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Vienen enarbolando las banderas |
Donde cayeron los asesinados |
LOs militares se apoderaron del aeropuerto, Hasta allí llegó el pueblo con sus banderas de esperanza enarboladas. Los militares, entonces, consumidos en la llama del odio, Dispararon a diestra y siniestra y las banderas se empararon En la sangre de Isis Obed Murillo Mencía, En su corazón y su cerebro fusilado por órdenes superiores. Los militares se apoderaron de las montañas Y persiguieron a los valerosos que evadieron sus escudos Tras los cuales se esconden cobardemente. Ahí, en el humus de las colinas, se esparció El tuétano de los huesos de Pedro Magdiel Muñoz Y su sangre derramada fertilizó la resurrección del pueblo. El cuerpo de este muchacho de la patria martirizado Con incontables puñaladas y las manos que levantaron la esperanza Con sus huesos fracturados, con las huellas de la criminalidad militar, Siguen enarbolando una bandera que no permite el silencio. Los militares se apoderaron de las casas Y subrepticiamente entraron sin orden judicial, Derribando las puertas a puntapiés y, frente a los ojos asombrados De los niños, cegaron la vida de Róger Bados, Quien no le debía nada a nadie, pero reclamaba la patria como suya. Los militares se apoderaron de las calles. En medio de las calles repitieron el crimen, Apuntaron sus armas contra quienes reclamaron ser dueños de las calles, Esparcieron la muerte que sale de sus fusiles contra Róger Abraham Vallejo Soriano, Quien solo sabía entregar el clavel de la sabiduría a los jóvenes. Todo en cumplimiento supremo del mandato del supremo Que se ha comprometido a poner orden en el país Y que sabe que ese orden solo es posible Tapando el firmamento para que no se vean las estrellas de la patria, Atrapando el viento del pueblo en las plazas, Domeñando la rebeldía con la muerte Cortando de raíz los brotes que surgen de la sangre derramada, Convirtiendo al pueblo en perseguido, Triturando y quemando a los mártires desconocidos en lugares ignotos, Para que los guarde el silencio. Los militares se tomaron la patria dizque para salvarla del pueblo, De la chusma dirigida por su presidente. La asaltaron durante el negro De la noche para que no presenciáramos como pisoteaban nuestra bandera Y enviaron a los verdugos para castigar a quienes reclaman su patria, A repartir tolete y balas, para rendir a los nombres que están en la lucha. Violaron a una frágil flor, Con un tolete en su vagina, flor ensangrentada, corazón indomable, Niña virgen ejemplar, porque tu virginidad solo la puede disfrutar un macho Y no un cobarde amparado en el uniforme verde olivo. Se tomaron la patria, los soldados del supremo, Y los soldados ya no pueden cuidarle el sueño, No pueden levantar sus escudos para impedir que los fantasmas de los asesinados Le impidan dormir tranquilamente, porque donde abre un grifo Le mana sangre y esa sangre le salpica el rostro de traidor. Los martirizados dedos, los corazones traspasados por las balas, Las vidas segadas tras los matorrales, insisto, No les dejan dormir, Jefes supremos de la maldad. Roberto Micheleti y Romeo Velásquez. No les dejarán dormir porque estos compañeros Ahora han vuelto, cantando el himno de la alegría, Con las banderas al viento para reconquistar la vida, La vida del pueblo entero que es dueño Del aeropuerto, de las montañas, de las casas, de las calles, de la patria. En medio de la patria actuaron con sus fusiles los criminales, En medio de la patria que pretenden robarnos. Pero, repito, con orgullo levantamos las manos de los mártires Desde la tierra, y no les lloramos en vano, ni les enterramos En el olvido, ni les dejamos en la soledad de sus tumbas. Ellos vienen con el pueblo, Isis Obed Murillo Mencía, Róger Bados, Pedro Magdiel Muñoz, Róger Abraham Vallejo Soriano, porque a ellos Ya no les hacen nada las balas, pero siguen combatiendo Con sus rostros de sudor y valentía, porque son invencibles, Siguen en medio de la plaza, en medio de la patria, Esculpiendo con sus corazones fusilados, El nuevo cuerpo de la patria del pueblo. No pretendan esconder el crimen, criminales, no pretendan impunidad La lluvia volverá a empapar las calles para limpiar la sangre, Las voces volverán a inundar las plazas, Los puños avanzarán levantados hacia la guarida de los tiranos Para poner fin a los días del sufrimiento. Las banderas de la resurrección no dejarán de flamear En manos del pueblo liberado. Isis Obed Murillo, Róger Bados, Pedro Magdiel Muñoz y Róger Abraham Vallejo Soriano Estarán con nosotros, en ese grandioso día Del asalto a la esperanza, en ese día en que el pueblo Con sus héroes, renacerán de nuevo, para siempre Será posible, en ese amanecer, el castigo ejemplar, En la plaza que ahora nos han quitado. |
Víctor Manuel Ramos - Tegucigalpa, 2 de agosto de 2009
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