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Hablando de Cervantes:
“La figura en el tapiz”, de Jorge García López

Marcos Reyes Dávila
marcosreyesdavila@gmail.com

 

La historia de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” es un tema preferido de la cultura no solo hispana, sino mundial. Se acuñan baratijas con su efigie en Taiwán y en todas partes. Mas es, como Hostos para la inmensa mayoría, “un ilustre desconocido” a quien todos creen conocer pero pocos han leído.

Me dio curiosidad este año regresar a sus andanzas y decires, y deseo de volver a él, pues celebramos un nuevo centenario –el cuarto– de la publicación de la segunda parte (1615). Quise buscar una nueva biografía y escogí la publicada justamente este año por Jorge García López titulada “Cervantes: la figura en el tapiz” (Barcelona: Pasado y Presente, 2015, 282 págs.).

Durante mi estancia de estudios graduados en la UNAM a principios de los setentas –seguramente en el 74–, un ruso de nombre Ludovic Osterc ofrecía un curso sobre el Quijote en el que me matriculé, y para el que preparé una monografía sobre el pensamiento político y social en “El Quijote”, si no recuerdo mal, tema que precisamente entonces trabajaba Osterc, y que tuvo como producto un libro que salió publicado muy poco después (1975). Recuerdo la larga y dificultosa, pero absorbente, lectura, y la tarde en que Alonso Quijano se me murió ante los ojos y en mis brazos... “Para mí sola nació don Quijote, y yo para él”, dice en su párrafo final, en la edición de Ramón Sopena repleta de grabados, particularmente, los fascinantes de Gustavo Doré. He sentido el deseo urgente de decir lo mismo en más de una ocasión, y he hecho mías las palabras citadas. Me propongo releer “El Quijote” este año, pero ahora en la reciente edición de la Real Academia de la Lengua.

El libro de García López me interesó cuando advertí en la descripción el enfoque privilegiado que hace al respecto de las diferentes versiones del humanismo que corrieron, metamorfeándose, a lo largo de los siglos de oro. García López insiste en explicar que el humanismo de comienzos del XVII es muy diferente de humanismo del Renacimiento, y no puede reducirse a Erasmo y Lutero. Ese fue parte de mi enfoque en aquella monografía inspirada en mis lecturas de estética marxista, pues tomaba además un curso con Adolfo Sánchez Vázquez, aunque desconocía entonces esta distinción entre el humanismo de un siglo y del otro. Pero ello no me impidió ver cómo en “El Quijote” Cervantes hace una crítica profunda de la España de inicios de siglo, conservadora y corrupta, a la luz de unas ideas –utópicas, por lo radicales– que me parecían revolucionarias. Siempre me pareció extraño, y relevante, el episodio al final de la segunda parte, cuando don Quijote se topa y convive con los bandoleros de la región de Barcelona liderados por Roque Guinart. Nunca comprendí por qué don Quijote, que se caracterizó por hacer justicia y desfacer entuertos, no la emprende contra el bandolero sino que, por el contrario, se siente acogido y a gusto en su compañía. Ello me movió a especular que Cervantes, que sí la emprende decidida y claramente contra el aparato estatal monárquico, la aristocracia y la iglesia institucional, simpatiza con una revolución social de hondo calado y compleja

estructura utópica. No he encontrado ninguna explicación satisfactoria en la obra crítica sobre el episodio de Roque, que imagino que debe existir. Pero en los textos consultados, incluyendo este libro de García López, el episodio se mantiene entre la sombra y el silencio.

Jorge García López es profesor de Literatura Española e Hispanoamericana en la Universidad de Girona, especialista en la literatura medieval y de los siglos de oro. Un cervantista muy leído, erudito, y un estudioso de Borges, entre muchas otras cosas. El libro se divide en siete partes determinadas, en principio, cronológicamente, más un anexo sobre la estética cervantista, un comentario bibliográfico de cada parte y un índice de nombres. En la introducción comienza por sus últimas días, cosa que al final nos sorprende no hallar. Pero es que a juicio de García López sus últimas decisiones iluminan la obra entera, los secretos de su entero discurrir. La clave la activa un joven que se encuentra en el camino y lo llama “el regocijo de las musas”, expresión que hace que Cervantes crea que su obra es leída como pura comedia que oculta o vela la intención audaz de su ironía y sus parodias. De allí García López parte a exponer los mitos construidos en torno a un vivir demasiado oscurecido por silencios, por la falta de información acerca de su juventud, su educación, y los años que pasó tras la época de madurez en que ocupó diversos puestos para la corona tras la publicación de la primera parte de “El Quijote”, y producto de pretender tomar por alusiones biográficas algunos sucesos y expresiones de la obra de ficción. De modo que el libro de García López se

