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Universidad de La Habana |
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CESBH |
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Centro de Estudios de Salud y Bienestar Humano |
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Tratamiento de la religiosidad del paciente desde un enfoque de calidad de vida relativa a la
salud |
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El
glosario filosófico define el término calidad de vida como: grado en que
las condiciones de una sociedad permiten a sus miembros realizarse de
acuerdo con los valores ideológicos establecidos, proporcionándoles una
experiencia subjetiva satisfactoria de su existencia; se evalúa la
gratificación que la gente deriva de grado en que sus necesidades
materiales y mentales se encuentran satisfechas en el presente, por medio
de un adecuado
bienestar físico,
mental y social, así como de felicidad, satisfacción y recompensa
material y espiritual, relacionando la idoneidad de las circunstancias
materiales y los sentimientos de la persona con respecto a esta. Es una
categoría utilizada por
la sociología occidental para caracterizar al conjunto de indicadores
económicos, sociales, políticos, culturales, ideológicos y ecológicos
que determinan la condición del individuo en la sociedad. Los científicos
occidentales recurren al concepto calidad de vida para representar las
condiciones de bienestar general.[1]
Esta
definición, como muchas otras, resulta algo contradictoria si tenemos en
cuenta el hecho de que la calidad de vida, al constituir un fenómeno con
un fortísimo componente subjetivo, no puede ser evaluada en términos de
bienestar general. La calidad
a nivel personal puede tener tantos significados como individualidades
existen en el universo. La percepción que de la realidad el sujeto tiene
pasa a través de filtros que están dados por su contexto político, económico,
social, familiar, de historia personal, características de personalidad y
espiritualidad. He decidido referirme a este último acápite porque
considero que ha sido de los temas más menospreciados en nuestra sociedad
durante bastante tiempo. Los
valores religiosos son situados por Scheler como superiores a presentar su
escala axiológica; sin embargo las definiciones que de religión
aceptamos en la actualidad la presentan como reflejos fantásticos en el
cerebro humano de las fuerzas exteriores que dominan sobre la vida
cotidiana del individuo cuyo rasgo característico y fundamental es la
creencia de lo sobrenatural.[2]
En
mi opinión personal la religión es mucho más que eso. Constituye un
referente moral y ético para el individuo e implica la existencia de un
proyecto de vida centrado en el mejoramiento humano y el crecimiento
espiritual. Las religiones animistas y panteístas de las antiguas
comunidades han sido justificadas como la imposibilidad de los hombres
para explicar fenómenos naturales. Esta asociación no se sostiene del
todo si tomamos como ejemplo las culturas precolombinas como los mayas,
donde del imponente desarrollo científico se acompañaba de una rica
espiritualidad. Creer que el mundo que nos rodea y nosotros mismos somos
puramente materia es una concepción positivista y bastante pobre del
universo. El cosmos es mayor que toda nuestra imaginación porque él la
incluye dentro de sí, porque ella sólo puede existir si él existe. Por
eso el universo es capaz de contener todo lo imaginado y aún lo
inimaginable.[3]
Las
grandes religiones que conocemos hoy (cristianismo, islam, budismo, judaísmo,
hinduismo) se caracterizan por ofrecer al creyente un plan de acción a
seguir para alcanzar la felicidad o lo que pudiéramos llamar la realización
personal. EL individuo debe trabajar en sí mismo, esforzarse por mejorar
para poder considerarse un representante digno de su grupo
religioso (excluyo el fundamentalismo ya que considero se debe a
interpretaciones erróneas y en ocasiones mal intencionadas de la religión).
En los últimos años en nuestro país, y en el mundo, el pensamiento ha
tenido un marcado interés por
la religiosidad como fundamento ético que dé cuerpo y vitalidad a un
comportamiento humano que se ha visto despojado de su dignidad de origen.
Las religiones han venido a rescatar
valores culturales y morales que en algún momento cayeron en
desuso. Como médico, creo que debemos asumir la religión como espacio
que le brinda al ser humano sentido de pertenencia, cuestionamiento
individual y oportunidades para afianzar relaciones interpersonales. Todos
estos elementos son imprescindibles si se quiere hablar de calidad de vida
relativa a la salud, ya que la segunda no puede existir sin la primera. En
la práctica diaria debemos guiarnos por el principio de responsabilidad
moral (todo ser humano es agente moral autónomo y como tal debe ser
respetado por todos los que presentan posiciones morales diferentes). No
se trata de utilizar la religión del individuo para lograr los cambios en
el estilo de vida que pretendemos realice. Se trata de entender al ser
humano en su esencia como persona, respetar su opción de vida y no
venderle el tan trillado binomio salud=medicina como si fuera cierto y
verdadero. La
OMS ha decidido definir salud como un
estado de bienestar físico, mental y social completo, y no solo la
ausencia de de afecciones o enfermedades,[4]
constituyendo un fenómeno social que sobrepasa los equilibrios
biológicos, y que puede ser entendido como un sistema bioantroposocial
complejo. Dentro de este sistema la religión, independientemente de cual
sea, va a jugar un papel determinante en la satisfacción de las
necesidades del ser humano. Me
gustaría terminar esta pequeña reflexión con palabras de nuestro apóstol
José Martí que creo resumen lo que he querido expresar: “El
espíritu es lo que nos induce a conductas independientes de nuestras
necesidades corpóreas. Es lo que nos fortalece, nos anima, nos
agranda.” Notas: [1]
Llanes
Belett RA. Glosario Filosófico.
La Habana: Editorial Ciencias Médicas; 2007. [2]
Llanes
Belett RA. Glosario Filosófico.
La Habana: Editorial Ciencias Médicas; 2007 [3]
Daína
Chaviano. Un hada en el umbral de la tierra. (Noveleta contenida en
Historias de Hadas para adultos) La Habana: Edit Letras Cubanas.
Colección Radar; 1986. Pág. 128. [4]
Uribe Tolón
CA. Presentación. Antípoda, revista de Antropología y Arqueología.
Universidad de los Andes. 2006; julio-diciembre, número 3: 7. |
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