Medios
de comunicación ¿o de incomunicación? |
En una conversación que sostuve con un buen amigo mío y eruditísimo profesor, expresaba ligeras inquietudes por el rumbo que la humanidad ha tomado en estos últimos años, estos últimos 10 a 15 años específicamente. Mi mayor preocupación es la forma en que la humanidad ha estado interaccionando socialmente, cómo vivimos en un mundo donde si queremos hablar con alguien, hasta rompemos las Murallas de China en nombre de la comunicación más rápida, hoy en cuestiones de segundos, ¿sí, amigos, cuestión de segundos? En esto me recuerdo lo que decía Karl Marx en el Manifiesto Comunista, nuestra mercancía es la artillería con la que derribamos los muros de la Muralla China. No soy comunista ni marxista, pero no hace falta serlo para percatarse de la validez de sus palabras. Hoy, nuestra ‘mercancía’ con la que derribamos hasta la Muralla China es la tecnología comunicativa e informática. Es la mercancía con la que derribamos los límites antaño indestructibles (físicos como montañas, desiertos y mares; o culturales como los idiomas) a toda la actividad económica de manufactura, comercio y acumulación de capital. Esa mercancía que yo, en términos generales y abstractos designo ‘tecnología comunicativa e informática’, no es otra que nuestros computadores, nuestros teléfonos inalámbricos, nuestra internet, nuestro MP3, nuestra IPOD, y todos nuestros dispositivos que hacen de la ciencia ficción del pasado nuestra realidad más presente y evidente, y a veces obsoleta. Nos
volvemos más expertos en computadores, escribimos en Word procesador o en
Macintosh procesador lo que alguna vez, si es que nos recordamos, hacíamos
en una máquina de escribir, moviendo el tubo hacia adelante, ya hacia atrás
donde el papel era acribillado por nuestros toques repentinos y monótonos
de teclas. Por lo menos esa fue mi experiencia como tecladista de
maquinillas, en mi niñez allá por el 1988. Hacía mis asignaciones
escolares en aquella máquina de escribir, para mí de lo más novedoso
entonces. Hoy no sé si decir que mi maquinilla es una máquina prehistórica,
sí, prehistórica, porque de seguro que con esta revolución tercera (así
le dicen los economistas, sociólogos e historiadores, a la inundación de
sofisticados dispositivos en que nos comunicamos), la maquinilla sería
vista por las presentes generaciones juveniles como en mi niñez mirábamos
con desdén el que nuestras abuelas usasen planchas de ropa calentadas con
carbón. Y así como hago este vago inventario memorable de la historia de
los desprecios generacionales, me pregunto si en estos tiempos en qué nos
jactamos de vivir en un mundo de las comunicaciones, sea también el mundo
en que seremos cada vez menos comprensivos con la historia, incluso con
nuestra historia más reciente, con nuestras generaciones precedentes. ¿Será
este un mundo de comunicación en el espacio, en el presente, pero no en
el tiempo? ¿No será nuestra tecnología comunicativa e informática
nuestra incomunicadora por excelencia con nuestro pasado, con otras formas
de ver e interpretar el mundo en pasados tiempos? Al
meditar en nuestros tiempos, un gran temor me invade silenciosamente: el
temor de que podamos comunicarnos tan fácilmente, con tal facilidad que
ya no queramos saber nada que no sea lo que por nuestros medios de
comunicación queramos conocer. Que contemos con tantos recursos para
efectuar una comunicación, pero esa comunicación sea en realidad
limitada, parcial debido a intereses o motivaciones que hay en la
comunicación que hacemos. En este sentido no me veo precisado a ejemplos
necesariamente conspirativos o megalómanos. ¿Quién no ha visto a
alguien con celular pegado a oreja hablar todo lo que quiere pero despegárselo
de la oreja si el otro dice algo que a nuestro receptor poco importa o
agrada? ¿O a aquél otro que ya tiene su teléfono inalámbrico
programado para prohibir entradas de llamadas de determinadas personas? ¿Qué
si entre los números censurados está el de su madre, que tal vez no
necesita saber de él hoy? ¿Y si algún día necesita pedirle su ayuda, o
quizá un perdón antes de la muerte, pero no podrá porque el teléfono
inalámbrico la obstaculiza? Viendo estos ejemplos tan sencillos y
elementales, ¿deberemos suponer que en verdad nuestro mundo está en
comunicación? ¿Qué son los medios de comunicación? ¿Medios para la
mejor comprensión con el prójimo? ¿Medios para hablar lo que queramos?
¿O más bien los medios de comunicación son nuestros medios para
esconder nuestra falta de comprensión de los demás, nuestro mejor medio
para esconder la incapacidad de una verdadera comunicación social, una
comunicación humana, una comunicación cara a cara, una comunicación en
contacto con los sentimientos, emociones y necesidades de nuestro prójimo,
tomando en consideración que no es meramente un interlocutor entre
interlocutores?
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Roberto Javier Rodríguez Santiago
24 de dic. 2008
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