El
país del miedo Feria del Libro de Buenos Aires - Martes 4 de mayo de 2010 |
Como este joven y talentoso novelista español (Isaac Rosa) venía a la Feria, le tomamos prestado el título de una de sus novelas para esta Mesa. Debe ser imposible agregar más miedos a los que él menciona allí. En ninguna época de la humanidad los seres humanos han tenido más miedos que en este comienzo de siglo XXI. Ya no son mamuts, plagas, heladas, enfermedades incontrolables, inundaciones, sequías y demás catástrofes naturales las que lo aterrorizan. Ya no es la naturaleza la causa de los terrores. Ahora la causa suprema del terror es la bancarrota capitalista mundial que desde hace décadas viene creciendo y profundizándose. El escenario histórico mundial ha cambiado. La crisis capitalista mundial toma dimensiones sin precedentes que llevan al colapso a las bolsas del mundo, al sistema bancario internacional, a industrias gigantescas y ponen a un número creciente de Estados al borde del default. El estallido global ya tuvo lugar. La capitalización de las bolsas del mundo se ha reducido a la mitad; las pérdidas en instrumentos de deuda alcanzan ahora una cantidad cercana a los 3 billones de dólares; hay una "casi desintegración del sistema bancario del mundo occidental" (Financial Times) a pesar de una intervención sin precedentes de los Estados. La economía mundial se contrae. El FMI predijo, ¡y vaya si se cumplió!, una recesión generalizada en todo el mundo desarrollado y más de 20 millones de nuevas pérdidas de puestos de trabajo. Las condiciones de hambre ya producen disturbios en los países llamados del "Tercer Mundo", y la caída de los precios de las materias primas acelerará la bancarrota de los países exportadores. Ya nada será lo mismo. El capitalismo enfrenta su propia implosión en sus centros metropolitanos, en Estados Unidos, en Europa y en Japón. El mito post 1989/91, tras la caída del Muro de Berlín, de un aparentemente triunfante sistema capitalista liberal, incluida la fantasía de un "mundo unipolar" con centro en el "indisputado" imperio norteamericano, ha colapsado. La superpotencia capitalista más fuerte del planeta, Estados Unidos, se ha transformado en el "mayor activo tóxico" del sistema mundial. Estados Unidos acumula todas las contradicciones mundiales, como dinamita en sus cimientos. Esta dinamita, acumulada durante un siglo de expansiones y crisis, de guerras y revoluciones, explota ahora cambiando la forma del mundo en el siglo XXI. Este es, según mi óptica, el núcleo del tema del miedo hoy. Por cierto que persisten otros miedos ancestrales, como el miedo a la oscuridad, a los insectos, a pisar una cucaracha descalzo, a las pesadillas, al dolor por los amores contrariados, miedo a las enfermedades, a morir de repente, y cientos de miedos más. Pero la economía, que es la que determina el comportamiento de los humanos, se ha impuesto por sobre todos esos miedos. Ahora vivimos en un miedo constante, ya no circunstancial. A la desocupación, al hambre, a no poder alimentar a una familia, a no poder darle educación de calidad a nuestros hijos, y miedo a un largo etcétera que todos conocemos bien. Yo tengo miedo, tú tienes miedo, él tiene miedo, nosotros tenemos miedo, ellos tienen miedo. Y este miedo degrada todo, degrada a las familias, degrada las amistades, degrada a toda la sociedad. El miedo a perder el trabajo acarrea maledicencias entre compañeros de trabajo, resquemores, serruchadas de piso, zancadillas, delaciones; es decir, miserabiliza la vida cotidiana. Hace poco meses, y esto va a seguir, Francia se vio conmovida por hechos atroces: a raíz de los despidos en France Telecom, una treintena de ejecutivos (ya no empleados u obreros: ejecutivos) se suicidaron. Cada día se asistía a un nuevo suicidio. No podían soportar las consecuencias que el despido, cometido por el mismo capitalismo que ellos ayudaron a sostener y hacer crecer, no soportaban la perspectiva de perderlo todo, de no poder pagar sus hipotecas, de no soportar la verguenza ante su familia, sus amigos. España acaba de anunciar, por el error de un funcionario que hizo filtrar la noticia, que la desocupación había llegado a su máximo histórico: 20%. Les cuento un hecho mínimo: tengo una amiga y su hija que viven hace 30 años en Catalunya (se fueron exiliadas en el 76, claro). La madre trabajó siempre, dirigió escuelas, dirigió extensos cursos dirigidos a docentes para la mejor utilización de la internet en el aula y en la enseñanza, era la presidenta de un centro de estudios de informática para la educación. Me acaba de escribir que lo que se está viviendo es terrible, que la desocupación es el tema constante en cualquier ámbito de la ciudad. Todos los cursos que tenía planificados para este año fueron levantados, no están más. Luego de 30 años no tiene trabajo. Su hija, que tiene 21, ni tiene ni tendrá la menor perspectiva de conseguir trabajo. Y además, por supuesto, todavía debe pagar 72 cuotas de la hipoteca de la casa en que viven. Y ni hablar de los inmigrantes, legales o ilegales, que están siendo acosados como las víctimas del nazismo. En este marco es inevitable el crecimiento de las pandillas neonazis, de la delincuencia juvenil y no juvenil, de la violencia urbana creciente. Así que miedo sobre miedo sobre miedo. El miedo duplicando al miedo. El miedo exacerbando al miedo. Por supuesto, a esto no hay mano dura ni blanda que lo pare. España, Grecia, Italia, Portugal, Irlanda, están colapsando. Islandia ya colapsó. El euro se derrumba. La famosa Unión Europea se deshace. Y los Estados ya están quedando sin recursos para salir en auxilio de los que colapsan. A los miedos ancestrales se los podrá combatir con la ayuda de psicoanalistas y psiquiatras y fármacos que se consumen a rolete. Pero al miedo producto de la debacle capitalista mundial solo se lo puede combatir con una palabra que a muchos asusta. A nadie le tiembla la voz cuando dice “la Revolución de Mayo de 1810”, pero ¿revolución hoy? No, eso no. Y están equivocados. Al miedo actual solo se lo puede vencer o atenuar combatiendo al capitalismo decadente que nos está llevando a la bancarrota y a la miseria material y moral, y estableciendo una sociedad donde el objetivo no sea la obtención de ganancias a toda costa, incluso a costa de la naturaleza y la ecología, sino una sociedad que priorice al ser humano y al uso racional de los bienes producidos por los hombres y mujeres que trabajan, una sociedad ya no dirigida por la clase capitalista, que ha demostrado que ya no puede dirigir nada a favor de la evolución del ser humano, sino una sociedad dirigida por los trabajadores. Miren ustedes como se desenvolvió mi pensamiento, aunque varios piensen que estoy equivocado: del análisis de los miedos a transformar el mundo sobre nuevas bases sociales. Creo que es lo más sensato que puedo decir sobre este tema. Gracias. |
Víctor Redondo
Vicepresidente de la SEA
Discurso en Feria del Libro de Buenos Aires
Martes 4 de mayo de 2010
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