El carnaval en El Callao, Estado Bolívar, Venezuela
por José Marcial Ramos Guédez

ca53ve@hotmail.com

 

“Soy representante de mi generación (…) Una generación unida (…) Toda generación que emprende una lucha es una generación que sufre. Nosotros emprendimos la lucha contra la duda […] Vivimos un tiempo sombrío. Las generaciones se suceden vertiginosamente […] Hemos venido para gritar que existimos, ante una nación dormida e indiferente. Nos hemos cansado pronto. Y asistimos con melancolía a la llegada de aquellos que todavía creen que es posible gritar, que es útil gritar. Y ésa esa nuestra ley y nuestro ritmo (…) Hay que repetir, amigo mío, nuestra desesperación por la nacionalidad…”[Fragmentos del prefacio a El país del carnaval, publicado en la primera edición de 1931] En: Jorge Amado. Conversaciones con Alice Raillard. Buenos Aires: Emecé Editores, 1992.pp. 339-340

El estado Bolívar está ubicado en la zona sur de Venezuela y su nombre corresponde al epónimo del Libertador Simòn Bolívar, quien entre 1818-1821, organizó la Tercera República e instaló el Congreso de Angostura. Asimismo, en la ciudad antes mencionada fundó el periódico El Correo del Orinoco, el cual se  constituyó en dicha época en una artillería fundamental para la difusión de las ideas independentistas tanto en nuestro país como en el resto de América Latina y el Caribe.

En la actualidad el estado Bolívar, posee una superficie de 238.000 kilómetros cuadrados, equivalente al 25,9 por ciento del territorio nacional (Hernández Grillet, p.3), siendo por lo tanto el más grande de los estados de Venezuela. Además, de acuerdo a la conformación de su relieve, se encuentra integrado por un conjunto de “Provincias Fisiográficas” y cuencas hidrográficas. Advirtiendo, que para los efectos de nuestra investigación, nos interesa destacar “…la cuenca del río Cuyuní-Yuruari, la cual abarca una extensión de 50.000 km2 […] de los cuales 12.000 aproximadamente se encuentran en la actual Guayana.  Propiamente se trata de tres cuencas: la del Yuruari […] la del Cuyuní-Vey hasta la confluencia con el Venamo; y la del Botanamo [en estas cuencas] se encuentran localizados los centros urbanos más importantes del Estado después de Ciudad Bolívar, Ciudad Guayana y Upata, como consecuencia de la relativa facilidad que presenta su ocupación; ellos son: Guasipati, Tumeremo, El Callao y El Dorado” (Hernández Grillet, p.30)

En el estado Bolívar, existe una riqueza minera de mucha importancia, la cual tiene su origen en la conformación de sus distintos elementos geológicos, tal como lo podemos observar en casos como el de “…La formación de las cuarcitas ferruginosas de Imataca [que]  ha de ser, como hemos visto, paleozoica, o sea, posterior a la general del Escudo Guayanés [además] las elevaciones de las tierras del norte del Estado Bolívar pueden ser colinas plestocénicas o de otros períodos del cuaternario. Con todo, la mayor parte están constituidas por materiales cuarcito-ferruginosas o granito, en las cuales aparecen intrusiones basálticas […] Los detritus de las rocas metamórficas sujetas a larga duración integran gran parte de los suelos sabaneros del sur de Ciudad Bolívar […] El Callao ocupa un lugar en las tierras que se extienden de Guasipati a Tumeremo en donde abundan las intrusiones de basalto y cuarzo que cortan el gneis. Este cuarzo es altamente rico en oro…” (Vila, 1951 p. 20-21). 

De acuerdo a la última Ley de División Político-Territorial del estado Bolívar, aprobada por la Asamblea Legislativa de dicha entidad federal, con fecha 20 de junio de 1986 (Gaceta Oficial del Estado Bolívar. Ciudad Bolívar, Año LXXXIV, Nº Extraordinario,  9 de julio de 1986), dicho estado se divide para los efectos de su administración en nueve municipios, con sus respectivos municipios foráneos: Heres, Caroní, Raúl Leoni, Sucre, Cedeño, Piar, Sifontes, Gran Sabana y Roscio, el cual tiene como capital  la ciudad de Guasipati y posee los siguientes municipios foráneos : El Callao y Salóm. 

