Educación Temprana, Familia y Comunidad Dra.
María Guadalupe Rodríguez Martínez |
El
hecho de que las comunidades en que se habrían de asentar los Centros de
Desarrollo Infantil del Frente Popular “Tierra y Libertad”,
resultaban zonas marginadas, con agudos problemas económicos y
sociales, indicó que realizar una labor educacional, sin tomar en cuenta
las condiciones y características del medio social circundante,
podría quizás hacer infructuosa la función educativa del centro
infantil, y nos impulsó a pensar, en cómo integrar a la comunidad a esta
labor educativa y qué vías podrían usarse para posibilitar, que la
misma cumpliera esta función, lo cual implicaba, en primer término,
modificar sus patrones habituales de comportamiento y, en segundo, hacer
que jugara un rol a favor del trabajo del centro infantil. Esto
obligó de inicio, a un
estudio teórico de las particularidades de la comunidad, de la familia y
de los métodos y medios de su educación, para concebir un Programa de
Acción familiar y comunitaria que, unido a la labor educativa del centro
infantil, coadyuvara al logro de los objetivos fundamentales del proceso
educativo: alcanzar el máximo desarrollo de todas las potencialidades físicas
y psíquicas de los niños y niñas, que asistirían al Centro de
Desarrollo Infantil, coordinando
todos los agentes, que pueden
incidir en esto. En
la literatura especializada, aparecen
numerosas definiciones de comunidad, cada una de las cuales centra su
atención (o hace mayor o menor énfasis) en determinados aspectos, en
dependencia del objetivo fundamental de estudio.[1] El
concepto comunidad, se puede
definir como un sistema de relaciones psico-sociales, un agrupamiento
humano, un espacio geográfico. Literalmente el término comunidad,
significa cooperación, congregación, asociación, relación, pudiéndose
diferenciar por el énfasis que hacen algunas de estas definiciones
en elementos estructurales, otras en elementos funcionales, mientras también
existen las que reflejan ambos tipos de elementos. Uno
de los elementos más importantes, en
la denominación de la comunidad, es
la definición de su extensión, de sus límites. En este sentido se
utilizan diferentes criterios, pudiéndose considerar un grupo, un barrio,
una ciudad, una nación o un grupo de naciones, en dependencia de su
clasificación. La delimitación del tamaño de la comunidad,
se subordina a un elemento funcional: la cooperación. Sin embargo, lo anterior no es óbice, para equiparar los términos comunidad y sociedad, tanto más cuanto que: “En los últimos tiempos, el tema de comunidad continúa asumiendo un rol protagónico en los principales espacios de reflexión teóricos y prácticas interventivas que se suceden en los ámbitos nacional e internacional, entre otras razones porque la realidad, siempre mucho más cambiante que la teoría, sigue demostrando que los procesos de globalización dejan ver la necesidad de una interrelación más dinámica entre lo global, lo nacional, lo regional y lo comunitario, a tal extremo que el propio concepto de lo local ha entrado en la actualidad en un proceso de redefinición conceptual.” [2] De
manera que en el presente trabajo, nos referiremos al concepto comunidad,
en su sentido más holístico, es decir, identificándolo con el de
sociedad. Ello da una dimensión también holística, a la experiencia en
tanto que se aborda a partir no de un orden disciplinario, sino de un
orden interdisciplinario, con proyección a lo transdisciplinar. Por
todo lo anterior, podemos asumir, que
en la bibliografía suele aparecer la definición de comunidad como una
unidad social, con ciertas características socioeconómicas y culturales
que le dan a la misma una organización dentro de un área determinada. El
enfoque ecológico de la comunidad se presenta como una serie de de
sistemas interrelacionados de personas, organizaciones y eventos. Así, en
la primera definición se parten de los elementos estructurales de la
comunidad y en la segunda de
los funcionales. Todavía
más, una definición cabal de comunidad, ha de incluir tanto aquellos
elementos que se consideran estructurales,
como los funcionales. Al situarla como un grupo de personas que
viven en un área geográfica específica, y cuyos miembros comparten
actividades e intereses comunes, donde pueden o no cooperar de manera
formal o informal, para la solución de los problemas colectivos. Esta
definición resulta plausible a los objetivos de este trabajo, y permite
caracterizar a las zonas en las cuales se ubican los Centros de Desarrollo
Infantil del Frente Popular “Tierra y Libertad”. Por
otro lado, los estudios de comunidades que en la actualidad se
desarrollan, tanto en los planos antropológico, sociológico o educativo
(referido a educación-acción, dentro de la estrategia de la educación
popular), nos remiten a segmentos de la sociedad,
en la misma medida en que abordan “especificidades” de grupos
poblacionales o bien “ensayan”, procedimientos
que dejarían como resultados metodologías,
aplicables a espacios mayores. El
análisis de la categoría comunidad,
nos conduce a la necesidad de vincularla con la de desarrollo
comunitario, y las formas de intervención,
en la misma que es en esencia el objetivo práctico de la
experiencia. En este sentido, se
establecen los siguientes supuestos claves: a.
