Los hijos de Tuta
Roberto Quesada

Los asesinos, los ladrones, los criminales, los corruptos y los desviados andan sueltos pero abandona un alto funcionario una fiesta de fin de año habiéndose tomado unas copas y lo detienen y golpean salvajemente -- Billy Peña, escritor hondureño, diario Tiempo.

Por lo que voy a escribir, o estoy escribiendo, espero que nadie me acuse de andar borracho, si acaso ven una r solitaria, una v acompañada (w), una n que parece m, una h que no es de Honduras sino de hijo y el hijo que quizá sea de p (que bien puede ser patria u otra palabra, incluso hijo de la palabra misma), así que, como ven, estoy pasando la prueba del alcoholímetro y allí en el titular dice: Los hijos de Tuta.

Sí, de Tuta, entonces ya se ve que no me he robado ninguna P, porque es simple y sencillamente T. T de Tuta. El original se titula El hijo de Tuta (pueden verlo y escucharlo en youtube.com), es una canción del folklore colombiano, escrita por Lisandro Meza, pero hay tantos en Honduras que es mejor parafrasearlo en plural.

Seguramente que hay unos hijos que no son de Tuta, pero que los diferencia una letra, que, llevados por el complejo de culpa, creen que este escrito va a referirse a ellos. Para nada: el que es hijo de T es de Tuta, y el que es hijo de otra letra pues que la acomode a sus necesidades.

Se ha dado en Honduras una cofradía de peliculeros. Me explico por si alguien no entiende la palabra peliculeros: la P es de película, eli es de elite, y el resto de la palabra pues ya sería ser tonto o creer tontos a mis lectores explicándolo. Estos peliculeros, que creen que la vida es películas y que ellos son actores de primer orden, arman tramas, calculan, dirigen, acechan, y hacen que su adversario político caiga en algunas de sus tantas trampas y allí filman el video de su vida y lo envían vía Internet para desprestigiar personas que no comulguen con sus ideas, que en realidad son idiotas, para que el pueblo hondureño continúe inocentemente llenándoles sus bolsillos.

Analicemos, casi hipotéticamente, lo que es capaz de hacer un hijo de Tuta. Digamos que yo soy el Ministro de Relaciones Exteriores (y les caigo mal, remal, más que mal porque conozco que son un atajado de insaciables tiburones que jamás piensan en el bienestar del pueblo hondureño sino seguirlo exprimiendo hasta que de Honduras no quede ni la triste H, que de paso es muda), entonces simple y sencillamente me persiguen, estudian mi proceder y esperan el momento apropiado para que sus fauces me engullan.

Saben que estoy en una reunión social, traman para que en mi whiskey echen algo perturbador, se hablan por celular o radio para informarse de que voy en camino, ellos ya conocen mi ruta. Me detiene la mara uniformada, ellos ya saben su trabajo, me vapulean, recriminan, enchachan, me meten en una paila y me llevan a la estación policial. Allí me liberan (de las chachas). En ese entonces ya estoy en un nivel de víctima de la humillación que no me importa pensar en el título ni cargo que tenga sino en mi calidad de ser humano llevado a las últimas consecuencias. Allí voy a actuar. Pero como en espera de que esto suceda me comienzan a filmar antes de que llegue al árbol de Navidad y ofendido y humillado proceda de acuerdo a la cultura nacional de mi país y enfrente a los hijitos de Tuta con las pocas fuerzas de dignidad que me quedan.

Esta es una de mis hipótesis sobre lo sucedido al canciller Milton Jiménez Puerto, y que de alguna manera coincide con la de muchos compatriotas. Otra sería que el canciller no quiso identificarse plenamente precisamente para evitar un escándalo, y esto le salió peor pues ya la historia estaba escrita.

Es que no es sólo el canciller sino medio mundo que por años ha conducido con sus copas de más en el país, y fácil es salir de ello con un carnet o con billete bajo la manga de la camisa. Eso es tan cierto, pero el abogado Jiménez Puerto creyó en las reglas del juego: esa fue su desgracia.

Creo que lo sucedido a Milton Jiménez es positivo para que nos revisemos como sociedad, asumamos que somos un país alcohólico, los que tienen posición pues con bebidas de calidad, y al pueblo se le ha amansado complaciéndole con fútbol y guaro. Es una realidad frente a la cual no debemos actuar como el avestruz. No, todo lo contrario, asumirla como uno de los males que nos aquejan contra el cual debemos luchar.