La localidad de El Callao, comienza a figurar en la historia de Venezuela, a partir del año 1854, cuando en dicha área geográfica, se inician “…las primeras instalaciones para la explotación de cuarzos auríferos en la zona de los ejidos de Nueva Providencia  de El Caracal, en las márgenes del río Yuruari. El paisaje de esta zona se caracteriza por grandes áreas sabaneras. La temperatura media es de 25º c. Con respecto a su relieve, las tierras del Yuruari son de inclinación suave hacia el S.y las aguas buscan la salida por el río Cuyuní hacia el Atlántico…” (Figueredo de Vall, Tomo II, p. 33). Una década después, es decir en el año de 1865, observamos que en El Callao “…Liccioni y sus negros [quienes procedían principalmente de las antillas francesas, holandesas e inglesas (Martinica y Guadalupe, Aruba y Curazao, Jamaica y Trinidad, etc] pilan cuarzo en mortero de hierro. Estaban provistos de una fragua portátil. En 1870 comenzó a funcionar la compañía en condiciones precarias, pero en 1871 se obtenían 6 onzas de oro por toneladas de cuarzo […] En este sentido, con el gran molino que comenzó a funcionar en 1887 se consideró a dicha fábrica en la primera del mundo […] Entre 1882 y 1887, fue época de esplendor y derroche.Se acuñó una moneda denominada El Callao

[…] En estos años se acentuaron las importaciones suntuosas, champaña Clicot, licores, vinos, finos alimentos. Viaje a Europa, todo salía del capital de la compañía y el gasto administrativo era cuantioso” (Camacho Sabala, 2010 p. 84-85)

Ahora bien, merece la pena destacar la letra de un popular calipso callaonse de Isaac Rojas, donde se señala que el nombre del pueblo tuvo su origen en  las faenas mineras relacionadas con la búsqueda del oro (García Carbó, p. 36):

“Un solitario minero
que se encontraba embombao
según dice la leyenda
le dio su nombre a El Callao
se encontraba tan callado
con su precioso tesoro
que le brindaba al Yuruari
en sus arenas de oro”.  

En el proceso histórico-cultural del actual estado Bolívar, observamos los aportes provenientes de los distintos grupos étnicos que existieron y aún existen en las áreas geográficas que conforman dicha entidad federal. En primer lugar destacamos la población autóctona o indígena, luego la de los descendientes de los conquistadores y colonizadores europeos y finalmente la de origen africano. Sin omitir, que  en las últimas décadas del siglo XX  y primeras del XXI, se han incorporado componentes étnico culturales procedentes de los países árabes y asiáticos. Asimismo, debemos tomar en consideración que en el estado Bolívar e igualmente en todo el territorio de la nación venezolana, hemos vivido la experiencia de la hibridación cultural o transculturación, fenómeno que de una u otra manera, apreciamos en las distintas fiestas tradicionales afro-católicas, en la gastronomía, en la lexicografía, en el pensamiento mágico-religioso, en las artes plásticas, en las artesanías, en la música y sus instrumentos musicales, en los mitos y leyendas y muchos otros. (Liscano, 1950; De Armas  Chitty, 1964; Cunill Grau, 1987; Hernández Grillet, l987; Arellano, 1986 y Vila, 1951; Acosta Saignes, 1984; Álvarez, 1987; Ramón y Rivera, 1983; Belrose, 1988; Domínguez, 1992; Ramos Guédez, 2011 y 2012 y otros).

