Final abierto |
Con
lágrimas en los ojos, movimos
con tristeza la cabeza, mientras pensábamos si sería inevitable llegar
al final de la vida en esas condiciones de deterioro.
A él, le sonreímos acariciándole el hombro, y cansados de escuchar
una y otra vez la misma historia, le dijimos: -Bueno,
abuelo, está bien, cásese nomás con esa japonesita
adolescente que conoció y váyase a vivir para allá cuando usted
quiera. Ahora resulta que todos se hacen los desentendidos, se echan la culpa unos a otros y nadie en la familia quiere pagar la tarifa del traductor (porque él no quiere escribir) pero parece que la piba dice que están bien y que se instalan en Osaka. |
Walter Rago
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