí mismo: Este sapo no cantaría así, si supiera que mañana morirá de la forma más cruel. No tiene escapatoria. En el día lo buscaron por todas partes. Se libró gracias a mi hoja seca que le cubrió. El sapo: Calló y dejó de rascar el charango. Vio volar muy cerca de él, a la lechuza. - Quisiera irme contigo, antes de caer en manos de los cristianos. Exclamó el sapo. La lechuza refrenó su vuelo y exclamó: Escuché la voz del astuto sapo o simplemente me imaginé. - Doña lechuza - No está imaginando, yo estoy aquí cerca de ti. ¿Qué quieres ahora de mí? Interrogó la lechuza con cierta parsimonia. - Quiero hacer una alianza contigo. Los hombres me buscan para matarme porque dicen que curo enfermedades crónicas. En cambio a ti, dicen que te buscan porque eres bruja y anuncias la llegada de la muerte. - Así que nos van a matar. Comentó con cierto sarcasmo la lechuza. - ¿Qué nos queda? Interrogó el sapo – Solo unirnos en la desagracia para salvar nuestras vidas. ¡Claro!, claro…ooo -Dijo no con menos ironía la lechuza. - Creo que no lo acepta de buena gana la propuesta, doña lechuza. Comentó el sapo. Al lugar llegaron dos hombres y vieron con la luz de la luna a la incrédula lechuza sentada en la rama del árbol. La escopeta tartamudeó un instante y la lechuza cayó al piso con el corazón hecho pedazos. - La lechuza agónica con voz débil dijo: Cristianos desalmados ¿Qué hice para merecer la muerte? El sapo se aferró a la rama y le cantó una canción fúnebre a su amiga la lechuza. |
No se debe matar a las aves. |
Bertha Rojas López
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