Con relación al proceso inmigratorio en la región de Guayana durante la segunda mitad del siglo XIX, merece la pena destacar la siguiente información: “…De hecho, entre 1853 y 1857,el terreno que ocupaba la antigua misión de San Miguel, ubicado en las cercanías de la desembocadura del río Caroní, al sureste del poblado de Las Tablas, fue ocupado por un grupo de colonos franceses provenientes de las Antillas. Este intento colonizador fue organizado por un trinitario de apellido Des Source, quien desde 1851 comenzó a preparar  en las islas del Caribe una expedición migratoria compuesta por ciudadanos negros de nacionalidad francesa para conformar una  comunidad socialista  en Guayana. En 1853 llegó un grupo de inmigrantes integrado por doscientos colonos, los cuales se asentaron en torno a los restos de la antigua misión, dando inicio a los trabajos para su subsistencia. Posteriormente fueron llegando otros contingentes hasta alcanzar la cifra cercana a las setecientas personas en la nueva colonia, que fue llamada Numancia  [­…] El grupo de colonos desarrolló una importante actividad de desmalezamiento y tala de la selva en aquella zona, obteniendo una importante cantidad de carbón de leña y la suficiente madera para construir unas cincuenta casas. Sin embargo, las condiciones en la colonia rápidamente comenzaron a deteriorarse por causa del duro régimen autoritario que estableció Des Source y la difusión de una epidemia combinada de influenza y fiebre amarilla que venía azotando a la región desde el año anterior. Los colonizadores comenzaron a marcharse, de manera que en los años siguientes el poblado fue totalmente abandonado”. (Rey González, 2011, p.62)

Debido al auge que tuvo la actividad minera aurífera en la región de Guayana, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, el gobierno venezolano de la época, precedido por el General Antonio Guzmán Blanco, creó “…el Territorio Federal Yuruari, para una mejor organización y defensa de sus recursos auríferos ante la presión inglesa, comprendiendo esta entidad, además, la mayor parte del actual territorio en disputa del Esequibo…” (Cunill Grau, 1987, Tomo II, p. 997)                      

Una excelente muestra  de lo antes mencionado, podemos ver en la siguiente cita: “…El Callao centro de la explotación de las minas de oro y foco animado de la venta del purguo, chicle y balat que se traía de la selva guayanesa, El Callao con sus cuatro calles polvorientas y su calor sofocante era lo más importante de esa región que es la materialización del fabuloso Dorado de los Conquistadores. La fiebre de oro atrajo allí a gentes de diversos origen y condición. Al grupo indígena, fruto del mestizaje secular de indios, negros e hispanos, vinieron a sumarse nativos de diversas naciones extranjeras: ingleses, italianos, franceses en su mayoría corsos, y para las faenas rudas, con su actividad y resistencia peculiares […] numerosos negros y culíes, procedentes de las Antillas y de Demerara…” (Muñoz, 1971, p. 306)

La localidad minera aurífera de El Callao, además de su importancia económica y de ser un polo de atracción para algunos inversionistas capitalistas de origen europeo o norteamericano, a lo largo de las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, se constituye en un centro  cultural de mucha importancia para la realización de una festividad popular, como lo es la del carnaval, la cual fue traída a Venezuela, por los conquistadores españoles durante el período de la colonia “…Las festividades carnavalescas se expandieron gradualmente en el mundo, primero en Europa y luego, gracias a los conquistadores, fue llevada a América, donde sufrió algunos cambios al fusionarse con diferentes culturas del continente [… En Venezuela,  el carnaval tiene una importante connotación festiva. Se celebra entre febrero y marzo dependiendo del año. En cada región del país se hace de forma distinta. Esta tradición [… desde sus comienzos fue asociada con juegos que implicaban mojar a otras personas, ya sea con agua  u otras sustancias […] Fue el intendente José Ábalos [a finales del siglo XVIII] quien, a su llegada [a nuestro país] se encargó de restaurar la esencia de las fiestas carnestolendas, pero añadiendo rasgos más definitorios para estas, como coloridas comparsas y otras manifestaciones culturales, convirtiendo el juego con agua para ser practicado por esclavos y clases sociales bajas”.(Ruiz, 2011, p. A12)

En el caso específico de El Callao, tenemos un testimonio que nos dejó el escritor  Pedro José Muñoz, quien en el año de  1925, visitó dicha población y  señaló que el carnaval era “…la fiesta por la que se enloquecían los negros, en su mayoría de nacionalidad británica. Ya a fines del año comenzaban a entrar por la Oficina de Correos de Ciudad Bolívar los voluminosos bultos postales contentivos de los pedidos que a la firma Weldon’s de Londres especializada en elaboración de disfraces habían hecho con antelación los negros de El Callao. Venían en ellos lujosos atavíos, sedas y encajes en profusión. Trajes de damas de palacio, pastoras, colombinas, toda una variada gama de disfraces femeninos; y para los hombres no eran menos: marqueses, mosqueteros, patricios romanos, arlequines […] Y por supuesto, cuando llegaba el Carnaval, era el espectáculo más pintoresco y cómico que imaginarse puede…” (Muñoz, 1971, p. 306)            

