Doña Ilusión
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Muchas hojas caídas, amontonadas por el viento. Ahí el pasto con un fuego reciente, con la ceniza como testigo, con la casa en silencio, en construcción, pero en silencio, con una carretilla de albañil y unas flores silvestres. El humo era un interlocutor válido. Entonces, ella, tan pobre diabla, tan de nadie o de un poco de viento, tan de flores de lana y de botones que faltan, se acercó, preguntó por alguien, no llegó la respuesta y pensativa, se alejó sin otra pregunta Frío en el aire, frío en las manos, Un atisbo de sol en los árboles. |
Jacobo A Rauskin
Doña Ilusión
Arandurá Editorial
Asunción, Paraguay, junio 2003
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