El Romanticismo como construcción política y expresión cultural. |
Según
afirma el Dr. Javier del Prado profesor de literatura de la Universidad
Complutense de Madrid, que hablar de romanticismo se ha vuelto complicado
por la mitificación que ha sufrido el término, al aplicársele
indiscriminadamente a multitud de significados, ha venido pues, a ser sinónimo
de triste, sentimental, enamorado, así como también se ha usado para
calificar una puesta de sol, un paisaje, una persona y frases amorosas
consideradas hoy fuera de uso.[1] Sin
hacer disquisiciones sobre el significado específico del término, este
ensayo quiere esclarecer algunos de los aspectos del romanticismo como
movimiento cultural, literario y artístico que surge en Europa a finales
del siglo XVIII y principios del siglo XIX, extendiéndose rápidamente
por todo el viejo mundo para refugiarse en su última decadencia en América
Latina, donde vive su último momento de esplendor hacia la segunda mitad
del siglo XIX. En
las siguientes líneas me interesa precisar además sus relaciones con lo
social y lo político, su influencia en el pensamiento de la élite
colombiana, que en la segunda mitad del siglo XIX intentaba reformas que
alejaran al país de la herencia colonial y que con principios liberales
intentaban acercar al país al mercado mundial, al desarrollo y a la
consolidación de la nacionalidad. “Todo
el romanticismo europeo, incluso aquel que pretende ser apolítico, lo
mismo que el que posteriormente aspira a representar el arte por el arte, posee siempre importantes acentos políticos
inmanentes y desempeñan de manera consciente o inconsciente, su papel en
una sociedad integrada por nuevas masas y nuevos individuos.”[2]
En
esta misma dirección, Lord Byron, el gran poeta inglés habla de “la
verdadera poesía de la política consiste en cambiar las condiciones de
vida en una lucha por la libertad, por la revolución. A esta idea se
agarra el ala derecha nacional
revolucionaria, el ala fascista
del romanticismo, más también el ala izquierda
del mismo. Carlos Marx procede directamente del romanticismo”[3]. El influjo que Byron ejerce sobre la juventud se debe pues a esa mezcla impetuosa de poesía y política, el poeta para él tenía la misión de ayudar al hombre a tener una vida más digna. Como
ya se dijo, el Romanticismo nace en Europa en el último cuarto del siglo
XVIII, inicialmente en Inglaterra y Alemania para pasar en la primera década
del XIX a Francia donde tiene su mayor florecimiento y desde donde se
extenderá a España, Italia y Rusia entre otros. Inglaterra,
durante los siglos XVIII Y XIX lo ve surgir de su seno y acoge en él
todas las revoluciones europeas, es decir, allí nace la revolución
industrial y el romanticismo y de la misma manera también acoge a todos
los revolucionarios, fugitivos y perseguidos de otros países, es al lugar
de exilio de franceses, polacos, húngaros, italianos y alemanes, gentes
que tenían algo de héroes y algo de bandidos, empero y más allá de
estas características, Inglaterra seguía siendo la patria del
conservadurismo y por excelencia de las Instituciones de la Monarquía
Parlamentaria, las que permanecen en pié gracias a la alianza entre sus
clases dirigentes. Las
primeras manifestaciones del romanticismo inglés están unidas a una
mirada de la literatura medieval, la nobleza se interesa por las ruinas
medievales transformando sus propiedades en castillos a la usanza gótica,
al culto de lo natural y de paisajes que en ocasiones rememoran tiempos
perdidos o sueños en lontananza. Algunos poetas empiezan a cantarle a la
naturaleza, por ejemplo, Thomas Gray compone el poema “Volvamos a la
Naturaleza”, evocación de un viejo sueño Celta, este fue un llamado a
mirar el pasado del que provienen sueños de nostalgia y de belleza. Esta
forma y matices al mirar el pasado, esa intención de partir siempre de un
recuerdo nostálgico de lo que fue, permanecerá marcadamente acentuado en
el resto del romanticismo europeo y latinoamericano. Muchos
de los románticos ingleses descienden de pueblos vejados por el afán de
crecimiento del capitalismo inglés: Escoceses, Galeses e Irlandeses, con
lo cual, y dentro de la literatura romántica propia de estas latitudes,
dio origen a la aparición de una serie de “héroes plebeyos”, cuyos
matices y elementos característicos los identifican como los inadaptados,
mendigos, vagabundos y aventureros, al mismo tiempo que se canta y evoca
la parroquia lejana, el riachuelo de una humilde aldea, el sonido de un
viejo y olvidado campanario, etc. Entre
1789 y 1822, fecha del fallecimiento de Shelley, el romanticismo inglés
alcanza su culminación con lo “cinco grandes”: Blake, Coleridge,
Wordsworth, Shelley y Keats. Byron,
es el poeta romántico inglés por excelencia, el poeta fuera de serie,
autor de obras como Don Juan, El Corsario y La Prometida de Abydos entre
otras. Como características determinantes o fundamentos decisorios que
marcan y se deslizan de mil formas y componentes en su literatura, podemos
enunciar la violencia, la impetuosidad, lo satírico, el tormento o la
ausencia al vivir en un mundo que no ofrece respuestas, ni oportunidades
pero que al mismo tiempo avivan esa sed de vivir por lo auténtico, por la
utopía hecha realidad; de ahí pues, que no sea gratuita su muerte en
Grecia cuando luchaba al lado de esta nación para detener la invasión de
los Turcos, reafirmando esa visión de lo propio y de la nación como
elementos inalienables de una identidad histórica única. En
consecuencia, no es gratuito pues, que se señale a Lord Byron como el más
auténtico representante del romanticismo inglés, personaje que influyó
de distintas formas tanto en los demás románticos europeos como
latinoamericanos que hoy, es posible clasificar sus características y
hablar del “Byronismo”. Entre
esas se pueden mencionar las siguientes: -
Inquietud perpetua. -
Interrogantes sin respuesta. -
Melancolía que llega con frecuencia a la desesperación. -
