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Universidad de La Habana 
Facultad de Filosofía - Historia Filosofía, primer año.

“Niccolo Machiavelli y un ghiribizzi sin maquiavelismo” 
por César Reigosa Soler

Índice

Introducción                                                                                                              

Capítulo I. La época del Renacimiento.                                                                      

  1. Fundamentos de la pronta maduración del Renacimiento Italiano                    

  2. Florencia, madre y paradigma del Renacimiento y del Humanismo      

Capítulo II. Acercamiento a la vida y obra de Maquiavelo.                                         

  1. La vida del diplomático florentino                                                                   

  2. La Obra de Maquiavelo                                                                                 

  3. “Il principe” y “Discorsi sopra la prima Deca di Tito Livio”                  

Capítulo III. Las concepciones de Niccolo Machiavelli.                                             

Conclusiones.                                                                                                           

Bibliografía.                                                                                                              

Anexos   

“Vedesi come la prega Dio che le mandi qualcuno, che la redima de queste crudeltà et insolienzie barbare. Vedesi ancora tutta pronta e disposta a seguire una bandiera, pur che ci sia uno che la pigli.”

“Niccolo Machiavelli”

Introducción
“Niccolo Machiavelli”


“Se le visualiza con las cejas en punta, casi cuernos; con los cuernos anunciando las pezuñas; y esparciendo a su alrededor olor de azufre.”[1]

Es esta la manera en que ha llegado a nuestros días la imagen del destacado diplomático florentino, víctima de innumerables tergiversaciones, incomprensiones y acusaciones de índole ético-moral que deslucen el carácter avanzado y revolucionario de su genialidad político-militar; así como su espíritu poético, patriótico, leal y honrado, del que son testigos innumerables cartas de su vida privada, su rico quehacer literario y los valerosos criterios de innumerables estudiosos de la contradictoria y difícil personalidad de Nicolás Maquiavelo.

Para hacer una justa valoración del hombre al que muchos han nombrado Nicolás Mefistófeles, es imprescindible realizar un esbozo del contexto histórico-social en que se desenvolvió su vida y bajo el cual se formó la mente que escribió los “Discorsi sopra la prima Deca di Tito Livio” y el texto que él mismo definiera en una carta dirigida a su amigo Francesco Vettori, fechada en 10 de diciembre de 1514, como “De principatibus”, o sea, “El Príncipe”. Para conocer cabalmente la Italia y, particularmente, la Florencia de los siglos XV y XVI, que es el período en que vivió Maquiavelo (1469-1527), son necesarias tres cosas: primero, describir las cuestiones de índole religioso, económico, político y social que se fueron desarrollando desde el siglo XII en Europa Occidental y que dan a Florencia la vanguardia en la gestación de nuevas concepciones sobre el mundo, la fe, la educación, el conocimiento, el arte, la vida asociada, el “uomo universale”, la naturaleza, la libertad y la existencia de manera integral, destruyendo el grillete medieval que la humanidad venía arrastrando durante aproximadamente diez siglos y fecundando uno de los períodos más gloriosos que ha conocido la Historia Universal: El Renacimiento; segundo, valorar de manera general en qué modo y medida es transformadora la ideología renacentista y humanista; tercero, concluir el preámbulo histórico caracterizando a la Florentia de Niccolo Machiavelli.

Una vez entendidas estas cuestiones pasaremos a conocer la vida y la obra de Maquiavelo. Se le dedicará un capítulo al pensamiento del político florentino en que pretendemos analizarlo integralmente haciendo particular énfasis en lo referente a la política, la guerra como parte de esta, las leyes, el Estado y los tipos de Estado, la cuestión de la moral, la religión, las concepciones sobre el príncipe, el pueblo, la naturaleza humana, la peculiar cuestión de la fortuna y la historia como fundamento de sus teorías.

Se abordará también la contradictoria cuestión del maquiavelismo, que es contrario al pensamiento verdadero de Maquiavelo. Explicar esta polémica cuestión y desasociar la imagen de Maquiavelo del esteriotipo con que llega a nuestros días, si es posible, es uno de los objetivos fundamentales de este trabajo. No se trata de decir en qué medida es correcta o no, la valoración de cínico, cruel e inmoral, que le acompaña. Lo que queremos es, simplemente, realizar una valoración justa de su personalidad y de su pensamiento. También es necesario destacar la importancia que tiene el legado de Nicolás Maquiavelo para valorar los ideales políticos y filosóficos del Renacimiento, heraldo de una nueva etapa del desarrollo de la humanidad en que la joven burguesía y la sociedad en general pujaban por independizarse del caparazón medieval, mientras la conciencia del hombre, tomando de la mano a la Reforma Religiosa y a la ciencia, sufría profundas transformaciones y se iba liberando de la amalgamada mentalidad escolástica. Se avizoraba una nueva época en la Historia Universal, a los pies de la nobleza feudal se desmoronaban los cimientos de su poder político por el firme paso de la burguesía y la última alternativa para los reyes fue sostener la corona con las monarquías absolutistas; pero ya era tarde: pronto llegarían las Revoluciones Burguesas, la incomparable Revolución Industrial, el siglo de las luces marcaba pautas en la historia: era la modernidad. Pero ¿Dónde estaban las semillas de este período? El conde Carlo Sforza diría de una de las figuras más importantes para fundamentar las bases del Estado Nacional: “Maquiavelo fue el primer pensador moderno.”[2] 

 

Capítulo I

  “La época del Renacimiento en Italia.”

 

“La vida, la verdadera vida, es esta vida humana amasada de ingenio y de instinto.”

Prólogo del Decamerón, Boccaccio.

“El Humanismo y el Renacimiento son un vasto y profundo movimiento cultural, riquísimo en motivos y en actitudes que tienen sus raíces en el siglo XIV, florece con grandioso esplendor en los siglos XV y XVI y se haya todavía latente en los siglos XVII y XVIII (…) y, como momento de la civilización, representa un valor eterno en la historia de la humanidad.”

Historia de la Filosofía, Michele Federico Sciacca.

“El reloj, conquistó el tiempo, el telescopio el espacio, la observación la naturaleza, la brújula el mar, la razón filosófica la conciencia del hombre.” 

Historia de las doctrinas sociales, Raúl Roa.

La Italia de “El Príncipe”, particularmente Florencia había visto cómo fecundaba en sí una nueva época esculpida por la conciencia inquieta del sus hombres, de sus genios; una época caracterizada por el espíritu de aventura, por el ánimo utópico que lanzaba a los hombres a desarrollar grandes empresas, es un momento de “acción, dinamismo, actividad creadora, afán de gloria y de poder, culto a la individualidad”[3], de ingenio e innovación en el arte, en la ciencia, en la fe, en la educación, en las formas de los poderes políticos. Naves españolas que buscaban por el occidente la ruta de las Indias habían llegado a las costas de un Nuevo Mundo a finales del siglo XV. Era el momento de descubrir, de cuestionarse a uno mismo sobre la naturaleza humana, habría que ir a las páginas de Livio y reavivar la historia, matizándola con galanura y dignidad y sumergiéndose en brillantes y extensas explicaciones en búsqueda de la autenticidad, de los orígenes y los fundamentos del hombre, de la vida en sociedad y de la naturaleza. Italia fue la patria de las figuras más geniales que ha tenido el período, pero la influencia poderosa del renovatio, como lo llamaron muchos de los que vivieron la época, pronto tocó a diversas regiones de Europa Occidental. El Renacimiento dio a Italia el protagonismo en la artes y dejó atrás a la novela de caballería que fue remplazadas por textos como La Divina Comedia, el Decamerón y la lírica de Petrarca.

En el presente capítulo pretendemos acercarnos a las condiciones históricas que determinaron el temprano surgimiento del Renacimiento en Italia. Quedarán esclarecidas también las características, políticas económicas y sociales de Italia durante el Renacimiento y de Florencia, ciudad natal de Nicolás Maquiavelo y de otros muchos exponentes fundamentales del Renacimiento. 

1. Fundamentos de la pronta maduración del Renacimiento Italiano.  

Los siglos XII y XIII son para la Edad Media períodos fundamentales. El siglo XII es el período que conocemos como Renacer Urbano, es el momento propicio para el florecimiento de la vida del burgos entorno a los castillos y en los puertos o pequeños centros urbanos que eran particularmente frecuentados por diferentes viajeros y comerciantes hasta ser lugares de gran afluencia e intercambio de personas, mercancías y de dinero. Se desarrollarían las ferias, entre las que se destaca la Feria de Champaña, las factorías y las localidades urbanas que serían importantes centros económicos, como el de Flandes. En la actividad comercial del Mediterráneo eran Génova, Venecia, Milán y Florencia los centros económicos de mayor relevancia, esta última en la decoración de paños principalmente. En Italia, desde 1194 hasta 1250, gobernó el emperador Federico II, de la dinastía Staufen, cuya tierra hereditaria era el reino de Sicilia. Federico II logró mantener dominados a los rebeldes feudales, poner en orden las finanzas y aprovechó la experiencia árabe y judía para el mejoramiento del comercio y de la agricultura. Su corte se convirtió en centro preferido de eruditos y literatos, así como la universidad napolitana fundada por él. Federico II no logró la simpatía del norte y centro de la península. Con la caída de la dinastía Staufen empezó la decadencia económica y cultural del sur de Italia, que en las condiciones de permanente dominación extranjera, había perdido gradualmente su contacto con el resto del territorio italiano, donde, precisamente en esta época, empezaron a registrarse las primeras señales de grandes cambios.

El surgimiento de comunidades urbanas fue un fenómeno que afectó a toda Europa; sin embargo en Italia su desarrollo fue tan rápido e intenso que tuvo una influencia mucho más fuerte en la estructura social del país y en el desarrollo cultural y político. En la época en que, salvo Flandes, no había otro país con carácter urbano tan marcado, el norte y centro de Italia, sobre todo, se convirtieron en centro del comercio y la producción artesanal urbana. Los mercaderes y grandes empresarios pasarían a ser un estrato social poderoso por su alto nivel económico y su participación e influencia sobre el gobierno. Este rápido desarrollo de la economía italiana en las ciudades, vino a situar al frente de Europa – en lo económico – a la región norte de Italia y a la Toscana. La primacía económica condicionó también una primacía cultural.

Durante los siglos XII y XIII los gobernantes feudales o semifeudales del campo fueron sustituidos por grandes comerciantes, con lo que quedó el campo sometido al poder económico de las ciudades. Los feudales fueron obligados a  mudarse a las ciudades donde quedaban bajo la administración local. En muchas ciudades fueron liberados los súbditos: Asís (1210), San Geminiano (1215), Luca (1232), Siena (1277) y la propia Florencia (1293).

La eliminación del vasallaje fue un importante paso de avance, especialmente en comparación con los demás países europeos, donde se logró mucho mas tarde. El alquiler a largo plazo, livello, pagado en especie o en dinero, y la llamada mitad, mezzadría, que fue una manifestación de formas de explotación en el tránsito de los sistemas feudales a una especie de precapitalismo, provocaron que en el norte y en el centro se gestara una nueva dependencia de los campesinos al sector comercial y terrateniente. La eliminación del vasallaje fue el producto de la necesidad económica más que de cualquier tipo de benevolencia.

La producción en crecimiento exigía constantemente más fuerza de trabajo. Ahora había exceso de ella, ya que los campesinos endeudados, los hijos de los aldeanos y los campesinos sin tierra podían libremente ir a la ciudad, donde imaginaban tener más probabilidades de sustentarse. Los empresarios urbanos y los artesanos tenían así a su disposición un buen número de desempleados, que no constituyen más que la mano obra de reserva, y que principalmente le garantizan al capitalista el desarrollo seguro de sus negocios.

Durante la segunda mitad del siglo XIII, Venecia y Génova afirman sus posiciones económicas logradas en la época de las grandes cruzadas y amplían aún más la esfera de su influencia con conquistas en las costas africanas y asiáticas. Las ciudades del interior se orientan cada vez más a la producción de artículos de consumo que podían ser vendidos en mercados locales y lejanos; pero la organización gremial de la producción frenaba el crecimiento económico. La riqueza acumulada por la usura y las operaciones bancarias no pudo por ello ser usada como correspondía. Prestar a los extranjeros era sumamente arriesgado, porque el eventual fracaso bélico de ellos venía acompañado de la quiebra financiera de la firma y muchas veces de toda la economía de una ciudad.

