Poesía y Locura [1]
por Víctor F. A. Redondo

"Hay aquí médicos y comisarios que velan

por que no se extienda el campo de la poesía

a expensas de la vía pública'’ (Nerval)

 

Al igual que a Dios, si los locos no existieran habría que inventarlos. Pero no para que hagan la vida más hermosa, sino para que cumplan el papel de modelo de destino. El loco nos está marcando el sitio de nuestra extrema debilidad: nos obliga, si estamos imaginándonos ángel, a concebir un ángel delirante quebrando la armonía del paraíso, El loco nos inspira terror. Nadie desea volverse loco (aunque a veces esto sea tan tentador como el suicidio). Ningún espíritu puede llegar a la lucidez si no atraviesa el horror de intentar pensar la locura. Sin embargo, nadie deja de estar loco por instantes. Hay demencia precoz, demencia instantánea, furor demencial, éxtasis amoroso y asesinato pasional. El loco, a la vez que nos ataca, nos protege: “Ten cuidado que puedes volverte loco”, nos murmura periódicamente, y nos hace reflexionar (es decir, flexionarnos) y todo parece volver a la normalidad: a la podrida y bendita vida cotidiana.

 

(Al redactar el párrafo que abre este texto, pensé que a veces para poder ser claro es necesario ser muy oscuro. Pero para seguir con el hilo de Ariadna: entre el acto creador y la locura hay infinitas semejanzas e infinitas diferencias. Dicho de otra manera: que entre el artista y el loco puedan existir (de hecho existen) elementos comunes, no significa afirmar su identidad de naturaleza.)

Traten de imaginar ahora, intentemos reflexionar juntos imaginando el drama de Artaud gritando en un teatro, exponiendo públicamente su locura, con la sala colmada. Ahora traten de imaginar qué pensaba André Gide, sentado en primera fila, frente a ese espectáculo inusitado. Entre estos dos tipos de pensamiento el de Artaud hablando desde el escenario y el de Gide como espectador - se mueve nuestra crítica. (El espacio que va de un actor a su personaje.)

La idea de emparentar el genio con la locura es vieja como el mundo. A grandes rasgos podríamos decir que el loco, en la Historia, pasó de ser adorado a ser encarcelado y vejado. Pasó de ser el Profeta de la tribu a ser un hombre inferior cuya palabra está condenada. (Porque lo que además quiero decir es esto: no hablo de locos que serían estúpidos incluso cuerdos, hablo de la locura infinitamente lúcida de un Artaud, de un hombre que veía a través de todos los velos de nuestra ilusión, de un loco (otro más) que fue uno de los más profundos pensadores de nuestro siglo y que encarnó en su vida y en su obra la locura creadora.)

 

Nullum magnum ingenium sine mixtura dementige: Ningún gran genio sin mezcla de locura. Y Boerhave en el siglo XVI: Est aliquid delirii in omni magno ingenio, hay algo de delirio en todo gran genio. Y Aristóteles, trazando una parábola desde Sócrates a Platón y a él mismo, dice en su Problemata, Sect. XXX: “Bajo la influencia de la congestión, hay personas que se vuelven poetas, profetas y sibilas... Los hombres ilustres en la poesía y en las artes han sido con frecuencia locos, melancólicos o misántropos... Se ha podido observar tal disposición en Sócrates, Platón y otros, sobre todo entre los poetas”. Esta identificación entre el genio y el loco que nos llega desde la antigüedad, tomó a mediados del siglo XIX un rumbo trágico, Moreau de Tours asocia el genio creador a un "carácter mórbido", y, ya en la extrema, Lombroso afirma cándidamente “En vez de manifestarse por convulsiones, la epilepsia se traduciría con frecuencia en equivalentes psíquicos tales como la creación genial... la neurosis epiléptica, desde el punto de vista mental, tiene como consecuencia tan pronto una energía indomable, tan pronto una imaginación vivaz". Repito por si quedó un poco confuso: el genio es una neurosis, un equivalente del mal epiléptico.