Tedio de vivir. -
Egocentrismo que frecuentemente termina en narcisismo. -
Deseo de soledad, desprecio por lo social y colectivo. -
Actitud claramente hostil a la opinión común, a los prejuicios
morales y reivindicación de una libertad ilimitada. A
este conjunto de actitudes y de características se le dio el nombre de
“mal del siglo”. Muchos de los grandes maestros del romanticismo
terminaron en el suicidio o fueron víctimas de muertes absurdas y, no
pocas veces, buscadas por su temerario atrevimiento. En
otro contexto, en Alemania, la revolución industrial sólo cobra vida y
dinamismo a partir de la segunda mitad del siglo XIX. La devastadora
guerra de los siete años, el fraccionamiento de su territorio, la falta
de unidad política, fueron circunstancias que retardaron el desarrollo
alemán en casi todo sentido. Por eso, la Alemana es la última de las
literaturas europeas en perfilarse, la lengua alemana por ejemplo,
permanece relegada en las Universidades a un segundo plano por el Latín,
lo que en la práctica obstaculizó el desarrollo y nivel alcanzado por
algunas de sus lenguas vecinas. Empero,
hacia 1774, cuando Goethe publica el “Werther” se inicia la búsqueda
en Alemania de un lenguaje poético moderno, se intentó modernizar la
moda y las costumbres, tratando de distanciarse de las arraigadas
costumbres e influencia francesas, se trató en suma, de luchar por una
reafirmación de lo nacional y lo popular, por un ideal racionalista, pero
cargado de mucho corazón y sentimientos. Entre esa pléyade de
representantes alemanes del romanticismo podemos mencionar a: Herder,
Schiller, Lessing y algunos de sus contemporáneos fueron Hegel, Bethoven,
Kant, Fichte y Schuman entre otros. En
este orden de ideas, es importante señalar cómo el romanticismo surge
específicamente en países protestantes, es decir, en aquellos donde la
Iglesia había sufrido transformaciones bastante significativas, muchas de
las cuales se inscriben en la llamada Reforma: En Inglaterra con Enrique
VIII y en Alemania con Lutero que, según palabras de F. Heer, significó
un trascendental cambio en la conciencia del Yo: “Esto es, que el
reformado no acepta intermediación en su relación con Dios, así,
sacramentos como el de la Confesión fueron abolidos y el libre examen de
las Escrituras le permite una interpretación personal de los preceptos de
su fe y de sus creencias”. Por
el contrario y sin ser dogma lo anterior, el romanticismo tomará gran
auge en países profundamente católicos como Francia e Italia y
obviamente, por extensión en buena parte de América Latina, en los
cuales, una visión de Cristo como redentor de los humildes marcará todo
su desarrollo. En
Francia por ejemplo, se ha considerado a Jean Jacob Rousseau como padre
del romanticismo francés; este Ginebrino (reformado) y protestante de
formación, usó por primera vez la palabra “romantique” (romántico),
en su obra “Las Ensoñaciones de un paseante Solitario”, como sinónimo
de pintoresco, salvaje, no transformado por la mano del hombre,
significado que derivará también hacia: Espontáneo, natural y bello en
el sentido de no manipulado por la civilización. Al
llegar a este punto, es necesario precisar que distintos estudiosos han
llegado a distinguir tres momentos claramente diferenciados del
romanticismo francés así: -
Primer Romanticismo: Situado alrededor del 1800; su estructura
profunda estaría determinada por la herencia filosófica del siglo XVIII
y fundamentalmente por la Revolución de 1789, sus obras están escritas
en prosa y dedicadas a la autobiografía y la novela. A este primer
momento corresponden Rousseau, Madame de Staël y Chateubriand. -
El Segundo Romanticismo se sitúa entre 1820 cuando aparecen las
primeras obras de Lamartine y 1848, fecha de la denominada revolución
fracasada; la estructura literaria viene determinada por la posición
frente a los acontecimientos de 1789, bien, de carácter positivo o bien,
de énfasis pesimista y negativo, en tales posturas, dos temas son
dominantes: La Libertad y Napoleón. Se escribe fundamentalmente poesía
(lírica y teatro), pero de la misma manera, significa además, el
florecimiento de la novela, tanto históricas como las de Vigny, Victor
Hugo y Balzac o realistas como las de Lamartine, Stendhal y también,
entre otros, Balzac. -
El Tercer Romanticismo es fruto del fracaso del 48, con el cual la
poesía se interioriza, es decir, toma como elemento referencial
fundamental al hombre mismo abriendo el campo para la aparición de una
nueva concepción estética, esto es, El Parnacianismo. A este período
corresponde la obra final de Victor Hugo, Vigny, Nerval y Baudelaire. En
la novela se acentúa el realismo, la objetividad y la ausencia de
compromiso político que, según importantes estudiosos, se da gracias al
fracaso de la disuelta revolución de 1848. En
síntesis, es posible afirmar que el romanticismo francés se inscribe en
el espacio sociocultural, socioeconómico y socio político que determinó
la vida de los pensadores que van desde Rousseau hasta Baudelaire. De
otro lado, la aparición del romanticismo en España, esta igualmente
relacionada con el ascenso de la burguesía, en el período entre 1808 a
1836, caracterizado por el constante enfrentamiento y persecución de jóvenes
intelectuales que, desde la literatura y la poesía atacarán la monarquía
y a sus defensores agrupados, en el llamado Movimiento Absolutista. En la
práctica, un buen número de estos escritores jóvenes fue puesto en
prisión y otros, obligados a exiliarse en países como Francia e
Inglaterra de donde asimilaron y difundieron las novedades que para ellos
ofrecían las distintas expresiones del romanticismo. De dichos
escritores, pueden mencionarse entre otros a: Martínez de la Rosa,
