Universidad de La Habana

CESBH

Centro de Estudios de Salud y Bienestar Humano
Maestría en Bioética
Segunda Edición
Curso: Calidad de Vida
Profesor: Ubaldo González Pérez

Tratamiento de la religiosidad del paciente desde un enfoque de calidad de vida relativa a la salud
Victoria de la Caridad Ribot Reyes

El glosario filosófico define el término calidad de vida como: grado en que las condiciones de una sociedad permiten a sus miembros realizarse de acuerdo con los valores ideológicos establecidos, proporcionándoles una experiencia subjetiva satisfactoria de su existencia; se evalúa la gratificación que la gente deriva de grado en que sus necesidades materiales y mentales se encuentran satisfechas en el presente, por medio de un adecuado bienestar físico, mental y social, así como de felicidad, satisfacción y recompensa material y espiritual, relacionando la idoneidad de las circunstancias materiales y los sentimientos de la persona con respecto a esta. Es una categoría utilizada por la sociología occidental para caracterizar al conjunto de indicadores económicos, sociales, políticos, culturales, ideológicos y ecológicos que determinan la condición del individuo en la sociedad. Los científicos occidentales recurren al concepto calidad de vida para representar las condiciones de bienestar general.[1] Esta definición, como muchas otras, resulta algo contradictoria si tenemos en cuenta el hecho de que la calidad de vida, al constituir un fenómeno con un fortísimo componente subjetivo, no puede ser evaluada en términos de bienestar general.  La calidad a nivel personal puede tener tantos significados como individualidades existen en el universo. La percepción que de la realidad el sujeto tiene pasa a través de filtros que están dados por su contexto político, económico, social, familiar, de historia personal, características de personalidad y espiritualidad. He decidido referirme a este último acápite porque considero que ha sido de los temas más menospreciados en nuestra sociedad durante bastante tiempo.

Los valores religiosos son situados por Scheler como superiores a presentar su escala axiológica; sin embargo las definiciones que de religión aceptamos en la actualidad la presentan como reflejos fantásticos en el cerebro humano de las fuerzas exteriores que dominan sobre la vida cotidiana del individuo cuyo rasgo característico y fundamental es la creencia de lo sobrenatural.[2] En mi opinión personal la religión es mucho más que eso. Constituye un referente moral y ético para el individuo e implica la existencia de un proyecto de vida centrado en el mejoramiento humano y el crecimiento espiritual. Las religiones animistas y panteístas de las antiguas comunidades han sido justificadas como la imposibilidad de los hombres para explicar fenómenos naturales. Esta asociación no se sostiene del todo si tomamos como ejemplo las culturas precolombinas como los mayas, donde del imponente desarrollo científico se acompañaba de una rica espiritualidad. Creer que el mundo que nos rodea y nosotros mismos somos puramente materia es una concepción positivista y bastante pobre del universo. El cosmos es mayor que toda nuestra imaginación porque él la incluye dentro de sí, porque ella sólo puede existir si él existe. Por eso el universo es capaz de contener todo lo imaginado y aún lo inimaginable.[3]

Las grandes religiones que conocemos hoy (cristianismo, islam, budismo, judaísmo, hinduismo) se caracterizan por ofrecer al creyente un plan de acción a seguir para alcanzar la felicidad o lo que pudiéramos llamar la realización personal. EL individuo debe trabajar en sí mismo, esforzarse por mejorar  para poder considerarse un representante digno de su grupo religioso (excluyo el fundamentalismo ya que considero se debe a interpretaciones erróneas y en ocasiones mal intencionadas de la religión). En los últimos años en nuestro país, y en el mundo, el pensamiento ha tenido un marcado interés  por la religiosidad como fundamento ético que dé cuerpo y vitalidad a un comportamiento humano que se ha visto despojado de su dignidad de origen. Las religiones han venido a rescatar  valores culturales y morales que en algún momento cayeron en desuso. Como médico, creo que debemos asumir la religión como espacio que le brinda al ser humano sentido de pertenencia, cuestionamiento individual y oportunidades para afianzar relaciones interpersonales. Todos estos elementos son imprescindibles si se quiere hablar de calidad de vida relativa a la salud, ya que la segunda no puede existir sin la primera.

En la práctica diaria debemos guiarnos por el principio de responsabilidad moral (todo ser humano es agente moral autónomo y como tal debe ser respetado por todos los que presentan posiciones morales diferentes). No se trata de utilizar la religión del individuo para lograr los cambios en el estilo de vida que pretendemos realice. Se trata de entender al ser humano en su esencia como persona, respetar su opción de vida y no venderle el tan trillado binomio salud=medicina como si fuera cierto y verdadero. 

La OMS ha decidido definir salud como un estado de bienestar físico, mental y social completo, y no solo la ausencia de de afecciones o enfermedades,[4]  constituyendo un fenómeno social que sobrepasa los equilibrios biológicos, y que puede ser entendido como un sistema bioantroposocial complejo. Dentro de este sistema la religión, independientemente de cual sea, va a jugar un papel determinante en la satisfacción de las necesidades del ser humano.

Me gustaría terminar esta pequeña reflexión con palabras de nuestro apóstol José Martí que creo resumen lo que he querido expresar: “El espíritu es lo que nos induce a conductas independientes de nuestras necesidades corpóreas. Es lo que nos fortalece, nos anima, nos agranda.”

Notas:  

[1] Llanes Belett  RA. Glosario Filosófico. La Habana: Editorial Ciencias Médicas; 2007.

[2] Llanes Belett  RA. Glosario Filosófico. La Habana: Editorial Ciencias Médicas; 2007

[3] Daína Chaviano. Un hada en el umbral de la tierra. (Noveleta contenida en Historias de Hadas para adultos) La Habana: Edit Letras Cubanas. Colección Radar; 1986. Pág. 128.

[4] Uribe Tolón CA. Presentación. Antípoda, revista de Antropología y Arqueología. Universidad de los Andes. 2006; julio-diciembre, número 3: 7.

Victoria de la Caridad Ribot Reyes

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