Das un trash al televisor y cae el noticiero y allí desfilan hechos y cosas que alientan tu morbo y hasta te sientes feliz de no ser el protagonista y te conviertes en consejero: ese tipo de cosas no se hace, que le pase por andar metiéndose en asuntos que no son, mis hijos jamás harían una cosa así, se accidentó por exceso de velocidad, la mató porque no controló sus celos? y terminan las noticias y hasta te sientes superior a los que por allí pasaron, desde la página roja hasta el corrupto de turno. El editorial, bueno, ese casi no le escuchaste porque el tipo ese nunca te ha caído nada bien.
Lo mismo pasa con la radio, y no dista lo del periódico, ya en esta página, de la que no sé su número porque no sé cuál le darán, el lector, más bien el espectador de fotografías y lector de titulares, ha visto no sé qué cantidad de muertos, asaltos, denuncias, amenazas, que ya al llegar a lo que se supone es la columna vertebral de un periódico, su editorial y columnistas, está cansado y desinteresado que, como mucho, quizá lea los titulares, y no todos. Y si le atrae uno, quizá comience a leerlo pero es posible que al primer párrafo,
sin siquiera disfrutar el estilo del escribiente, chupe los dientes y
murmure con aires de sabelotodo: Ya vuelve otra vez éste a escribir
papadas, y así sin leer lo que otros piensan y sin generar él ningún
pensamiento, el hombre ha desayunado su diario. Lo escribo en masculino
porque según últimas encuestas, las mujeres leen más, entonces no caen
en esta descripciórrafo, sin siquiera
Supongamos que pese a todos los obstáculos expuestos, el lector(a) ha llegado hasta aquí, sin duda, tiene que ser muy inteligente (y si lo finaliza más todavía) o quien escribe muy hábil para lograr tal hazaña. No les defraudaré, como hondureños y seres humanos es vital saber estas cosas. Sea lo que fuere es un buen punto de comienzo para hablar de temas que a veces queremos dejar en el olvido simple y sencillamente porque no nos afectaron directamente, porque esa no es cosa que ha pasado a un familiar, y cuando esto digo, me refiero a familiar muy cercano. De esos de quienes nos enorgullecen sus logros y nos contagian sus tristezas.
Seguramente el presente debería de titularse algo así como: 25 de Cofadeh. Mis lectores/as jóvenes, que sí los tengo, quizá preguntarán qué significan esas siglas, otros, los no tan jóvenes, pueden identificarse plenamente con esta gente unos y otros pensar así como que eso es cosa del pasado. A lo que debe repetirse como loro o bruto, sinónimos, ya lo pasado pasado.
Esta organización, Cofadeh, me ha invitado a participar en el 25 aniversario de su fundación a celebrarse a finales de este mes. Es una invitación virtual, es decir que yo cuente cómo la pasé en los ochentas en Honduras y lo que he visto estos años a raíz de su fundación. No, no es que me hayan invitado a ir allá con boletos de avión y hotel, no, es una invitación especial porque viajo aquí, a través de las letras, y se sobreentiende que es la mejor opción ya que se trata de una organización sin fines de lucro, es con fines de vida. Y ese, deberíamos de entenderlo de una vez, debe de ser la prioridad de la humanidad, el valor de la vida.
Cuando llegué a Tegus en los ochentas estaba tan muchacho que poco o casi nada me interesaba la situación política del país, sino la literatura. Estando en la capital mi tío Pepeluis Quesada me consiguió trabajo, a través de su gran amigo el poeta Rigoberto Paredes, a quien le gusta decir que yo llegué con una piña bajo el brazo, y fui empleado en la Editorial Guaymuras, en su librería. Allí conocí a los fundadores originales de dicha editorial: Hernán Antonio Bermúdez, Rigoberto Paredes, Roberto Castillo y no sé quiénes más. El caso es que este grupo creó la revista Alcaraván, en donde estaban escritores como Eduardo Barh y era de un contenido político revolucionario que nos exponía a escritores y vendedores a desaparecer.
En la librería, el vendedor más inconsciente que ha existido quizá sea yo, vendía esa revista fuertemente política, recomendaba libros revolucionarios a los lectores y fue con los compañeros de trabajo y los mismos lectores que fui aprendiendo a tener prudencia pues allí a la librería
llegaban los famosos orejas del Din para agregar a la lista negra a los
que iban en busca de pensamiento. Allí conocí a la mujer de un
desaparecido, Bertha Oliva de Nativí, quien después se convertiría en
la coordinadora del Comité a llegaban los famosos “orejas
Allí fue en donde aprendí que había una Honduras en la que había que hablar quedito, ver a uno y otro lado hasta para saludarse, que con el paso del tiempo el terror nos iba abrigando a casi todos, que la palabra desaparecido y torturado se hacían cada vez más cercanas, que se acrecentaba el odio entre hondureños casi sin saber por qué y que personas como yo teníamos familia en los dos bandos que cada vez se distanciaban y odiaban más.
Sin necesidad de invitación ya antes he escrito sobre este tema, sobre los desaparecidos y sus familiares, pero no está demás recordar que para 1982 más de un centenar de familias eran víctimas de la desaparición forzada, y a finales de ese año -el 30 de noviembre- 12 de ellas se aglutinan y conforman el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras, con un solo objetivo claro y definido; recuperar con vida a sus parientes detenidos desaparecidos por el Estado. Logrando disminuir el incremento de víctimas de esa práctica. Y muchos logros más que han tenido a lo largo ya de un cuarto de siglo. Por eso creo que la mejor manera de conmemorar este 25 aniversario es que toda aquella persona consciente, o semi, haga a través de las posibilidades un llamado a que no se olvide esta oscura época de nuestra historia y mucho menos la memoria de quienes cayeron en esta encrucijada.
Cuando en Nueva York publicaron al inglés mi novela Los barcos, The Ships, mi editor me preguntó si había sido censurado, perseguido, amenazado por escribir esta novela. La verdad es que no, la opresión nada sabía de letras, los desaparecidos y torturados eran los dirigentes sindicales, estudiantiles, campesinos.
Volviendo a Honduras, y sobre todo describiendo el Cofadeh, que es el Comité de Familiares Detenidos Desaparecidos de Honduras, creo que no podría homenajear a esta organización si no es así como lo estoy haciendo: buscando otros recursos, utilizando la magia de las letras para despertar algún interés, siendo indirecto para decir lo que debería decirse directo, pues algo fundamental de Cofadeh es no darle lugar al olvido. Ahora, aparte de cargar con los desaparecidos y torturados, Cofadeh enfrenta ese gran reto; el temor a que a todos los hondureños y hondureñas nos carcoma la polilla del olvido, porque eso de los desaparecidos, torturados, amenazos, exiliados fue una cosa de otros, de unos cientos hondureños, y así de lejos se piensa y cada vez uno se aleja más cuando el desaparecido o torturado no es de tu familia. ¿Y la gran familia hondureña, existe? |