Gallardo, el Duque de Rivas, Mariano José de Larra, Espronceda, etc. Estudiosos del Romanticismo español, señalan como fecha inicial del movimiento en este país el año de 1835, cuando se estrena “Don Alvaro o la Fuerza del Sino”, drama en verso del Duque de Rivas. En 1844 aparece “Don Juan” de José Zorrilla y en 1849, “La Gaviota” de Fernán Caballero. Sin embargo, a pesar de que el romanticismo Español es heredero directo del Francés, es posible destacar en él, el gusto Español por lo histórico y caballeresco, teniendo en cuenta que los escritores españoles asimilaron el espíritu romántico de la Edad de Oro, toda vez que ésta expresaba en sus contenidos muchos de los elementos considerados como románticos. El Romanticismo y algunos de sus principios Definir
el Romanticismo en síntesis, es una tarea bastante difícil, tanto que
para muchos es un asunto sencillamente imposible. No obstante, es posible
hablar de algunos de sus principios. En general se puede decir que es una
actitud vital que se manifiesta en todos los aspectos de la vida y sus
formas, en el arte, la política, la religión, la literatura, la poesía,
y la música entre otros. En
literatura, el romanticismo es una reacción frente a las formas rígidas
del clasicismo y del neoclasicismo. Se busca la libertad en las imágenes,
en las ideas, en los sentimientos, en la expresión y en los temas,
buscando lo humano, lo nacional, lo heroico, lo divino y lo
extraordinario. En
política y aspectos sociales se identifica con el liberalismo constituyéndose
en una réplica de la sociedad burguesa frente a los excesos del
absolutismo monárquico, pero al mismo tiempo combate la anarquía de la
revolución popular, pues, el romántico a la vez que lucha por la
Libertad quiere una sociedad estable. De
otro lado, en la Filosofía se considera que el romanticismo nació como
defensa del sentimiento y de la imaginación frente a la razón, el análisis
y la especulación, pero sin los cuales no hubiera podido existir. Así,
el romanticismo ha sido presentado como el conjunto de movimientos
intelectuales que a partir de fines del siglo XVIII hicieron prevalecer el
sentimiento sobre la razón y la imaginación por encima del análisis crítico. Se
consideran como fuentes filosóficas del romanticismo los siguientes
aspectos: - El fracaso de la razón como instrumento para explicar la
totalidad del Yo, y – El protagonismo del Yo como Valor Supremo. De
esta forma por ejemplo, el lugar salvaje, natural y no contaminado por la
civilización al que Rousseau llamaba “romántico”, será el refugio
de las almas naturales, espontáneas y diferentes que huyen de los
espacios colectivos y artificiales de la sociedad. La tierra no es vista
por el romántico con el ojo del rentista sino desde un punto de vista estético,
sublime y colmado de toda contemplación; es así como describían
paisajes observados como “las peores tierras pero las más bellas, sombrías
y los rincones más solitarios (...)”[4];
es evidente la oposición a los conceptos económicos difundidos por la
burguesía, tanto, que el escritor y pensador romántico será prontamente
rechazado por las élites como individuo soñador, vago, desadaptado,
vagabundo y por lo tanto, improductivo. Las fuentes del romanticismo que
antes expresaban la oposición del Yo y la sociedad (soledad –
colectivismo) ahora vienen a expresar la oposición del Yo a la estructura
social burguesa. Algunas
de las características determinantes del tipo romántico son: -
Romanticismo y juventud van unidos. -
La mayoría de ellos muere prematuramente. -
Temperamento nervioso, sensibles y de aptitudes para comunicar
desde el arte y la estética. -
Espíritu intrépido, más brillante que profundo. -
Originalidad no sólo en la expresión literaria sino también en
sus ademanes, forma de vestir, léxico, en sus actitudes frente a la vida,
en sus relaciones sociales y principios relativos al amor, el matrimonio y
la muerte (alusión a este tipo de expresiones se describen con lujo de
detalles en la novela del escritor argentino Federico Andahazi. Las
Piadosas. Barcelona. Plaza y Janés. 1998.219p.) -
El romántico considera a sus contemporáneos retrasados en sus
principios morales, sociales y artísticos, los llama “burgueses”,
“tenderos” y “filisteos”, de ahí, cierto tono antiburgués que
estuvo presente con mayor o menor intensidad en la obra de un buen número
de escritores románticos. No
es gratuito pues, que ese estado del alma romántica da un tono especial a
la primera mitad del siglo XIX y señala la crisis de la conciencia
europea. Ese nuevo estado espiritual originado en buena medida por el
desgaste del racionalismo, el neoclasicismo y el cristianismo estaba
principalmente constituido de insatisfacción del mundo contemporáneo, de
inquietud ante la vida, de tristeza inmotivada, razón por la cual Goethe
habla de lo clásico como sano y lo romántico como enfermo, de ahí que
se hubiera acuñado la expresión “mal de siglo” para señalar el
padecimiento de todos los hombres románticos. La
protesta de los románticos señala la inconformidad frente a todo lo
existente y el anhelo vago de algo mejor. El papel de la razón como
inspiración y como guía ha desaparecido para los románticos, solo queda
el predominio de la imaginación y de la sensibilidad. Pero
el romanticismo no fue sólo un fenómeno literario, nació ligado
igualmente a otras corrientes de pensamiento político y social: El
Liberalismo, el socialismo y el comunismo y se aferra a una profunda
voluntad de trascendencia histórica, de ahí su énfasis en dos asuntos:
La Libertad y el Progreso. Delacroix,
el gran pintor francés representa la Libertad como una bella mujer que
enarbola una bandera tricolor y que luce un gorro frigio; Victor Hugo por
su parte, dirá romanticismo es el Liberalismo en literatura. Son alegorías
del romanticismo que estrecha su compromiso político cuando canta,
siguiendo los ideales de la revolución francesa a la libertad de los
pueblos; la Libertad lleva aparejada la idea de progreso y por
consiguiente la de cambio y revolución. Lamartine compone su Oda a las
revoluciones en la que vuelve al significado primitivo de la palabra