El gremio comenzó a sufrir desde el siglo XIII un proceso de descomposición más pronunciado en Florencia por el desarrollo del mercado de paños. Los maestros pañeros comenzaron a agruparse en núcleos económicos más reducidos dentro del gremio, llamadas compagnias, que, si bien formalmente estaban subordinadas al gremio, en realidad lo dominaban totalmente con su influencia y poder económico. Se arruinaron por la competencia muchos artesanos menores quienes terminarían por vender su fuerza de trabajo para poderse sustentar. Iban sentándose las bases para la formación d la clase social asalariada: el proletariado.

El sistema de producción fue modificado en varios aspectos. Los talleres artesanales controlados por el gremio ahora serían aplastados económicamente por los talleres manufactureros en que la escala de la producción era superior, se dividía el trabajo y se organizaba de manera planificada, de modo tal que con mayor número de empleados se pudiera dedicar cada cual a realizar un proceso específico dentro de los otros muchos que son necesarios para la elaboración de un producto, logrando que el nivel de especialización de cada uno aumente y que aumente el número de empleados. En los años treinta del siglo XIV se ocuparon en Florencia alrededor de treinta mil personas.

La explotación de los trabajadores era ilimitada. “Si el presupuesto medio familiar del empresario era de sesenta y dos monedas, el peinador de Lana tendría que conformarse con 5 monedas. Los obreros recibían su pago en monedas de cobre que bajaban de precio mucho más rápidamente que las de oro y de plata. El pequeño salario era aún rebajado por el cruel sistema de castigos monetarios, ya que todas las controversias entre empleado y patrón se decidían a favor del último.”[4] Se ve mucho en este período el trabajo de niños, mujeres, o sea, familias enteras, con extensas jornadas de trabajo.

Si la lucha de clases en el siglo XIII era una lucha directa entre toda la población de las ciudades, popolo, contra los feudales, nobli, grandi, en el siglo XIV se agudiza el conflicto entre los miembros sin privilegios de los pequeños gremios y la masa de trabajadores a sueldo, popolo minuto,[5] por una parte, y los miembros de los grandes gremios, especialmente los propietarios de manufacturas y banqueros, popolo grasso,[6] por la otra.

Florencia iba al frente de estos procesos: la primera manifestación de trabajadores asalariados conocida en la historia ocurrió en septiembre de 1343, en esta ciudad. Fue aplastada brutalmente, al igual que todas las demostraciones de descontento que le siguieron. Dos años más tarde se levantaron los trabajadores florentinos para dar lugar a la primera huelga. Fue declarada por los obreros del gremio de pañeros, en protesta contra la detención de su líder Ciuto Brandini.

Pronto se propagaron los movimientos de una ciudad a otra y hacia principios de los años setenta alcanzó su máxima amplitud en Siena y Perusa. En el año 1378 se produjo la rebelión de los ciompi de Florencia. Estos movimientos no dieron grandes frutos y fueron neutralizados con gran violencia; pero sirvieron para ir formando experiencia y tradición como predecesores de la clase obrera.

Reconocer esta realidad tanto en la ciudad como en el campo es fundamental, en tanto que el humanismo y Renacimiento no fueron del todo gloria y esplendor desmedido, está también lo que denominara nuestro destacado intelectual Raúl Roa como el carácter antihumanista del humanismo y que consiste precisamente en las concepciones que tenían sobre el pueblo los protagonistas de este proceso: 

“Escribo para eruditos, y no para la plebe.” (Policiano)

“Los campesinos no participan de la naturaleza humana, sino de la naturaleza del buey.” (Maffeo Veggio)

“El pueblo es como el pulpo: animal de muchos pies y sin cabeza.” (Marsilio Ficino)

“El pueblo es un monstruo lleno de confusión y errores, cuyas vanas opiniones están tan alejadas de la verdad como España de la India, según Ptolomeo.” (Guicciardini)[7]  

En las ciudades del norte de Italia se deterioró de manera notoria, por primera vez en la historia de la humanidad, el régimen social feudal al par que quedó anulado el vasallaje y se colocaron las bases del sistema capitalista de producción. Ahora bien, la renovación artística, del modo de vida, de ideología y de toda la cultura, no son el resultado directo del desenvolvimiento económico. Es más correcto decir que la nueva concepción del mundo y la nueva cultura renacentista, surgieron como reflejo muy complicado de todo un grupo de relaciones y fenómenos que en su conjunto formaron la base económica y social de este período.

De lo que hemos dicho se desprende ya que la capa gobernante en las ciudades lograron en duras luchas no solamente quebrantar el dominio feudal sino también dominar a sus conciudadanos de una manera tan cruel como aquella con que los feudales lo hacían antes. La comprensión realista de las cosas mundanas y el modo racionalista de pensar con que nos encontramos ya en los siglos XI o XII entre los mercaderes venecianos y de los puertos del centro y sur de Italia, todavía en el siglo XIV, está muy relacionada con características de un modo de pensar decididamente medieval. Así ocurre, por ejemplo, en los escritos del cronista florentino Giovanni Villani, quien escribe de manera concreta acerca de las realidades de la vida económica pero que, en lo referente a las consideraciones religiosas, mantiene posiciones decididamente medievales.

Las actividades económicas de los mercaderes y empresarios y de los comerciantes en general eran muy diversas, abarcando: comercio al por mayor y menor, transacciones bancarias y aseguradoras, transporte marítimo e, incluso, organización de la producción y sistemas de compraventa de materias primas y productos de fabricación local. En su conjunto, estas actividades significan el paso de la economía feudal a la economía monetaria. “Las firmas Bardi, Peruzzi y Accioiuoli, en Florencia; Pietro Soranzo, en Venecia; o Francesco di Marco Dantini, en Prato, manejaban desde su palacio de la ciudad (…) el movimiento de artículos en casi todo el mundo entonces conocido.”[8]

Los miembros de estas familias de empresarios ordinariamente ya no viajaban ellos mismos, tanto más dependían entonces de las informaciones y por eso tenían gran interés en que sus libros de contabilidad, diarios y crónicas correspondieran lo más fielmente posible a la realidad. Casi todos sabían leer, escribir y contar, y en las escuelas urbanas proporcionaban a sus hijos una preparación de carácter decididamente mundano. Esta preparación era complementada con prácticas en la propia empresa o en la de los colegas y con conocimientos de las lenguas extranjeras, por lo menos el francés. Se asume una actitud práctica, desprejuiciada y libre de supersticiones ante la vida, y la actividad del hombre. Eso hacía que fueran atacados por los moralistas influenciados por las enseñanzas de la Iglesia acerca del “precio justo” o las ganancias.

Este grupo de hombres constituía una pequeña fracción de la sociedad en las ciudades; pero fueron capaces de imponer importantes cambios en la vida social de manera general derivados de necesidades prácticas como el establecimiento del principio del año el primero de enero y la sustitución de los relojes de Iglesia por una división del día en dos partes de doce horas que eran señaladas con el toque de una campana. Apoyaron el desarrollo de la erudición y le imprimieron un carácter distinto, práctico. La necesidad impuso el jus y el lex de la jurisprudencia romana por encima del derecho costumbrista. El desarrollo más notable de Italia en la cultura lo tiene Florencia: aquí se desarrollaron de la manera más vigorosa las empresas económicas y el clima cultural era más propicio era más propicio que en Génova o Venecia. 

2. Florencia, madre y paradigma del Renacimiento y del Humanismo.  

“La máxima conciencia política y la mayor riquezas de formas evolutivas las encontramos reunidas en Florencia. En este sentido Florencia merece en justicia el título de primer Estado moderno del mundo (…) El maravilloso espíritu florentino, agudamente razonador y artísticamente creador al mismo tiempo, determina continuas transformaciones en la situación política y social y la describe y ordena incesantemente. Así llegó a ser Florencia la patria de las doctrinas y las teorías políticas…”[9]. En la Italia del Renacimiento y la Edad Media estaban contenidos muchos pequeños Estados que vivían en guerra con mucha más frecuencia que en paz. Italia era un término referido a una península con forma geográfica muy similar a una bota de montar y costas en el Mediterráneo y el Egeo, pero estaba lejos de sentirse como una patria común para florentinos y milaneses, para los hombres de Génova y de Venecia… La disgregación política era una constante en la Edad Media e Italia, particularmente, sufría los conflictos y rivalidades constantes entre sus centros urbanos más destacados, el intercambio económico y cultural no logró encausar los pequeños poderes políticos en una dirección común: los florentinos eran extranjeros en Venecia y viceversa, para las sociedades de la época que tratamos, el denominador común itálico era desconocido.

Estas dificultades impedían la unificación de Italia y el establecimiento de una lengua única. El surgimiento del  italiano desde diversas ramas del latín populachero es una cuestión con criterios muy divergentes. Con seguridad, durante un largo período de tiempo existieron paralelamente dos lenguas nacionales: el latín y el lenguaje popular. Así como este latín se diferenciaba del latín clásico, había numerosas diferencias entre los diferentes dialectos populares que hacía mucho tiempo habían dejado de ser latín; pero que aún no estaban convertidos en italiano. En la primera mitad del siglo XIII, la corte del rey Federico II en Palermo fue un centro natural de esfuerzos por unificar la lengua. Las canciones allí nacidas dejan ver aún fuertes huellas de la lírica cortesana de caballería, con los convencionalismos corrientes y acostumbrados conceptos de las leyes del amor. Los versos de los poetas que escribían de acuerdo al dictado de sus sentimientos suenan más naturales, más vivos.

Precisamente esa nota popular de la poesía siciliana encontró sus continuadores en la región toscana, donde el elemento popular urbano iba en ascenso. El nuevo poeta era, al mismo tiempo, un erudito que escribía con la determinada intención de aclarar y explicar diversos fenómenos del mundo circundante. En Bolonia, sede de una famosa universidad, estudiaban los poetas del dolce stil nuovo Guido Guinicelli, Cino de Pistoia y Guido Cavalcanti. Esta literatura, en contraposición con las concepciones señoriales del feudalismo, desprende la nobleza no del orden genealógico o de clase sino de cualidades morales, de la capacidad de amar realmente y del conocimiento efectivo.