La forma en que vimos como se realizaba el carnaval en El Callao,  hacia el año de 1925, posteriormente se fue modificando y aparecieron nuevos disfraces, ritmos de bailes acompañados con el calipso y sus toneles metálicos (steel pan) (antiguos barriles de petróleo), sin omitir los cantos de protestas tanto en español e  inglés como en  el llamado patois (lengua criolla, integrada por algunas palabras de origen africano, francesas, inglesas y españolas). En sus efectos, vemos que en la actualidad dicha fiesta de carnaval “…constituye un acontecimiento turístico que  expresa la tradición del calipso antillano mezclado con una gran variedad de instrumentos venezolanos: cuatro, maracas, rallo y la reciente  incorporación  del saxofón, del micrófono y amplificadores que acompañan a las comparsas de canciones en castellano y en inglés, cuyas letras narran viejas leyendas y acontecimientos locales del momento…” (Figueredo de Vall, 1988, Tomo II, p. 34).

En cuanto a su importancia turística, observamos que el carnaval de El Callao, se ha constituido en un polo de atracción de interés tanto nacional como internacional, debido a la presencia de múltiples  comparsas, numerosos disfraces incluyendo el de las madamas, los diablos, la burriquita, los mediopintos,  los agricultores, las fantasías y los mineros con todos sus atuendos; sin omitir el calipso antillano con su música y bailes.

Con relación al calipso, vemos su posible origen en la confluencia de “…los antiguos cantos de trabajo, cantos africanos de llamada y respuesta, un canto de porfía denominado cariso (término que también  se extiende a los cantores) y otro conocido como pic-cong, el kaiso, canto narrativo originario de África occidental, el bélé de las Antillas francesas, baladas tradicionales inglesas, melodías de versificación y métrica hispánica, y las comparsas carnavalescas denominadas canboulay y kalinda” (García Carbó, 2011, p.37).

E igualmente, apreciamos que el calipso es una “…expresión musical como algo que fundamenta sus raíces en el continente africano (África Negra), estableciéndose en las Islas Occidentales  (Caribe), para luego concentrarse en la Isla de Trinidad, enriqueserse, fortalecerse y luego ser exportado al mundo […] Es así, como esta expresión musical ha sido el arma de protesta  del esclavo negro. Hoy es el medio de comunicación y concientización social que el calypsoniano utiliza para expresar el sentimiento e inconformidad del pueblo trinitario hacia sus gobernantes y demás opresores…” (Sorrillo, 2003, p.9)  

Para obtener una visión más amplia, sobre la fiesta del carnaval en  El Callao,  en el contexto de las  dos primeras décadas del siglo XX, hemos tomado en consideración el siguiente esquema, el cual puede ser ampliado al consultar fuentes tales como: Besson, J.  “ Las fiestas carnavalescas” (1941), Olivares Figueroa, R. “Particularidades y evolución del carnaval venezolano” (1946), Hernández, Tulio (Coordinador) Atlas de tradiciones venezolanas, (1988), Canga García, Lisbeth  y Mónica Bergna. Descubre Bolívar, (2011), etc.

ISIDORA.

Autoridad mayor  durante décadas  en la organización  del carnaval, sigue siendo [después de fallecida]  el espíritu protector de la celebración. Año a año se le  recuerda y celebra por medio de canciones, estampas y otras representaciones.

LOS COMPARSITAS.

El carnaval incorpora por igual a gente de todas las edades. Las comparsitas integrada por niños y adolescentes tienen un lugar especial en la fiesta. La dinámica de la tradición ha ido desplazando viejos instrumentos, como el legendario tambor bumbac  hecho de noble madera, pasando ahora a primera fila los grandes tambores metálicos de  calipso.

LOS TRAJES.

La manera de anudar  el vestido a los lados de las caderas envía mensajes simbólicos a los solteros participantes. Las madamas solteras llevan un solo nudo, las casadas, dos.

