Camus y El extranjero
¿Choque de culturas? 
Carlos Alberto Ricciardelli

Introducción a un análisis cultural

Seyla Benhabib  sostiene que en la actualidad el contraste entre cultura y civilización –conceptos elaborados por los románticos alemanes como Gottieb Herder- se han vuelto arcaicos. La postura dominante, señala, se basa en la antropología social de Malinowski y Claude Lévi –Strauss que sostiene que la cultura es la totalidad de sistemas y prácticas sociales de significación, representación y simbolismo que poseen una lógica autónoma propia, una lógica separada y no reductible a las intenciones de aquellos a través de cuyas acciones y prácticas surge y se reproduce.[1]

Sin embargo, los sectores conservadores sostienen que las diferentes culturas deben preservarse para mantener aislados a los grupos y evitar la hibridación cultural porque esta mezcla genera conflictos. Por lo que proponen evitar “el choque de civilizaciones” a través de reforzar las alianzas políticas  que reproducen  fielmente  las divisiones identitarias y culturales para evitar un encuentro de culturas que, para estos sectores, llevarían a la confusión.

Si bien este concepto de “choque de civilizaciones” lleva casi veinte años desde su acuñación[2] hoy y luego de la eliminación de la selección francesa del mundial de fútbol de Sudáfrica, se vuelve a escuchar esta hipótesis de la confusión y el desorden como producto del encuentro de diversas culturas. En este caso, los sectores más reaccionarios de Francia sostienen con alegría apenas disimulada que el fracaso de la selección señala el fin del sueño de una Francia multicultural. El caos reinante y la falta de un equipo mancomunado fue el producto de una imposible convivencia entre jugadores de culturas tan diversas.

Por su parte los sectores progresistas sostienen que las culturas deben ser preservadas para poder corregir los patrones de dominación  y el daño que esto causa por parte de algunas culturas por sobre otras.

Tanto los preceptos conservadores como aquellos progresistas se encuentran en lo que Benhabib llama la sociología reduccionista de la cultura. Esta concepción considera a las culturas como entidades separadas y de carácter definido y delimitado que al enfatizar la homogeneidad interna de cada cultura podría justificar demandas represivas hacia “ciertas desviaciones”.  

En oposición a esta sociología, Benhabib propone un constructivismo social como una explicación abarcadora de las diferencias culturales. Para eso distingue el punto de vista del observador social y el del agente social. El observador social, narrador o cronista, es el que impone junto a la elite local la unidad y la coherencia sobre las culturas observadas. Produce una visión en la cual la cultura es una totalidad definible y es producto del afán de comprender y controlar dicha cultura. Por el contrario, el agente social participa de la cultura experimentando sus tradiciones, historias, rituales y condiciones materiales de vida a través de relatos compartidos, aunque también controvertidos. Desde el interior, una cultura no necesita parecer una totalidad, más bien parece un horizonte que se aleja a medida que nos aproximamos a él.

Es por eso que el constructivismo sociológico afirma que el multiculturalismo mosaico está equivocado ya que afirma que las culturas y los grupos humanos son totalidades bien delineadas e identificables que coexisten con fronteras claras. En cambio, hay que considerar a las culturas como constantes creaciones, recreaciones y negociaciones de fronteras imaginarias entre “nosotros” y los “otros”[3]. Sabiendo que el “otro” está también dentro nuestro y es uno con nosotros. 

Argelia, un acercamiento histórico

Cuando Albert Camus publica en 1943 El extranjero Argelia se encontraba en plena ebullición política. En los primeros días de mayo de 1945 se producen manifestaciones en varias ciudades del este del país: Setif, en Cabilia y en Constantina, para exigir reivindicaciones nacionalistas. En Setif, tras enfrentarse con la policía, los nacionalistas se vuelven contra los franceses de origen europeo: 27 europeos son muertos (103 morirán los días siguientes). La represión del Ejército Francés ordenada por el General De Gaulle y ejecutada por el General Duval mediante la intervención de la marina y la aviación produce ejecuciones sumarias y masacres de civiles, bombardeo de pueblos. Los enfrentamientos duraron casi dos meses. Oficialmente mueren 1 500 argelinos, pero el historiador Benjamin Stora calcula unas cifras de 20 000 a 30 000 muertos.