Las escuelas de las ciudades facilitaban ahora una preparación básica a cada simple ciudadano y era cada vez mayor el número de alfabetizados. A la misma universidad de Florencia entraron diez mil estudiantes en 1338. Estos lectores de origen ciudadano, que pasaban la mayor parte de su vida en el comercio y en la artesanía, encontraban a la literatura religiosa poco atractiva. La época y su trabajo pedían conocimientos amplios y útiles que llegaban generando cambios en la conciencia y la vida social del Renacimiento, desarrollándose un espíritu de renovación: 

“Se caracteriza ese espíritu por el instinto adquisitivo, por la voluntad de poderío, por el afán de ascender a planos sociales de mando militar y espiritual, por la acción creadora.” [10]

“(…) nacía una política realista que ignoraba todo lo que se refiera a un pretendido derecho divino de los príncipes y los pueblos, y no quería ver en la sociedad sino el juego de las fuerzas humanas, el conflicto de las pasiones…”[11] 

La Edad Media constituyó una época de decadencia cultural, los nuevos conocimientos y el vigor necesarios para la “nova vita” habría que buscarlos en la Antigüedad. Para los italianos la historia del Imperio Romano y el papel de este sistema político en la Historia Antigua era motivo de orgullo nacional. Los conocimientos sobre la Edad Antigua asimilados durante el medioevo no desaparecieron, pues durante los siglos VIII y XII la cultura antigua era concebida como un todo sin diferenciación alguna. Fue tarea de los humanistas el estudiarla mejor, más concienzuda y críticamente. Los más destacados eruditos y poetas se encomendaron la tarea honrosa de ofrecer a sus contemporáneos la más amplia sección de toda la cultura anterior, traducida a la lengua nacional. Al respecto hay algunos criterios que son necesarios de destacar: 

“En los manuscritos salvados en las ruinas de Bizancio, en las estatuas antiguas encontradas en las ruinas de Roma, un nuevo mundo –La Grecia antigua- se ofreció a los ojos atónitos de Occidente. Los espectros del Medioevo se desvanecieron ante aquellas formas luminosas; en Italia se produjo un inusitado florecimiento del arte, que vino a ser como un reflejo de la antigüedad clásica y que nunca volvió a repetirse.”[12]

“No se trataba de una exhumación arqueológica de los textos clásicos, de un renacimiento literal de la antigüedad grecolatina. Más que un conflicto literario, era el manejo polémico de la herencia racionalista del pensamiento antiguo contra la estructura social del medioevo y la dogmática que le servía de apoyatura teórica.”[13]

[Tito Livio] “(…) el historiador de la admirada república romana, el favorito del Renacimiento. Su estilo fue particularmente imitado; siguiendo su ejemplo, los nuevos historiadores pusieron en boca de sus personajes discursos inventados; se intentó igualar la brillantez de sus descripciones y aun excederla (…) pues para el historiador del Renacimiento (…), la meta de sus aspiraciones consistía en prestar a la materia de su historia tanta galanura y dignidad, como Livio había vertido en el relato de los sucesos de Roma…”[14]  

Durante la Edad Media en Italia se desarrollaron dos escuelas enfrentadas entre sí por los postulados que defendían: los güelfos y los gibelinos. Los güelfos son partidarios de que el poder del emperador debe quedar sometido al del Papa. Los gibelinos eran partidarios de que ambos poderes fueran independientes, la Iglesia y el Imperio son poderes universales. Dante Alighieri, figura cimera de la cultura durante temprano Renacimiento, con “De Monarchia”, se destaca por su teoría de los due soli, diferenciada de la que tenían los güelfos para quienes El Pontificado, Sol, iluminaba al emperador, Luna. También es de obligatoria mención la figura de Marsilio de Padua, con su “Defensor pacis”, y una forma de estado cercana a una República representativa. Los conflictos entre ambos grupos serían constantes en este período. Hacia el siglo XIV irían suavizándose las tensiones y en el transcurso del Renacimiento, quedarían olvidadas las viejas disputas.

Es necesario referirse a la vida religiosa y a la posición de la Iglesia hacia el Renacimiento. Se considera algunas veces que todo el Renacimiento fue pagano y antirreligioso; pero no fue exactamente así: era difícil liberarse de los prejuicios religiosos y de la fe arraigada en las personas durante muchos siglos. A diferencia de todo el mundo católico, que por su fe tenía que pagar grandes cuotas para mantener la corte papal y la política de la Iglesia, algunas ciudades italianas, especialmente Roma, Siena, y Florencia, obtenían ventajas de sus estrechas relaciones con la curia.

Desde la mitad del siglo XIII, los florentinos lograron el control casi exclusivo de los asuntos bancarios de la corte papal. Las relaciones financieras con la curia estaban absolutamente exentas de riesgo, pues los impuestos de la Iglesia eran una garantía constante de los préstamos y créditos. La curia ignoró las prácticas comerciales y bancarias sin cuya ayuda las arcas papales estarían mucho más vacías. La Iglesia protegió incluso la usura abierta y abandonó el criterio de que el comercio y la ganancia de dinero eran un castigo por el pecado original.

La fuerza de la convicción religiosa era tan grande que la burguesía triunfante quiso participar más activamente en la misma religión. La Iglesia trató de complacer a la burguesía creando en el siglo XIII las órdenes mendicantes que estaban orientadas ante todo a predicar y cuidar espiritualmente las ciudades. Al mismo tiempo estas órdenes tenían que hacer, de manera moderada, a un lado el peligro emanado de muchas sectas que en su mayoría se manifestaban por el culto pobre de la Iglesia y de la humildad.

Estas sectas tenían profunda influencia, incluso entre los miembros de la burguesía más rica. Este es el caso de San Francisco de Asís. Después de la muerte de su fundador, la orden franciscana perdió muchas de sus características, abandonando finalmente su tan alabada pobreza. Muchos miembros de la orden estuvieron en desacuerdo con ese desarrollo y se organizaron en nuevos grupos que volvieron a las ideas originales del movimiento. Las diferencias entre las diversas sectas franciscanas fueron aprovechadas por los miembros de otra orden mendicante, los dominicos. Sus tareas eran salvaguardar la doctrina oficial de la Iglesia y luchar contra los herejes. Gracias a una política más flexible lograron la confianza y la obediencia de todas las capas sociales. La Iglesia logró influenciar la vida cultural y religiosa de las ciudades.

Cuando los burgueses llegaron al poder, les eran ajenos los misticismos, la meditación acerca de la fe y las dudas internas. Tal como eran racionalistas en el comercio lo eran también en la vida religiosa. Sentían que la devoción les traería prosperidad en los negocios.

Así como la aristocracia había tenido su intelectualidad en los religiosos, la muy incipiente burguesía necesitaba también una intelectualidad que expresara sus intereses y satisficiera sus necesidades de cultura. Gradualmente se va formando así el modelo paradigmático del hombre renacentista, el mundano erudito, el humanista. 

A partir de la segunda mitad del Siglo XIV, la mayor parte de las comunidades ciudadanas y pequeñas comunas del Norte de Italia se empezaron a transformar en las llamadas signorie. La oligarquía gobernante, integradas por representantes de las familias económicamente más fuertes, cedió una parte de sus libertades políticas al fuerte gobierno de un individuo, temerosa del creciente descontento entre las capas más bajas de la población que con intensidad creciente exigían sus derechos. Un tirano podía mantener al pueblo oprimido a base de brutales medidas, sin que se  comprometieran directamente en ello las personalidades de la sociedad que tenían interés en la realización de tales medidas:

“Las repúblicas italianas, que en sus orígenes eran asociaciones mal constituidas bajo la dependencia de la iglesia y del imperio, empiezan a transformarse evidentemente por la prudencia, la astucia, doblez y valor de quienes las dirigían; logran poco a poco ser independientes y convertirse al fin en principados de tiranos que acaban con la libertad y cometen toda clase de delitos.

”A pesar de esto, dichos principados son los primeros modelos de los estados modernos (…) Al mismo tiempo el estudio de las instituciones antiguas, especialmente de la historia de Roma, ayudaba a explicar conceptos que tenían realización práctica.”[15]

En estas condiciones, donde los pequeños estados individuales luchaban entre sí por la supremacía política y económica, las guerras chicas estaban a la orden del día. Era arriesgado para la clase gobernante confiar en las milicias populares, ya fuese en una guerra agresora o defensiva. Adquirían creciente importancia los soldados mercenarios y sus comandantes los condottieris.[16]El servicio militar en esa época era uno de los empleos más productivos para la gente que, sin otras capacidades, se destacaban en el campo de batalla.

Algunos observadores de la época consideraban que las batallas de los condotieros eran simples comedias, ya que en ellas había  comúnmente pocos muertos. El condotiero debía de ser cruel, ya que  aparte del sueldo pagado a tiempo y correctamente, el miedo era la mejor garantía de disciplina entre la tropa. Si el condotiero traicionaba, era una cuestión de táctica. Si traicionaba su soldado, era sólo una traición que había que castigar. El condotiero es otro de los tipos humanos típicos del Renacimiento italiano, al lado de los hombres de comercio y empresa  y de los humanistas.

La época de los condotieros y las guerras menores terminó a mediados del siglo XV. La lucha constante entre los déspotas locales vino a ser sustituida por las luchas que originaban las intervenciones de potencias extranjeras, sobre todo de Francia y de España.

Las invasiones francesas a Italia para conquistar Nápoles y Milán en 1494 marcaron el inicio de las luchas de muchos años  en las que pronto intervinieron el rey Fernando de Aragón y el emperador romano-germánico Maximiliano. El intento francés de ampliar sus dominios feudales se convirtió de pronto en un gran conflicto internacional en que los Habsburgo españoles trataron de dominar todo el Mediterráneo. El papa Clemente VII se vio obligado a crear una gran unión internamente que resultó ser débil.

En 1527, los lansquenetes alemanes conquistaron Roma y la devastaron en forma terrible. La caída de Roma y, luego,  también de la Florencia republicana, señalaron la definitiva conclusión del período de florecimiento de las ciudades italianas, su cultura y economía. La decadencia económica y política de Italia fue coronada  por la victoria final de las tropas españolas, en 1559, quienes dominaron firmemente las regiones de Milán y Nápoles.

La decadencia moral del papado romano fue evidente. Intrigas personales y el egoísmo codicioso ocupaban al papa y a los cardenales en tal medida que no les quedaba tiempo para ocuparse de las cuestiones espirituales de la Iglesia. Los papas y cardenales del Renacimiento procedían generalmente de las familias aristocráticas más importantes. Las grandes sumas de dinero procedentes de los creyentes de toda Europa eran aprovechadas por los altos dignatarios para su enriquecimiento personal, así como para el financiamiento de una alta corte, costosas construcciones y obras de arte. La Iglesia no sólo veía benevolente los avances ideológicos del  Renacimiento sino que incluso permitía que se dedicaran al estudio humanista numerosos miembros de su jerarquía.

“Pese a que los papas del tiempo de Maquiavelo eran con frecuencia indignos y libertinos, consiguieron hacer de su estado el más consolidado y permanente de Italia.” [17]

“Demasiado débil para unir a Italia, el papa era, sin embargo, suficientemente fuerte para impedir que ningún otro gobernante la uniera, en tanto que sus relaciones internacionales le hacían ser el iniciador de la viciosa política de invitar a la intervención extranjera.”[18]

La situación cambió la estallar la Reforma en Alemania y otros países transalpinos, pues cualquier manifestación de tolerancia o de falta de interés acerca de las cuestiones de la ideología o doctrina conllevaría para la Iglesia consecuencias catastróficas. El firme programa contrarreformista proclamado por la Iglesia católica en el famoso concilio de Trento (1545-1563) abrió de nuevo el camino al oscurantismo, se frenó el desarrollo de la cultura, se quemaron libros y, en general, se desató una gran reacción contra el progreso de la ciencia y la filosofía. El espíritu revolucionario del Renacimiento entraría en decadencia.

El ideal de la sociedad renacentista avanzada era el noble caballero que tuviera una educación y cultura más elevada que el promedio, de manera que pudiera leer y escribir en griego y en latín, entendiera de pintura y pudiera interpretar música. También las damas  tenían que cumplir determinadas condiciones si querían convertirse en centro de la atención de la corte y en ornato fundamental, debían tener ciertos conocimientos de las bellas letras, la música y el arte, que les permitiera mantener una conversación agradable acerca de tales temas.

Solo dos ciudades italianas parecieron ser menos dañadas por la decadencia que afectó a las demás, dos potencias marítimas rivales: Venecia y Génova. A pesar de que los italianos y los alemanes fueron expulsados de sus posiciones en el Nuevo Mundo por el monopolio Español, Génova financiaba la potencia española del siglo XVI. La empresaria oligarquía mercantil genovesa tomó así la forma de casas bancarias al servicio de los Habsburgo, con su destino cada vez más unido al de la política española.

Es semejante el desarrollo que tuvo Venecia, la cual, en la época del ascenso de Génova, quedó temporalmente al frente de los negocios. Al igual que la posición de Génova en el mar, el comercio veneciano en especies fue liquidado en la primera mitad del siglo XVII. En esta época, la feudalización de las oligarquías de ambas ciudades fue completa. En el mundo del  Renacimiento posterior no dominó Florencia ni Roma, sino Venecia. Hacia el año 1600 terminaba el Renacimiento tardío en Venecia.

El Renacimiento en Italia reconstruyó la vida del ser humano y al propio hombre, a las artes, las ciudades presentarían una arquitectura mundana, en la capilla Sixtina un Dios humanizado le daba  el Soplo de Vida a Adán, las ciencias revolucionaban todas las concepciones de la astronomía, se desarrollaba la alquimia, la magia y tuvo lugar La Reforma y la conciencia de los hombres dejaba la oscura ideología señorial por las luces de la época moderna. Se desarrollaba la literatura, el historicismo, las ciencias del Estado nacían de manera espontánea y los diplomáticos más destacados desarrollaban sus concepciones por métodos netamente empíricos y prácticos, surgía así el más brillante político del período y primer pensador de la modernidad, Nicolás Maquiavelo.