LAS  MADAMAS.

Constituyen  uno de los símbolos más importantes de la presencia femenina en la festividad. Su vistosidad señorial remite a formas tradicionales de vestir practicadas hasta principios de siglo en la región.                                 

DIABLOS  DE  CARNAVAL.

La creatividad popular  ha  ido desarrollando un trabajo cada vez más sofisticado e imaginativo en la elaboración de las máscaras del Diablo, personaje principal del carnaval de El Callao. Las formas de estas, con cachos rectos y puntiagudos tienen grandes dimensiones e igualmente se destacan por sus trajes rojo y negro. El Diablo lleva tridente y fuete en la mano, elementos distintivos que le sirven para poner orden en los desfiles de las comparsas.

LA COMPARSA DE LOS MEDIOPINTOS.

También se le denomina, la comparse de los mediopintos, y está constituida por personas solas o en grupos, quienes  se pintan la cara y el cuerpo de negro con betún  para zapatos o aceite negro de automóviles. Salen a las calles pidiendo dinero o bebidas alcohólicas y si no le otorgan el donativo, proceden a untar de negro la cara a las  manos de las personas que encuentran a la largo de  su visita a la ciudad de El Callao. La denominación de los mediopintos, proviene del slogan que utilizan: o medio o pinto.

LA  BURRIQUITA.

Participa en el carnaval de El Callao, y durante su baile es acompañada por un grupo musical, integrado por tres o cuatro hombres, quienes  ejecutan un golpe oriental y uno de ellos, lleva  el  disfraz  de la burriquita y los otros tocan los instrumentos seleccionados para tal evento.                                    

EL SEBUCÁN.

Es un baile, que se caracteriza por estar organizado por participantes que se mueven en círculo entrelazando cintas de diversos colores para formar un tejido compacto y multicolor.                               

EL BAILE DEL PALOTEO.

Constituye una danza popular, la cual es acompañada por instrumentos musicales tales como el cuatro, las maracas, el violín y el bandolín.                        

LA COMPARSA DE LOS AGRICULTORES.

Está integrada principalmente por las personas que trabajan en el mercado principal de El Callao y salen a bailar en la noche y permanecen hasta la madrugada del otro día. Utilizan una variedad de disfraces e instrumentos musicales.

SIGNIFICACIÓN  SOCIAL.

El carnaval de El Callao -ofrece libertad e igualdad-  y se convierte  año tras años en  una ocasión ideal para liberar tensiones, expresar críticas y contar, cantando y bailando,  los hechos más picarescos ocurridos entre los pobladores.

Por último, destacamos que el carnaval de El Callao, es una festividad de carácter popular, originada por la hibridación de múltiples aportes étnico-culturales, donde se destacan los de origen africano. En  dicha festividad,  constantemente se  incorpora nuevos elementos  en la confección de los disfraces  y comparsas  e igualmente en las letras de sus canciones, sin olvidar el ritmo del calipso y sus numerosos instrumentos musicales.                       

El carnaval de El Callao, ha sido propuesto ante la UNESCO como Patrimonio Cultural no tangible de la Humanidad, solicitud realizada por el Centro de la Diversidad Cultural, adscrito al Ministerio Popular de la Cultura del gobierno venezolano. Esta petición nos demuestra, la importancia que posee dicha festividad como acervo étnico-cultural de nuestra nación.  

FUENTES  CONSULTADAS.

Acosta Saignes, Miguel. Vida de los esclavos negros en Venezuela. Valencia: Vadell Hermanos Editores, 1984.

Álvarez, Alexandra. Malabi maticulambi: estudios afrocaribeños. Montevideo: Monte Sexto, 1987.

Arellano, Fernando. Una introducción a la Venezuela prehispánica. Culturas de las naciones indígenas venezolanas. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 1986.   

Belrose, Maurice. África en el corazón de Venezuela. Maracaibo: Universidad del Zulia, 1988.

