La sacerdotisa, de Juan Humberto Roa Aguilar

Se que tu mirada esconde,
el conocimiento mismo,
se que el pliego de tu manto
guarda la ley para usarla
cuando lo ordene tu instinto.
Numen de inigualable belleza,
ser de las profundidades de mi alma,
que observas desde tu arquetípico mundo,
guiada por la intuición de tu esencia.

Lo se, pero igualmente
quedo deslumbrado ante tu atributo
de mujer de mil colores
que aun estoy por conocer.

Tú en el medio de la polaridad
entre el día y la noche, la luz y la sombra,
el bien y el mal.
Me enseñas cada uno de tus miedos,
tu belleza inigualable y los rubíes de tus cuencas
Lo se, solo soy un mago; pero mis ganas de quererte,
me hacen soñar contigo para que tu junto a mi alma
seas dueña de este reino, que prometo conseguirte
por el amor que te tengo.

Déjame ver tus ojos, enséñame lo que escondes,
dame la oportunidad de tomarte por el brazo
e invitarte a caminar junto a los destellos de la luna.
Sabrás que la luna miente, ella no tiene luz
solo es un reflejo, al igual que muchos de tus miedos.
Déjame bañarme en las aguas de tu intuición,
dame tu beso misterioso y embrujador,
entrégame los arcanos que se esconden
en los pliegues de tus manos.