propone corregir especulaciones tomadas por ciertas, tal como ocurre con el famoso cuadro que se cree es un retrato de su época, y en realidad se trata de una pintura de principios del siglo XX. Es decir, que no hay otro retrato de Cervantes que no sea el hecho verbalmente por él mismo y otros por el estilo. En las rectificaciones, García López la emprende contra figuras principales como Unamuno y Américo Castro. No hay referencia, sin embargo, a José Antonio Maravall, autor de mi predilección que introduce en lengua española eso que conocemos como “historia de las ideas”, y autor del libro “Utopía y contrautopía en ‘El Quijote’” (Madrid: Visor-Libros, 2006, 250 págs.), libro de 1976, pero revisado por el autor que murió en el 1986. Para lograr esto, García López hace un estudio erudito de las fuentes bibliográficas e ideológicas de los siglos de oro, ciñéndose a la cronología, y ciñéndose a la documentación incontrovertible existente y consultable. Ni siquiera se permite el autor juzgar al autor por lo que “piensa” o expresa de sí mismo (25).

García López explora bastante la infancia de Cervantes y el contexto familiar y comunitario en el nace. Colige que la fecha exacta de nacimiento pudiera ser el 29 de septiembre de 1547, puesto que conforme a la costumbre, ese es el día de san Miguel. Descarta que pueda tomarse con certidumbre que hubiese estudiado con los jesuitas, explica lo que significaba ser entonces un cirujano, ocupación de su padre, y

repasa lo que era entonces la corte peregrina de la España imperial de Felipe II. Cervantes demuestra su temprana afición por las letras, puesto que hay ya obra –un soneto– a su nombre de 1567. Además, García López estima con certeza que en el caso de Cervantes no puede hablarse de un autor “lego” o autodidacta, puesto que salta a la vista desde su juventud que tiene una formación cultivada. Destaca la aportación que en ello hubiese podido realizar Juan López de Hoyos, quien le pide a Cervantes poco después, hablándole con familiaridad y afecto, varios versos para una publicación de la Corte. López de Hoyos era rector del Estudio de la Villa de Madrid que preparaba los alumnos para la educación universitaria.

Abruptamente, no obstante, Cervantes aparece en la navidad de 1569 en Roma y Nápoles, cuna y centro de la cultura humanística y renacentística donde estará al servicio de un cardenal, y donde se enrolará poco después en la milicia mediterránea (“los tercios”, 1571), desde la cual participará en la batalla de Lepanto contra los turcos, y a propósito de la cual, como resultado de acciones heroicas, resultará herido de tres tiros de arcabuz y perderá el uso de su mano izquierda. Luego de una prolongada convalecencia en Messina, Cervantes intentará regresar a España para pedir a la corona nombramiento en reconocimiento de su servicio, y es entonces que será apresado en alta mar y llevado a Argel como cautivo de alta categoría, para pedir rescate. Entonces se inicia su largo infierno en el cual logrará sobrevivir a pesar de intentar fugarse en cuatro ocasiones (1575-80). Una vez la familia conoce de esto, toda ella toma parte en reunir el dinero necesario, hecho que no culmina hasta el año 1580.

García López nos cuenta que Cervantes quiso ser antes que nada dramaturgo. Su amor a las tablas está presente desde su juventud. Pero no logró destacarse en un mundo dominado por el arte nuevo de hacer comedias de Lope de Vega, y el desarrollo técnico que toma impulso con las nuevos corrales que se construyen durante los años de cautiverio de Cervantes. No obstante, García López va a destacar en la obra de Cervantes parte considerable de ese teatro, y particularmente los entremeses. Estos, junto a las "Novelas ejemplares" y "El Quijote", constituyen el grueso innovador de la obra cervantina.