 

Capítulo II

“Acercamiento a la vida y obra de Maquiavelo.”

 

“De cuantos especularon con la empresa de la constitución de un Estado, Maquiavelo es, sin comparación, el más grande de todos.”

La Cultura del renacimiento en Italia, Jacobo Burkhardt.

“Maquiavelo fue hombre de estado, historiador, poeta y, por añadidura, el primer escritor militar digno de mención en los tiempos modernos.”

Friedrich Engels.[19]

“Para poder afirmar su patrimonio frente a los grandes poderes de Europa, Italia no tenía más camino que el de unirse bajo un príncipe. Y la utopía de esta unión, con la que termina el tratado Maquiavelo, sólo podía llegar a ser una realidad mediante una combinación que neutralizase el poder de la Iglesia o que, de no ser eso posible, se congraciase la voluntad del papa, por motivos de interés.”

El Renacimiento en Italia, John Addington Symonds.

 

 

1. La vida del diplomático florentino.

“Era Maquiavelo de mediana estatura, color cetrino y carácter seco. Su fisonomía, dura, pero de extraordinaria distinción, anunciaba una energía inflexible. Su conversación era amena, pero en las relaciones privadas usaba un tono dominante, que desaparecía al tratar de los asuntos e intereses políticos.”[20] Así describe el estudioso de la obra de Maquiavelo, Luis Navarro, a Noccolo Machiavelli, eminente diplomático y político de la Florencia del Renacimiento.

Maquiavelo nació en Florencia, el 3 de mayo de 1469, hijo de Bernardo Maquiavelo, abogado y tesorero de la Marca de Ancoina, y de Bartola Nelli. Su padre aunque no era rico, ya que en esos tiempos la riqueza la daba el comercio, poseía bienes patrimoniales que no permitieron nuca a Maquiavelo caer en la pobreza. Desde su juventud fue admitido por la Academia platónica y se piensa que allí haya aprendido a la perfección el griego y el latín. La biografía de Maquiavelo está dada generalmente por la narración de sus labores diplomáticas y relacionadas con los negocios públicos a los que se vinculó desde 1494 con ayuda de Marcelo Virgilio Adriani. Posteriormente la Señoría Canciller lo eligió adjunto a los Diez de la Libertad (Dieci di libertà e pace o Consejo de los Diez), cargo que le llevó a realizar importantes misiones diplomáticas ante el rey de Francia, el emperador Maximiliano I y César Borgia, entre otros y que ocupó hasta 1512, con el regreso de los Médicis.

Durante estos años, y sobre todo, a raíz del fracaso del asalto de Pisa, consecuencia de que las tropas del ejército fueran mercenarias, Maquiavelo llegó a la conclusión de que el sistema militar italiano era débil, que sus tropas indisciplinadas no podrían luchar con el valor con que lucharía un florentino, un italiano; por lo tanto era necesario formar un ejército nacional. En marzo de 1503 Maquiavelo pronuncia un discurso en el Consejo público, para exhortar al pueblo a armarse en su propia defensa. Creó una junta de nueve ciudadanos: los “Nueve de la Ordenanza y de la Milicia” (Nove dell’Ordinanza e Milizia), para ordenar, disciplinar y administrar las cuestiones del ejército. Maquiavelo fue el secretario. Reorganizó la infantería y la caballería dando mayor importancia a la primera. “Con estas instituciones creó Maquiavelo las bases de los ejércitos modernos…”[21].

 Con el retorno de los Medici al poder de Florencia, Maquiavelo cayó en desgracia, fue acusado de traición, encarcelado y torturado (1513). Tras recuperar la libertad se retiró a una casa de su propiedad en las afueras de Florencia, en San Casiano, donde emprendió la redacción de sus obras más importantes. En 1520, el cardenal Julio de Médicis le confió varias misiones y, cuando se convirtió en Papa, con el nombre de Clemente VII (1523), Maquiavelo pasó a ocupar el cargo de superintendente de fortificaciones (1526). En 1527, las tropas de Carlos I de España tomaron y saquearon Roma, lo que trajo consigo la caída de los Médicis en Florencia y la marginación política de Maquiavelo, quien murió poco después de ser apartado de todos sus cargos. Una carta de uno de sus hijos, dirigida a un profesor de la Universidad de Pisa, Francisco Nelli, explica que murió a causa de un medicamento, aunque para muchos, la muerte del genio florentino fue debido a un envenenamiento.

2. La Obra de Maquiavelo

“El Príncipe” no fue la única obra de Maquiavelo, como hemos mencionado anteriormente, incluso, para muchos estudiosos, como es el caso de Luis Navarro, tampoco es la obra fundamental. Consideran que debe ser estudiada como parte de los “Discursos sobre la Primera década de Tito Livio”; pero ahora no nos detendremos a analizar el asunto sino que veremos brevemente cuál ha sido su más importante quehacer literario.

Decenale primo es una historia versificada de Italia desde 1494 hasta 1504, explica  grandes sucesos y lamentables catástrofes que señalan el fin de su independencia en una poesía que revela la profunda pasión por la independencia de su autor. Está presente la metrificación “terza rima”, empleada por Dante Alighieri. La segunda parte del Decenale (1504-15014) quedó incompleta. “Asno de oro”, es una alegoría con alusiones incompatibles de muy difícil comprensión. Escribió también un conjunto de obras que recogen cuestiones sobre la moral: “La Fortuna”, “La Ambición”, “La Ingratitud”. También están los textos “La ocasión”, “Cantos de Carnaval”, “Anales de Italia” (1504), “Vida de Castruccio” (1520), la comedia “Clizia”, el cuento “Belfegor” y han quedado recogidas un grupo de cartas de su vida privada que son fundamentales para comprender la personalidad de Maquiavelo.

“La Mandrágora”, comedia que muestra el espíritu poético de Maquiavelo, es considerada como una de las obras más perfectas del arte dramático en los tiempos antiguos y modernos. La obra fue impresa en 1524 y es muestra cimera de la técnica literaria de Maquiavelo. A continuación reproducimos un fragmento:

                                            “Scusatelo con questo, che s’ingegna

                                            Con questi van pensieri

                                            Fare il suo tristo tempo più süave,

                                            Perch’altrove none have

                                            Dove voltare il viso;

                                            Chè gli è stato interciso

                                            Mostrar con altre imprese altra virtue.

“Habéis de excusar esto, en cuanto trata, con estos pensamientos frívolos de hacer más suave su triste tiempo, pues no tiene otra parte a donde dirigir la mirada, ya que se le ha vedado mostrar en otras empresas un talento distinto.”[22]

En “Discurso al papa León X” o “Dictamen sobre la reforma de la Constitución de Florencia.” Maquiavelo presenta un texto contradictorio por no manifestar una posición definida hacia León X o el pueblo. Maquiavelo comienza diciendo que sólo la República era posible en Florencia y luego expresa:

“Verá Vuestra Santidad que en mi proyecto de república, no solo conservo íntegra su autoridad, sino hasta la aumento.

”(…)Si examinamos estas diversas instituciones, en vida de Vuestra Santidad y de monseñor el Cardenal (el primo de León X), veo una verdadera monarquía, porque tenéis la iniciativa de las leyes y no sé qué es lo que puede desear de más un jefe de estado.

” (…)Y para que vuestros partidos tengan seguridad de estar en las bolsas cuando se trata de apelar a los sufragios en el Consejo, Vuestra Santidad puede designar ocho escrutadores, que, contando los votos secretamente, pueden hacer recaer la elección en quienes ellos quieran.”[23]

En cambio, expresó que la causa de la caída del antiguo régimen en Florencia, fue “no tener el pueblo en el gobierno la participación que le correspondía y hacerse los escrutinios de modo que era fácil cometer fraude en ellos.”[24] Las contradicciones que se presentan en el análisis de la obra de Maquiavelo son numerosas, pero la postura que asume ante el poderío del pontificado queda bien definida en El Príncipe como veremos en el próximo capítulo.

“Historia de Florencia” o “Istorie Fiorentine” es una obra incompleta, fue pagada por los Médicis. Está constituida por ocho libros, presenta un estilo similar al de los textos de Livio, pues, “(…) en cuanto humanista, echa mano de la antigua Historia romana de Livio…”[25]. Los libros que conforman la obra son imprescindibles para comprender la política de los Médicis. Se le acusa a Maquiavelo de frialdad en la narración, pero ese fue en definitiva su objetivo: la imparcialidad. Maquiavelo se centra en recrear los hechos, en dar conocer las causas, las consecuencias, para que haga el lector la valoración moral de los acontecimientos y de la política de los Médicis. El contenido de los primeros cinco libros pudiera sintetizarse del siguiente modo:

Libro primero: Hace un animado recorrido histórico que va desde la caída del Imperio Romano hasta la Florencia del autor.

Libro segundo: Recoge lo referido a la fundación de Florencia y al crecimiento que experimentó por las colonias romanas. Maquiavelo termina humillando al partido de los nobles.

Libro tercero: Explica cuáles son los males que resultan en las repúblicas del choque de los partidos aristocrático y popular. Establece una comparación entre Roma y Florencia.

Libro cuarto: Argumenta que la gravedad de la suerte que corren las Repúblicas está en el hecho de que por vicio de constitución pasan de libertad a licencia.

Libro 5: Quedan definidos en este volumen la maneras en que los Estados degeneran de una forma en otra pasando así del bien al mal.

Refiriéndose a estas obras expresa Robert Franz Arnold: 

“La gloria de Maquiavelo ha durado cuatro siglos: sus Istorie fiorentine (…) pasan todavía hoy como obras maestras de la prosa italiana, no superadas en la animación del relato, en la belleza sin oropeles del lenguaje, en su penetración política.”[26]

Uno de sus textos más conocidos, “El arte de la Guerra”, escrito a forma de diálogo, nos brinda sus concepciones sobre cuál debe ser la organización de los ejércitos haciendo particular énfasis en la infantería. Las ideas que se recogen en este documento aparecen expuestas sintéticamente también en “El Príncipe” y otros escritos. Para Maquiavelo “La principal ocupación y el estudio preferente de un príncipe debe ser el arte de la guerra y la organización y disciplina de los ejércitos, porque ésta es la verdadera ciencia de los gobernantes…”[27] Sus concepciones sobre la guerra quedan manifestadas en hechos de su vida a los que hemos aludido anteriormente y particularmente su concepción sobre la importancia que tiene en un ejército la infantería y la sustitución de los ejércitos mercenarios por ejércitos compuestos por el propio pueblo, lo hacen el más importante pensador militar del período e ideólogo de las estructuras que presentarían los Ejércitos modernos.

Las obras de Machiavelli, escogidas y ordenadas por Giusseppe Zirardini fueron publicadas por primera vez en Paris, en 1850, por la casa editorial Baudry. En 1771, no atreviéndose a editar sus obras completas, lanzaron lo que los franceses llamaron un ballon d’ essai, recopilación de máximas, la titularon “La mente di un homo di stato”. En esta recopilación se puede realizar un acercamiento general a su obra y a sus primeras concepciones.