 

Una de las respuestas más serias y coherentes (evitando el gesto de burla), la proporcionó Ribot: “Si los autores hubieran sostenido la identidad de la locura y del genio en cuanto a los hechos que los traducen, la aseveración hubiera sido tan prodigiosa que hubiera bastado tomarla como juego de ingenio. Pero ¿qué han pretendido? Que las causas segundas, que las condiciones orgánicas del genio y de la locura parecen casi idénticas, de modo tal que cierta organización nerviosa sólo ha debido, a circunstancias accesorias, producir grandes creaciones artísticas o científicas, en vez de perderse en los ensueños de un alienado... De todos modos, si desde el punto de vista de la experiencia fisiológica no hubiera entre las causas de la locura y del genio sino diferencias insignificantes, ¿dejaría por ello de haber entre los dos diferencia total, desde el punto de vista de la experiencia psicológica y social? La analogía de las causas no cambiaría en nada la enorme diferencia de los efectos”. Ahora veamos algo más técnico: “Todo estado mórbido tiene por sustratum la exageración de una función, pero no toda exageración es necesariamente mórbida. Para que una exageración de función tenga carácter mórbido, es preciso que estorbe la función normal. Ahora, el desarrollo excepcional de las capacidades mentales no estorba la función psíquica, por el contrario, la favorece y le da rara extensión”, listo lo dicen Antheume y Dromard, dos psiquiatras franceses de este siglo.

 

¿Que sucede con el genio?


El genio está expuesto, debido a que trabaja en el límite de la normalidad, al punto de máxima tensión espiritual, a caer en desequilibrios mentales. Los ilustres casos de la literatura (Holderlin, Tasso, Nerval, Artaud, Fijman, para nombrar sólo algunos) nos muestran vivamente de qué manera la mente puede devorarse a sí misma. ¿Puede haber algo más inconcebible que imaginar al autor de esa inspiración divina que es el Hvperion encerrado durante 36 años en una torre, con las uñas largas como un noble chino, arañando un piano destrozado, y saludando a sus visitantes con nombres fantásticos? Realmente, es dolorosamente imposible estudiar el proceso que convirtió a Hölderlin en Scardanelli. La experiencia de Hölderlin, en este sentido, es -creo, me parece- el arquetipo del artista loco, superior (incluso) a las experiencias de un Nerval profeta del Apocalipsis o un Artaud anticristo y opiómano.

 

Unos y otros, locos y creadores (por darle un nombre menos implacable que genio, pues todos nos sentimos creadores pero muy pocos se creen genios, o nos creemos genios y somos apenas creadores) están fuera de la Humanidad Común, sociedad anónima con cinco mil millones de Vocales. Pascal, al igual que Montaigne, hace la apología del hombre medio: “El extremado ingenio es acusado de locura, así como la extremada carencia. De él sólo la medianía es buena .. Es salir de la humanidad, salir del medio: la grandeza del alma humana consiste en mantenerse en el”, ( abría acotar que difícilmente el genio es amo de su genio, o más razonablemente, que una persona dotada de ciertas cualidades líricas o artísticas aplaste voluntariamente su inclinación.

 

El genio -o la creatividad, para remitirnos al lenguaje de estas jornadas, no nace de una enfermedad del espíritu; pero se desarrolla en un ambiente que muy probablemente cansará de tal manera al espíritu que las enfermedades pueden fácilmente (aunque no necesariamente) desarrollarse, incluso posesionándose por completo. Todo creador sabe que si lleva al extremo su búsqueda, es la locura uno de los principales peligros que deberá enfrentar.

 

En el terreno de la inspiración poética

La inspiración poética pareciera serla llave que nos va a abrir el misterio de la creación.

La mayoría de los poetas han representado la inspiración como “una voz que os habla al oído” y explicado que el pensamiento no se crea en nuestra conciencia, sino que algo que está en nuestro interior “piensa por nosotros”. Surge en el momento menos pensado, aunque sin duda esté abonada por el pensamiento que nosotros podemos dominar, y además por obsesiones anteriores que fueron trabajando muy lentamente para que ese momento de iluminación súbita se produzca. En ese momento de iluminación (concepto que me parece más preciso que inspiración. demasiado difuso en su generalidad) el poeta se pone en contacto con “la otra orilla”, ve, sabe, conoce, comprende. Todo el esfuerzo creador, si de algo sirviera intentarlo, debería buscar ese instante. (Instante tan extraño, digamos de paso, que necesitó del lenguaje de los místicos para aproximar una explicación, tránsito del pensamiento que en determinado momento unió poesía y filosofía en un haz indivisible: los presocráticos.) Volviendo al tema: en el instante de la iluminación el genio interior se hace presente (incluso genio considerado en el caso de Aladino y su lámpara del deseo) como algo perfectamente vivo y autónomo que parece conocer el misterio de la vida. Esta, que parece una explicación mística, lo es. Incluso la literatura pierde importancia en ese instante. Pero luego el genio se retira, y toda la desesperación de nuestra vida consiste en tratar de reproducir sus palabras, su explicación de lo real. El hombre tiene dos cabezas: una en el cielo y otra en la tierra. El genio trata de unirlas; el loco las ha dividido definitivamente.

