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Recuperar la historia, no manipularla
Germán Rodas Chaves
grodas@uasb.edu.ec 

Hemos sido testigos de importantes actividades con el propósito de conmemorar la lucha de nuestro pueblo en su afán de edificar, hace dos siglos, la independencia frente a la metrópoli española. En este año nos aprestamos a recordar el martirologio del 2 de agosto de 1810 momento histórico en el cual se asesinó a lo más selecto del pensamiento Ilustrado quiteño. La memoria viva es una tarea que nos enseña a conocer el mundo y, también, a identificarnos con lo propio en la siempre inacabada y compleja tarea de construir el Estado Nacional.

En este año, además, estaremos convocados a reflexionar sobre el impacto, en nuestras latitudes, de la revolución mexicana cuyo centenario lo debemos vivir bajo la impronta que aquella lucha del pueblo mexicano también se ha constituido en una tarea inacabada.

Hace pocos días, con más o menos intensidad, hemos vuelto a revivir la figura de Eloy Alfaro a propósito de lo que fuera en 1895 el triunfo de la revolución liberal, esa lucha radical que fue llevada al holocausto en la “hoguera bárbara” de 1912.

Y desde luego nos aprestamos en los próximos días a conmemorar la revolución juliana (aquella etapa de nuestro país tan poco comprendida), la toma de la Bastilla, el nacimiento del Libertador Simón Bolívar….

Rehacer en nuestro cerebro los grandes acontecimientos de la historia es fundamental. Lo es, además, porque podemos analizar e interpretar con precisión los sucesos históricos al calor de una importante historiografía que nos aproxima, cada vez más, con mayor rigurosidad al complejo devenir de nuestros pueblos.

Si, al devenir de nuestros pueblos, porque si bien las figuras históricas son fundamentales, ellos finalmente son sujetos de los movimientos sociales que desencadenan los procesos históricos.

Por ello al conmemorar determinados episodios es necesario caminar por el sendero que ha de permitir la relación dialéctica entre el sujeto individual y el sujeto colectivo. Solo de esta manera se evitarán las imprecisiones o las deformaciones de los hechos históricos y de sus protagonistas.

Propongo esta reflexión porque a nombre de recuperar nuestra historia, han aflorado algunas conductas políticas que han degenerado el valor de los actores fundamentales de ella: Espejo, Bolívar, Manuelita Sáenz, Alfaro… han pretendido ser convertidas en figuras de intereses mezquinos, sectarios o dogmáticos, en expresa manipulación ideológica de su formidable labor y de los tiempos a los que se pertenecieron.

Recordar a los patriotas no puede dejar exento o en segundo plano la lucha del pueblo, cuyas gestas, desde luego, también han tenido nombres propios.  Lo condenable es la impostura para deformar la historia o aprovecharse de las figuras cimeras para objetivos de coyuntura en una suerte de alquimia que pervierte la realidad.

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