La “cronología” de Julia según José Manuel Torres Santiago
JMTS comienza su “cronología” hablando de Hostos. Quizás tenía en su
mente el libro de Günter Grass, “Mi siglo”, que anota pasajes
particulares vinculados a cada año del siglo, pues la alusión a Hostos
nada tiene que ver con Julia, sino simplemente, con el comienzo del
siglo y las profecías de su famoso ensayo “El siglo XX”. Ello pone en
evidencia la inclinación, aquí, de JMTS de sentar cátedra sobre muchos
asuntos marginales a la biografía, digresiones en algunos casos, aunque
de interés y bien fundados. Salta al 1912 con el presidente Taft y su
declarado afán de poner algún día la bandera de EUA en el polo norte,
Panamá y el polo sur. Entonces, finalmente, el 1914: llegamos a Julia,
al hambre familiar y los desmanes de la colonia.
Tras hablar de las circunstancias familiares en que nace y del “espíritu
de las aguas” que según su madre habitaba en en el fondo del río, apunta
que el padre la inició en el uso de alcohol, de modo que era
“dipsómana”, ya, “en los primeros años de la adolescencia” (42). ¿Y cuál
es la fuente que acredita el dato, JMTS, que no sea fruto absoluto de la
especulación? Pero el poeta de Guajana no se detiene ahí, pues poco
después, producto de un chisme dado a Juan Antonio Rodríguez Pagán por
alguien cuyo nombre prometió no revelar, dice, citando a Pagán, que su
padre “la inicia en las experiencias eróticas”. Por algún motivo extraño
y transfigurador, JMTS lee en ello muchísimo más: que “Julia fue víctima
de incesto” y que “fue abusada sexualmente por el padre” (43), tras de
lo cual añade, una larga lista de preguntas retóricas que remiten, a
este dato revelado, los infortunios todos de su vida “maldita”. De este
modo se da como fatalidad la vida futura de Julia, y da por ciertas las
cosas antes de referirlas.
Usted puede especular a partir de datos y expresiones aquellas cosas que
la entrelínea sugiere, pero no puede hacer pasar la especulación como
hecho. La especulación pertenece al mundo de las hipótesis y a la
ensayística estética, no al de la tesis y la crítica científica.
Contrario a la idea que la vida de Julia de Burgos le define a JMTS, yo
pienso en una Julia insumisa, completamente ajena al rencor, fuerte,
segura de sí misma, y de una dignidad sin abolladuras, de una sola
pieza, sin un ápice de víctima antes de su rompimiento con Jimenes
Grullón. Una mujer al frente de todos y de todas, “con la tea en la
mano”, que es una imagen suya de ruptura y de urdimbre revolucionaria.
JMTS hace muchos más esfuerzos por demostrar el carácter maldito de
Julia. Con fecha del 28 de junio (1914) JMTS añade a la “desventura”
juliana el haber nacido en el año en que inicia la Segunda Guerra
Mundial, pues según él, nace “bajo el terrible signo”. (¿Incluirá en su
fatal horóscopo a todos los nacidos ese año en el planeta?) En el año
1920, JMTS anota la mudanza familiar a Río Grande que JMTS ve como signo
de su futura emigración a Nueva York, Cuba, Washington, D. C., y ya,
desde los seis años de Julia, ve además en esa mudanza a Río Grande el
punto de partida de “su vida de dipsómana y desamparada entre los bums y
los homeless. ” (¿Josemanuel ve o se alucina?) En el regreso de la
familia a Carolina de 1925, JMTS ve el presagio temprano del “destierro
radical al que la empujarán más tarde las circunstancias conflictivas de
su vida” (51). Luego, la nueva “emigración” al arrabal El Monte de 1927,
prefigura ya, para JMTS, que Julia termine sus días en “la
desesperación, la depresión, el nomadismo, la miseria de la existencia y
su inmerecida muerte en el abandono, la soledad y el anonimato” (52).
En agosto de 1931, JMTS apunta que según Doel López Velázquez “Julia
milita en el Partido Nacionalista como secretaria, a veces, del Dr. Don
Pedro Albizu Campos”. La cita está tomada de una ponencia publicada en
las Actas del Congreso del Ateneo de 1992 (49). En ese entonces Julia
tenía apenas 17 años, estudiaba en la escuela superior de la Universidad
de Puerto Rico y entrenaba para competencias deportivas. Juan Antonio
Rodríguez Pagán, autor de una de las biografías más documentadas y
extensas sobre Julia, que Torres Santiago usa como fuente, conjetura que
Julia se incorpora al Nacionalismo en el 1934, tras graduarse de la
Escuela Normal y tras conocer a Albizu durante el ayuno sanjuanero de
Clemente Pereda. Juan Antonio Corretjer lo apunta así también, pues
indica que es durante el ayuno público de Pereda en la plaza de San Juan
que conoce a Julia, y que esta observaba con asombro a Albizu Campos
(“Julia en blanco y negro”, San Juan: Sociedad Histórica de Puerto Rico,
2000, 90).
