Los
asesinos, los ladrones, los criminales, los corruptos y los desviados
andan sueltos pero abandona un alto funcionario una fiesta de fin de año
habiéndose tomado unas copas y lo detienen y golpean salvajemente --
Billy Peña, escritor hondureño, diario Tiempo.
Por lo que voy a escribir, o estoy escribiendo, espero que nadie me acuse
de andar borracho, si acaso ven una r solitaria, una v acompañada (w),
una n que parece m, una h que no es de Honduras sino de hijo y el hijo que
quizá sea de p (que bien puede ser patria u otra palabra, incluso hijo de
la palabra misma), así que, como ven, estoy pasando la prueba del alcoholímetro
y allí en el titular dice: Los hijos de Tuta.
Sí, de Tuta, entonces ya se ve que no me he robado ninguna P, porque es
simple y sencillamente T. T de Tuta. El original se titula El hijo de Tuta
(pueden verlo y escucharlo en youtube.com), es una canción del folklore
colombiano, escrita por Lisandro Meza, pero hay tantos en Honduras que es
mejor parafrasearlo en plural.
Seguramente que hay unos hijos que no son de Tuta, pero que los diferencia
una letra, que, llevados por el complejo de culpa, creen que este escrito
va a referirse a ellos. Para nada: el que es hijo de T es de Tuta, y el
que es hijo de otra letra pues que la acomode a sus necesidades.
Se ha dado en Honduras una cofradía de peliculeros. Me explico por si
alguien no entiende la palabra peliculeros: la P es de película, eli es
de elite, y el resto de la palabra pues ya sería ser tonto o creer tontos
a mis lectores explicándolo. Estos peliculeros, que creen que la vida es
películas y que ellos son actores de primer orden, arman tramas,
calculan, dirigen, acechan, y hacen que su adversario político caiga en
algunas de sus tantas trampas y allí filman el video de su vida y lo envían
vía Internet para desprestigiar personas que no comulguen con sus ideas,
que en realidad son idiotas, para que el pueblo hondureño continúe
inocentemente llenándoles sus bolsillos.
Analicemos, casi hipotéticamente, lo que es capaz de hacer un hijo de
Tuta. Digamos que yo soy el Ministro de Relaciones Exteriores (y les caigo
mal, remal, más que mal porque conozco que son un atajado de insaciables
tiburones que jamás piensan en el bienestar del pueblo hondureño sino
seguirlo exprimiendo hasta que de Honduras no quede ni la triste H, que de
paso es muda), entonces simple y sencillamente me persiguen, estudian mi
proceder y esperan el momento apropiado para que sus fauces me engullan.
Saben que estoy en una reunión social, traman para que en mi whiskey
echen algo perturbador, se hablan por celular o radio para informarse de
que voy en camino, ellos ya conocen mi ruta. Me detiene la mara
uniformada, ellos ya saben su trabajo, me vapulean, recriminan, enchachan,
me meten en una paila y me llevan a la estación policial. Allí me
liberan (de las chachas). En ese entonces ya estoy en un nivel de víctima
de la humillación que no me importa pensar en el título ni cargo que
tenga sino en mi calidad de ser humano llevado a las últimas
consecuencias. Allí voy a actuar. Pero como en espera de que esto suceda
me comienzan a filmar antes de que llegue al árbol de Navidad y ofendido
y humillado proceda de acuerdo a la cultura nacional de mi país y
enfrente a los hijitos de Tuta con las pocas fuerzas de dignidad que me
quedan.
Esta es una de mis hipótesis sobre lo sucedido al canciller Milton Jiménez
Puerto, y que de alguna manera coincide con la de muchos compatriotas.
Otra sería que el canciller no quiso identificarse plenamente
precisamente para evitar un escándalo, y esto le salió peor pues ya la
historia estaba escrita.
Es que no es sólo el canciller sino medio mundo que por años ha
conducido con sus copas de más en el país, y fácil es salir de ello con
un carnet o con billete bajo la manga de la camisa. Eso es tan cierto,
pero el abogado Jiménez Puerto creyó en las reglas del juego: esa fue su
desgracia.
Creo que lo sucedido a Milton Jiménez es positivo para que nos revisemos
como sociedad, asumamos que somos un país alcohólico, los que tienen
posición pues con bebidas de calidad, y al pueblo se le ha amansado
complaciéndole con fútbol y guaro. Es una realidad frente a la cual no
debemos actuar como el avestruz. No, todo lo contrario, asumirla como uno
de los males que nos aquejan contra el cual debemos luchar.
