José Peralta: en el sesquicentenario de su natalicio
Germán Rodas Chaves
grodas@uasb.edu.ec 

José Peralta nació en la parroquia de Gualleturo, perteneciente al cantón Cañar, -dentro de la antigua jurisdicción de la provincia del Azuay-, el 15 de mayo de 1855.  Su trayectoria como literato y periodista, su participación activa en los regímenes de Eloy Alfaro, su activa labor académica desde la cátedra y el Rectorado de la Universidad de Cuenca y su aporte en el mundo de las ideas, lo hacen uno de los personajes de mayor significación en la vida nacional de finales del siglo 19 y del primer tercio del siglo 20.

 

Peralta, cuyo talento se evidenció a muy temprana edad, se formó inicialmente al calor de la influencia de la sociedad conservadora de aquellos años.  Los Jesuitas fueron sus maestros en la educación media y los estudios superiores los siguió en la entonces recién inaugurada Universidad del Azuay en la cual concluyó sus estudios de derecho civil y eclesiástico.  Se incorporó de Abogado, luego, en la ciudad de Loja.  

 

La inicial producción intelectual demostraron sus dotes de poeta y ensayista y sus primeros artículos periodísticos, -aparecidos en el periódico religioso El Deber-, denotaron su formación católica ortodoxa, la misma que en 1877 le valió la persecución del régimen del dictador Veintimilla debido a que su enfrentamiento con dicho gobernante estuvo orientado no precisamente a cuestionar el carácter del régimen, sino los supuestos rasgos liberales emanados desde el poder, a lo que Peralta denominó la presencia de una “política liberalizante”.

 

Empero, la pasión por la lectura y el estudio que poseía Peralta, hizo que nuestro personaje fuese aprehendiendo otras escuelas filosóficas del pensamiento.  Se entusiasmó con el conocimiento de la historia universal y sintió, en un momento determinado, que su conciencia quedaba taladrada al calor de la lectura del alemàn Karl Christian Krause, padre del panenteísmo, escuela filosófica que lo alejó sistemáticamente del teísmo y del panteísmo, es decir de la percepción de que el universo fuese creado por un Dios o de que el mundo fuese la manifestación de un ser supremo o, -conforme el panteísmo ateo-, que Dios pudiese ser concebido como autoconciencia del mundo.  Esta forma de pensamiento, posteriormente, complementaría con las lecturas de aquel celebre pensador ecléctico francés llamado Víctor Cousin, de quien asimiló con entusiasmo la particular visión de que la historia de la filosofía debe ser entendida como una serie de etapas sucesivas del espíritu humano.

 

Krause, quien intentaba dar continuidad al pensamiento de Kant a partir del combate conceptual a Fichte, Schelling y Hegel, se constituyó, en todo caso, en el padre ideológico de Peralta y su extraordinaria influencia se evidenciará en su actividad política al adherirse con fervor a las ideas liberales, a las posturas de libre pensador y de entusiasta reformista, así como a sus definiciones anticlericales y a la supeditación de la fe a la razón y, en el mundo de las letras, a los caminos de evidente cuestionamiento de los clásicos y de los románticos, más allá de su pasión, -como la de todo Krausista-, por introducir reformas totales en el campo de la educación y la enseñanza.

 

Alrededor de estos sucesos conceptuales debe comprenderse, entonces, la maduración del pensamiento de Peralta, aquel pensamiento que con ardor habría de defender el laicismo, cuestionaría el escolasticismo de la iglesia y su interés, para ser sujeto activo del poder del Estado.  Dichas convicciones fueron las que confrontaron a González Suárez con Peralta en más de una oportunidad y constituyeron, asimismo, en las razones para que Peralta asumiese, desde una postura radical, la defensa de la revolución liberal y de Eloy Alfaro, en cuyos regímenes, fue su Canciller.   

 

Peralta, -quien además fue Coronel de la República asimilado como tal por la revolución liberal en las luchas contra el conservatismo de su provincia-, no fue tan solo un burócrata de los gobiernos Alfaristas, fue el mentalizador de la Carta Constitucional redactada entre 1896 y 1897, -a cuya constituyente perteneció en representación del Azuay-, y contradijo en este mismo periodo y espacio el pensamiento alfarista en más de una oportunidad, demostrando su autonomía intelectual de manera fehaciente al punto de ganarse el respeto y admiración del “viejo luchador”.

 

Injustamente el extraordinario pensador ecuatoriano Peralta ha sido señalado como un político que en medio de sus pasiones llevó la lucha anticlerical a partir de posiciones ateístas.  Nada más errado aquello, pues sus posiciones frente a la Iglesia denotaron, por un lado, su verdadera convicción liberal y, de otra parte, el afán de que la Institución religiosa cumpliera con su rol, pues a decir de él “los verdaderos valores cristianos no significan la defensa de privilegios económicos de la Iglesia ni el silencio frente a una conducta amoral de quienes están llamados a promover el espíritu evangélico de la solidaridad”, pensamiento este ampliamente expuesto en sus reflexiones filosóficas sobre la moral y la ética dirigidas no solo al comportamiento del clero, sino al conjunto societal ecuatoriano y que fueron publicadas bajo los títulos de “Teorías de ética o diversas opiniones sobre la moral”, “La moral de Jesús” y “La Moral teológica”.

 

Luego del asesinato de Alfaro, José Peralta dedicó su tiempo, -hasta cuando le sorprendió la muerte en 1937-, a la producción intelectual y al estudio.  Pero no por ello dejó de servir a su comunidad.  Entre 1923 y 1925 ocupó el Rectorado de la Universidad de Cuenca, en tanto muchos de sus opiniones se publicaban, a manera de artículos, en periódicos de Guayaquil y Quito.  Para entonces ya había puesto en circulación un texto que dio cuenta de la realidad nacional: “El régimen liberal y el régimen conservador, juzgados por sus obras”.  Dirigió al partido liberal entre 1925 y 1931.

 

Cuando en 1927 E.U. intentó comprar las Islas Galápagos y luego de la presencia de la denominada misión Kemmerer, Peralta escribió “La esclavitud en América latina” texto antiimperialista que lo retrató como un patriota de cuerpo entero frente al asecho constante de los seguidores de la doctrina Monroe, a quienes desenmascaró, con pasión y energía, respecto de las verdaderas motivaciones que les llevò a invadir Puerto Rico y Cuba, apropiarse de las islas GUAM y comprar las Filipinas y, también, fracturar la integridad territorial colombiana, a fin de construir el canal de Panamá en un territorio que artificiosamente lo concibieron para sus intereses estratégicos militares y comerciales

 

Por la calidad de su producción intelectual de fuste, por su aporte en la construcción del Estado laico, por su capacidad en la conducción del frente externo desde los regímenes alfaristas, por su talento puesto al servicio de la colectividad, todo homenaje a Peralta, con oportunidad de conmemorar el sesquicentenario de su natalicio, no solo que es oportuno y de justicia, sino que es de obligación si queremos ser dueños de nuestro destino en momentos en que la Patria recorre su tránsito de la mano de nuevas perspectivas e ilusiones, pero, a veces, lejos de las enseñanzas de sus mejores hijos.

Germán Rodas Chaves
Tomado de la Sección Artes del diario La Hora, Quito, Ecuador

Autorizado por el autor
La Hora

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