Crónicas de lejanía

poema de Cristina Rivera Garza

 

                   I.
No hay distancias de humo,

la separación esta hecha de granito.

 

Fuimos absueltas de la cercanía

-ese pesado lardo que nos carcome-

pero no sin tributo:

nuestro destino (sí. nuestro)

fue afrontar el abrazo silencioso

la oquedad imperceptible del tiempo.
Y para llenarlo
-¡mira que tú y yo temíamos unimos!-

fue indispensable fabricar un largo rasario de venganzas

y otro, quizá más inagotable, de terror.

 

No ha habido material dúctil mientras tanto

una roca huérfana desciende por la ladera

y nos lleva, a ambas, hasta el abismo

allá, abajo, en la tierra.
 

                 II.

Callo, más como un juego

-sagrado, como son iodos los juegos-

que por el reto amargo de tu presencia.
No necesito volver atrás
para que la sal construya mi cuerpo
es aquí, en el presente
frente a esta aridez colectiva
-un páramo con las cicatrices perpetuas
de la carencia universal, la nuestra-
que una yo-estatua sempiterna
oculta la palabra
el sonido y el acento, la rima, el vuelo

y destruye el espiral de angustia que nos uniera.

 

                 III.

 

Soledad de ti. prodigio de ausencia.
 (a veces...)


                  IV.


Cabe decir a veces:
no hay pretexto para morir
todo ha sido una broma
queda todavía la luna
queda además el deambular nocturno
y el olor imponderable del silencio.
Queda también, alguien añade
•porque parece conveniente el señalarlo-,
una muerte más profunda y sin pretexto
la broma de este cuerpo arrojado hacia el vacío
Además un paseante nocturno
no es el amo de la noche
ni siquiera el protegido de la calle
es. si acaso, la sombra de un suicidio.
Cometido no por él

sino por otro, el otro.

 

Cabe decir entonces

sí. la luna tiene mil facetas

pero no. el silencio no huele;

inodora es esta densidad pasmosa

que cubre el lugar desocupado

y como el agua (incolora, insabora...)

son este tumulto de palabras

que no alcanzan a llamarte.

 

                   V

 

Con la fijeza insomne de la abeja

instintiva, maquinal, sin movimiento

observé la ultima sombra tras el muro

la espalda -armadura medieval de la tortuga-

del que se pierde para siempre

a la vuelta de la esquina,

observé desde apacibles aguas -la matutina

fascinación por la derrota- el desastre,

el fluir infinito de los hombres: lejanía.
 

                  VI.


Simplemente ir hacia la tierra del ninguno

la ciudad exacta, la habitación de nadie

la zona de donde todos han partido.

Simplemente habitan las órbitas perfectas

de la boa que se consume y se pierde así misma

a través de la monótona mordida de aislamiento.


poema de Cristina Rivera Garza
 

Publicado, originalmente, en: Punto de partida No. 84 / febrero - marzo 2020

Punto de partida es una publicación editada por la Universidad Nacional Autónoma de México, a través de la Dirección de Lteratura

Link del texto: https://puntodepartida.unam.mx/images/stories/pdf/pp84/84-rivera.pdf

 

Ver, además:

 

            Cristina Rivera Garza en Letras Uruguay

 

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