Pero la historia de invasiones y muerte comienza mucho antes en esta parte del planeta. Los bereberes fueron los primeros pobladores del norte de África y habitan la actual región de Argelia desde hace más de diez mil años. Durante el siglo III antes de nuestra era, los romanos invadieron la región de Numidia, habitada por los bereberes masilianos y maselinos. Éstos últimos se aliaron con los cartagineses en la Segunda Guerra Púnica, mientras que los primeros, aliados de los romanos y gobernados por Masinisa, acabaron recibiendo todo el reino de sus conquistadores.

A la muerte de Masinisa en 148 a. C, Escipión el Africano dividió el reino entre sus hijos. En 113, Yugurta se alzó contra los romanos y acabó derrotado, tras lo cual Numidia fue gobernada por un rey vasallo de Roma hasta que, bajo Diocleciano, se convirtió en una simple provincia del imperio y finalmente volvió a manos de los bereberes hasta la invasión de los vándalos en 430.

Hacia el siglo X y con la expansión del Islam hacia el norte de África, la región de Argelia recibió la llegada de diversas tribus árabes. A fines del siglo XV y con la expulsión de los árabes del sur de la península Ibérica, gran parte de los “moriscos” migran hacia Marruecos y Argelia. Es entonces como hacia 1510 los españoles se establecen en la bahía de Argel.

En mayo de 1830 parte del puerto de Tolón, una escuadra francesa formada por casi cuarenta mil hombres que bloquea Argel, la artillería destruye el campamento del regente turco y lo obliga a capitular. La excusa para la invasión habría sido el maltrato del rey Hussein al cónsul francés Deval a raíz de una discusión por el precio del trigo suministrado a los franceses. Esta reacción francesa se encuentra dentro de la concepción  de justicia extraterritorial que encubre la ambición imperial francesa. La ocupación francesa de Argelia se extendió entre 1830 y 1962. En cuyo período fue dividida en tres departamentos franceses[4]

Hacia 1871 se sublevan los campesinos sureños del país y son ferozmente reprimidos por el ejército francés. Para esa época Francia ya había confiscado 5.000.000 de hectáreas de los nativos que son entregadas a empresas y colonos franceses transformándose en terratenientes. Es en esta misma época cuando Napoleón III le concede la nacionalidad francesa a los nativos y pocos años después a la población judía, calculada en treinta mil. Pero esta extensión de la ciudadanía sufre un fuerte revés cuando en 1881 se dicta el Código del Indígena que distingue a los ciudadanos franceses europeos de los nativos que son privados de la mayoría de los derechos políticos.

A comienzos del siglo XX se calculan en más de un millón los nativos muertos por los franceses. 

Albert Camus, un hombre en la encrucijada de su tiempo

Albert Camus nace en Mondovi el 7 de noviembre de 1913. Es hijo del francés Lucien Camus, obrero en una bodega vitivinícola que muere cuando Albert tiene apenas un año debido a las heridas sufridas en la batalla del Marne,[5] y de Catalina Sintés, española y analfabeta que al enviudar se dedicó a la limpieza de casas particulares. Albert compartió sus primeros años junto a su hermano mayor Lucien, su abuela y un tío. Albert es hijo de colonos europeos que viven en el barrio obrero de Belcourt. Uno de sus tantos estudiosos, Conor C. O’Brien, sostiene que el “fenómeno” Camus es en gran medida producto del sistema escolar francés que al menos entre los niños de procedencia europea ha intentado aplicar aquel principio de la Revolución que otorgaba la igualdad de oportunidades para todos[6].

Belcourt es un barrio de franceses argelinos en donde la desconfianza y la xenofobia afloran por doquier como en casi todo espacio multicultural. Allí, según Oliver Todd, se mezclan franceses de la metrópoli con los nacidos en Argelia, nativos  y árabes. Hay desconfianza y odio hacia los funcionarios venidos de Francia que perciben mejores sueldos y vuelven de vacaciones a Paris. Pero, también, se sienten superiores a los indígenas. Esa parece ser la condición del neo francés, sentimiento de odio e inferioridad hacia la burocracia llegada de la metrópoli, desconfianza y desprecio hacia los indígenas árabes. Todo en un marco de aparente igualdad que Francia quiere imprimir a todas sus posesiones. Es en este clima en donde crece el niño Camus que gracias a su esfuerzo escolar es premiado con el ingreso al Liceo de Argel. Luego sufrirá sus primeros síntomas de tuberculosis que lo obligaran por períodos y a lo largo de toda su vida a buscar reposo para dedicarse al cuidado de su salud. Ya en 1932 en la Universidad de Argel será fuertemente influido por Jean Grenier y Malraux.  

