Un poeta arxentino en Galicia:
González Carbalho |
El
hijo de emigrantes gallegos nació en Buenos Aires en 1899. Huérfano de
madre, fue criado por su
padre, su hermana y una sirvienta gallega, a la que recuerda como “un
ser que desbordó en ternura y que sacrificó todos sus afanes por el niño
huérfano. Historias y leyendas que después hallé en los libros, salían
de sus labios para dormirme. Su generoso amor, su entrega incondicional a
mi educación para luego alejarse, sabiéndome criado, acreditaban la
nobleza de un elegido”. Dos
experiencias lo marcarían en sus primeros años: la lectura de las Follas
novas que le dio su padre –“Aquella criatura, arrullada en sus
primeros años con canciones de cuna gallegas, entraba en un país mágico
de palabras y ritmos de la mano de un hada también gallega: Rosalía de
Castro”- y las reuniones del emigrante con sus amigos recién llegados
de Galicia, “envuelta ya
para el niño en líricas nieblas de leyenda. Aquellas demoradas
conversaciones de sobremesa impregnaban su imaginación con fragancias
campestres o marineras; acariciaban sus oídos con música de ese idioma
como arrullo que lo adormeciera y que, años después, le abrió las
puertas de la poesía, territorio mágico del que sería, para siempre,
fervoroso habitante”. “El
niño se hizo hombre y, leal a su vocación y a sus sueños, escribió
libros de poemas que encontraron eco auspicioso entre los más importantes
escritores del momento: Leopoldo
Lugones, Alfonsina Storni, Pedro Miguel Obligado... Sus temas eran el
barrio, la casa, la hermana entrañable, los amigos, el amor, la ternura,
y una franciscana religiosidad”. Es
difícil, también, acceder a sus poemas. Afortunadamente, esta separata
incluye un poema en varios cantos: “Cuando mi padre me habló de su
infancia”, “un tierno homenaje del poeta argentino a los inmigrantes
gallegos”. El texto lleva como epígrafe los versos de Rosalía de
Castro que dicen: “Con malenconía/
miran para o mar/ os que n’ outras terras/ ten que buscar pan./ Miña
terra, miña terra,/ terra donde m’eu criey...”. Se
inicia con la llegada del padre del poeta, a América: “Yo tenía diez años/
y la sonrisa fácil, /cuando dejé la sombra/ de aquellos robledales.
/Pusiéronme en un barco/ que rodó por los mares,/ la armónica en los
labios/ hice todo el viaje,/ y al llegar, que llegamos/ por fin, vi un
puerto grande”. La naturaleza se hace eco de la desdicha del niño:
”El cielo gris lloraba/ por el niño emigrante./ Como ella estaba lejos/
el cielo era mi madre./ Bajas las nubes, eran/ robles, pinos gigantes./
Iba por leña al monte/ y oía manantiales./ Creíme regresando,/ oh
coitado, a mis lares./ Mi nostalgia, Galicia,/ me hacía imaginarte./ Tras
la brumosa lluvia/ se alzaba Buenos Aires./ Tenía yo diez años./ ¡Y ya
sin nadie!”. El
poeta evoca la primera noche en América –“Y yo soñ esa noche/
desvelada de América,/ con una luna cálida/ como mi madre céltica”-,
el primer día de trabajo –“Después fue la palabra/ bíblica:
trabajar.”- y la amargura
de ese niño escondida a los demás -“No lloraba por penas,/ pero cuánto
lloré./ Nadie pudo en mi cara/ más que sonrisa ver,/ aunque el niño sabía/
y eso su pena fue/ que la infancia había muerto/ y el hombre estaba en él”. En
“Nostalgia”, uno de los cantos de este poema, enumera las posesiones
que el niño inmigrante tenía en Galicia: un río, un monte, un
horizonte, su perro y sus canciones. En América, ya nada tiene de eso, y
se lamenta: “Ay, el dueño de valles/ y misteriosos bosques/ por el que
andaba yo/ mi perro y mis canciones./ Mis canciones que vuelven sólo para
que llore/. Mi perro ya olvidado/ de obedecer al nombre./ Yo, que perdí
mis cielos, / ¡y soy tan pobre!”. Requeni
se refiere, asimismo, a la influencia de Rosalía de Castro en González
Carbalho: “El encuentro con
Rosalía, que para él no representó solamente el paradigma de la expresión
de un pueblo sino también el maravilloso descubrimiento de la poesía,
tenía forzosamente que impresionar su sensibilidad, como aquellas
estampas familiares en las que el nombre de Galicia flotaba sobre seres y
cosas. Y González Carbalho, en el momento
de sumirse en el misterio de su condición humana, encontró en la
literatura gallega, en su identificación sentimental con el alma gallega,
algunas de las más profundas claves de su personalidad”. Escribió