revolución: Movimiento circular por el cual un objeto (mundo) tiende
necesariamente al punto del que partió (Dios). Lamartine soñaba con ser
el Padre de una revolución que instauraría en Francia para siempre, la
Justicia y la Libertad, mientras Victor Hugo concede al poeta una misión
y un sentido Mesiánico como el gran conductor de los pueblos. La
poesía romántica tuvo también una dimensión satírica, especialmente
en su dimensión de lucha política, ese es el caso de Lamartine y de
Victor Hugo y de los poetas que combatieron el bonapartismo o que
experimentaron el fracaso del 48. Lo
social pues, siempre estuvo presente; en “Los miserables” Victor Hugo
traza un vasto escenario donde se ven actuar curas, jueces, policías,
ricos depravados, pobres y prostitutas. Eugenio Sué pintó en “Los
misterios de París” todo el bajo mundo de la ciudad y lo mismo hizo
Balzac en la “Comedia Humana”. Los miserables plantea en conflicto
entre conciencia y justicia social: Un hombre es condenado a galeras por
haber robado un pan. Por
último, es necesario mencionar el auge que la novela histórica tuvo en
el mismo contexto del siglo XIX, aunque en el siglo XVIII se habían dado
pasos, como el caso de Voltaire en su escrito “Ensayo sobre las
costumbres”, donde intenta mostrar una historia de las costumbres de las
sociedades interesándose por los factores económicos y sociales que según
él condicionaban el devenir histórico de las mismas. Empero,
el verdadero auge de la novela histórica en Europa se dará en el siglo
XIX; la Revolución Francesa había creado el sentimiento de autonomía
nacional en todas las capas de la sociedad, fenómeno que se extenderá
fuera de Francia, a raíz de las guerras napoleónicas que hacen volver
los ojos de cada Nación hacia su pasado glorioso. Sir Walter Scott plasma en sus novelas las principales etapas de la historia de Inglaterra. En Francia, la novela histórica aparece en 1825 con la obra de Vigni “El Cinq – Mars” que narra la conspiración de 1639 contra Richelieu. En 1828, aparece la “Crónica del tiempo de Carlos IX”, novela de Prosper Mérimée que describe las guerras religiosas de aquel siglo. En 1829 se publicó “Los Chuanes” de Balzac en la que pinta la Revolución Francesa y el enfrentamiento entre monárquicos y republicanos; con esta obra Balzac inaugura el método documental: Lee Memorias, Biografías, distintos estudios y recopila testimonios en el lugar de los hechos, convirtiendo así la novela histórica en un estudio social con un marcado tono populista. Lo mismo hizo Victor Hugo en “Nuestra Señora de París” y entre otros, Alejandro Dumas en “Los Tres Mosqueteros”. El Romanticismo en Colombia: Su influencia en la Literatura y en la Política La
situación de la Literatura Colombiana en la segunda mitad del siglo XIX
se caracteriza por la imitación de las formas estilísticas predominantes
en las literaturas Europeas, especialmente de la Inglesa y la Francesa. En
1850, cuando ya el romanticismo era prácticamente cosa caduca en Europa,
en Bogotá, la “Atenas Suramericana”, estaba en todo su furor. Hacia
1850 el país, con unos partidos políticos en formación se agitaba entre
el ansia de reforma y la lucha por sostener la tradición de unas
estructuras coloniales. El afán reformista de liberales, comerciantes y
artesanos dio lugar al surgimiento de una vasta literatura política de
corte radical y a la adopción de la herencia romántica Europea creada al
calor de la Revolución Francesa de 1848, que llenó de expectativas políticas
especialmente a los artesanos y a jóvenes universitarios; y al
surgimiento de movimientos y teorías políticas de tendencia utópica,
como la producida por las Escuelas de Blanc, Saint Simon y Fourier. Muchos
de los seguidores de éstas tendencias partían del principio de que el
Progreso seguía una línea indefinida hasta culminar en un Estado Democrático
y Cristiano. No
es gratuito pues, que al calor de estas ideas, la influencia del
romanticismo francés se asentara con todo su rigor en los espíritus
colombianos de la época y, como lo argumentan distintos historiadores,
que tanto liberales como conservadores leían con avidez a los más
grandes poetas y novelistas franceses del momento. Loe escritores españoles,
gracias al sentimiento antiespañol que predominaba en el país después
del proceso de independencia, fueron prácticamente relegados, aunque
algunos escritores peninsulares lograron su público, entre éstos, pueden
mencionarse a Zorrilla, Espronceda y el Duque de Rivas. Entre
los Franceses ocupó el primer lugar Lamartine con sus discursos contra el
ateísmo; Victor Hugo que influyó profundamente en la ideología popular
con “Los Miserables” y con “Nuestra Señora de París”; Eugenio Sué
conmovió los espíritus de los liberales con “El Judío Errante”, en
el que presenta a los Jesuitas como serios enemigos de la sociedad y, con
“Los Misterios de París” que tuvo tal acogida que en 1848 se publicó
“Los Misterios de Bogotá” obra del escritor Eladio Vergara y Vergara
quien pinta en sus líneas el contexto Bogotano de 1827 a 1830 y los
sucesos políticos de la época, al tiempo que muestra todo lo nocivo de
la sociedad santafereña que acababa de salir de los acontecimientos de la
Independencia. Los
temas de la Novela y la Poesía Colombiana de la segunda mitad del siglo
XIX se trabajaron de acuerdo con los modelos románticos europeos:
Predominaban en ellos la fatalidad, la muerte, los sentimientos amorosos;
así mismo se rindió culto a lo nacional y lo histórico, siendo éste el
punto más importante y rescatable de la influencia romántica Europea, es
decir, se adaptaron los temas a las realidades y a la búsqueda de
referentes que mostraran una identidad nacional, aludiendo y descubriendo
elementos autóctonos perdidos en las leyendas y tradiciones regionales,
en los relatos bélicos, etc., y en los libros de cronistas. Se recupera
pues, el pasado histórico y se despierta el gusto por el sabor local. En