Camus es un hombre de letras y se dedicará toda su vida a reflexionar sobre los “grandes problemas de la humanidad” desde la literatura, el periodismo y en la escritura de varios ensayos con pretensiones filosóficas. Camus se convertirá poco a poco, a través de su esfuerzo y gran inteligencia –no olvidemos que fue un hombre que se hizo a si mismo prácticamente de la nada-, en un referente mundial de la moral y la ética progresista. Entendida esta última como encarnación de los valores ciudadanos que emanaron de la Revolución Francesa. Camus es un producto de la ilustración francesa y se sentirá profundamente francés. Compartirá la idea de la Francia Imperial de la Argelia francesa. Hacia fines de su vida, Camus sostiene que nunca ha existido una nación argelina. Judíos, turcos, griegos, italianos y bereberes podrían creerse con derecho a reclamar el liderazgo de esta nación virtual. (…) Los franceses de Argelia (él lo era) también son, en el sentido fuerte del término, indígenas.[7] 

El extranjero, un intento de análisis cultural

Al comienzo del trabajo tomamos las palabras de Benhabib en donde propone una sociología del constructivismo social y señala la importancia de distinguir las diferencias existentes entre el observador y el agente social. (ver introducción). Camus a lo largo de vida asumirá indistintamente ambos roles siendo la visión imperial, el de las elites francesas la que terminará dominándolo. Camus insistirá toda su vida con el conflicto moral ante el absurdo de la existencia humana. Este absurdo de la existencia humana lo angustia y lo lleva a actuar postulando que éste es “él” problema del hombre. Pero se olvida que esa concepción de hombre universal es una concepción europea nacida con la Revolución de 1789. Camus considera que el mayor desarrollo de la humanidad es el alcanzado por la cultura europea y que sus problemas existenciales, de una sociedad materialmente satisfecha, son los problemas de todo el mundo, Argelia incluida. Las pretensiones nacionalistas argelinas son una estupidez al lado del verdadero problema del “hombre”. Para Camus Argelia debe continuar siendo la Argelia francesa porque de este modo se encontraría dentro de la “civilización europea” porque una Argelia puramente árabe sería incapaz de alcanzar la independencia económica, sin la cual la independencia política es únicamente ilusoria.[8]

Los árabes para Camus, son incapaces de conducir económicamente una nación. Por lo tanto la destruirán. Es preferible que Argelia siga como hasta ahora, parece decirnos desde su lugar de observador privilegiado.

En las novelas de Camus –El extranjero y La peste- la presencia francesa en Argelia se muestra como algo exterior, como una esencia no sujeta al tiempo o a la interpretación. La cerrazón de Camus explica el vacío y la ausencia de historia del árabe muerto por Meursault.[9]   

Camus no delira cuando al final de sus días afirma la virtualidad de la nación argelina o cuando afirma sin sonrojarse que los franceses nacidos en Argelia son tan indígenas como los árabes. Estas ideas son producto, como dijimos anteriormente, del sistema escolar francés que hasta el período de entre guerras sostenía que los movimientos nacionalistas eran apenas dificultades en los episodios gloriosos de la potencia mundial.  Inclusive, luego de la independencia Argelina, el discurso oficial francés presentó como esencialmente constructiva la historia colonial francesa porque permitió la existencia de lazos fraternales entre la metrópoli y sus antiguas colonias.