Besson, Juan “Las fiestas carnavalescas” In: El Farol. Caracas, Nº II, 17 de enero de 1941,

Camacho Sabala, Antonieta del Valle. “De la utopía de El Dorado a la realidad de El Callao” En: El libro del oro de Venezuela. Caracas: Banco Central de Venezuela, 2010. pp. 69-87 (Esta obra, incluye un Catálogo bibliohemerográfico sobre el oro en Venezuela (CD), elaborado por José Marcial Ramos Guédez)

Canga García, Lisbeth  y Mónica Bergna. Descubre Bolívar. Caracas: Editorial Cadena Capriles, 2011. 103 p.

Cunill Grau, Pedro. Geografía del poblamiento venezolano en el siglo XIX. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1987. 3 tomos.

Domínguez, Luis Arturo y Salazar Quijada, Adolfo. Fiestas y danzas folklóricas en Venezuela. Caracas: Monte Ávila Editores, 1992.

Figueredo de Vall, Daisy. “El Callao” En: Diccionario de historia de Venezuela E-0. Caracas: Fundación Polar, 1988. Tomo II, pp.33-34

Gaceta Oficial del Estado Bolívar. Ciudad Bolívar, Año LXXXIV, Nº Extraordinario, 9 de julio de 1986.

García Carbó, Carlos. “El Calipso tradición musical de El Callao” En: Revista Así Somos. Caracas, Nº 5, Enero-Febrero de 2011. pp. 35 39

Hernández, Tulio (Director de la colección). Atlas de tradiciones venezolanas. Caracas: El Nacional, Fundación Bigott, Promesa, CANTV y Banco Mercantil, 1988. 228 p. Ilustraciones, fotografías y mapas.

Hernández Grillet, Rodolfo. Geografía del estado Bolívar. Caracas: Academia Nacional de la Historia; CVG, Siderúrgica del Orinoco, 1987. 260 p.

Liscano, Juan. Folklore y cultura. Caracas: Editorial Ávila Gráfica, 1950.

Muñoz, Pedro José “Un regalo de carnaval 1925” En: La noria de los días. Caracas: Oficina Central de Información, 1971. pp. 303-310

Olivares Figueroa, Rafael “Particularidades y evolución del carnaval venezolano” In: Revista Nacional de Cultura. Caracas, Año VII, Nº55, 1946. pp.121 – 139.

Ramón y Rivera, Luis Felipe. La música afrovenezolana. Caracas: Universidad Central de Venezuela, Dirección de Cultura, 1971.

Ramos Guédez, José Marcial. La africanía en Venezuela: esclavizados, abolición de la esclavitud y aportes culturales. Caracas: Academia Nacional de la Historia y Banco Central de Venezuela, 2012.

Ramos Guédez, José Marcial. Contribución a la historia de las culturas negras en Venezuela colonial. Caracas: Fundación  El Perro y La Rana, 2011. 2 Tomos.

Rey González, Juan Carlos. Huellas de la inmigración en Venezuela. Entre la historia general y las historias particulares. Caracas: Fundación Empresas  Polar, 2011. 295 p.

Ruiz, Juan Pablo “Entre agua y disfraces. Carnavales en Venezuela: una comparsa de tradiciones”  In: 6to. Poder. Caracas, 6 al 13 de marzo de 2011. p. A12

Sorrillo, John. El calypso y la sociedad trinitaria. Caracas: Editorial La Espada Rota, 2003. (Colección  La  Cola  del  Cometa)

Vila, Marco Aurelio. Aspectos geográficos del estado Bolívar. Caracas: Corporación Venezolana de Fomento, 1951.

José Marcial Ramos Guédez  es historiador, bibliógrafo y escritor. Lic., MSc. y Doctor en Historia. Ha publicado más de 30 libros y folletos, e igualmente más de 300 ensayos y artículos en periódicos  y  revistas de Venezuela y del exterior. Ha sido profesor e investigador en la Universidad  Central de Venezuela, Universidad Santa María, Universidad Simón Bolívar (Jubilado) y en la actualidad ejerce la docencia en el Instituto Pedagógico de Caracas, adscrito a la Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

ROSTROS DE VENEZUELA: MADAMAS DEL CALLAO

EL CARNAVAL DE EL CALLAO PARTE1

EL CARNAVAL DE EL CALLAO -- PARTE2

 

por Prof. José Marcial Ramos Guédez
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