este sentido, la primera novela de género histórico publicada en el país
fue la de Juan José Nieto titulada “Ingermina o la Hija del Calamar”,
en la cual se narran los amores de una princesa indígena con el español
Alonso de Heredia. Su autor había leído a Walter Scott y es fiel a su técnica
literaria. En
1841 aparece “El Oidor, romance del siglo XVI” de José Antonio Plaza,
su autor estudia “El Carnero” de Rodríguez Freyle y de su contenido
abstrae los temas de su novela. El escritor Felipe Pérez es considerado
como el máximo exponente de
la novela histórica romántica en Colombia. Para sus obras literarias se
documenta de la historia peruana y escribe “Huayna Capac”,
“Atahualpa” y “Los Pizarros”, trabajos elaborados después de leer
“Comentarios Reales” del Inca Garcilaso de la Vega y la “Historia de
la Conquista del Perú” de William Prescott. En 1875 Pérez publica
“Los Gigantes” sobre la sociedad Chibcha, en la cual trata al español
como una raza cansada frente a la joven y fuerte raza indígena. Otras
obras del mismo autor fueron: “Los Pecados Sociales”, “El Caballero
de Rauzan” cuya acción y trama transcurren en Inglaterra mostrando ya
un acercamiento a la novela psicológica. En
1871 aparece la novela ”Don Alvaro” de José Caicedo y Rojas, basando
su argumento en la obra del Duque de Rivas (“Don Alvaro o la Fuerza del
Sino”), aunque narra las costumbres señoriales y caballerescas de los
primeros años de Santa Fe de Bogotá. La
única mujer que figura con nombre en este período de la literatura
colombiana es Soledad Acosta de Samper con obras como: “José Antonio
Galán”, “Juan Francisco Berbeo” y “Los Piratas en Cartajena”,
en las cuales se considera que predomina en ellas lo histórico, lo
documental y lo novelesco romántico. Tanto
las obras Colombianas como las Francesas fueron publicadas por entregas en
los periódicos de la época, canal por el cual llegaron a ciertos
sectores alfabetos de las clases populares que además, pudieron acceder a
la lógica de sus contenidos gracias al tratamiento lineal y cronológico
del asunto, que en la práctica permitió que muchas de estas obras
narraran o por lo menos, la esencia del argumento se trasmitiera
oralmente. En
esta época se da pues, el florecimiento de la imprenta, de los periódicos,
las tertulias (en los estancos y boticas), en librerías y en ello observa
Jaime Jaramillo Uribe, el germen de la formación de una opinión pública[5].
En este orden de ideas, Francois - Xavier Guerra afirma que este es uno de
los espacios en los cuales se evidencia la puesta en escena de las
sociabilidades modernas y el manejo de los recursos que apuntan a la
construcción de un pensamiento político que argumenta y representa desde
su óptica y perspectiva la asimilación o lectura desde el contexto
colombiano la modernidad Europea. (GUERRA, Francois-Xavier. Lugares,
Formas y Ritmos de la Política Moderna. En: Boletín de la Academia
Nacional de Historia. Tomo, LXXII. No. 285. Caracas, Enero-Mayo de 1989.
p83). Es
importante tener en cuenta que otra de las razones para entender la
penetración y el auge de la novela romántica en Colombia se debe en
buena medida al tipo de personajes que estas presentaban: Los Oprimidos,
los pobres, los miserables, los huérfanos, el rebelde, la prostituta, la
mujer adultera que se redime, etc. La novela romántica en cuanto réplica
burguesa, en términos generales, exalta el cristianismo como la religión
de los oprimidos, es su tabla de salvación, lo único que queda o
subsiste después de que las relaciones capitalistas han corroído hasta
los lazos familiares y erigido su dios: El dinero. En
los periódicos colombianos del período en cuestión, eran frecuentes las
polémicas sobre el espíritu cristiano y democrático, así por ejemplo
en Abril de 1849, El Cartagenero decía:
“Jesucristo apareció, no a decir una nueva palabra que ya estaba dicha
(por Sócrates que convirtió el linaje humano en una sola familia) sino a
explicarla, a promulgarla y a hacerla triunfar. Él le dijo al mundo: Dios
es el Padre de todos los Hombres, llamó su hermano a cada hombre y
estableció como concepto el amor recíproco. He aquí completamente
establecidos tres principios inmensos, sobre los que descansa la
democracia: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Es decir que ellos emanan
directamente del verdadero cristianismo".[6] En definitiva, podemos afirmar que el romanticismo hizo volver los ojos sobre la realidad propia, era la época en que se perfilaba en el país el nacimiento de una burguesía que luchaba por reafirmarse como clase dirigente intentando construir los cimientos socio culturales y políticos de la nación y de la nacionalidad. El Romanticismo, la Literatura Utópica y el Liberalismo en
Colombia La
intención puntual de este aparte del escrito no es otra que mostrar desde
distintos planteamientos algunas inquietudes sobre la coexistencia de
estas tres corrientes de pensamiento en un momento específico de nuestra
vida nacional, concretamente en los años que corren de 1850 a 1870. En
este sentido, el Liberalismo radical que predominaba en la vida colombiana
se había nutrido de las fuentes del iluminismo francés de 1789, entre
los cuales dejó profunda huella el pensamiento de Jean Jacques Rousseau a
quien después de los años cincuenta del siglo XIX, se le cita para
dirimir asuntos religiosos, especialmente sobre la tolerancia. Sin olvidar
la influencia de la escuela Liberal Inglesa Lockiana, es necesario agregar
que la otra fuente fueron los ideólogos
y los sucesos del movimiento revolucionario francés de 1848, con
los que llegan al país las ideas del Socialismo Utópico; el
romanticismo, como ya se afirmó, había incursionado en la literatura
Colombiana desde 1840. Sobre
la influencia de Rousseau en pensadores nuestros Jaime Jaramillo Uribe
afirma: “ Sólo dos escritores colombianos demuestran admiración y
trato frecuente con las obras de Rousseau en los años posteriores a 1840.