3. “Il principe” y “Discorsi sopra la prima Deca di Tito Livio”

Las dos obras que de manera más completa e integral recogen las concepciones de Maquiavelo son “El Príncipe” y sus “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”. Los criterios sobre cuál de las dos obras es la más significativa o cuál refleja mejor el pensamiento de Nicolás Maquiavelo son diversos. Sobre esta polémica se pudiera decir simplemente que ambas son esenciales y que, a pesar de que parecen contradecirse entre sí, de que en “El Príncipe” pudieran verse inconsecuencias respecto a lo planteado en los Discursos, son parte de la obra de una misma persona y no existe contradicción ni inconsecuencia alguna en tanto que son obras hechas con fines diferentes y, si bien en los Discursos, Maquiavelo se identifica con los ideales republicanos de la Roma antigua, contrapuestos a la monarquía absoluta de “El Príncipe”, hay que entender que en los Discursos queda expresada la forma ideal de gobierno, la más completa, que se encuentra en la antigua República romana; pero que en “El Príncipe”, aparece la única forma de gobierno bajo la cuál es posible unificar a Italia  y defender su soberanía. “El concepto de soberanía nacional (…) es en Maquiavelo en donde va a encontrar por primera vez rigurosa formulación.”[28] Maquiavelo entiende que no es posible constituir una república en las terribles condiciones de fraccionamiento y disgregación en que se halla su patria, que, sin embargo, es necesario edificar un Estado sólido bajo el poder de un príncipe audaz, astuto, fuerte, tirano, egoísta y cruel, según sea necesario – porque todo se subordina a la necesidad y preservación del Estado –; pero moderado y prudente. Maquiavelo, como humanista, retorna a la república latina y ve en ella la realización más completa de sus concepciones sobre los estados. Maquiavelo deja en los Discursos una muestra de sus principios sobre la libertad, la igualdad ante la ley, la participación de todas las clases sociales en el gobierno, en fin, nos deja sus ideales republicanos; pero, como hombre del renacimiento, basado en la observación, en la experiencia política y en una sensibilidad intuitiva singular, así como en sus conocimientos históricos, comprende que su realidad exige un Estado de otro tipo, y, con esto, no traiciona la república, ni cae en ninguna inconsecuencia; por el contrario, asume una postura muy consecuente con su época, que lo conduce a la monarquía de “El Príncipe”, instrumento esencial para lograr la unidad y la independencia absoluta de Italia.

“Ciertamente las ideas republicanas de maquiavelo no se acomodan bien al intento de la formación de un reino y al establecimiento de un régimen monárquico absoluto; pero debe tenerse en cuenta que las repúblicas italianas en su época, distaban tanto como la monarquía del ideal republicano de Maquiavelo, por estar organizadas de manera que, en realidad, eran la tiranía de una ciudad sobre otras muchas ciudades y pueblos de comarca más o menos extensa, y escritores tan imparciales como el florentino Guicciardini reconocían y confesaban mejor vivir bajo el gobierno absoluto de un príncipe, el cual, al menos, trataba de igual modo a todos sus súbditos, que en una república que en la práctica significaba la explotación de varios pueblos por una ciudad” privilegiada. La forma de gobierno debía ser para Maquiavelo cosa secundaria y puramente doctrinal ante la idea de que llegara a ser Italia un grande y poderoso estado, capaz del esfuerzo necesario para arrojar de su seno a los invasores extranjeros. Quería la libertad y la igualdad ante la ley y la intervención en el poder de todas las clases del estado; pero ante todo y sobre todo quería la unidad nacional italiana.”[29]

 “A veces su objetividad política es ciertamente terrible en su sinceridad, pero no debe olvidarse que escribe en una época de angustia y peligro extremos, en la cual no podía esperarse de los hombres que creyeran en la justicia ni dieran por supuesta la equidad.”[30]

“Los Discursos sobre la primera década de Tiro Livio” comenzaron a ser escritos en 1512, se terminaron en 1522 y fueron publicados un año antes. “El Príncipe” fue escrito entre 1513 y 1516, la publicación no se realizó hasta 1532. Ambas obras están vinculadas de alguna manera a figuras históricas: Tito Livio y César Borgia.

Livio nació en Padua en el año 39 a. de C.; murió allí en el año 17 d. de C. Su fama descansa en una historia de Roma compuesta en 142 volúmenes. Es una historia patriótica, una glorificación de la inteligencia y de las virtudes romanas; a través de toda la antigüedad la historia de Tito Livio fue valorizada como la documentación auténtica de la cultura augustiniana y como cima de la literatura histórica.

César Borgia es el gran modelo político a cuya imagen fue escrito El Príncipe. Su carrera triunfal fue posible porque es hijo de Rodrigo Borgia y porque este convertido en Alejandro VI, coloca todos los resortes políticos, espirituales y materiales del pontificado romano a disposición de las principescas aspiraciones de su heredero. Para Maquiavelo, es indudable que, de no haber sobrevenido con tanta rapidez la muerte de Alejandro, y aún más, de no haber estado César grave y largamente enfermo a raíz de la muerte de su padre, este diplomático inescrupuloso, este guerrero que sabía pelear al frente de tropas propias, habría sometido a toda Italia a su mando absoluto, llevando a cabo la unificación nacional que ya resultaba indispensable.

El retorno de los Medicis al poder, junto con una acusación falsa de su participación en una conspiración, dejó a Maquiavelo aislado de la vida política, sin empleo y con una mala situación económica. Impulsado por estos factores, sobre todo el primero, Maquiavelo escribe “El Príncipe”. Tuvo la intención de dedicárselo a Julián de Médici, en cambio, este murió y fue dedicado a Lorenzo II de Médici. Fiel expresión de la situación en que se hallaba Maquiavelo es la Carta de 10 de diciembre de 1514, a Francesco Vettori:

“Dice Dante que “para que haya ciencia, es necesario retener lo que hemos aprendido”. Guiándome por ello, he puesto por escrito lo que me han enseñado estos discursos y compuesto un tratado De principatibus, en el que estudio con la mayor profundidad que sé hacerlo este tema, razonando acerca de los principados, sus diversas clases y como se alcanzan, se conservan y se pierden (…) Creo que sería aceptable para un nuevo príncipe. Por eso le propongo dedicarlo a la Magnificencia de Juliano.

”Me gustaría que esos Signori Médicis me emplearan en algo, aunque sólo fuera en hacerme rodar una piedra (…)”[31]

Esto también puede verse en el comienzo del libro cuando Maquiavelo se dirige a Lorenzo de Medici:

“Queriendo yo ofrecer a Vuestra Magnificencia algún testimonio de mi adhesión, no he encontrado entre cuanto poseo cosa de mayor valer ni más preciada que el conocimiento de los hechos de los grandes hombres; conocimiento que he adquirido por larga experiencia de los asuntos públicos de estos tiempos y no interrumpiendo estudio de la historia de la antigüedad.

(…)

”Acoja Vuestra Magnificencia este pequeño obsequio con tan buena voluntad como es la mía al enviárselo; y si se digna leerlo atentamente, verá en él mi deseo de que lleguéis a la grandeza que la fortuna vuestras dotes personales prometen. Y si Vuestra Magnificencia, desde la altura en que está, se digna alguna vez dirigir mi mirada a su humilde posición, sabrá cuán míseramente sufro el grande y continuo rigor de la mala suerte.”[32]  

Sólo podemos ver a la obra de Maquiavelo como un todo y no debemos excluir del análisis ninguna de sus creaciones; pero consideramos, como el mismo autor dejó expresado en los fragmentos anteriores, que “De principatibus”, es, precisamente, ese tratado en que se sintetiza y reúne la expresión más acabada del pensamiento del diplomático florentino. Es por esto que, tomando esta obra como pilar fundamental, hacemos una exposición y análisis de sus principales concepciones en el siguiente capítulo.

Sobre “El Príncipe”, expresa John Addington Symonds:  

“(…) en sus páginas se encierra lo mejor, lo más maduro y lo más espléndido del pensamiento de Maquiavelo, acumulado a lo largo de largos años de servicios blicos. Y (…) en esta obra se plasma el sueño de un patriota de mente filosófica en torno a la restitución de la libertad italiana.”[33]

 

Capítulo III

“Las concepciones de Niccolo Machiavelli.”

 

“(…)camminando li uomini quasi sempre per le vie battute da altri, e procedendo nelle azioni loro con le imitazioni, né si potendo le vie d’altri al tutto tenere, né alla virtú di quelli che tu imiti aggiugnere, debbe uno uomo prudente intrare sempre per vie battute da uomini grandi e quelli che sono stati eccellentissimi imitare, acciò che, se la sua virtú non vi arriva, almeno ne renda qualche odore; e fare come li arcieri prudenti; a’quali, parendo el loco dove disegnono ferire troppo lontano, e conoscendo fino a quanto va la virtú del loro arco, pongono la mira assai piú alta che il loco destinato, non per aggiugnere con la loro freccia a tanta altezza, ma per potere con lo aiuto di sí alta mira pervenire al disegno loro.”

“Il principe”, Capitulo VI.

“Nasce da questo una disputa: s’elli e meglio essere amato che temuto, o e converso. Respondesi, che si vorrebbe essere l’uno e l’atro; ma, perché elli è difficile accozzarli insieme, è molto piú sicuro essere temuto che amato, quando si abbia a mancare dell’uno de’ dua.”

“Il principe”, Capitulo XVII.

“... siendo mi propósito escribir cosa útil para quien la entiende, me ha parecido más conveniente ir tras la verdad efectiva de la cosa que tras su apariencia. Porque muchos se han imaginado como existentes de veras a repúblicas y principados que nunca han sido vistos ni conocidos; porque hay tanta diferencia entre como se vive y como se debería vivir, que aquel que deja lo que se hace por lo que debería hacerse marcha a su ruina en vez de beneficiarse;…”[34]. Comienza con estas palabras el decimoquinto capítulo de El Príncipe. Como bien expresa el texto, el propósito de Maquiavelo es expresar cuáles son los medios reales y efectivos para sostener una forma política organizada en la Italia de comienzos de siglo XVI; pero el gran fin del patriota florentino no era solo preservar el Estado, sino lograr la unidad nacional y la libertad de Italia:

“(…) para aquilatar el valor de un genio italiano era imprescindible que Italia llegase a la triste situación en que hoy se encuentra, siendo más esclava que los hebreos, más sierva que los persas, estando más dispersos sus habitantes que los atenienses; sin jefe, sin organización, batida, saqueada, destrozada, pisoteada, sufriendo toda clase de calamidades(…)

”Contémplese a esta desdichada Italia rogándole a Dios que le envíe alguno capaz de redimirla de la cruel insolencia de los bárbaros. Véasela resuelta a seguir una bandera con tal que haya quien la enarbole.

”Pero de nadie más que de vuestra ilustre Casa (…) puede esperar Italia su redención.”[35]

El espíritu republicano y patriótico de Maquiavelo es innegable, como es de incuestionable importancia el método y las concepciones que orientaron su pensamiento y su obra en esta dirección.

El análisis de Maquiavelo, desarrollado por la experiencia y la práctica de sus misiones políticas y diplomáticas, tiene fundamentos en la historia, hacia la que se lanza con objetividad. Analiza de manera práctica y sobria tanto hechos, como personalidades de la historia de la antigüedad grecolatina hacia la que se remonta necesariamente, como buen humanista, en búsqueda del fundamento del comportamiento humano, de la vitalidad y denominador común que poseen los hombres individualmente y, sobre todo, el fundamento del comportamiento que tiene la vida asociada y las formas políticas. Maquiavelo se encarga de estudiar de esta manera cuáles son las estructuras del Estado más correctas para el equilibrio de la vida en sociedad; pero fundamentalmente, su estudio y mayor mérito está en la búsqueda de las alternativas reales que existen para Italia, según las concretas condiciones históricas y políticas, de lograr la constitución de una forma política que dé coherencia y orden a la vida asociada de su patria.

El realismo político y la objetividad histórica como métodos determinantes de su análisis demuestran que Maquiavelo entiende que los cambios y transformaciones ocurrentes en la vida del hombre, tanto individual como en sociedad, pueden ser determinados en gran medida por el comportamiento del mismo hombre. Para Maquiavelo, Dios no regula el comportamiento de la vida en comunidad, ni las formas del Estado, ni la historia; es el hombre que según sus potencialidades, su astucia, y la habilidad con que se pueda enfrentar a las circunstancias reales de su época determina su propia realidad y, si la fortuna (de la que hablaremos más delante de manera específica)  no le es adversa, puede hasta determinar circunstancias de su futuro.