Desarrollo de la comunidad como una manera de hallar formas
efectivas de ayudar y enseñar a las personas para adoptar nuevos métodos
y conocimientos.
b.
Ayudar a la gente a adoptar los cambios que acepten o les son
impuestos en sus formas de vida.
c.
Forma de ayuda que intenta, en la medida de lo posible, que el espíritu
de comunidad no se destruya. Desde
los años 60’s del siglo pasado, se han sucedido fenómenos de
naturaleza política e ideológica, que sin dudas,
han marcado al mundo. Ellas se mueven
desde el Concilio Vaticano II,
que apuesta por los pobres hasta (en el caso de América Latina),
la esperanza que abre el triunfo de la Revolución cubana y los
procesos políticos estudiantiles de mayo del 68 en Francia y en octubre en México y otros países de Europa, a lo que se suma, en el
caso de América Latina y el Caribe, la instauración de gobiernos de
nuevo tipo que apuestan por las grandes mayorías. En
este contexto, las perspectivas de intervención,
miran y trabajan en la comunidad con una
vocación de transformación que llega incluso a la transformación
de condiciones sociales a partir de procesos de participación y
auto-organización. En el caso de América Latina estas políticas y prácticas
transformadoras están asociadas a la corriente Investigación Acción
Participación (IAP) y la Pedagogía del Oprimido, que tienen como
exponentes relevantes, a Orlando Fals Borda y Paulo Freire. En
el caso concreto de México, un paradigma que ha ganado influencia desde
agencias internacionales de financiamiento, es el denominado
“Participatory Rural Appraisal”, que a su vez ha generado muchas
corrientes a su interior y que si bien se centra en comunidades rurales,
presenta puntos de contacto en tanto que como paradigma
plantea incrementar el poder de diagnóstico, decisión y ejecución
de los habitantes de las comunidades,
en los procesos de desarrollo. Comunidad
y Educación La
comunidad como tal constituye el medio natural y sociocultural más
inmediato, en el que se desenvuelve el individuo, y sus particularidades
han de matizar, la formación de todas las personas que habitan en la
misma, lo cual se refleja en su desarrollo cultural, económico,
intelectual, sociopolítico, emocional y motivacional, que se sintetizan
en la personalidad de cada sujeto y, por consiguiente, en cada familia. Esto
quiere decir que, independientemente de la singularidad de cada familia,
la comunidad que le rodea determina formas afines de pensar y de actuar,
de sus normas y valores, de sus creencias y criterios. Desde este punto de
vista, por mucho que se incida en la transformación de la familia, este
cambio es inestable y de poco alcance, si no se transforma al medio social
inmediato. Esto
hace que, a los fines del trabajo educativo del Centro de Desarrollo
Infantil con la familia, en particular,
cuando esta familia pertenece a zonas de marginalidad social, la
labor comunitaria, se convierta en una prioridad, incluso, mucho más que
la acción directa y exclusiva con el medio familiar, aunque esta sea
también una tarea necesaria e indispensable. Por
supuesto que, al referirse a la acción comunitaria, la labor del Centro
de Desarrollo Infantil, se relaciona directamente con la comunidad inmediata
de las familias, entendiendo por tal a la que rodea estrechamente al medio
familiar en su entorno más cercano. El Centro de Desarrollo Infantil no
puede plantearse la transformación radical de toda la comunidad, o
comunidad mediata, pues las
causas que determinan sus particularidades se relacionan con todo el
sistema social, con las leyes histórico-sociales,
que han llevado a su conformación y desarrollo y esto exige
acciones mucho más amplias y radicales,
de las que puede realizar, como agente educativo. La propuesta
radica precisamente en presentar al Centro de Desarrollo Infantil, como
una alternativa para la transformación y para aminorar las desigualdades
sociales. Pero
aún así, esto significa un extraordinario logro. En este sentido el
desarrollo comunitario, puede
valorarse como aquellos procesos por medio de los cuales los esfuerzos de
la comunidad inmediata, se unifican con los del Centro de Desarrollo
Infantil y otras autoridades comunales,
para mejorar las condiciones generales de vida, particularmente las
educativas y culturales. Encontramos
que en América Latina,
se han realizado variados estudios sobre desarrollo comunitario,
pero solo dirigidos a las problemáticas de la vivienda,
métodos de estudio de la comunidad, planeación económica,
perspectivas de vida, evaluación del desarrollo social, entre otros, pero
referidos al área educacional y particularmente a la labor posible de
efectuar por la escuela, como
medio del desarrollo comunitario, son muy escasos. No
existen experiencias extensas en México sobre cómo realizar esto, si
bien en algunos países como Cuba, en los que existe una amplia tradición
de trabajo comunitario a partir del triunfo de la Revolución, se conocen
estudios e investigaciones, como la de P. L. Castro, E. Núñez, S.