Mas a Cervantes lo acecha además la necesidad de trabajar para vivir. Las concesiones que obtiene de la corona lo obligan a vivir en los caminos como recaudar de impuestos, comisario del rey y juez ejecutor. La proliferación de documentos que implican sus labores, permite seguirle la pista a Cervantes en esta época. Esa andanza le hará factible trabajar piezas menores, pero no la novela, que tendrá que esperar su momento. No obstante, esa vida por todo el centro castellano y el sur andaluz lo pondrá en contacto con innumerables experiencias y personajes que poblarán las obras por venir. Además, vendrá su casamiento con Catalina Palacios, su residencia establecida en Esquivias, entre Toledo y Madrid.

Según García López, Cervantes va planteándose problemas estéticos que resuelve de manera inesperada a partir de esas obras menores, los entremeses y las novelas ejemplares que va cuajando. Es tesis de mucha probabilidad, que el mismo Quijote tuviera su origen como novela corta ejemplar. A fin de cuentas, la primera parte está preñada de varias de ellas. Lo que le falló a Cervantes fue el marco literario envolvente, pues este se convirtió inesperadamente en el atractivo principal del texto, efecto que evitó y resolvió en la novela de 1615. La mayor parte del análisis sobre Cervantes de García López se nutre, más que del propio "Quijote", de los entremeses, las comedias y las novelas ejemplares.

Hay demasiadas repeticiones, y a la luz de mi pobre juicio, algunas contradicciones. Por ejemplo, en la página 183 García López dice que “‘El Quijote’ no está influido por Erasmo”, pero añade en la misma oración, inmediatamente, lo siguiente: “pero es sin duda algo muy parecido a lo que soñaron humanistas como Erasmo o Juan Luis Vives”. De igual modo señala que la vida de Cervantes “fue de lo más normal en la época, ni heroica, ni mostrenca”, para declarar inmediatamente después que sí “tuvo momentos de heroicidad en la juventud, sin duda, en Lepanto y durante su cautiverio” (245). ¿Entonces?

García López apunta a que Cervantes descubre al final de su vida un tema inédito: la fama, y también un nuevo personaje: él mismo. Son múltiples sus ensayos estéticos, nos dice. Va del “somnium” humanista, la sátira menipea, la novela picaresca, la novela italiana, la novela corta de apotegmas, el realismo literario a través del uso de procedimientos dramáticos, la ironía, el “neocinismo” y la parodia. Todo palidece, a su juicio, ante la majestuosidad del nuevo Quijote que sale en noviembre del 1615. La supresión de novelas intercaladas permiten desarrollar la complejidad sicológica y pasar del terreno de la comicidad a la melancolía y la tragedia.

García López había opinado en la introducción del libro que la obra de Cervantes es “una respuesta extraordinaria a los retos del humanismo finisecular del último Quinientos” (22), es decir, que se erige en burla del humanismo de Erasmo de Rotterdam por considerarlo un conjunto de “dogmas inútiles” (150). Para García López el barroco del siglo 17 es, lejos de la alegada “palabrería hueca” un “humanismo de nueva planta, menos inocente, más científico y riguroso”.

Sin poder hacer juicios de tal calado, alcancé a ver en mi monografía sobre Cervantes de hace 40 años una novela en la que se hacía la crítica del mundo social ante sus ojos a la luz de las aspiraciones y las utopías forjadas al calor del renacimiento, tanto a través de las alegadas locuras del Quijote, como de las también alegadas simplezas de Sancho. El gobierno de Sancho es inaudito, y virtuoso, a pesar de carecer Sancho por completo de sangre noble, aristócrata, y a pesar de ser el más simple villano. Los nobles, en cambio, son corruptos de alma. El bandolero Roque usa las armas contra la monarquía para hacer justicia a la gente común.

¡Qué extraordinario es “El Quijote”! Feliz cumpleaños.

Marcos Reyes Dávila
marcosreyesdavila@gmail.com

Tomado del blog "Las letras del fuego": http://www.lasletrasdelfuego.com/ - martes 16 de junio de 2015

Link: http://www.lasletrasdelfuego.com/search/label/Cervantes

 

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