Son precisamente dos poetas de inspiración romántica: José Eusebio Caro
y Rafael Nuñez. Caro es decididamente admirador de Rousseau, del Juan
Jacobo precursor del romanticismo, del hombre atormentado por las dudas,
pero capaz de dirigir geniales miradas al mundo del sentimiento y del espíritu
(...) Rafael Nuñez se enfrenta con la figura del Ginebrino con espíritu
más crítico y realista (...) en unas notas dedicadas al autor del
Contrato Social evoca la admiración que tuvo por él en su juventud:
(...) de los “Pensamientos” conservamos a través de medio siglo
numerosos recuerdos. El capítulo dedicado a Dios se nos grabó con carácter
indeleble y podíamos trasladarlo en este momento íntegro al papel
(...)”[7] Sobre
la coexistencia y puntos de contacto entre liberalismo romanticismo, el
mismo Jaramillo Uribe precisa: “(...) de la amplia gama de
manifestaciones que tuvo la influencia romántica francesa en la coyuntura
cultural de 1850 las más destacadas se dieron sin duda en las actitudes y
el pensamiento político, y en este campo particular, dos conceptos, muy
característicos del romanticismo político y social tuvieron especial
fuerza sentimental y por lo tanto, especial poder de influencia práctica.
El uno fue el concepto de pueblo; el otro la interpretación romántica
del cristianismo (...)” [8] Las
influencias recíprocas de románticos y liberales eran pues visibles, en
un articulo de prensa se le atribuye a Miguel Antonio Caro, publicado en
1872, éste decía:” Victor Hugo es hoy para la Escuela Liberal una
especie de ídolo ante el cual se postra y se adora. ¡ Lo dijo Victor
Hugo! Exclaman, y es como si hubiera hablado en oráculo.”[9]
En este orden de ideas, para la segunda mitad del siglo XIX, se puede
perfectamente hablar de romanticismo político en Colombia y aún, afirmar
que aquí se dio una mezcla ecléctica de romanticismo, liberalismo,
cristianismo y utopismo. “(...)
Muchos de los espíritus que contribuyeron a la transformación
legislativa de 1849, formados en la literatura política francesa, romántica
y cargada de utopismo, llegaban a consagrar en una constitución nacional
el derecho a resistir en forma armada al Estado, llevando así hasta sus
últimas consecuencias lógicas el concepto puro de Libertad (...)”[10] El
Socialismo Utópico de Blanc, Fourier, Owen, Saint Simon, tuvo también
furiosos partidarios en nuestro país, no sólo entre los artesanos sino
entre los mismos liberales. Hablando de “La Escuela Republicana”, una
asociación de jóvenes liberales, dice José María Samper :”Puede
decirse que la Escuela Republicana fue la crisálida del Partido Radical
(...) todos éramos en ella socialistas sin haber estudiado el Socialismo
ni comprenderlo, enamorados de la palabra, de la novedad política y de
todas las generosas extravagancias de los escritores franceses (...)[11] Los
artesanos y en especial, el grupo bogotano, empieza hacia la segunda mitad
del siglo XIX a tener gran presencia e importancia social y política; en
el 49 logran con sus presiones la elección presidencial de José Hilario
López y se constituyen las llamadas “Sociedades Democráticas” que rápidamente
se expandieron por las principales ciudades del país. Este grupo adopta
las ideas liberales pero también recibe alborozado las influencias de románticos
y utópicos. Esa literatura francesa sirvió de base al movimiento
artesanal que con los radicales llevó al poder al liberalismo y que
posteriormente, rota ya la alianza, admiración y desencantados con la política
liberal librecambista, llevan al poder a José María Melo en un intento
por construir una “República Artesanal” en Colombia. La
lucha de los artesanos contra la burguesía comerciante, estuvo enmarcada
o matizada en las ideas del Anarquismo Proudhonista y el Socialismo Utópico.
Sobre la relación entre romanticismo y Socialismo Utópico, Jaime
Jaramillo es contundente al afirmar: ”El Movimiento Socialista, antes de
Marx, no era sino una variante del romanticismo –y más adelante agrega-
el pathos romántico cristiano del pensamiento social del 48, tal como se
presentaba en las figuras más influyentes en Francia y en los países que
recibían su influencia, fue precisamente el que dio al movimiento el tono
de utopismo y sentimentalidad agresiva que tanto alarmaban a las
mentalidades conservadoras de la época (...)” [12] El
programa de las Sociedades Democráticas estaba inspirado, como muchas
obras románticas, en las ideas que agitaron a Francia en 1848. Los
artesanos pretendían: Educación para el Pueblo fundando Escuelas de enseñanza
artesanal y clubes donde aprendieran a leer y escribir; predicaban la
libertad, la igualdad, la lucha contra la usura, el valor moral del
trabajo, las virtudes cívicas y morales como la temperancia, etc. Las
ideas socialistas envueltas en un ropaje romántico tuvieron su expresión
en un periódico bogotano llamado “El Socialista amigo del Pueblo” en
el cual se decía: “El divino escritor Dumas dijo que la religión
cristiana sin comunismo era un castillo en el aire (...) el comunismo hace
caminar la religión porque nuestro Señor Jesucristo fue el jefe del
comunismo práctico, dividiendo con sus discípulos el pan y el vino en la
última cena (...) soy socialista porque el código social de Robert Owen,
que es el padre del Socialismo, es la doctrina social de Sócrates, Platón,
Aristóteles y Jesucristo (...)[13] Los
artesanos, además de los socialistas utópicos, leían toda la literatura
romántica, especialmente a Lamartine por su especial mirada al
cristianismo y a Victor Hugo, por los aspectos sociales de su obra, además
muchos de ellos se atrevieron a publicar composiciones poéticas que
oscilaban entre lo romántico y lo social y, que daban satisfacción a sus
pretensiones intelectuales, en las cuales alababan al movimiento artesanal
y llamaban a la unidad, otras denunciaban las condiciones por las que
