La crisis española del 98 |
La
grave situación política, económica y social que vivió España a
finales del siglo 19, fue conocida como "la crisis del 98",
-pues en este año se sucedieron una serie de acontecimientos que marcaron
una situación caótica que, no obstante, se había iniciado mucho tiempo
atrás -, y correspondió, además, al periodo en el cual muchos de los
intelectuales provocaron una profunda reflexión sobre las causas de tales
momentos azarosos. Dichos
intelectuales que promovieron vías de salida al momento que les había
tocado vivir, fueron conocidos, entonces y ahora, como la "generación
del 98". De aquella
realidad histórica quiero, en esta columna, refrescar algunas ideas
generales. En
efecto, el año de 1898 fue para España uno de los peores: en enero, los
republicanos lanzaron una campaña contra el sistema que permitía,
mediante el pago de dinero, sustraerse del servicio militar; en febrero,
Barcelona fue escenario de una imponente manifestación obrera que pidió
responsabilidades por la tortura y fusilamiento de cinco anarquistas.
En este mismo mes, el crucero Maine fue víctima de una explosión
en el puerto de La Habana, circunstancia que puso en vilo las relaciones
de España con los E.U; en marzo se rompió la precaria paz en Filipinas;
en Abril los E.U. declararon formalmente la guerra a España y en
diciembre la metrópoli perdió sus ultimas posesiones en América (Cuba,
Puerto Rico, Filipinas y las Islas Guam) después de la suscripción del
Tratado de París con los norteamericanos. La
situación descrita, generó un profundo estado de frustración y
desaliento en la conciencia española.
A esta realidad, empero, habían llegado los ibéricos como
culminación de un proceso caótico estructural que, fundamentalmente, había
explotado en 1886 a consecuencia de la depresión económica internacional
que en España produjo el derrumbamiento del mercado exterior,
especialmente del hierro y del vino. Ante
la realidad comentada, y gracias a medidas proteccionistas, se pretendió
reactivar otras industrias, como la algodonera y la siderúrgica, pero el
desastre colonial impidió todo intento de la burguesía por consolidar
sus negocios. Por el contrario, amplios sectores de campesinos y obreros
encontraron el espacio político necesario para reclamar sus derechos y
aspiraciones, agudizándose así el conflicto de contradicciones al
extremo que, en más de una ocasión, el poder español para no encender
los ánimos, omitió información al pueblo respecto de los
acontecimientos que se sucedían en sus últimas colonias americanas o, en
otros momentos, exacerbó el patriotismo y enfrentó la guerra con Cuba,
-y luego con los Estado Unidos-, dentro de un marco de toda irrealidad. Así,
la crisis de 1898 dio pie a que se iniciase el desmoronamiento del caduco
aparato que constituía la armazón estatal española, de modo que en los
años siguientes se presenció la desintegración de los elementos que
configuraban su comunidad nacional. Los
españoles se apartarían, con mayor evidencia, unos de otros ideológicamente
provocando, al mismo tiempo, que las clases sociales establecieran
distancias que progresaron paulatinamente. Las
oligarquías dominantes buscaron, entonces, una solución a la crisis,
afincando sus expectativas en los partidos políticos tradicionales que
dieron continuidad al "país legal", lo cual, entre otros tantos
factores, propició que España no pudiera afrontar los problemas que el
nuevo siglo le planteó. Valga
decir, es este punto, que la crisis fue, además, corolario de la
confrontación entre los partidarios de la Tradición, frente a los
entusiastas del Reformismo que se hallaban profundamente influenciados por
los cambios que se habían venido suscitando en Europa desde el siglo 18.
Frente al matiz irreligioso de los reformadores, los
tradicionalistas se aferraron al pasado.
Estas tendencias agudizaron su confrontación y dieron lugar, en el
siglo 19, a una serie de guerras civiles.
Aquello que distinguió a ambos grupos fue su consideración de la
historia de España: unos, los liberales, abominaron de ella; los otros,
los tradicionalistas, la ensalzaron. Todos
estos factores arrastraron a España, a lo largo de muchos años, al punto
que he denominado "la crisis del 98", entorno en el cual, -con
unos cuantos años de diferencia-, aparecieron los llamados intelectuales
"regeneracionistas", como Joaquín Costa y Pérez Galdós,
quienes se limitaron a propugnar una serie de medidas de carácter
coyuntural, las mismas que se resumieron en el lema "escuela y
despensa". A continuación
la "promoción de sabios" como Cajal, Menéndez Pelayo y Ribera,
impulsaron la necesidad de enfrentar la crítica situación, favoreciendo
el desarrollo de la ciencia. Solamente,
después de todos los sucesos de los que he dado cuenta en estas líneas,
(la pérdida de las colonias, la difícil situación económica etc), los
españoles adquirieron plena conciencia de que su situación era producto
de un deterioro estructural, del cual solo era posible salir cuestionando
el modelo de desarrollo, esto es enfrentando al progresismo europeo con
quienes defendían el tradicionalismo hispano.
A esta generación, -talentosa y transformadora-, pertenecieron
Unamuno, Valle Inclá, Pío Baroja, Azorín , entre otros. De
estas páginas de la vida española, vale rescatar el rol cumplido por
muchos de sus intelectuales. De
manera particular por la lectura acertada que de su realidad hicieron
aquellos que comprendieron que el problema era de carácter estructural y
que, por lo tanto, para superar la situación compleja de España, no era
dable continuar en el esquema de soluciones de coyuntura, de parches o de
acomodo ocioso de lo irreal ante lo concreto, sino afinar la mirada en el
análisis del conjunto de su sociedad y, luego, demandar la construcción
del nuevo estado nacional, recuperando en esta tarea a la diversidad
social, política y económica que el devenir había estructurado a lo
largo de los años en España. Los españoles comprendieron, de esta manera, que les era posible dar un paso al frente, construyendo la Patria a partir de las nuevas realidades, sin abominar la historia, poniéndose al lado de los tiempos modernos y del desarrollo de los pueblos. Intentando, de otro lado, evitar la confrontación de unos contra otros y promoviendo que el nuevo orden respondiera al conjunto de los ciudadanos. Talentosa y patriótica tarea entonces la de aquellos españoles de finales del siglo 19. Su ejemplo debe nutrirnos a los hombres y mujeres que somos testigos de focos crecientes que nos llevan a la depredación social y moral, a la estulticia del poder, al inmenso olvido de los desposeídos, a la claudicación de todos los valores y a la creciente deformación de la verdad, en medio de la vaciedad de propuestas, de la inexacta comprensión de las causas que nos impiden construir un nuevo orden. |
Germán
Rodas Chaves
Tomado de la Sección Artes del diario La Hora, Quito, Ecuador
Autorizado
por el autor
La Hora
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