Aunque no es de extrañar que si yo digo que lance la primera piedra el
que esté exento de culpa, es tal nuestra hipocresía que a pura piedra
lanzada somos capaces de construir una nueva ciudad Maya. Es que nos falta
mucho, y dentro de ese mucho, lo que no me canso de denunciar hasta el
cansancio es que la mayoría de políticos/as en Honduras no quieren al país
sino sus bolsillos. Honduras tiene que aprender que presidir es
administrar lo tuyo, y cuando los que gobiernan roban no es sino a los que
nacimos en esa tierra a quienes nos roban. Dicen que Honduras es pobre,
cuento que jamás me creeré, si es tan pobre: ¿por qué entonces hay
tanto hijo de Tuta que hace lo imposible por apoderarse de la guayaba?
Afortunadamente el pueblo hondureño se ha manifestado, se dio una inusual
toma del Ministerio de Relaciones Exteriores en solidaridad con el
canciller; muchos medios de comunicación desaprobaron el proceder contra
el ministro y aplaudieron la valentía del funcionario, como lo hizo La
Tribuna en uno de sus editoriales: Si en otras ocasiones hemos expuesto
conductas gubernamentales que consideramos equivocadas, esta vez
prevalecieron otros sentimientos sobre la obligación de informar. En las
últimas horas el funcionario comparece públicamente a explicar lo que a
su juicio aconteció, pide disculpas por ello, reconoce que cometió un
error y apenado, pone a disposición su cargo. Encomiable su conducta. Es
un gesto digno. ¡Qué bueno fuera, que todos, como el ex canciller,
reconocieran que cometen errores.
Por su parte el escritor Juan Ramón Martínez, en declaraciones al
noticiero Abriendo Brecha, consideró el hecho como una falta menor,
cometida por el ministro, que quieren aprovecharla para que los verdaderos
corruptos, los asuntos realmente serios queden en la impunidad.
Así mismo el editorial de diario Tiempo, titulado You Tube, analiza la
frialdad con que los hijos de Tuta actúan en nuestra sociedad: El
canciller Jiménez Puerto, en su presencia ante los medios de comunicación
para dar la explicación del suceso, así como para dar disculpas a la
nación por lo que pudiera ser reprochable de su actuación personal
desligada totalmente de sus funciones públicas, ha puesto en evidencia
posiblemente sin quererlo el alto grado de perversidad que se esconde en
las entretelas de nuestra política vernácula.
Para estos hijos de Tuta amantes de You Tube, deberían de buscar allí
mismo al presidente francés Nicolas Sarkozy, al sonado Aznar de España,
etc., que han sido filmados en estado de ebriedad sin mayores
consecuencias. ¿Acaso ha amagado con dimitir por ello el presidente francés?
Repetiré aquí lo que dije el recién pasado viernes públicamente en
Radio América, en el Noticiero El Minuto, al periodista Emanuel Tercero:
El canciller Milton Jiménez Puerto, en gesto muy responsable, se precipitó
al poner su renuncia, y también se precipitó el presidente Mel Zelaya al
aceptársela, pero, mientras hay vida todo puede corregirse y ahora que
han pasado los días y el pensamiento ha salido del shock y puede verse más
claro lo acontecido, no queda duda que tanto renunciar irrevocablemente
como aceptar la renuncia sólo es aceptar que los hijos de Tuta se han
salido con la suya. No, no puede ni debe actuarse, mucho menos gobernarse,
a voluntad de los hijos de Tuta.
Si a algún hijo de Tuta no le ha parecido lo que aquí he escrito, pues
que se lance y me ataque con nombre y apellido, ya veremos quién sale
vencedor en un duelo intelectual y de conocimiento de nuestra historia
patria - Ahhh, pero se me olvidaba que los hijos de Tuta son cobardes,
nunca dan la cara, aman la puñalada trapera, y si alguien logra
identificar a uno de ellos y lo reta para arreglar cuentas, uno no puede
acercársele porque en ese instante el hijo de Tuta es incapaz hasta de
controlar sus necesidades fisiológicas. ¡Y qué apesta un hijo de Tuta!
* Roberto Quesada: Escritor y diplomático hondureño, autor de varios
libros, entre los que destacan Big Banana (Seix Barral), Nunca entres por
Miami (Mondadori) Los barcos (Baktún), La novela del milenio pasado
(Tropismos, Salamanca), y es Consejero de la Misión de Honduras ante las
Naciones Unidas. |