En los Discursos quedan expuesta la teoría de la triada, fundamental para la percepción que tiene Maquiavelo sobre el desenvolvimiento de los procesos históricos, y para la conducta humana de manera general. Estamos hablando de la virtud (virtù[36]), la fortuna y la necesidad que se entremezclan inevitablemente en la realidad y la determinan, pudieran entenderse como fuerzas que actúan de manera orgánica, influenciando lo ocurrido en una, sobre las demás y viceversa. El buen político es esencial en lo referente a  estos elementos en tanto que ha de comprender la necesidad de manera intuitiva y hacer uso de su capacidad para contribuir al equilibrio y conservación del Estado.

La fortuna, o sea, la suerte, es posiblemente, de los tres elementos de la triada, el más incontrolable, irreversible e irreal. No es un elemento que determine de manera absoluta la realidad. Suponer esto implicaría que, como la actitud que asuma el hombre ante sus necesidades y circunstancias concretas es irrelevante en tanto el éxito o fracaso de las acciones de los hombres están en manos de la suerte, el hombre debería entonces enajenarse de la realidad y buscar un fundamento sobrenatural, distinto de la naturaleza humana, de las cuestiones mundanas, materiales y sustanciales, lo que traería además una actitud de sumisión que ignora totalmente las capacidades del hombre y la búsqueda en sí mismo de la vitalidad y ánimos necesarios para enfrentarse a sus necesidades. Esta sumisión de la conciencia humana a ideales y fundamentos metafísicos y abstractos es propia del pensamiento medieval, no del Renacimiento:

“Muchos han creído y creen todavía que las cosas de este mundo las dirigen la fortuna y Dios, sin ser dado a la prudencia de los hombres que varíen, ni haber para ellas remedio alguno;(…) En nuestra época han acreditado esta opinión los grandes cambios que se han visto (…) Meditando en ellos me han hecho a veces inclinarme algo a favor de esta creencia; sin embargo, como nuestro libre arbitrio existe, creo que de la fortuna dependa la mitad de nuestras acciones, pero que nos deja dirigir la otra mitad o algo menos.

”Comparo aquélla con un río de rápida corriente que, cuando sale de madre, inunda la llanura, derriba árboles y casas, arranca terrenos de un sitio y los lleva a otro. Del ímpetu de sus aguas huye todo el mundo, todo cede a su empuje incontrastable, pero esto no impide que al volver a su cauce, los hombres construyen diques y calzadas para precaver, en otras crecidas, las inundaciones y los estragos.”[37]

Maquiavelo le da a la suerte un papel importante, pero no absoluto, en el gobierno de la vida y las acciones del hombre, así como en el desarrollo de la historia. Además, es este un período en que un componente esencial de la moral itálica es la fantasía, que unida el espíritu egoísta de los hombres de su época, heredado por el hombre de la modernidad, promueve el desarrollo de los juegos de azar y la búsqueda de la aventura, de la gloria, del reconocimiento y del poder. Es natural que Maquiavelo nos hable de la fortuna, reguladora del devenir, beneficiosa y dañina, fortuna que el hombre no puede impedir, pero sí secundar; fortuna que nos conduce junto con la historia hacia un fin desconocido. A esto se le ha llamado la ley de la historia o la casuística de la historia. Pero, por imposible que sea cambiar la orientación de la fortuna el hombre puede contrarrestar y suprimir en determinada medida la arbitrariedad de la misma. He aquí la trascendental cuestión que a este tema se asocia: el hombre puede en determinada proporción autogobernarse, determinar su vida y su futuro, si asume una actitud histórica, políticamente realista y astuta ante los problemas y necesidades que se le presenten. Es imprescindible por tanto armarse con el fundamento histórico del comportamiento humano para regular la arbitrariedad del devenir y determinar uno mismo, siempre que le sea realizable, su destino y el de la vida asociada.

“Todo concurre a vuestra grandeza; lo demás, a vos toca hacerlo. Dios no quiere ejecutarlo todo, para dejar a nuestro libre arbitrio la parte que nos corresponde.”[38]

El hombre político, debe regular por tanto las arbitrariedades que atenten contra el Estado y contra el equilibrio y bienestar de la vida de la comunidad. Para ello el político debe usar la astucia, la habilidad, el engaño, la violencia y hasta el crimen. Debe supeditarlo todo a la conservación del Estado. La labor política queda separada de la moral, en tanto que el bien o mal que puedan ser cometidos en pos de la conservación del Estado habrán ocurrido por un bien superior y colectivo que es precisamente la preservación de la forma política y del orden social. Maquiavelo demuestra en su tratado De principatibus, cómo esta tarea era sólo realizable por un príncipe. El modelo histórico que mejor se ajusta al esteriotipo de príncipe que Maquiavelo describe es el conocido César Borgia[39].  Sobre César Borgia diría:

“…yo no sabré dar mejores preceptos a un príncipe nuevo que la imitación de sus actos. Si fracasó en la empresa no fue por culpa suya, sino por extraordinaria y extrema malignidad de la fortuna.”[40]

Los capítulos, XIV, XV, XVII y XVIII son imprescindibles para comprender los moldes del príncipe. Para Maquiavelo el príncipe debe ser ante todo un hombre de guerra y su legislación debe garantizarles al pueblo fundamentalmente dos cosas: la libertad y la seguridad. Respeta así el patrimonio de sus conciudadanos y la honra de sus mujeres.

“La Principal ocupación y el estudio preferente de un príncipe debe ser el arte de la guerra y la organización y disciplina de los ejércitos, porque esta es la verdadera ciencia del gobernante…”[41]

“(…) el príncipe debe ser tan prudente que sepa evitar la infamia de aquellos vicios que le privarían del poder, y aun prescindir, mientras le sea posible, de los que no acarrean tales consecuencias. No debe tampoco cuidarse de que le censuren aquellos defectos, sin los cuales le sería difícil conservar el poder, porque considerándolo bien todo, habrá cualidades que parezcan virtudes y en la aplicación produzcan su ruina, y otras que se asemejen a vicios, y que, fomentándolas, le proporcionen seguridad y bienestar.”[42]

El príncipe debe obrar siempre que le sea posible según el bien, sin que la benevolencia desencadene el desorden del accionar de los hombres, y el mal, si la necesidad lo impone; pero de ser imposible obrar con el bien y de ser necesario el empleo severo del mal, sería justificado el obrar del príncipe en tanto sea exitosa la empresa de la conservación de la forma política. Luego, Maquiavelo nos está presentando que la tarea del político ha de estar determinada moralmente por las condiciones objetivas, reales, que le exigen un ordenamiento y un grupo de medidas necesarias para realizarlo; esto es muestra de que el pensador florentino nuevamente se centra en las condiciones históricas concretas, específicas; en aquellas características que el propio hombre da a su contexto político y social y según las cuales el príncipe adecua los rasgos de su gobierno y de su legislación.

El eminente historiador de la Filosofía Niccola Abbagnano expresa que las exigencias de la tarea política que se plantea el príncipe provienen de la materia en que actúa. La tarea política define su moralidad y se justifica según los rasgos intrínsicos de la materia a la que es aplicada, así como sus exigencias, que son la conducción de los hombres a una forma ordenada y libre de convivencia. Medios de poder muy repugnantes se vuelven en contra del propio Estado porque no ofrecen garantías de éxito y constituyen de esta manera el límite de acción de la labor política. De lo anterior se deduce que el dominio de la tarea política se extiende a todo lo que ofrece garantía de éxito, estabilidad y orden de la comunidad política.[43]

“(…) todos los príncipes deben desear reputación de clementes y no de crueles, pero sin hacer mal uso de la clemencia. (…)

”Debe, pues, el príncipe no cuidarse mucho de la reputación de cruel cuando le sea preciso imponer la obediencia y la fidelidad a sus súbditos, pues ordenando algunos poquísimos ejemplares castigos, resultará más humano que los que, por sobrado clementes, dejan propagarse el desorden, causante de numerosas muertes y robos, desmanes que dañan a todos los habitantes, mientras los castigos, oportunamente ordenados por el príncipe, sólo perjudican a algunos súbditos. (…)

”Pregúntanse con este motivo si es mejor ser amado que temido o temido que amado, y se responde que convendría ser ambas cosas; pero, siendo difícil que estén juntas, mucha más seguro es ser temido que amado, en el caso de que falte uno de los afectos. (…)”[44]

La concepción de Maquiavelo sobre el pueblo pudiera presentarse como contradictoria en tanto que lo considera prudente, constante, sabio, más virtuoso de manera general que el príncipe; pero siendo un príncipe quien mejor legisla, es imprescindible para contribuir al ordenamiento del pueblo. Debe por tanto el príncipe cuando va a gobernar un pueblo entender que el pueblo se quiere vengar de los que le tenían oprimido y quiere, además, ser libre, es por eso que su causa es una causa noble, y que siendo el pueblo el grupo de hombres más amplio y constante con que puede contar el príncipe, este nunca debe ganarse su enemistad. El pueblo no puede ser enemigo del Estado, ni del príncipe, por tanto, si un príncipe no sabe conquistar su amor debe evitar necesariamente que le odien.

“Debe, sin embargo, el príncipe hacerse temer de modo que el miedo no excluya el afecto y engendre el odio, porque cabe perfectamente ser temido y no odiado; así, sucederá siempre que respete los bienes y la honra de las mujeres de sus conciudadanos y súbditos.”[45]

“Quien toma a su cargo gobernar un pueblo con régimen monárquico o republicano, y no se asegura contra los enemigos del nuevo orden de cosas, organiza un Estado de corta vida. Juzgo, en verdad, infelices a los príncipes cuando para mantener su autoridad y luchar con la mayoría de sus súbditos necesitan apelar a vías extraordinarias; porque quien tiene pocos enemigos, fácilmente y sin gran escándalo se defiende de ellos; pero cuando la enemistad es de todo un pueblo, vive mal seguro, y cuanta mayor crueldad emplea, tanto más débil es su reinado. El mejor remedio en tal caso es procurarse la amistad del pueblo.”[46]

“Respecto a la prudencia y a la constancia, afirmo que un pueblo es más prudente y más constante que un príncipe. No sin razón se compara la voz del pueblo a la de Dios, porque los pronósticos de la opinión pública son a veces tan maravillosos, que parece dotada de una oculta virtud para prever sus males y sus bienes.”[47]  

Para Maquiavelo hay dos clases en el pueblo, la de los que tienen, ricos, y la de los que no tienen, pobres. Los primeros se sustentan tributos y súbditos, los segundos trabajan haciéndole bien a la sociedad. Maquiavelo también es partidario de armar al pueblo eliminando así a las tropas mercenarias. Maquiavelo ve en el ejército mercenario el talón de Aquiles del sistema militar italiano, y, por tanto, lo entiende como una de las principales causas de la disgregación política y la vulnerabilidad político militar de su patria a mayores potencias extranjeras. Como hemos mencionado anteriormente, realizará importantes innovaciones a la estructura y organización del ejército en lo referente a la infantería y la artillería, augurando los ejércitos de la modernidad; pero, lo más destacado de su concepción sobre la guerra y el ejército está en la necesidad de constituir filas de soldados italianos. Un ejército poderoso, unido a leyes adecuadas, es decir, coherentes con las necesidades del Estado, son elementos fundamentales para la conservación del mismo. Estas concepciones de marcada centralización política son de pronunciado carácter antifeudal, van en consonancia con las tendencias absolutistas que nacen en Europa Occidental y  demuestran que el Renacimiento es un período de transición hacia la Edad Moderna en que van quedando atrás, con la escolástica, las normas y concepciones señoriales sobre la vida medieval.

“Las principales bases de todos los estados (…) son las buenas leyes y los buenos ejércitos; y como no puede haber buenas leyes donde no haya buenos ejércitos, y donde éstos existen aquéllas también, no hablaré ahora de las leyes, sino de las tropas.

” (…) Las mercenarias y auxiliares son inútiles y peligrosas, y quien fíe su poder en ellas nunca lo tendrá firme y seguro, porque carecen de unión, son ambiciosas, indisciplinadas, infieles, valerosas contra los amigos y cobardes contra los enemigos (…).