El hecho de que en el 1934 Julia llame en un poema “hermano” a un joven
nacionalista caído cuando el asalto de este grupo al Capitolio en el
1932, hace afirmar a JMTS, fruto incuestionable de sus “cálculos”, que
¡“Julia participó en el asalto al Capitolio”! (57-59). Según Rodríguez
Pagán, en cambio, Julia pasa a formar parte de la Directiva, como
secretaria, del Frente Unido Femenino Pro Convención Constituyente de la
República de Puerto Rico en el 1936, y luego se integrará en otros
instrumentos de lucha política (Ibid, 121).
En el 1936, como Luis Llorens Torres la elogia enormemente, del mismo modo
que muy poco después harán muchos más, JMTS afirma que Julia tiene “un
affair” con Llorens, y que ello sería un factor en el divorcio de su
primer matrimonio. ¿Dónde está el fundamento más allá de la especulación
y la maledicencia? JMTS también le adjudica a Julia la práctica
indiscriminada del “amor libre” (104), sin señalar tampoco la fuente o
el fundamento. Me pregunto cómo puede afirmar o conocer nadie, más allá
del morbo, de la conjetura y el quizás, de la vida sexual de otras
personas, si esas cosas solo las conocen, o creen conocerlas, los que
las realizan en la intimidad compartida.
José Antonio Dávila escribe párrafos luminosos y agudos sobre la primera
poesía de Julia (112). Nilita, sin embargo, le critica que pueda leerse
en su primer libro, de manera tan clara y directa, su ideología
política, su credo, cosa que un poeta no debe hacer en su opinión. Pero
la opinión de Nilita, según JMTS carece de fundamento, pues, según anota
el chisme, lo que está detrás es un ataque de celos contra Julia por
haber captado el interés romántico de Juan Isidro Jiménez Grullón (71).
El chisme que desacredita las razones de Nilita basado en las
motivaciones que se le adjudican, es de Rodríguez Pagán, pero JMTS las
reacredita. Las razones de Nilita no se sopesan: se recurre al ataque
del portador de la idea, al argumento ad hominem.
Las relaciones amorosas que se establecen desde diciembre de 1938 entre
Julia y Juan Isidro Jimenes Grullón, no son relaciones amorosas según
los biógrafos que ya conocemos: son de “amantes”. Cualquiera conoce la
connotación peyorativa inoculada en el significado de esa palabra
elegida y que inclina la balanza con el dedo. Pero además, acto seguido,
el dato viene otra vez acompañado de la larga secuela de hechos nefastos
que “aceleran el alcoholismo” y “conducen a la muerte” (107). De esta
suerte, Jimenes es otra vez el culpable de la muerte de Julia una década
después. ¿¡Cuántas veces se habla de alcoholismo y se tacha a Julia de
dipsómana en un libro que pretende celebrarla y reivindicarla?!
La visión de JMTS sobre la relación amorosa entre Julia y Jimenes es la
usual: Juan Isidro es su amor, y la culpa de la tragedia futura de Julia
recae sobre su abandono. Lo cierto es que, al contrario, todo sugiere
que es Julia quien rompe con Jimenes por celoso, por estrecho, por
pretenderla reducida a la vida doméstica, y por no querer casarse con
ella tras culminar el divorcio con su anterior esposa. Durante este
periodo según declara Jimenes, logró que Julia no probara una gota de
alcohol. Bosch que vivía con ellos o muy cerca, declara maravillas en
torno al comportamiento de Julia y le reprocha a Jimenes algunas
mentiras y ofensas. Lo de que “ella no podía concentrarse en un amor”
(110) no debe leerse en términos de promiscuidad sexual, sino de que no
podía reducir su vida a la función de esposa a la sombra del marido…
aunque lo intentó. Eso de que la ruptura con Jimenes “significa, sin
lugar a dudas, la muerte espiritual de Julia” (palabras de Yvette
Jiménez que JMTS hace suyas, 152) es una falacia que desmiente su obra
posterior, su obra para “Pueblos Hispanos”, su premio de Periodismo
otorgado por el Instituto de Literatura en el 1946, e incluso sus versos
de 1953, año de su muerte.