Medina, A. Álvarez, y en particular, H. Arias, quien
realizó un trabajo dirigido a docentes,
para desarrollar una influencia y transformación del entorno que
rodea a los centros educacionales, con vista a estimular, orientar y
encauzar la iniciativa local, para obtener mejores condiciones de vida y
hacer un ambiente más propicio, para facilitar la iniciativa, la creatividad y el desarrollo
de capacidades de convivencia humana.[3]
Es
indudable que el centro educacional, que está responsabilizado con la
formación y desarrollo de los niños y niñas, tiene necesariamente que
coordinar acciones para que todos los agentes educativos que intervienen
en su formación: el centro infantil, la familia y la comunidad, interactúen
de manera efectiva para que influyan positivamente sobre el curso de dicha
formación y desarrollo, propiciando que la comunidad,
pueda desempeñar un rol activo en la solución de los problemas
educativos. Desde
el punto de vista de la educación, entre los elementos de la comunidad
que de modo directo ejercen una influencia de carácter educativo, se
encuentran las estructuras que integran la familia, los grupos informales
y el conjunto de funciones (instituciones),
que la impactan y la obligan a asumirlas. Estas son: los modos de
vida, el empleo o integración laboral, el comportamiento demográfico,
las creencias religiosas, el nivel cultural, las oportunidades de recreación
y de actividades comunales, la presencia o inexistencia de asociaciones
gremiales y comunales, entre otros factores. Esto
exige de inicio una apropiada caracterización de dicha comunidad, que
sirva de base para la formación de un plan de acción y de una apropiada
estrategia del Centro de Desarrollo Infantil, para la acción sobre la
misma, que apoyándose en las particularidades diferenciales de cada una
pueda, sobre la base de sus propios mecanismos internos, ejercer una
influencia sobre la familia en su propio entorno social, que se
correlacione directamente, con lo que se hace dentro de la propia labor
educativa directa, con los
padres en el centro infantil. La
caracterización de la comunidad, implica hacer un retrato de sus
condiciones socioeconómicas y su dinámica social, y se hace necesario,
por lo tanto, determinar sus principales fuentes de producción, los
servicios con los que cuenta, las posibilidades de escolarización y
cultura, el nivel de desarrollo de las asociaciones comunales y
organizaciones comunitarias de base, las posibilidades laborales, los
focos más problemáticos de dificultades sociales, el nivel de cooperación
y participación de los integrantes de la comunidad en las tareas
colectivas, entre otros muchos. Pero,
para hacer un trabajo comunitario efectivo, no basta solamente con
caracterizar a la comunidad, como un todo global, sino también a
las familias que componen la comunidad, familias que en
nuestro caso, su gran mayoría no tienen posibilidades de acceso a que sus
hijos accedan al Centro de Desarrollo Infantil. Esto
implica, diseñar una caracterización que refleje la forma de vida y
condiciones de subsistencia de estas familias, sus posibilidades económicas,
su dinámica familiar interna, la escolarización y acceso a la cultura,
los métodos de crianza de los hijos, los modelos, valores e ideales que
las mismas poseen, su interacción con las otras familias y la comunidad
cercana, sus problemáticas sociales internas, su participación en las
acciones comunitarias de las organizaciones de base, entre otros muchos
factores e indicadores. Ello permite concebir hacia dónde ejercer las
acciones educativas y preventivo-comunitarias de una manera más cercana,
a la propia realidad del contexto social, en que estas familias viven.