ese bello poema que dice: “Te hallé en tus versos, Santa Rosalía,/
como si hallase en ellos a una hermana,/ y hoy por el grifo de mi pecho
mana/ el agua gris de tu melancolía.// Y a la región he de llegar un día/
donde quedó en lamento de campana/ tu voz ungida en la tragedia humana/
cantando un largo canto de agonía.// He de cruzar los campos que
cruzaste/ y en la vieja casona en que moraste/ pondré la flor de una
oración cristiana.// Luego hallaré su espíritu vagando/ por los
caminos; y al hallarlo, hermana,/ me iré impensadamente arrodillando.”. El
soneto a Rosalía es “inevitable testimonio de una nostalgia que
alentaba en su corazón desde su edad más pura, pugnando por florecer en
palabras. El poema, publicado originalmente en 1925 en Correo
de Galicia, integraría su libro Palabras
del retorno, de 1926”. Recordemos que Rosalía de Castro fue la
figura más importante del renacer de la poesía en lengua gallega; la
poeta que, desde Galicia, escribió sobre los emigrantes y sobre las
mujeres que quedan en España, a las que llamó “viudas de los vivos”. Entre
1953 y 1954, González Carbalho escribió su Libro
de canciones para Rosalía de Castro. La muerte sorprendió al
escritor antes de que pudiera publicar una nueva edición del libro,
aumentada, como era su propósito, “pero en aquel que editó hace casi
cuarenta años el Centro Gallego de Buenos Aires, hay poemas que
garantizan la perdurabilidad de su nombre”. Fue
autor de libros de poesía –Campanas
en la tarde (1922), Cantados
(1933.Premio Municipal), entre otros-, prosa –El
libro de Angel Luis (cuentos, 1926), Vida,
obra y muerte de Federico García Lorca (1938) y otros-, teatro –Arrabal de Carriego, Cornamusa- y ensayo -Idioma y poesía gallega, 1953. Enseñó literatura española en el
Colegio Nacional Hipólito Yrigoyen, y
fue periodista. Escribió
en diarios y revistas. En varios artículos se refirió al viaje a Galicia
que realizara en abril de 1955. Escribe Antonio Requeni, a propósito de
los mismos: “González Carbalho fue poeta y periodista. Esa doble
actividad lo ayudó a comprender mejor la realidad gallega. En muchas de
las páginas que dejó escritas resalta la observación sutil, el registro
de detalles que contribuyen a una captación más profunda. Esa capacidad
para detenerse a inventariar los elementos de la realidad debe ser don o
virtud de periodista. Y González Carbalho lo fue, ininterrumpidamente,
durante muchos años. Pero además era poeta y sus antenas sensibles
estaban siempre prontas para sintonizar el alma de las cosas y traducir
ese mensaje en palabras. Mallarmé dijo que todas las luchas del hombre,
las victorias o las derrotas de la humanidad, terminan convertidas en
palabras, existen para las palabras, son el pretexto y la justificación,
tal vez, de un hermoso libro o de una página imperecedera. González
Carbalho, periodista y poeta, acertó a ver y sentir Galicia. Y aquella
realidad geográfica y humana justifica hoy unas palabras que, como las de
todo poeta verdadero, nacidas del asombro o del fervor y acuñadas al
calor de la ternura, se inscriben para siempre en el Tiempo”. Falleció
en Buenos Aires, en 1958. “Mientras se vestía para dirigirse a la
escuela nocturna donde era profesor de literatura -recuerda Requeni-, su
corazón se detuvo. Yo llegué apenas una hora después y nunca se me
borrará la imagen de aquel ser excepcional, pulcramente vestido y
afeitado –como lo viera siempre- inmóvil, sobre la cama, (...) Yo no
estaba en condiciones de pensar absolutamente nada en ese momento, pero al
transcurrir el tiempo y recordar aquella escena estremecedora, tuve la
misma reflexión de González Carbalho ante otras sugestivas imágenes:
‘parecía un tema de Rosalía’ ”. En prosa y en poesía evocó González Carbalho a Galicia, la “patria anterior” que pudo ver antes de morir. Antonio Requeni, poeta de reconocida trayectoria, ha sabido comprender este legado y eternizarlo en un trabajo tan documentado como emotivo. |
por Antonio Requeni
Un poeta arxentino en Galicia: González Carbalho
Separata del Boletín Galego de Literatura.
Traducción al gallego de Blanca-Ana Roig Rechou.
Aporte
de María González Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista
Ver, además:
Antonio Requeni en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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