Aunque no es de extrañar que si yo digo que lance la primera piedra el que esté exento de culpa, es tal nuestra hipocresía que a pura piedra lanzada somos capaces de construir una nueva ciudad Maya. Es que nos falta mucho, y dentro de ese mucho, lo que no me canso de denunciar hasta el cansancio es que la mayoría de políticos/as en Honduras no quieren al país sino sus bolsillos. Honduras tiene que aprender que presidir es administrar lo tuyo, y cuando los que gobiernan roban no es sino a los que nacimos en esa tierra a quienes nos roban. Dicen que Honduras es pobre, cuento que jamás me creeré, si es tan pobre: ¿por qué entonces hay tanto hijo de Tuta que hace lo imposible por apoderarse de la guayaba?

Afortunadamente el pueblo hondureño se ha manifestado, se dio una inusual toma del Ministerio de Relaciones Exteriores en solidaridad con el canciller; muchos medios de comunicación desaprobaron el proceder contra el ministro y aplaudieron la valentía del funcionario, como lo hizo La Tribuna en uno de sus editoriales: Si en otras ocasiones hemos expuesto conductas gubernamentales que consideramos equivocadas, esta vez prevalecieron otros sentimientos sobre la obligación de informar. En las últimas horas el funcionario comparece públicamente a explicar lo que a su juicio aconteció, pide disculpas por ello, reconoce que cometió un error y apenado, pone a disposición su cargo. Encomiable su conducta. Es un gesto digno. ¡Qué bueno fuera, que todos, como el ex canciller, reconocieran que cometen errores.

Por su parte el escritor Juan Ramón Martínez, en declaraciones al noticiero Abriendo Brecha, consideró el hecho como una falta menor, cometida por el ministro, que quieren aprovecharla para que los verdaderos corruptos, los asuntos realmente serios queden en la impunidad.

Así mismo el editorial de diario Tiempo, titulado You Tube, analiza la frialdad con que los hijos de Tuta actúan en nuestra sociedad: El canciller Jiménez Puerto, en su presencia ante los medios de comunicación para dar la explicación del suceso, así como para dar disculpas a la nación por lo que pudiera ser reprochable de su actuación personal desligada totalmente de sus funciones públicas, ha puesto en evidencia posiblemente sin quererlo el alto grado de perversidad que se esconde en las entretelas de nuestra política vernácula.

Para estos hijos de Tuta amantes de You Tube, deberían de buscar allí mismo al presidente francés Nicolas Sarkozy, al sonado Aznar de España, etc., que han sido filmados en estado de ebriedad sin mayores consecuencias. ¿Acaso ha amagado con dimitir por ello el presidente francés?

Repetiré aquí lo que dije el recién pasado viernes públicamente en Radio América, en el Noticiero El Minuto, al periodista Emanuel Tercero: El canciller Milton Jiménez Puerto, en gesto muy responsable, se precipitó al poner su renuncia, y también se precipitó el presidente Mel Zelaya al aceptársela, pero, mientras hay vida todo puede corregirse y ahora que han pasado los días y el pensamiento ha salido del shock y puede verse más claro lo acontecido, no queda duda que tanto renunciar irrevocablemente como aceptar la renuncia sólo es aceptar que los hijos de Tuta se han salido con la suya. No, no puede ni debe actuarse, mucho menos gobernarse, a voluntad de los hijos de Tuta.

Si a algún hijo de Tuta no le ha parecido lo que aquí he escrito, pues que se lance y me ataque con nombre y apellido, ya veremos quién sale vencedor en un duelo intelectual y de conocimiento de nuestra historia patria - Ahhh, pero se me olvidaba que los hijos de Tuta son cobardes, nunca dan la cara, aman la puñalada trapera, y si alguien logra identificar a uno de ellos y lo reta para arreglar cuentas, uno no puede acercársele porque en ese instante el hijo de Tuta es incapaz hasta de controlar sus necesidades fisiológicas. ¡Y qué apesta un hijo de Tuta!

* Roberto Quesada: Escritor y diplomático hondureño, autor de varios libros, entre los que destacan Big Banana (Seix Barral), Nunca entres por Miami (Mondadori) Los barcos (Baktún), La novela del milenio pasado (Tropismos, Salamanca), y es Consejero de la Misión de Honduras ante las Naciones Unidas.

Roberto Quesada - Nueva York, NY, 7 enero 2008

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