Así,
la caracterización particularizada de las familias y de la comunidad
permite definir de mejor manera las acciones comunitarias a realizar en el
conjunto de tareas, organizar estas acciones a partir de una concepción más
precisa y valorar las posibilidades, ventajas y desventajas de poder
llevar a cabo un trabajo efectivo con la misma. Esto
por supuesto, ha de estar estrechamente relacionado con lo que hace
directamente el Centro de Desarrollo Infantil, en la transformación de la
comunidad y de las familias y no solo las que asisten a los Centros de
Desarrollo Infantil (CENDI) del Frente Popular “Tierra y Libertad”. Se
coordina una estrategia de gestión educativa extraescolar, con resultados
promisorios al lograr modificaciones sustanciales en el devenir de los años.
Sobre esto, versa precisamente el contenido fundamental de esta tesis,
cuya propuesta, se ha de entrar a desarrollar en los siguientes capítulos. Por
lo que tanto, por lo
expresado aquí, como el análisis realizado anteriormente sobre la
educación temprana, la familia es el otro eje articulador de esta
experiencia y su análisis desde el punto de vista teórico,
también resulta indispensable,
porque su complejidad, plantea un conjunto de problemas teóricos y
metodológicos, entre los
cuales podríamos señalar: lo que vamos a entender por familia, cómo
evoluciona la misma en el tiempo, así como la relación de la familia con
la sociedad y con los individuos que la integran. Familia. En
lo referido al concepto de familia, tenemos que el mismo ha venido
transformándose con el tiempo y a partir de la cultura que lo asume. Según
su contenido, la familia es considerada como institución y como grupo
social, siendo en el primer caso, un conjunto normativo cuyas relaciones
con la sociedad se regulan por el derecho y por la ética, y en el segundo
caso, es el grupo primario en el que interactúan sus miembros y se
integran a las actividades, relaciones y funciones de la familia, en
condiciones de vida específicas, al que está vinculado el individuo del
modo más intenso, durante largo tiempo y donde se acumulan sus más
importantes experiencias sociales. De igual forma, según su extensión,
se han considerado diversos criterios que van desde la consanguinidad, hasta lo afectivo pasando
por lo co-habitacional, desprendiéndose de cada una de estas dimensiones,
conceptos diferentes. Cada
familia tiene un modo de vida propio que depende de sus particulares
condiciones de vida, de sus actividades sociales específicas
y de las relaciones sociales que se dan entre sus miembros.
No obstante,
todas las familias de un mismo
conglomerado social, tienen
puntos de contacto, que las
identifican como semejantes dentro de cada singularidad. En este sentido,
esta definición engloba las actividades de la vida familiar y las
relaciones que se dan, dentro de cada familia en particular, o relaciones
intrafamiliares, y que son específicas del nivel de funcionamiento psicológico
de este pequeño grupo humano, pero además, concretan, en última
instancia, las actividades y relaciones externas o extra familiares, que
provienen del entorno social. Las
actividades y relaciones intrafamiliares, contienen las llamadas funciones
familiares, que son aquellas acciones encaminadas a la satisfacción de
las necesidades más importantes de sus integrantes, pero no como
individuos aislados, sino como partes constituyentes de una misma unidad
social en estrecha interdependencia. La
formación y transformación de la personalidad de los miembros de una
familia, se produce en la realización de estas acciones y actividades
familiares. Esto implica que las actividades y relaciones que se dan
dentro del seno familiar tienen la propiedad de actuar en los hijos,
para la formación de sus primeros rasgos y cualidades de
personalidad. También permite trasmitirles los valores y conocimientos
iniciales que son condiciones para la asimilación ulterior de las demás
relaciones sociales. Desde
este punto de vista, la
familia no es una estructura cerrada, sino que a través de ella se
filtra, por así decirlo, el sistema de influencias sociales del medio que
la rodea. Así, la familia trasmite a cada uno de sus miembros,
la experiencia social que la humanidad ha acumulado en su devenir
histórico y va formando a sus integrantes,
de acuerdo con las particularidades de dicha experiencia social. La
definición de función familiar, término común en la sociología
contemporánea, se entiende entonces como la interrelación y transformación
que se opera en la familia, a
través de sus relaciones o actividades sociales, así como por efecto de
las mismas. Dichas funciones se expresan,
en las actividades y en las relaciones concretas,
que se establecen entre los miembros de la familia, y que se
asocian también a los más diversos vínculos y relaciones extra
familiares. Las funciones constituyen,
un grupo de complejos condicionamientos internos que constituyen un
sistema en sí mismos. La familia desempeña además, las funciones económica,
biosocial, espiritual, cultural y educativa. Esto
lleva a reconocer la existencia de la influencia educativa de la familia,
que está caracterizada por su continuidad y duración. La familia es la
primera escuela del hombre y son los padres los primeros educadores de sus
hijos. Esto exige que, desde muy temprana edad, se les enseñen normas
y hábitos de vida que garanticen su salud física y mental, así
como su ajuste social. Pero, además, la familia ha de promover la
formación de hábitos sociales positivos en los menores, conducta social que
está estrechamente influenciada por
las normas de conducta que se practiquen en el hogar. Si
el medio social circundante es favorable, la formación de estas
condiciones sociales, que se
interiorizan son satisfactorias, pero cuando dicho entorno es conflictivo,
asimismo se sientan pautas negativas en la formación de los individuos en
el seno de la familia. Por eso se hace indispensable,
organizar una labor de educación familiar y comunitaria,
que permita la unificación de la labor formativa y educativa de
los menores. De
ahí, la importancia decisiva de su participación en los procesos
educativos y a su vez, la propia educación que debe recibir la familia,
para con esta necesaria relación dialéctica, consolidar la influencias
educativas adecuadas en los niños y niñas.