estaba pasando el artesano gracias a la política librecambista como por
ejemplo, la del artesano José María Garnica: “Infeliz
patria, hasta cuando cesará
nuestro desvelo, nuestros
hijos por el suelo y
los amigos mamando! Nos
traen mesas, taburetes, Canapés,
escaparates, Baúles,
ligas, fuetes, Y
multitud de juguetes Conque
barren nuestros reales (...)”[14] En
síntesis, con lo expuesto en líneas atrás, es posible enunciar algunas
ideas concluyentes sobre la relación estrecha que se dio entre esas tres
corrientes de pensamiento que, hacia finales de la primera mitad del siglo
XIX y en los años siguientes, coexistieron en nuestro país: -
Confianza en la esencia bondadosa del hombre. Para muchos de estos
pensadores el hombre es bueno por naturaleza. La bondad originaria del
hombre había sido expuesta por Rousseau en el “Emilio”. El hombre se
corrompe a través del contacto con instituciones civilizadas como la
propiedad. -
Culto a la libertad total. La libertad propugnada por románticos y
utopistas fue llevada por nuestros liberales al extremo de consagrar en
una Constitución el derecho de resistencia a la autoridad, aún por medio
de las armas. Victor Hugo había dicho: “El romanticismo no es en el
fondo m{as que el liberalismo en la literatura, la libertad en el arte, la
libertad en la sociedad, este es el doble fin al que deben tender todos
los espíritus consecuentes y lógicos”. -
Creencia en un progreso indefinido en donde finalmente se impondrá
la armonía en forma de república democrática y cristiana. -
Creencia en un Estado de Derecho como réplica al ejercicio del
poder personalista. -
Limitación al ejercicio del poder: “Es preciso que los hombres
de Estado se resuelvan a gobernar lo menos posible, confiando en el buen
sentido popular y en la lógica de la libertad.”[15] -
Fe en el cristianismo como doctrina unificadora de la sociedad y en
la figura de Jesucristo como redentor de los humildes. -
Énfasis en los aspectos nacionales que pueden constituir factores
de unidad, lengua, tradiciones, creencias religiosas, interés por el
conocimiento del territorio, etc. -
Reivindicación de las glorias y héroes de la vida nacional. Si
bien, nuestros liberales radicales en su afán reformista abrazaron un
fuerte antihispanismo, lo cierto es que muchos de sus escritores
ensalzaron héroes indígenas, próceres de la independencia, escribieron
textos de gramática, jurisprudencia, filosofía, la mayoría de ellos,
buscando recuperar y fortalecer aspectos que no podían negarse como
constitutivos de la nacionalidad. - Creencia en la educación como fórmula salvadora para los pobres y como puente para acortar las desigualdades sociales. La
inclusión de estos personajes en el remate del presente escrito se hace básicamente
por dos razones: Primero, porque su formación fue en buena medida, como
la de muchos de sus contemporáneos: romántica; y en segundo lugar,
porque ambos fueron representantes del liberalismo en su época, aunque la
filiación del último fuera tardía. En
Jorge Isaacs, llama fundamentalmente la atención que, siendo éste un
escritor romántico por excelencia y su obra cumbre “La María”, la
novela más importante de la literatura romántica de toda América
Latina, hubiera muerto como autor de sólo una novela; sin embargo, en
cuanto a lo político, Isaacs pasó del Conservatismo al Liberalismo y
dentro de éste hizo el tránsito del Liberalismo Moderado Draconiano al
Liberalismo Radical Gólgota. Jaime Mejía Duque, en su magnifico estudio
sobre este personaje, da cuenta de cómo para Isaacs fue imposible superar
esa emoción romántica que caracterizó su obra de juventud: Después de
un éxito como el de María, basado en una concepción perfectamente romántica
del mundo, era imposible acceder al costumbrismo provinciano y cerrado. Para
el romanticismo fue imposible mantenerse y sobrevivir en América después
de la década de 1870: El ascenso del Neopositivismo, del Marxismo, del
Realismo y del Naturalismo, acabaron con la pasión romántica. Algunos
novelistas colombianos del período, adoptan esa forma de romanticismo
tardío que fue el costumbrismo, así por ejemplo, se escribieron novelas
como: “Manuela” de Eugenio Díaz, “Tránsito” de Luis Segundo
Silvestre, “La Novela de la Historia” de Medardo Rivas y
fundamentalmente cuadros de costumbres como: “Las Tres Tazas” de José
David Guarín y “Mi Compadre Facundo” de Juan de Dios Restrepo. “El
costumbrismo fue sin duda, resultante de una de las categorías románticas
que venía a coincidir con las tendencias exaltadoras y relevantes de lo típico
regional, de la diferenciación nacional y de lo auténticamente
propio.”[16] Pero,
para la mentalidad universalista y romántica de Isaacs tal paso no fue
posible, es decir, sólo logra escribir después de “María” algunos
versos todavía de corte romántico, se dedica al periodismo panfletario y
luego, a la guerra civil. En síntesis, puede decirse que Isaacs no logra
hacer una carrera propiamente como escritor, pese a ser considerado como
clásico dentro de la novelística nacional. En este sentido, los
argumentos expuestos por Jaime Mejía Duque al respecto son bastante
elocuentes: “(...) En este mundo de acá, el de la periferia colonial,
la inexistencia de una tradición literaria restaba de antemano a
cualquier individuo como Isaacs la oportunidad alternativa de compensar la
pérdida de aquella primera y nutricia concepción del mundo”[17] Si
bien la obra de Isaacs es una novela totalmente acrítica de su sociedad y
de su tiempo, la verdad es que ante la imposibilidad de trascenderla, el
autor, se vuelve un crítico de su sociedad; pasa del Conservatismo al
Liberalismo Radical tomando el camino de las armas y participa con los ejércitos
radicales en la guerra civil. Según Mejía Duque, “(...) en la concepción
romántica hispanoamericana de marcado progresismo, la función de la
