El halcón y el gorrión 
por Bertha Rojas López

Una tarde de verano, un hambriento halcón  voló y voló por el inmenso Valle Wanka, buscando atrapar su presa.  De  pronto divisó,  en un recoveco del riachuelo una silueta de una avecilla, que no podía  levantar vuelo. El  halcón Zassss…..!  Se lanzó bruscamente y, no halló nada que comer, con profundo dolor en el alma y el cuerpo se puso de pie, para alejarse lentamente del lugar. Al rato decidió beber agua fresca para apagar la sed y  de alguna manera mitigar el hambre.

El halcón se paró sobre una piedra lisa, desde allí, contempló el correr del agua, que se iba haciendo hondas atrevidas río abajo. Asombroso de ver la violencia del agua. No pudo contener un profundo suspiro, al percatarse que las hojas secas y verdes, eran arrastradas sin piedad, de sus finos cabellos. Al instante, le sorprendió el aletear de un gorrión, que venía a tomar agua.

El halcón, ferozmente se abalanzó sobre su presa frágil. Al tenerlo entre sus garras asesinas, se dio cuenta que el gorrión era cojo. Le causó un algo… Admirado le preguntó:

 ¡Oye tú! ¿Por qué estás  así?

El gorrión le respondió   ¿Quieres saber por qué estoy  así?

 - Bien. Le contaré la historia, "Señor"  halcón   ¡Escuche! -

Una  mañana de invierno, salí a    buscar granos   para mi madre enferma. Aquel día tan negro, negro para mí,  que  no quiero recordar... Un    niño  que no  iba   a  la escuela, que andaba de paraje en paraje, de quebrada en quebrada, matando el tiempo y destrozando las alas de las aves que surcaban el cielo azul; me regaló una piedra en el pie. Yo, fui  una de sus tantas víctimas.  Quedé como me ve. Así como estoy, cuido a mi anciana madre. Llevo agua y comida para ella, que vive inválida. A ella también, fue otro niño quién le destrozó el ala izquierda, en el verano pasado, cuando traía agua para mis hermanos y  para mí.

"Señor" Halcón, ya sabes todo. Te conté  porque tú me lo pediste. Mi vida está entre tus filudas garras. Si tú, quieres que mi madre se muera de hambre y sed; en el viejo nido de paja que la cobija, esperando al hijo que nunca volverá. ¡Puede comerme!

El halcón gritó. ¡No te comeré! Porque tú, me enseñaste a ser hijo.

El Gorrión al verse libre cantó ¡Pichiu, pichiu pichiupii! 

Dio las gracias..., Luego saltando con mucha  dificultad se acercó al riachuelo, tomó agua, recogió unas cuántas semillas y se fue volando...     

Todos nos necesitamos en este mundo.

por Bertha Rojas López

 

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