Faltan los barcos
Marcela Predieri

Es necesario invadir sus secretos

las horas de agua que se trepan  fértiles de anclas y de arena

                      hasta el nido de la noche

las bocas de esos hombres que ofrecen la pleamar

y se abrazan a los puertos

 

Sin rastros se pierden los nombres de las mujeres del bar

como las estelas tras la rompiente irremediable

y sus bocas de rouge arrancadas con el revés de las manos

                                                                         o la memoria

 

Pero ellas saben guardar entre billetes sus salivas

bautizan con champagne la pieza que ordenan

la pieza que debe de mañana mantener ventanas abiertas

mientras las dejan inspeccionar por el sol

y cuadrillas de viento descarnan de los techos

                                           el jadeo de los clientes

 

No hay en ellas rencor ni caricias

Tras haber deshabitado la noche

                                           beben café despacio

cepillan sus dientes y los cabellos enmarañados

porque la pena no es pena mientras entre sus muslos

                      es caliente aun el recuerdo de la paga

 

Tal vez

            alguna novata llore

hasta aprender a refugiarse de las manos

y tache el calendario de jueves de su mueca

                                      con el estilete de los primeros ojos

 

Aprenderá

          -dice la mujer con arrugas en las sienes-

el segundo o el cuarto ya no importan

y la besará en la boca

                   como una madre

 

Al costado de la cortina

                       la rubia joven se depila una pierna

se arranca uno a uno los marineros de esa tarde   

y es tan bello verla apareada al sol

          con sus ojos de sueño de mediodía

aunque cargue olor a vino

un mal recuerdo que dormirá hasta que el sol

                              caiga exhausto detrás del horizonte

 

Entonces arqueará las cejas y recortará sus labios

será otra vez yegua ensillada

un portaligas rojo o un corsette para su alma

quizá dulzura de mentira y de duraznos

como de duraznos los ojos y el latir de su cuello ebrio de sábanas

 

Y en ella me encuentro

                                     a solas

para beber su soledad

 

Ahora

           no sé por qué

está calzando anillos en los dedos de los pies

y se viste de luto

 

                   Acaso por el miedo

Marcela Predieri
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