El fin de la Metrópoli Española en América
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Sobre
las nueve y treinta de la noche del martes 15 de febrero de hace ciento
diez años, una explosión hundió al acorazado norteamericano Maine
fondeado en la bahía de La Habana. El navío destinado a la escuadra que
cuidaba las aguas del norte de las Antillas tenía una tripulación
integrada por 26 oficiales y 328 marineros. En el siniestro perecieron las
tres cuartas partes de esa tripulación, es decir, 226 hombres. El
Maine, bajo el mando del capitán Sigsbee, había llegado a La Habana el
25 de enero de 1898, en el entorno de una llamada visita amistosa, no
obstante los momentos tensos que existían entre los Estados Unidos de
Norteamérica y España, ésta última entonces en posesión de Cuba (cuyo
pueblo venía sosteniendo con éxito una guerra independentista en contra
del régimen colonial hispano) y de otros territorios americanos.
Inmediatamente
después del hundimiento del Maine, la prensa norteamericana responsabilizó
a las autoridades de Madrid y de La Habana por lo ocurrido con el
acorazado. El
hundimiento del Maine, si bien no fue la causa de la confrontación entre
Estados Unidos y España, sirvió como pretexto para que el 19 de abril
del mismo año de 1898, el Congreso Norteamericano aprobara la resolución
que permitía el uso de sus fuerzas armadas para “garantizar la
pacificación de Cuba”. Tal
ardid permitió que E.U. provocara
de inmediato el bloqueo naval sobre Cuba y el desembarco de sus tropas en
territorios de la isla mayor de las Antillas, asunto que ocurrió el 10 de
junio de 1898. De
esta manera, Estados Unidos de Norteamérica declaró la guerra a España,
en momentos en que la Metrópoli vivía un momento caótico estructural
como efecto, de un lado, de la depresión económica internacional que en
España produjo el derrumbamiento del mercado exterior y, de otra parte,
debido a la crisis política interna afectada por la confrontación
liberal-conservadora de la cual fue víctima la entonces Regente María
Cristina quien gobernaba a la muerte de su consorte el Rey Alfonso Xll y
en pasiva espera a la mayoría de edad de su hijo Alfonso Xlll, para que
este pudiera asumir el poder. Debido
a los factores internos de España, el debilitado imperio no pudo defender
su posesión en Cuba, de tal suerte que la llamada guerra entre E.U. y la
Metrópli se constituyó en una crónica roja de los diarios
norteamericanos que, además, presionaron para que los independentistas
cubanos fuesen oportunamente impedidos de proclamar su triunfo y, por el
contrario, tuviesen que someterse a las nuevas tropas invasoras, como
efectivamente ocurrió en el mes de julio del mentado 1898. El
13 de julio, en Cuba, se entrevistaron los mandos de Estados Unidos y de
España a fin de concertar la rendición de ésta última. Los Cubanos
fueron excluidos de las conversaciones. El 16 del mismo mes se firmaron
los documentos correspondientes a la rendición española, cuyo desenlace
final ocurrió en París, el 10 de diciembre del propio año de 1898, por
medio del cual se dio por terminada la presencia de España en Cuba, así
como en el resto de América, pues por medio de denominado Tratado de París,
los norteamericanos obtuvieron para sí, en el Mar Caribe, no solamente a
Cuba, sino a Puerto Rico, así como a las Filipinas y a las Islas Guam,
ubicadas en el Océano Pacífico. De esta manera, el hundimiento del Maine, cuya circunstancia siempre será motivo de toda clase de especulación, se constituyó en el antecedente que precipitó los hechos para la invasión norteamericana a Cuba y a otros territorios, así como determinó el principio del fin de la presencia imperial de España en América. |
Germán Rodas Chaves
Tomado de la Sección Artes del diario La Hora, Quito, Ecuador (2008)
Autorizado
por el autor
La Hora
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