”La causa de esto es no tener más afición y motivo para servir con las armas que el corto estipendio que reciben, insuficiente para dar la vida por quien defiendan; (…)”[48]  

La cuestión de la ética y la moralidad en Maquiavelo es un asunto a tratar de mucho interés en tanto que es la arista por la que se han engendrado las más terribles difamaciones sobre su obra y su pensamiento. En Maquiavelo, contrariamente a lo que muchos piensan no se haya la autenticidad de la ironía, el cinismo y la crueldad. Muchos de los preceptos expuestos en sus obras son parte de la mentalidad de los hombres de su época. Algunos aspectos significativos se subrayan a continuación.

El gran sentimiento de honor, muestra de conciencia moral y egoísmo se desarrolla. Aún le queda todavía al hombre moderno una dosis de este sentimiento. Este sentimiento del honor es compatible con la ambición inmoderada, con grandes vicios, y es capaz de enormes engaños. Esta cuestión la ejemplifica Guicciardini, en sus aforismos:

“Quien tiene el honor en alta estimación todo lo consigue, pues no repara en esfuerzo ni en peligro, ni en precio, (…) tengo motivos para asegurar que han de considerarse muertas y vanas todas las acciones del hombre que no obedezcan a ese impulso.”[49]

Se desarrollará también el egoísmo y se enfrentará a la moralidad del italiano altamente desarrollado del Renacimiento, la fantasía. “Es ella la que presta peculiar colorido a sus virtudes y a sus defectos, y bajo su imperio adquiere en él su más terrible fisonomía el egoísmo desencadenado. La fantasía provoca que el hombre se imagine ser el primero y más grande jugador de azar de la época moderna y crea fuertes ilusiones sobre fortuna, riqueza tan ansiadas que lo sacrifica todo a la esperanza de obtenerlas.

”La fantasía dio a la venganza un carácter especial, la fantasía italiana conserva la imagen de la injusticia fresca y sólida: que en la moral popular, al mismo tiempo, se considere un deber la “vendetta” y que se practique frecuentemente en las circunstancias más espeluznantes, es un hecho característico que viene a prestar aún base y cimiento a la general tendencia vindicativa. Tanto los Gobiernos como los tribunales reconocen su existencia y hasta su justificación, y sólo procuran atenuar los más grandes excesos.

”Se caracteriza el período por rivalidades y matanzas entre familias de manera violenta y frecuente. La necesidad de venganza individual en las clases cultas y la gente noble, basada en el poderoso fundamento de una costumbre popular análoga, adquiere mil matices y es aprobada, sin la menor reserva, por la opinión pública y es expresada fielmente por los novelistas. Pero había que poner ingenio en la venganza, y la satisfacción había de ser una mezcla de la que derivaba de los daños efectivos causados y de la que inspiraba la humillación moral del ofensor; la brutal y tosca superioridad aplastante, sin más, no causaba satisfacción a la opinión pública. No era la fuerza simplemente, sino el individuo entero, con todas sus dotes y su aptitud para la gloria y la burla, lo que tenía que triunfar. Con completa ingenuidad se consideraba, por lo tanto, aquel tipo de venganza como una necesidad. Aquí se diferencia con claridad la venganza de la “vendetta”, pues mientras esta última se mantiene más bien dentro de los límites de la compensación, la primera rebasa esta linde necesariamente al exigir, no sólo la satisfacción del sentimiento de la justicia, sino, en determinados casos, el aplauso de los admiradores e incluso las risas del público. Se habla, incluso, de “una venganza bella”.[50]

Como puede verse muchos de los juicios hechos a Maquiavelo de inmoral, o amoral, deben ser detalladamente analizados. En lo referente a este tema se habla de una dualidad moral: moralidad del príncipe y moralidad del pueblo, moralidad privada y moralidad pública, se acusa al florentino de inmoral o amoral. Considero que, ciertamente, hay un alejamiento de los postulados esenciales de la moral cristiana, aunque en muchas ocasiones cuando Maquiavelo utiliza las palabras del bien y el mal, lo hace según estos conceptos que no pueden haberse esfumado de la conciencia de un hombre cuyo mundo tiene un pie en la Edad Media y otro en la Modernidad. Pero se hace evidente que para Maquiavelo existe la necesidad de un bien supremo, el del Estado, con el cual se logre el bien común de los hombres y la correcta organización de la vida asociada. Esto sólo se puede garantizar con un príncipe virtuoso, astuto y fuerte, capaz de administrar tanto la clemencia como el castigo, tanto los actos de bien como los actos de mal, tanto la ley como la fuerza, según la necesidad de la tarea política, según la realidad en que construye y sostiene el Estado, cuya entereza es el bien máximo a que se puede aspirar, porque garantiza la felicidad de los ciudadanos.

“Sépase que hay dos maneras de combatir, una con las leyes y otra con la fuerza. La primera es propia de los hombres, y la segunda de los animales; pero como muchas veces no basta con la primera, es indispensable acudir a la segunda. De aquí que a los príncipes convenga saber aprovechar estas dos especies de armas; pero como muchas veces no basta la primera, es indispensable acudir a la segunda.”[51]

“Puede llamarse feliz una república donde aparece un hombre tan sabio que le da un conjunto de leyes bajo las cuales cabe vivir seguramente sin necesidad de corregirlas.”[52]

“El fundador prudente de una república que tenga más en cuenta el bien común que su privado provecho, que atienda más a la patria común que su provecho privado, que atienda más a la patria común que a su propia sucesión, debe, pues, procurar que el poder esté exclusivamente en sus manos. Ningún hombre sabio censurará el empleo de algún procedimiento extraordinario para fundar un reino u organizar una república; pero conviene al fundador que, cuando el hecho le acuse, el resultado le excuse; y si éste es bueno, como sucedió en el caso de Rómulo, siempre se le absolverá. Digna de censura es la violencia que destruye, no la violencia que reconstruye.”[53]  

La mentalidad de Maquiavelo no es otra que la de la vendetta, el egoísmo, el exaltado sentimiento de honor y la fantasía. ¿No son, acaso, la ascensión a los cargos públicos para ser una detonante figura de la vida política en Italia, la búsqueda del sentimiento de agradecimiento de los Médicis y, más aún, el ansia desenfrenada de ser reconocido, admitido por ellos impulsor de la gloriosa obra política que sería la unificación de Italia, una manifestación de todo lo anterior? Evidentemente Maquiavelo reflejó en sus obras, particularmente en El Príncipe, y en su propia vida los preceptos morales de la época en que vivió. En el Anti-Dühring se expresa que “(…) los hombres extraen en última instancia sus ideas morales de las condiciones materiales sobre las cuales reposa la situación de su clase, de las condiciones económicas de su producción y sus intercambios.”[54]

Los Jesuitas serían los primeros en repudiar la obra del genio florentino. Para hacer frente a las teorías sobre la independencia del Estado sobre la religión y la Iglesia desataron un odio feroz hacia Nicolás Maquiavelo. Se le han atribuido expresiones y frases que no aparecen en sus textos ni de las que exististe evidencia alguna que demuestre su autenticidad, como son “el fin justifica los medios” y “la razón del Estado”.

El discurso jesuita sobre Maquiavelo se ha encargado de presentar en términos generales planteamientos que Maquiavelo aplica a circunstancias específicas. Expresiones como: “En política y en diplomacia es lícito algunas veces mentir”, “Es digno de elogio quien en la guerra engaña al adversario”, “En un estado en desorden se debe usar la fuerza, la violencia y hasta el engaño para ponerlo en condiciones normales”, “El príncipe debe respetar y observar la religión de su pueblo, aunque no crea en ella”, han dejado a Maquiavelo como el inmoral florentino, enemigo también de la justicia y de la religión, según el cual era preciso mentir, engañar, ser cruel o creer en una religión que se desprecia. Tras el Concilio de Trento de la Iglesia católica apostólica románica, que tuvo lugar entre los años 1545 y 1563, convocado con el fin de responder al movimiento de la Reforma protestante, entre los textos severamente prohibidos se hallaban los de Maquiavelo.

Posteriormente los liberales lo acusan de promover el despotismo teniendo en cuenta lo planteado en el príncipe, pero esto es muestra del no entendimiento de las circunstancias en que fue escrita esta obra ni del resto de la obra de Maquiavelo, pues los importantísimos Discoirsi evidencian los ideales republicanos del político florentino al igual que su espíritu patriótico. Como han dicho muchos estudiosos suyos: Maquiavelo no defiende el despotismo, sino la histórica necesidad del despotismo. Los consejos que Maquiavelo da en el príncipe no nacen de una inescrupulosa y macabra mente, sino de un hombre que entiende aquello que es necesario, aquello que exige el momento histórico y la realidad política de la Italia de principios del siglo XVI. 

“Ningún príncipe, y menos un príncipe nuevo, puede practicar todas las virtudes que dan crédito de buenos a los hombres, necesitando con frecuencia, para conservar su poder, hacer algo contrario a la lealtad, a la clemencia, a la bondad o a la religión. Su carácter ha de tener la ductilidad conveniente para plegarse a las condiciones que los cambios de fortuna le impongan, y, según ya he dicho, mientras pueda ser bueno, no dejar de serlo; pero sí en los casos de imperiosa necesidad.”[55]  

Los protestantes le acusan de referirse a la religión como una cuestión netamente política y no de la libertad de conciencia del individuo para poder pensar en materias religiosas. Evidentemente, no han comprendido la causa y los objetivos de la obra de Maquiavelo, que ha sido desasociada de su vida y del contexto histórico en que el autor la escribió. La obra de Maquiavelo, es esencialmente política. Su vida giró entorno a la política florentina. No es menester suyo la labor de un teólogo o un sacerdote, sino la de un gobernador, un funcionario político, una institución política, o instituciones y figuras que tengan influencia y poder político, como es el caso del pontificado italiano. Maquiavelo no ataca de modo alguno a la fe, a la religión; pero define claramente su criterio sobre el poder temporal del Papa: 

“(…) son los que poseen estados sin defenderlos, y súbditos sin gobernarlos; y ni les quitan los estados indefensos, ni los súbditos sin gobierno se cuidan ni piensan en emanciparse. Tales principados son los únicos tranquilos y felices. Regidos por preceptos tan altos que la mente humana no los alcanza, dejaré de hablar de ellos, pues formados y mantenidos por Dios, sería presunción y temeridad criticarlos.”[56]

“El primer servicio que debemos, pues, nosotros los italianos a la Sede Pontificia y al clero ese el de haber llegado a ser irreligiosos y malos; pero aun hay otro mayor que ha ocasionado nuestra ruina y consiste en que la iglesia ha tenido y tiene a Italia dividida.

”Jamás hubo ni habrá país alguno unido y próspero si no se somete todo él a la obediencia de un gobierno republicano o monárquico como ha sucedido a Francia y España. La causa de que Italia no se encuentre en el mismo caso, de que no tenga una sola república o un solo príncipe que la gobierne, consiste en la iglesia (…)

”(…) No siendo nuca la iglesia bastante poderosa para ocupar Italia, ni permitiendo que otro la ocupe, ha causado que no pueda unirse bajo un solo jefe, viviendo gobernada por varios príncipes y señores. De aquí nació la desunión y debilidad que la han llevado a ser presa, no sólo de los bárbaros poderosos, sino de cualquiera que la invade.”[57]  

A pesar del carácter avanzado de su pensamiento, manifestado en los análisis hechos sobre las condiciones políticas de Italia y la historia, Maquiavelo, al erigir sus teorías políticas sobre la base de la historia y su propia experiencia política, no logra ver su contexto como un período histórico específico en que se vinculan y complementan de manera dialéctica las condiciones políticas, económicas, culturales, ideológicas y, en general, sociales, propias de un mismo período, a cuyos moldes es formado el hombre de dicha época. Creemos que esta misma limitación condujo a Maquiavelo a una noción pesimista sobre la naturaleza humana en tanto que entiende rasgos del comportamiento de los hombres de su época como rasgos del comportamiento del ser humano y, para fundamentarlo, se apoya en sus conocimientos históricos. Esto ocurre con diversos pensadores. Hemos dicho anteriormente cómo, para muchos pensadores renacentistas, el “uomo universale” está definido por rasgos característicos de la burguesía embrionaria del Renacimiento. Maquiavelo buscó, inconcientemente, en el florentino o italiano de los siglos XV y XVI, un paradigma del comportamiento de los hombres y de la vida en sociedad, así como de las concepciones morales del ser humano, entendiéndolo por sobre todas las cosas como un ser egoísta con la tendencia constante y poderosa de realizar el mal. 