literatura es definida como eminentemente de edificación política;
aparece llamada a promover el perfeccionamiento de la vida republicana y
democrática, a edificar moral y políticamente al ciudadano, a denunciar
y castigar las deformaciones del régimen político prevaleciente o de los
residuos del antiguo régimen (...)”[18] Empero,
Isaacs prefiere las armas y la política, llega a ser Representante a la Cámara
Baja, donde presenta un proyecto para lograr la salubridad y
embellecimiento de Bogotá y para la construcción del Ferrocarril del
Cauca y, en 1879, se establece en Medellín desde donde defiende los
intereses regionales y la política liberal en un Periódico llamado “La
Nueva Era” y entra de lleno a lo que él mismo llamaría la revolución
radical en Antioquia que, terminará con un tratado y prácticamente sin
ningún triunfo para el poeta y que si le valió la pérdida de su curul y
de muchos amigos. Isaacs intentó escribir dos nuevas novelas, una sobre
Bolivar de la cual nada se conserva y otra titulada “Camilo” de la que
sólo quedan dos o tres capítulos. El
otro personaje Liberal Radical al que queremos referirnos es José María
Samper, de educación puramente romántica como toda su generación y como
él mismo lo confiesa: “(...) Al mismo tiempo empezaba yo a nutrir mi
espíritu, desordenadamente o sin método, con lecturas de muy distintas
escuelas: Las obras de Bernardino de Saint – Pierre y Chateubriand, de
Lamartine, de Victor Hugo y Alejandro Dumas, y otros escritores franceses
fueron enriqueciendo la luz de mi alma y multiplicando las impresiones que
diariamente recibía (...) pero lo que más me impresionó fueron las
lecturas de Walter Scott (...) acaso mi afición a escribir novelas fue
engendrada principalmente por las tempranas lecturas de Walter Scott,
Victor Hugo y Dumas que me dejaron muy hondas y durables impresiones
(...)”[19] Este
hombre y escritor, también cambió su vida y oficio, es decir, pasó de
la Literatura a la Política pero con marcadas diferencias respecto a
Isaacs. Samper escribió su primera novela “Martín Florez” pero en
ella y en posteriores producciones opta por el romanticismo social
(costumbrismo): “A la edad de 16 años escribí mi primera novela (...)
la segunda escrita dos meses después, era verídica, como que pintaba a
lo vivo costumbres domésticas y la intitulé “Los
misterios de la casa de don Juan” por cuanto estaban de moda
entonces Los Misterios de París y de todas las capitales posibles.”[20] Desde esta lógica, se puede afirmar que no había una
perspectiva o concepción romántica insuperable, que en la práctica se
hace evidente en Samper quien aún después de su ingreso a la política y
en los lugares destacados en los que hizo nombre, continuó su producción
literaria en verso y en prosa. No
es gratuito del todo el romanticismo y el pensamiento liberal que
articulados y a su manera, en el pensamiento y expresiones de José María
Samper, le atribuyan a él la denominación de Gólgotas a la facción
Radical del Liberalismo. En un discurso pronunciado en la Escuela
Republicana manifiesta: “(...) El Socialismo, señores, no es otra cosa
que las lágrimas desprendidas de los ojos del Salvador en la cumbre gólgota
(...)”[21]
Sin
duda, Samper dejó testimonio de la importancia y difusión logradas por
el pensamiento romántico en Colombia: “(...) La publicación de mi
primer libro, del que no hicieron caso los literatos titulados, bien que
fue leído por la juventud y las mujeres, no sin agrado por lo que había
cundido el romanticismo (...)”[22] Cuando
Samper viaja a París, lleva una carta de presentación a Lamartine
escrita por el ilustre profesor del Colegio Mayor de Nuestra Señora del
Rosario y pensador colombiano Ezequiel Rojas. En la ciudad Luz, Samper
rinde homenaje al escritor francés y confiesa la admiración por su obra,
no sólo personal, sino Colombiana y de “toda la América Española”. La
mirada de Samper, desde su temprana juventud, se inclina hacia lo local,
los paisajes y las costumbres: “(...) Lo que hizo brotar en mi alma la
poesía como una flor (...) fue la educación determinada por el conjunto
de admirables objetos que me rodean: El Magdalena que contenía lo
formidable, el Gualí que era risa líquida (...) las arboledas, los
huertos y los jardines de la ciudad (...) los cerros circunvecinos (...)
los innumerables escombros de la ciudad en cuyo seno se abriga toda la
elocuente melancolía del pasado (...)”[23] Por último, consideramos que el romanticismo cumplió un papel importante en la formación y expresiones del pensamiento político y literario de una variada estirpe de intelectuales a partir de 1840 y, que de una forma u otra, con su producción, actitudes y trabajos contribuyeron con la difusión de la modernidad, las sociabilidades modernas y con elementos fundamentales para la formación de nuestra nacionalidad. Empero, las distintas élites regionales en la disputa por el poder del Estado, utilizaron o difundieron el pensamiento romántico como bien lo necesitaron a lo largo de un espacio temporal que se prolonga más allá de la segunda mitad del siglo XIX. -
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Jaime Jaramillo Uribe. El Pensamiento ... Op. Cit. p. 206 [16]
CURCIO
ATAMAR, Antonio. Evolución de la Novela en Colombia. Bogotá.
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MEJÍA
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MEJÍA
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José María. Historia
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SAMPER,
José María. Citado por Jaime Jaramillo Uribe en La Personalidad ... Op.
Cit. p.195 [22]
SAMPER,
José María. Op. Cit. p. 114 [23] SAMPER, José María. Op. Cit. P. 42 |
Giovanni Restrepo Orrego
Publicación autorizada, para Letras-Uruguay, por parte del autor, el día 28 de enero 2008
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