El placer de matar

por Osvaldo Quiroga

Es casi imposible pensar en que alguien puede cometer crímenes y obtener placer al hacerlo. En la historia del arte, sin embargo, abundan los ejemplos en los que el placer va acompañado de lo siniestro. Pero el teatro, el cine, la literatura o las artes plásticas generan un distanciamiento frente a lo real de la muerte. La historia de Cayetano Santos Godino, más conocido como el Petiso Orejudo, llevada ahora al teatro a través de la dramaturgia de Julio Ordano y de un elenco dirigido por Adrián Cardoso en el teatro IFT, es una de las más espeluznantes del crimen en la Argentina.

Jesualdo Giordano tenía tan solo 3 años cuando apareció estrangulado en Parque Patricios. El Petiso Orejudo le había atado las manos y los pies con un piolín, y con otro hilo grueso lo ahorcó. También se dijo que, bajo la sospecha de que el niño siguiera con vida, le hundió un clavo de grandes magnitudes en la sien. Cuando Godino fue detenido sus grandes orejas ya eran lo de menos. Los que llevaron adelante la instrucción se enteraron de que con apenas quince años Godino ya había matado a otras criaturas. Confesó que su accionar se debía a una extraña fiebre que lo dominaba y le provocaba ganas de matar. No hace falta ahondar en detalles. Nada explica su criminalidad: ni los golpes que su padre le propinaba, ni su imbecilidad congénita, según diagnosticaron los psiquiatras que lo trataron, ni su falta de arrepentimiento. Cuando recién comenzaba el siglo veinte los habitantes de los suburbios porteños se aterrorizaban con las historias del Petiso Orejudo. Hoy quienes visitan la cárcel de Ushuaia suelen hacerse fotos con la amigable figura de cartón que lo evoca. Lo que empezó como una tragedia con el tiempo se ha convertido en un entretenimiento para turistas.

Ahora bien, como llevar esta historia al teatro? De qué manera puede encontrarse un equivalente teatral que combine en el espacio escénico el horror con la estupidez, el ejercicio del mal con lo poético. El mayor mérito de Pablo Juan, en la piel del asesino, es internarse en la criatura que encarna sin juzgarla. Poner al descubierto algo de lo humano del personaje, que si bien no lo justifica, contribuye a organizar el relato desde otro punto de vista. El Petiso Orejudo fue el primer asesino serial argentino. En cada uno de sus crímenes dejó una marca que engloba lo horroroso con la singularidad de su accionar. Pero en algo decía la verdad: lo acosaba una fiebre que lo compelía a matar. Tanto es así que murió poco tiempo después de que sus compañeros de presidio le dieran una paliza terrible porque asesinó a dos gatitos que eran las mascotas del penal. No lo pudo evitar. Su tormentoso mundo interior era más fuerte que él. Murió en la llamada cárcel del fin del mundo. Nunca recibió una carta de sus hermanos, ni de nadie. Un cirujano le unió las orejas a la cabeza porque pensó que allí estaba la raíz del mal que lo aquejaba. La muerte, es probable, debe haber sido bienvenida para él. Estaba, como tantos otros, muerto en vida.

Julio Ordano, hombre de teatro experimentado, logró plasmar en el escenario la historia de este personaje con admirable economía de recursos. Contó, es cierto, con un elenco de parejos méritos. Porque a la riquísima composición de Pablo Juan hay que sumar las de Facundo Blanc y Marcela Chiesa. Estos dos últimos intérpretes construyen varios personajes, casi fantasmas que rondan la historia de soledad y muerte del conocido petiso.

Al finalizar la función, y cuando la calle nos alivia un poco de la pesadilla vivida, surgen otras preguntas, acaso más vinculadas con la historia argentina. El Petiso Orejudo, finalmente, era un aprendiz si se lo compara con los torturadores vernáculos. El placer de matar es más profundo y complejo. Los que echaban cianuro en las cámaras de gas de Hitler no lo hacían para defender las atroces ideas de su jefe supremo. Lo hacían por gusto. Y eso es lo inexplicable, lo más difícil de soportar.

 

por Osvaldo Quiroga

 

Publicado, originalmente, en Suplemento Literario Telam - Reporte Nacional Año I Numero 15 / Jueves 15 de marzo de 2012
El primer lanzamiento de SLT, el Suplemento Literario Télam fue el 21 de noviembre de 2011 en versión digital, y desde el 8 de diciembre, en papel, cada jueves, junto al Reporte Nacional, el periódico de la Agencia de Noticias, por decisión del por entonces presidente de Télam, Carlos Martín García.

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Gentileza de Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas que es un proyecto que agrupa a investigadores de letras, historia y ciencias de la comunicación,

que estudia la historia de las revistas argentinas en el siglo veinte.

 

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