Final abierto
Walter Rago

Con lágrimas en los ojos, movimos con tristeza la cabeza, mientras pensábamos si sería inevitable llegar al final de la vida en esas condiciones de deterioro. A él, le sonreímos acariciándole el hombro, y cansados de escuchar una y otra vez la misma historia, le dijimos:

-Bueno, abuelo, está bien, cásese nomás con esa japonesita  adolescente que conoció y váyase a vivir para allá cuando usted quiera.

Ahora resulta que todos se hacen los desentendidos, se echan la culpa unos a otros  y nadie en la familia quiere pagar la tarifa del traductor (porque él no quiere escribir) pero parece que la piba dice que están bien y que se instalan en  Osaka.

Walter Rago

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