Said sostiene con absoluta certeza que tanto en La Peste como en El Extranjero los relatos tratan sobre la muerte de árabes anónimos. (…) muertes que iluminan e informan en silencio de las dificultades de conciencia y de reflexión de los personajes franceses. Más aún, es francesa la estructura de la sociedad civil (…) -la municipalidad, el aparato legal, los hospitales, los restaurantes, clubes, escuelas y diversiones- a pesar que se administre todo sobre la población no francesa. (…) las novelas y los cuentos narran el resultado de una victoria sobre la población musulmana pacificada y diezmada (…) Al confirmar y consolidar de esta manera las prioridades francesas, Camus no las discute ni disiente con la campaña llevada a cabo por los franceses contra los argelinos musulmanes durante casi cien años.[10]    

Conor C. O’Brien sostiene que no hay indicios de que Camus sostuviera relaciones estrechas con los árabes argelinos. Su cultura era la de un adolescente de la burguesía francesa: Nietzsche, Barrés y Gide.[11] Además, agrega su hipótesis: Camus ha nacido en un medio sumamente pobre anhelando la cultura de la burguesía parisina. Es por eso que escribe con una rara y apreciada elegancia que recuerda el estilo de los siglos XVII y XVIII. A menudo Camus ha sido criticado porque sus personajes argelinos usan un lenguaje demasiado refinado y demasiado metropolitano.

“Hoy mamá ha muerto. O tal vez ayer, no sé.” Con estas palabras Camus inicia El extranjero y enseguida inicia  la descripción del viaje que realiza Meursault, el personaje principal de la novela. Pero también Meursault era el seudónimo que utilizaba Camus para firmar sus notas periodísticas. Así como Meursault es el extranjero de esta tragedia, Camus lo es en Argelia a pesar de haber exclamado que hasta los franceses son tan indígenas como éstos.   

Al regresar del entierro de su madre, Meursault pasa el sábado en la playa de Argel y luego la noche con Marie, una francesa argelina como él, que se sorprende al día siguiente al descubrir el luto en su corbata. El lunes al volver de su trabajo se encuentra con Raymond Sintés, un conocido que le confiesa un asunto privado con una chica.  Pocos días después Raymond golpea a la chica ante la presencia de Meursault que no interviene y acepta salir de testigo de Raymond cuando este es acusado por lastimar a la muchacha.

Resulta que la muchacha es árabe y su hermano con unos amigos quieren vengarla. A lo largo de la historia los únicos personajes con nombre serán los franceses, mientras que los árabes serán una sombra amenazante sin rostros ni nombres. Los árabes seguirán a Raymond y a Meursault por la playa y se trenzarán a golpes hiriendo con un cuchillo a Raymond. Este le entregará a su compañero una pistola que usará momentos después al encontrarse nuevamente y solo con uno de los árabes. Disparará cuatro veces. Cuatro veces contra un cuerpo inerte en el que se hundían las balas sin que lo pareciese. Así culmina la primer parte de la historia.

La segunda parte trata sobre el juicio que condena a Meursault y comienza narrando los primeros días en la prisión, las visitas, los interrogatorios. A lo largo del proceso queda en evidencia que Meursault es condenado por haberse mostrado insensible ante la muerte de su madre. Esto es lo que realmente molesta según Camus a la sociedad occidental.

Conor C. O’Brien afirma en su trabajo que las lecturas más tradicionales –que son absolutamente mayoritarias- colocan a Meursault en el lugar de mártir que a fuerza de ser sincero es víctima del absurdo que domina la sociedad. Camus ha sostenido que a Meursault lo anima una pasión profunda, tenaz, la pasión de la verdad y el absoluto.[12] Sin embargo, Meursault miente y no duda nunca en que lado alinearse: se pone del lado de Raymond y no interviene en la golpiza que éste le propina a su pareja, miente ante la policía para encubrirlo. Si bien afirma que no le gusta la policía no es porque esta es parte del brazo armado que mantiene la opresión de los nativos. La mujer de la cual desconocemos su nombre es árabe y Raymond además de hombre es un francés argelino. En esta relación asimétrica, Meursault no duda a quién apoyar.   

Si el caso por el que es acusado Meursault hubiera ocurrido en la realidad el desenlace muy probablemente hubiera sido otro. Es muy difícil que la justicia francesa en Argelia condenase a un europeo a muerte por haber disparado contra un árabe que lo estaba amenazando con un cuchillo y que poco antes había herido a otro europeo. Este juicio es, podríamos decir, el mito de la Argelia francesa en donde rige una justicia imparcial entre árabes y franceses. Camus, con este relato niega la realidad colonial.  