* * *

La inspiración es un estado de máxima agudeza, de tensión insostenible que rebasa las puertas de nuestros sentidos e irrumpe con ideas, pensamientos y versos que desconocíamos y que nos deslumbran. De ahí que la literatura no sea la realidad sino un intento de comprenderla. Cuando Rimbaud exclamó “Yo es otro”, no estaba hablando de otra cosa Y la “necesidad del poeta de hacerse vidente” consiste en acostumbrarse a trabajar en las cimas del corazón.

La razón aristotélica es incapaz de trabajar en esa región. Debemos recurrir a la poesía (de ahí sin duda el trayecto científico-poético de Gastón Bachelard, un notable de esta época).

Este carácter insoluble que reviste el punto de procedencia de la inspiración ya ha sido tema de disquisición para los antiguos: Sócrates decía que “los poetas componen por instinto, del mismo modo que los oráculos, sin tener conciencia de lo que dicen”; y Platón: “El poeta es cosa ligera, voluble y sagrada, no cantará nunca sin la intervención de un trasporte divino, sin un dulce furor. Lejos de él la razón ; desde que quiere obedecerla no produce más versos ni oráculos... Los poetas no crean su arte. Un dios, el dios que subyuga el espíritu, los toma por ministros. Quiere, quitándoles el sentido, enseñarnos que ellos no son los autores de todas esas maravillas; semejantes a los sacerdotes de Cibeles, que jamás ejecutan sus danzas a sangre fría, los poetas, en tanto que su alma esté tranquila y que conserven el uso de la razón, son incapaces de producir nada de maravilloso o de sublime. Es únicamente cuando, enardecidos por la armonía y el ritmo, entran en el delirio, cuando componen y levantan nuestro admiración”.

Creo que no hubo palabras más exactas y simples para definir el misterio de la creación poética (el misterio que permanece misterio, o el deseo que permanece deseo según dijera Rene Char). Porque ese delirio es el terreno en el que crece la magia de la palabra. O dicho de otra manera: sin ese delirio el genio poético no puede expresarse, o al revés: a través del delirio se expresa el genio.

Bajo la cobertura de sus condiciones epocales, tanto de lenguaje como de “cultura” (y hoy en día puede ponerse muy en duda si los antiguos sabían o conocían realmente menos que nosotros), estos filósofos exponían una concepción del trabajo poético que bajo distintos matices fue manteniéndose hasta la modernidad.

Goethe le responde a Schiller: “Creo que todo lo que el genio ejecuta lo hace de manera inconsciente. Ninguna obra de genio emana de la reflexión, pero el genio se sirve de la reflexión para elevarse poco a poco hasta el punto de producir obras perfectas”.

* * *

Como esto se está haciendo demasiado extenso, voy a sintetizar los puntos que hubiera querido desarrollar:

-La inspiración no surge sino en el hombre que está alerta.

-El artista ordena, reorganiza la realidad, unifica a partir de lo vario, analógicamente.

-Los surrealistas buscaban provocar el “estado de ensueño" o duermevela, que es una de las claves de la inspiración. Estado de ensueño no significa un espíritu debilitado sino, por el contrario, un espíritu en la plenitud de su violencia.

-Búsqueda del delirio a través de las drogas, del alcohol, de la meditación, etc.

Y una última digresión: mi experiencia personal de estos últimos años me llevó a comprobar que la locura se ha convertido en una enfermedad novedosa, masiva y terrible, entre la gente de mi generación. Gente de inteligencia notoria que un día comenzaban a no saludar, a perder el hilo de las conversaciones, a no reconocer a sus amigos. Por eso quería terminar, ahora sí, poniendo el acento en que la locura es, además, una enfermedad pavorosa que reclama nuestra máxima atención.

Nota:

[1]  El presente trabajo fue leído durante unas jornadas sobre creatividad, y correspondían a un panel cuyo tema era “Creatividad y Estados Patológicos". Para esta publicación en TALITA no introduje ninguna modificación.

 

por Víctor F. A. Redondo

 

Publicado, originalmente, en:  Talita. Revista Cultural Núm. 101 (1956): año: 114, ene.-mar., serie 4

Talita. Revista Cultural se publicó en la ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires, entre mayo de 1982 y diciembre de 1984 - Cantidad de números: 6 (seis)

Link del texto: https://ahira.com.ar/ejemplares/talita-no4/

Gentileza de Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas que es un proyecto que agrupa a investigadores de letras, historia y ciencias de la comunicación,

que estudia la historia de las revistas argentinas en el siglo veinte.

Ver, además:

                      Víctor F. A. Redondo en Letras Uruguay

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

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