“Porque de los hombres puede decirse generalmente que son ingratos, volubles, dados al fingimiento, aficionados a esquivar los peligros, y codiciosos de ganancias: mientras les favoreces, son completamente tuyos y te ofrecen su sangre, sus haciendas, su vida y hasta sus hijos, como ya he dicho anteriormente, siempre que el peligro de aceptar sus ofertas esté lejano; pero si éste se acerca, se sublevan contra ti. (…)

”…los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio.”[58]

“No debe, pues, un príncipe ser fiel a su promesa cuando esta fidelidad le perjudica y han desaparecido las causas que le hicieron prometerla. Si todos los hombres fueran buenos, no lo sería este precepto; pero como son malos y no serán leales contigo, tú tampoco debes serlo con ellos. ”[59]

“…quien funda un Estado y le da leyes debe suponer a todos los hombres malos y dispuestos a emplear su malignidad natural siempre que la ocasión se lo permita. (…)

”…los hombres hacen el bien por fuerza; pero cuando gozan de medios y libertad para ejecutar el mal todo lo llenan de confusión y desorden.”[60]

Conclusiones

Es la pública ruptura con los modos medievales de pensamiento, la que hace de Maquiavelo el primer pensador político genuinamente moderno. Asimismo su hostilidad a los gobiernos hereditarios y a la nobleza parasitaria, denota los avances de su pensamiento en conceptos tales como legitimidad y autoridad. La objetividad histórica y su realismo político son muestra del pensamiento de un renacentista, en tanto que se lanza a la búsqueda del fundamento del comportamiento humano y de la sociedad en la historia. Maquiavelo entiende a los procesos que determinan las peculiaridades de la vida social como eventos íntimamente relacionados con la naturaleza humana y con las tendencias del comportamiento del hombre individualmente pero sobre todo en la vida comunitaria. Para Maquiavelo, la historia constituye una fuente de conocimientos que se pueden utilizar en diferentes contextos siempre que se sea consecuente con las características y circunstancias propias de este contexto. Su labor se centra en encontrar cuáles son los medios necesarios para establecer una forma política capaz de dar orden y seguridad a la Italia de los siglos XV y XVI. Busca en la historia los argumentos necesarios para definir la personalidad que corresponde al príncipe ejecutor de esta tarea política

La búsqueda de la unidad política de Italia sería el fin último de la labor del príncipe y constituye en sí misma un acto extremadamente revolucionario contrario a la disgregada estructura política de la Edad Media. Entender a inicios del siglo XVI que en el poder de la Iglesia estaban las grandes raíces de los problemas de Italia, que era el Pontificado el más grande enemigo de la unificación y que Italia nunca estaría a salvo y en condiciones de defenderse de invasiones extranjeras con ejércitos mercenarios, es muestra de un pensamiento muy avanzado. El mérito está en el realismo con que logra determinar cuáles son las mayores amenazas de Italia y en proponer una solución a partir de las condiciones concretas, sobre todo delegando el protagonismo en las aptitudes del hombre para llevar acabo la empresa, así como para dirigir un Estado y autodeterminar en su vida individual y en la vida asociada; el mérito está en el análisis racional e histórico que se hace para elaborar un tratado político que ilustre las formas de preservar el Estado en circunstancias reales y específicas; está en descubrir la necesidad de constituir un Estado fuerte, seguro, capaz de dar orden y equilibrio a la vida asociada y de conservarse ante los peligros externos e internos, porque la conservación y defensa de tal Estado es la conservación y defensa del bien de todos sus ciudadanos. Centrar la atención y las inquietudes hacia el Estado, la política, la historia y entenderlos como cuestiones propias de los hombres y buscar la forma en que estos pueden influir sobre aquellos, ajenos a fuerzas metafísicas es evidencia de que el Renacimiento desmembró las problemáticas de la escolástica y comenzó a plantear las incógnitas de la modernidad.

Los principales exponentes de este glorioso período serían hombres como Niccolo Machiavelli, de una genialidad inigualable, con un instinto de la necesidad derivado de la observación más detenida y de la práctica, con una nítida imagen de las problemáticas de la Edad Moderna que lo llevarían a ser pionero en la historiografía, en el estudio riguroso de la política, de la organización militar y, en general, un visionario del Estado moderno. Fue el más destacado pensador político de su época y sus ideas influirían sobre importantes pensadores como es el caso del inglés Thomas Hobbes. La ansiada unificación de la que nos habló Maquiavelo se realizó en la segunda mitad del siglo XIX. El 3 de mayo de 1869, en celebración de su centenario se colocó una lápida con la siguiente inscripción: 

“A Maquiavelo, precursor audaz, inspirado, de la unidad nacional; al primero que enseñó a su patria a servirse de sus propias armas.”[61]

Bibliografía

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Anexos  

Anexo 1) Nicolás Maquiavelo

Anexo 2) El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo. Portada

Anexo 2.1) El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo. Portada

Anexo 2.2) El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo. Portada

Anexo 3) Discursos sobre la primera década de Tito Livio, de Nicolás Maquiavelo. Portada.

Anexo 3.1) Discursos sobre la primera década de Tito Livio, de Nicolás Maquiavelo. Portada.

Anexo 4) César Borgia

Anexo 5) Lorenzo de Médici

Anexo 6) Alejandro VI

Anexo 7) Cosme de Médici

Anexo 8) Luis XII

Anexo 9) León X

Anexo 10) Francesco Guicciardini

Anexo 11) Florencia (actualidad).

Notas

[1] Mirta Aguirre: Maquiavelo, su tiempo y El príncipe. Artículo recopilado por la Dra. Lilliam J. Moreira de Lima, Historia Medieval. Selección de lecturas, ed. Félix Varela, La Habana, 2004. 

[2] El pensamiento vivo de Nicolás Maquiavelo, presentado por el conde Carlo Sforza, ed. Losada, S.A., Buenos Aires, 1941

[3] Roa, Raúl: “Historia de las doctrinas sociales”, ed. La Memoria, La Habana, 2001. 

[4] Chadraba, Rudolf; Polisensky, Josef; Otahalova, Jirina; Smahel, Frantisek: El Renacimiento, ed. Enciclopedia Popular, La Habana, 1966.

[5] Popolo minuto: el pueblo flaco. 

[6] Popolo grasso: el pueblo gordo.

[7] Las citas fueron tomadas de Roa, Raúl: “Historia de las doctrinas sociales”, ed. La Memoria, La Habana, 2001.

[8] Chadraba, Rudolf; Polisensky, Josef; Otahalova, Jirina; Smahel, Frantisek: El Renacimiento, ed. Enciclopedia Popular, La Habana, 1966. 

[9] Burckhardt, Jacob: La cultura del renacimiento en Italia, ed. Porrúa, S. A., México, 1984.

[10] Roa, Raúl: “Historia de las doctrinas sociales”, ed. La Memoria, La Habana, 2001.

[11] Brehier, Emile: Historia de la Filosofía, Tomo II, ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1938.

[12] Introducción a dialéctica de la naturaleza, (fragmentos) ed. Grijalbo, México, 1961. Aparece en Marx, Karl y Engels, Friedrich: Sobre la literatura y el arte, ed. Arte y Sociedad, La Habana, 1972.

[13] Roa, Raúl: “Historia de las doctrinas sociales”, ed. La Memoria, La Habana, 2001.

[14] Arnold, Robert Franz: Cultura e ideales del renacimiento, ed. Mono’s, México.

[15] Navarro, Luis, Nicolás Maquiavelo. Prólogo de Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971

[16] Condotta: Acuerdo, por lo general a corto plazo, concertado entre los pequeños estados italianos o soberanos menores y los jefes y al mismo tiempo propietarios de los grupos mercenarios. Frecuentemente los condotieros tomaron tal relevancia que arrebataron el poder a sus señores.

[17] Sabine, George H., Ideas Políticas de Maquiavelo. Prólogo de Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[18]  ídem –

[19] Introducción a dialéctica de la naturaleza, (fragmentos), ed. Grijalbo, México, 1961. Aparece en Marx, Karl y Engels, Friedrich: “Sobre la literatura y el arte”, ed. Arte y Sociedad, La Habana, 1972.

[20] Tomado de Navarro, Luis, Nicolás Maquiavelo. Prólogo de Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[21] - ídem -

[22] El fragmento y la traducción aparecen en Machiavelli, Niccolo: El Pensamiento vivo de Maquiavelo. Presentado por el conde Carlo Sforza, ed. Losada, S. A., Buenos Aires, 1941.

[23] Tomado de Navarro, Luis, Nicolás Maquiavelo. Prólogo de Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[24] Tomado de Navarro, Luis, Nicolás Maquiavelo. Prólogo de Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[25] Schilling, Kart: Historia de la Filosofía, Tomo V, ed. Hispano-américa, México, 1965. 

[26] Arnold, Robert Franz: Cultura e ideales del renacimiento, ed. Mono’s, México.

[27] El Príncipe, capítulo XIV. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[28] Roa, Raúl: Historia de las doctrinas sociales, ed. La Memoria, La Habana, 2001.

[29] Tomado de Navarro, Luis, Nicolás Maquiavelo. Prólogo de Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[30] Roa, Raúl: Historia de las doctrinas sociales, ed. La Memoria, La Habana, 2001.

[31] Tomada la cita de John Addington Symonds. El Renacimiento en Italia. ed. Fondo de cultura económica, México, 1957.

[32] El Príncipe, Nicolás Maquiavelo al Magnífico Lorenzo de Medici, hijo de Pedro de Medici. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971

[33] Symonds, John Addington: El Renacimiento en Italia, ed. Fondo de cultura económica, México, 1957.

[34] El Príncipe, capítulo XV. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[35] El Príncipe, capítulo XXVI. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[36]La  virtù no es virtud como hoy le entendemos o como se le entiende al vocablo latino virtus, sino más bien, capacidad, se acerca mucho al vocablo griego άρετή. Para Maquiavelo la virtù se engendra mediante la grandezza dell’ ánimo y fortezza del corpo.

[37] El Príncipe, capítulo XXV. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[38] El Príncipe, capítulo XXVI. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[39] Adaptación idiomática del apellido “Borja” al italiano.

[40] El Príncipe, capítulo VII. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971

[41] El Príncipe, capítulo XIV. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971

[42] El Príncipe, capítulo XV. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971

[43] Abbagnano, Nicola: Historia de la Filosofía, Tomo II, ed. Félix Varela, La Habana, 2004.

[44] El Príncipe, capítulo XVII. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[45] - ídem -

[46] Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Libro Primcero, capítulo XVI. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[47] Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Libro Primcero, capítulo LVIII. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[48] El Príncipe, capítulo XII. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971. 

[49] Citado en Burckhardt, Jacob: La cultura del renacimiento en Italia, ed. Porrúa, S. A., México, 1984.

[50] Burckhardt, Jacob: La cultura del renacimiento en Italia, ed. Porrúa, S. A., México, 1984. Esta fue la bibliografía fundamental para la anterior síntesis sobre la moralidad en la Italia del Renacimiento.

[51] El Príncipe, capítulo XVIII. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[52] Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Libro Primcero, capítulo II. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[53] Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Libro Primcero, capítulo IX. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[54] Anti-Dühring, (fragmentos) ed. Política, La Habana, 1963. Aparece en Marx, Karl y Engels, Friedrich: Sobre la literatura y el arte, ed. Arte y Sociedad, La Habana, 1972.

[55] El Príncipe, capítulo XVIII. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[56] El Príncipe, capítulo XI. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[57] Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Libro Primcero, capítulo XII. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[58] El Príncipe, capítulo XVII. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[59] El Príncipe, capítulo XVIII. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[60] Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Libro Primcero, capítulo III. Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971

[61] Navarro, Luis, Nicolás Maquiavelo. Prólogo de Machiavelli, Niccolo: Obras Políticas, ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

por César Reigosa Soler
Universidad de La Habana 
Facultad de Filosofía - Historia Filosofía, primer año. 

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