La
educación a la familia, debe partir en primer lugar, de otorgarle un
papel activo en todo este proceso de transformación y por mantenerse
estrechamente relacionado con lo que se hace directamente, en el Centro de
Desarrollo Infantil en la educación de padres, y coordinar con esta, un
plan de acción conjunto para ejercer una acción educativa, de resultados
más promisorios, partiendo del criterio de que el Centro de Desarrollo
Infantil, significa un agente educativo de singular importancia, para
lograr modificaciones sustanciales no sólo en los padres de familia de
los niños y niñas que tienen posibilidades de asistencia al mismo, sino
también de aquellos otros que carecen de este servicio. El
desarrollo de las ciencias psicológicas, sociológicas y pedagógicas, al
revelar las particularidades del proceso de la formación de la
personalidad en el seno de la familia, hizo posible el surgimiento de la
educación de los padres como una actividad educativa específica. La
educación de padres consiste, en
un sistema de influencias encaminado a elevar la preparación de los
familiares adultos y estimular su participación consciente,
en la formación de sus hijos, en coordinación con el Centro de
Desarrollo Infantil. Una de las principales direcciones en el trabajo de educación
familiar, consiste en el
establecimiento de estrechas relaciones entre la familia y los centros
educativos infantiles. Es necesario que la familia, perciba al centro infantil como una escuela que puede
contribuir a prepararlos, para
resolver los problemas de su vida cotidiana. Los
procedimientos para hacer más efectiva,
una relación positiva, coherente, activa y reflexiva,
entre la familia y la institución educativa deben basarse en la
coordinación, la colaboración y la participación de estos dos agentes.
Ello ha de generar un modelo de comunicación que propicie el desarrollo
de estrategias de intervención, estructurado de acuerdo con el contexto
social y comunitario. La
vinculación de la familia y la institución educativa presupone una doble
proyección: la institución, enfocándose hacia la familia para conocer
sus posibilidades, necesidades, condiciones reales de vida, con vista a
orientar a los padres a lograr en el hogar,
la continuidad de las tareas educativas; la familia, ofreciendo a
la institución información, apoyo y sus posibilidades como potencial
educativo. Vías
de Educación Familiar. La
educación familiar de carácter intencional y dirigido, se realiza
mediante diferentes vías. Entre las más usuales y productivas se
encuentran: las escuelas de padres, las consultas de familia y los
encuentros individuales, las visitas al hogar y las reuniones de padres. Como
se aprecia, el centro educativo puede contribuir decisivamente a la
elevación de la cultura de la familia.