A modo de conclusión

Al final de los años treinta la crisis del colonialismo se expresó con fuerza en África del norte con el surgimiento de importantes movimientos políticos de liberación. Pero lo que transformó la situación fue la Segunda Guerra Mundial: una guerra de potencias imperiales. Hasta 1943, mientras avanzaban las fuerzas del Eje, las potencias imperiales se encontraban en el bando derrotado. Francia se hundió estrepitosamente y si conservó muchas de sus dependencias fue porque se lo permitieron las fuerzas del Eje.[13] Camus vivió y escribió en plena crisis imperial que cuestionó severamente la idea de una Argelia francesa.

Said propone situar la obra de Camus dentro de los nexos geográficos de los cuales surge su obra. El estilo depurado y limpio en el que Camus vuelca la información de situaciones sociales oculta contradicciones complejas que se vuelven irresolubles cuando se interpreta que los sentimientos de lealtad de Camus hacia la Argelia francesa pueden constituir una parábola de la condición humana.

Como dijimos anteriormente, Camus es producto del sistema educativo francés y tal vez haya sido la desesperación, producto de un hogar pobre económica y culturalmente, con la cual abrazó la cultura metropolitana desde su origen humilde y periférico la que le haya impedido ver y denunciar la opresión colonial francesa. Si para muchos críticos La peste es una alegoría sobre el nazismo en Francia, El extranjero, es una alegoría del propio Camus en Argelia. Un europeo en un país árabe al que no termina de comprender porque no puede dejar de observarlo con los ojos de la metrópoli que tanto añora.  

Bibliografía:

Albert Camus, El extranjero. Ed. Alianza, Madrid. 1996.

Oliver Todd, Albert Camus. Una vida. Tusquets editores, Barcelona. 1997.

Seyla Benhabib, Las reivindicaciones de la cultura, igualdad y diversidad en la era global. Katz Editores. Bs. As. 2006.

Conor C. O’ Brien, Camus. Ediciones Grijalbo, Barcelona – México, 1973.

Edward W. Said, Cultura e imperialismo. Ed. Anagrama, Barcelona. 2002.

E. Hobsbawm, Historia del siglo XX. Crítica. Bs. As. 2006.

Referencias:

[1] Seyla Benhabib, Las reivindicaciones de la cultura, igualdad y diversidad en la era global. Katz Editores. Bs. As. 2006.

[2] Ver El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial de Samuel Huntington. 1996.

[3] Seyla Benhabib, ob. Cit. Pág. 33

[4] Distritos administrativos que reemplazaron a las provincias a partir de 1789. Argelia formaba parte de los dominios franceses de ultramar.

[5] Esta batalla sucedió en el otoño europeo de 1914 en el marco de la Primera Guerra Mundial y marca el comienzo de la guerra de posiciones. Durante esta batalla, las tropas francesas lograron repeler una avanzada alemana que debieron replegarse a partir del 10 de septiembre. Se calcula en varios miles los muertos y heridos.

[6] Conor C. O’ Brien, Camus. Ediciones Grijalbo, Barcelona – México, 1973.

[7] Edward W. Said, Cultura e imperialismo. Ed. Anagrama, Barcelona. 2002. Pág. 283.

[8] Said. Ob. Cit. Pág. 283.

[9] Ídem. Pág. 284

[10] Ídem. Pág. 286

[11] Conor C. O’ Brien. Ob. Cit. Pág. 13

[12] Ídem. Pág. 28-29

[13] E. Hobsbawm, Historia del siglo XX. Crítica. Bs. As. 2006. Pág. 219

 

Carlos Alberto Ricciardelli

 

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Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

 

José Mª Ridao - sobre "El extranjero" de Albert Camus

Publicado el 3 mar. 2015

en el marco del Ciclo "Grandes novelas del siglo XX" organizado por el Círculo de Economía - 2 marzo 2015

 

 

Conferencia: "Vigencia de Albert Camus en la literatura universal"

Publicado el 26 sept. 2013

Conferencia de Ricardo González Vigil acerca del filósofo y literato francés Albert Camus, en la CASLIT. (19/09/13)

 

 

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