Reconstruyendo la ilusión |
Muchos
de aquella generación que, hace ya algunas décadas, soñaron y lucharon
en Latinoamérica por edificar sociedades justas y solidarias, recorren
hoy la vida por senderos diversos: unos, arraigados profundamente en la añoranza
y descorchando de vez en vez el cofre de los recuerdos; otros, sumergidos
en el tedio de lo cotidiano o sometidos a las veleidades del "stablishment".
Unos y otros, en todo caso, de alguna manera retraídos ante los
acontecimientos sociales que se suscitan frente a sus vidas.
Son pocos, de los entonces hombres y mujeres que optaron por la
lucha activa, quienes mantienen viva la semilla de la esperanza y,
sobretodo, que reverdecen a diario el germen del futuro con su militancia
constante. ¿Qué
aconteció con tantos de estos hombres y mujeres que dieron sus mejores días
por las causas de la plena libertad y la esperanza?
Tengo la impresión que aquello que se denominó en la prensa
liberal como el "fin del socialismo real" ciertamente afectó
sus aparentes consistencias doctrinarias.
La hecatombe política de Europa Oriental, -como efecto de un
estalinismo y burocratismo aberrantes, entre otras cosas-, desintegró las
ilusiones de muchos, provocó una sensación de frustración y desarraigó
de la vida a quienes se los había educado y formado, políticamente
hablando, bajo la cosmovisión de realidades distintas a las de nuestros
pueblos latinoamericanos, y que para dar fe de sus convicciones estuvieron
sujetos a la repetición de dogmas y al desarrollo de prácticas políticas
que no dieron cuenta de la inmensa diversidad que nos rodea.
En suma, desintegradas estructuralmente aquellas sociedades que en
un momento dado fueron paradigmas del futuro, fácilmente se
desintegraron, a su vez, los espíritus que hasta entonces habían
pervivido con ánimos de combate al modelo prevaleciente. ¿Quiénes
se mantuvieron en la contienda para construir nuevos y mejores días para
las generaciones del presente y el futuro?
En primer término, aquellos que habían entregado sus energías
por una causa a la que llegaron exclusivamente gracias a su determinación
por consolidar una convivencia social justa y humana; y además, en
segundo lugar, quienes, fundamentalmente, forjaron su personalidad ideológica
y política al calor del debate y la discusión sin sometimiento alguno a
las disposiciones doctrinarias o al cumplimiento de determinadas
"praxis" fabricadas en los laboratorios de la alquimia
ortodoxa de otras realidades sociales y económicas tan diversas, -y a
veces contrarias-, de las nuestras. Lo
inferido en líneas precedentes no solamente que debe comprenderse en el
caso de los sujetos o de los individuos, sino que dicho proceso se
produjo, sustancialmente, en relación con las instituciones políticas y
los grupos organizados. Quienes optaron por adscribirse, por ejemplo, a la Tercera
Internacional quedaron huérfanos de sustento en la década de los años
ochenta del siglo anterior cuando se produjo la caída del modelo político
de Europa del Este. Este no
fue el caso de quienes, como exactamente ocurrió el 19 de mayo de hace 78
años en el Ecuador, de aquellos que propiciaron la búsqueda de un propio
camino para modificar nuestra sociedad y por ende no estuvieron sujetos a
directriz internacional alguna. En
todo caso, más allá de las consideraciones anteriores, es válido
reconocer que frente a la globalización de un sistema injusto que depreda
la raza humana, las actuales generaciones de políticos latinoamericanos,
-de aquellos que transitan por las orillas del cambio renovador-, como los
pensadores e ideólogos de este periodo que han abrasado las causas de la
libertad, la equidad, la paz y la justicia, existe una manifiesta voluntad
por recuperar el pensamiento de los prominentes hombres y mujeres que han
dado nuestras pueblos en la constante lucha de construir el Estado
Nacional. En
efecto, José Martí, Juan Montalvo, Eloy Alfaro, José Carlos Mariátegui,
Aníbal Ponce, José Peralta, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez
Villena el propio Simón Bolívar, -y los demás libertadores-, entre
tantos y tantos valiosos pensadores latinoamericanos, han regresado a la
lectura obligada de los estudiosos; a constituirse en la fuente obligada
para avanzar en la comprensión de nuestro mundo.
Su fuerza reflexiva respecto de momentos históricos es nuevamente
aprehendida incluso para proyectar dicha reflexión ante los sucesos de
estos momentos. De esta
manera, hemos vuelto a nuestras propias fuentes intelectuales para darnos
cuenta de la realidad que nos circunda y ser capaces de levantar una nueva
sociedad "sin calco ni copia, sino como creación heroica" al
decir del mentado Mariátegui. Este
comportamiento intelectual al que aludo, y que hoy se respira en
latinoamerica, es un camino certero en la siempre impostergable tarea de
reconstruir la ilusión de una sociedad distinta.
Es, al mismo tiempo, la verificación de una responsable conducta
intelectual, académica y política que, paralelamente al conocimiento del
extraordinario pensamiento social forjado por intelectuales de otros
continentes especialmente a partir del siglo 19, han puesto en marcha
todos aquellos que han abierto su inteligencia para nutrirse con el
intelecto de hombres y mujeres latinoamericanos que en su momento ya
diagnosticaron los males de nuestras sociedades y se aproximaron al
tratamiento y curación de los mismos.
Es, también, la valoración de nuestras raíces y por supuesto,
constituye una fórmula para impedir que en la pretendida mundialización
de las ideas, fuesen desaparecidos de un tajo los forjadores de nuestras
culturas. Bajo
la comprensión de que el doctrinarismo, el dogamatismo y el sectarismo
suelen constituirse en factores para desintegrar las utopías, renace en
América Latina una corriente impetuosa de cambio social y económica.
Los acontecimientos de Brasil , Venezuela, seguramente los que se
sucederán en Uruguay, como los que vienen ocurriendo en Argentina, así
como las nuevas reflexiones que se producen en Cuba, -las escuchamos
recientemente en Quito de la voz de Armado Hart, exministro de Educación
de Cuba y Presidente del Instituto Martiano-, denotan la vigorosa fuerza y
vigencia del pensamiento latinoamericano que se forjó hace mucho tiempo,
tanto más que los conflictos sociales a los que aludió dicho pensamiento
no solo que se mantienen presentes, sino que se han agudizado al extremo.
Se percibe, pues, la importancia que nuevamente adquieren nuestros forjadores de la ideas latinoamericanas y aquello no solo que nos alienta entrañablemente sino que nos hace mirar con optimismo la perspectiva de mejores días para la renovación ideológica y política que requieren las fuerzas vinculadas a la transformación de nuestras sociedades que, además, deben sustentar su acción en la comprensión de que la diversidad económica, política, social y la existencia de un mundo pluricultural son parte de su vitalidad histórica y del nuevo presente y futuro con el cual soñamos los hombres y mujeres libres de esta “Nuestra América”. |
Germán
Rodas Chaves
Tomado de la Sección Artes del diario La Hora, Quito, Ecuador
Autorizado
por el autor
La Hora
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