No obstante, esta potencialidad de la institución, se dimensiona
cuando incluye en estos propósitos a la comunidad más cercana; cuando
utiliza las posibilidades educativas de ésta, sus recursos materiales,
fundamentalmente los humanos; y cuando detecta aquellas personas que por
su autoridad, prestigio, experiencia y preparación pueden participar en
los propósitos de lograr la educación familiar. En
este sentido, se asume que,
dada la vulnerabilidad y susceptibilidad de los niños,
a la acción nociva de los más diversos agentes físicos y psicológicos,
la dependencia de éstos, para la satisfacción de sus necesidades, la
plasticidad del desarrollo en las primeras edades, entre otros factores,
evidencian la importancia de la familia,
en la atención de estas necesidades básicas y de desarrollo del
niño. Pero,
aun reconociendo este rol fundamental, a su vez se plantea la disyuntiva
de si la familia, o todas las familias, poseen las condiciones sociales
morales, económicas y educativas para garantizar el desarrollo integral
de sus hijos. La
problemática que se deriva de esta consideración radica entonces en cómo
estructurar y hacer combinar de manera eficiente esta labor de atención a
los hijos dentro de la familia, con la acción que puedan desarrollar los
demás agentes educativos, es decir, la participación de los educadores y
otros profesionales, de otras instituciones. Esta
acción que realizan los diferentes agentes, generalmente se ha concebido
mediante tres alternativas fundamentales: la educación formal o escolar, la educación no
formal o no escolarizada y la educación informal. La
educación infantil, en su interrelación con la familia y la comunidad,
puede propiciarse a través de variadas vías, y su selección y creación
va a depender básicamente de las posibilidades de la sociedad, las
particularidades de las comunidades educativas y
las características de los niños a los que se dirige. No
obstante, en cualquiera de estas formas, el proceso educativo en cada
momento del desarrollo
infantil, reviste sus particularidades propias, lo que se debe a las
características significativas
de cada
etapa escolar. Suele
ser una norma y tradición de trabajo en los Centros de Desarrollo
Infantil como parte del sistema educacional, que en los mismos se promueva
una acción de educación con los padres de los niños y niñas que
asisten a estas
instituciones, y que se materializan en variadas formas organizativas:
charlas, consultas, uso de murales y transmisión de medios escritos,
sesiones y talleres de discusión y otros. Desde
este punto de vista, el trabajo con los padres se organiza, mediante un
sistema de tareas que se plasma en un cronograma anual de trabajo y en el
que incluyen, las diferentes
actividades que se habrán de realizar,
durante el curso escolar. En
estas acciones participan generalmente los especialistas responsables de
los procesos claves, médico, pedagoga, nutrióloga, psicóloga,
trabajadora social, directora y docentes.
Ocasionalmente se agregan otras personas como especialistas,
funcionarios de gobierno e incluso algunos padres. En
algunos sistemas educativos los padres están agrupados en asociaciones o
comités, que realizan muchas y muy diversas funciones con respecto al
centro infantil, y de la que no se excluye,
la labor con los mismos padres que, por unos motivos o por otros,
muestran dificultades, o mayores problemáticas,
para la correcta atención de sus hijos. Estas organizaciones
muchas veces también cooperan respecto a las necesidades
materiales y organizativas de los centros, y constituyen en algunos
lugares un agente educativo importante. En los Centros de Desarrollo
Infantil (CENDI) del Frente Popular “Tierra y Libertad” los padres de
familia, se involucran en actividades extensivas hacia la comunidad, a
través de los programas extraescolares. Pero
casi siempre, la labor de educación de padres se concreta básicamente, a
la de aquellos cuyos hijos asisten a la institución, limitándose de esta
manera el alcance del centro infantil. Esta labor, que reviste una
singular importancia a los fines educativos y asistenciales de los centros
infantiles, por lo general no abarca a la comunidad en que las familias se
encuentran ubicadas y, por tanto, su efecto transformador es limitado,
dado que sólo se remite a estas familias específicas,
cuyos hijos asisten a los Centros de Desarrollo Infantil, y sobre
las que el medio circundante, sigue
ejerciendo la misma acción alienante de siempre. Lo
anterior ha sido una característica usual del trabajo de la escuela
infantil en México, donde es obvio que la situación comunitaria no
constituye una de sus fuentes de preocupación. En
esta dirección, la organización de
los CENDI constituye una revolución en la educación, pues
determina y asume su carácter comunitario, cultural y holístico, en
tanto formación humana que prepara
al ser humano para el trabajo creador y la vida con sentido. Notas: [1]
Borroto López, Lino. “Comunidad y Universidad” p.p.1. En Romo,
Rosa Marta (Coordinadora). Universidad hoy. Universidad de
Guadalajara, México, 2003. [2]
Terry Gregorio, José Ramón. “Desarrollo Comunitario. Una
aproximación estratégica.” p.p.1 Universidad de Ciego de Ávila,
La Habana, 2001. [3] Ponencias R.L.Castro, E. Núñez, S. Medina, A. Álvarez, H. Arias, Sexta Reunión de Investigadores de la Juventud, La Habana, 1989. |
Dra.
María Guadalupe Rodríguez Martínez
cendi@prodigy.net.mx /
dg@cendi.org
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