La leyenda negra se apodera del libro de JMTS a partir de la página 157,
es decir, del 1942, cuando Julia regresa de Cuba a Nueva York. En este
sentido, el libro de JMTS lamentablemente pertenece al bando oscuro de
sus biógrafos más ácidos, incluidos Rodríguez Pagán y Santos Febres.
Llamo “leyenda negra” a la visión fatalista, apocalíptica y esperpéntica
de una Julia drogada por un alcoholismo severo, sexualmente abusada,
deambulante y acosada por el delirium tremens.
A lo largo de todo su exilio, aún en los años felices de su “verdad
sencilla”, Julia se muestra en sus cartas a su hermanita Consuelo muy
dolida por la difamación de que era víctima. Si consideramos que Julia
era mujer divorciada ya en 1937, a los 23 años, algo puede especularse
con base en tierra firme.
Yo recuerdo que en mi temprana adultez, en los años 70, se presuponía
que casi toda divorciada era una mujer fácil, deseosa de ser poseída. Si
a eso se le suma su no muy oculta devoción por Juan Isidro, hombre
casado, aunque separado y en vías de divorcio; si se le suma su fama
como “novia del nacionalismo”, y su militancia política desde el
liderato y la tribuna; si se le suma su moral antiburguesa, de clase,
encontrada con la fe católica y la aburguesada concepción de la mujer
doméstica y domesticada; si consideramos que Julia fue una mujer segura
de sí misma, contestataria, retadora, que no le bajaba la vista a nadie
y se sentaba a beber junto a los obreros en los cafetines y bares; y si
consideramos que hasta el final de sus días Julia fue una simpatizante,
al menos, de la revolución comunista, preñada de ardores y utopías, y
que se describía a sí misma como “materialista” en el sentido marxista,
¿cómo, entonces, no habría de ser Julia víctima de un escarnio que
seguramente fue alentado por los agentes del imperio norteamericano?
Esta, seguramente, es la base de su leyenda negra. La misma que anticipó
cuando con fingida postración y derrota decía en el primer poema de su
primer libro lo siguiente:
“Tú en ti misma no mandas; a ti todos te mandan;
en ti mandan tu esposo, tus padres, tus parientes,
el cura, el modista, el teatro, el casino,
el auto, las alhajas, el banquete, el champán,
el cielo y el infierno, y el qué dirán social”.
Es un poema liminar de autodefinición –“A Julia de Burgos”– que termina
con una rotunda rebelión social, más que política, y la “tea en la mano”
contra la moral burguesa que la acosó hasta su muerte y la sigue
acosando aun hoy. Ese “qué dirán social” es justamente lo que persigue a
Julia aquí.
La seriedad del asunto de la conducta sexual y la adicción al alcohol
debería imponerle a un biógrafo mayor discernimiento y exactitud, puesto
que la historia de esa última década de Julia está repleta de
acontecimientos de carácter muy diferente. Aparte de su premiado trabajo
periodístico en “Pueblos Hispanos”, coincide, el último lustro, con los
numerosos internados en hospitales como el Metropolitan Hospital, Mount
Sinaí, San Lucas, Harlem, Lincoln, Loeb Memorial, Bellevue Hospital, New
York Hospital–, finalmente en el Goldwater Memorial Hospital en Welfare
Island. Lo cierto es que la cirrosis que padece desde el 1947 pudo ser
causada, además del alcoholismo, por la hepatitis B o C, trastornos
autoinmunitarios, trastornos de las vías biliares, medicamentos y otras
causas. No obstante, Julia trabaja también con la Junta Nacionalista de
Nueva York, contrae matrimonio (con Armando Marín) en el 1943, trabaja
en Washington, D,C., aun en 1951 trabaja como directora del “Álbum
Literario Puertorriqueño 1950-51″ de la ciudad de Nueva York
(“Cronología”, Actas del Congreso del Ateneo de 1992). Además, Julia
participa en un programa radial dedicado a Luis Llorens Torres, ya
fallecido, poeta y amigo al que Julia alentó en Nueva York (en el 1944)
antes de su muerte. Poco antes de la muerte de Julia, en el 1953, aun
escribe versos, algunos en inglés, y participa en el hospital de las
reuniones con Alcohólicos Anónimos. Es indiscutiblemente que una aureola
de muerte la rodea como a una heroína de tragedia griega. Pero esa
aureola está presente desde su primer libro, ciertamente, como una
fatalidad que solo puede explicar razonablemente su conciencia de sí
misma, en choque abierto y franco con el mundo colonial y burgués que su
dignidad rechaza.
Aparte de la adscripción de Julia como poeta maldita, muchos otros
comentarios de JMTS, como estudioso de raíz marxista de la historia y de
la literatura puertorriqueña, tienen interés. Hay una fotografía de
Julia (101) en la que aparece en ropa de montar a caballo –con
pantalones, por tanto– al lado de Llorens y otras mujeres, lo que nos
recuerda que JMTS vincula a Julia al principio del libro con la
tradición feminista y proletaria de Luisa Capetillo (19). El temprano
elogio, en toda su extensión, de Trina Padilla de Sanz (103), hecho en
el 1938, contrasta con los inútiles chismes en torno a Nilita Vientós
Gastón (116-117). La bifurcación ocurrida en Nueva York dentro de las
filas del Partido Nacionalista, por la acción divergente del grupo
marxista de Corretjer y Soto Vélez, al que Julia pertenece (133). La
visión de Julia como precursora de la poesía comprometida (134) de los
años sesenta es muy importante. JMTS piensa que nadie en Puerto Rico, ni
siquiera Corretjer, hace en Puerto Rico una poesía nacionalista de
inclinaciones proletarias a mediados de la década de 1930 como la hizo
Julia. (En esa época, añado, tampoco la hacía Pablo Neruda en Chile.)
Me preguntaba yo hace unas semanas cómo habría impactado a Julia la
excarcelación de Albizu en el 1943, que vino a coincidir con su regreso
a Nueva York donde viven ambos (“Julia de Burgos: Más allá de su pausa
para e amor”, www.lasletrasdelfuego.com ). JMTS se pregunta más: ¿cómo
impactó a Julia la revolución nacionalista de 1950? Especula el poeta,
con relativa certidumbre esta vez, que quizás no hay registro de ello
porque para esa época ya Julia se hallaba en un estado de salud muy
comprometido, de desamparo y errancia (180).
La recapitulación, muy breve, que JMTS hace al final de la obra, no
alcanza a dejar en el ánimo del lector otra cosa sino una imagen
polémica, contrariada, lastimosa, y barroca. De desear hubiera sido que
JMTS dejara en el ánimo del lector el hálito de grandeza que deja
Octavio Paz en su biografía “Sor Juana Inés de la Cruz, o las trampas de
la fe”. En este libro Sor Juana cae vencida, pero sin embargo triunfa
por la fuerza de su creatividad, y porque sus enemigos aparecen en el
libro como fuerzas oscurantistas. Otro caso de comparación a desear
hubiese sido la trágica vida de Frida Khalo.
Consideraciones finales
“Julia de Burgos, poeta maldita” es un libro que pone de relieve una
dedicación muy intensa. Si pensamos que JMTS vivió también sus últimos
años acosado por el Parkinson, e intentando tratamientos diversos en
varios centros hospitalarios, incluyendo alguno de Cuba, entonces,
quizás, pensó o sintiose, él mismo, poeta maldito, en la misma brecha de
Julia.
Sin embargo, Juan Bosch le reprocha a Jimenes su falta de delicadeza al
hablar de Julia, recordándole que Martí aleccionaba, como norma moral
inquebrantable, que no manchemos nuestra vida “diciendo mal de mujer”. Y
que si hemos de hablar mal de una de ellas, nunca sea en cuanto mujer.
Hablar de Martí, y recordar nuevamente de inmediato su lección sobre los
desagradecidos con el sol que hablan sólo de sus manchas en lugar e
hablar, agradecidos, de su luz, está a solo un paso.
Juan Sáez Burgos me preguntaba anoche, repito, cómo el “milagro
desprendido de la tierra al alba” que era Julia para Guajana en el 1964
vino a reducirse a esta alegada dipsómana deambulante que nutre su
leyenda negra… Yo no lo sé, Juan. Yo no sé. El editor me recuerda, con
razón, que JMTS se caracterizó toda su vida por una visión muy
particular de las cosas, siempre polémico y controversial. Pero me duele
que un siglo después aun sea víctima de todos nosotros. Mas a la larga y
a la corta, lo verdaderamente indefectible y exacto, es que unos y
otros, en la luz y en la sombra, la llamamos, entrañablemente, poeta. |