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Magia
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Y créame, Madame Blanchard, que estoy contenta de estar con usted y con su familia, porque es tan sereno, todo, y antes trabajé por mucho tiempo en una casa galante —quizá usted no sabe qué es una casa galante? Naturalmente. .. todo el mundo ha oído hablar de eso alguna vez. Bueno, Madame, yo trabajo siempre donde haya algo que hacer, así que en este lugar trabajé mucho y a toda hora, y vi muchas cosas, cosas que usted no creería, y que yo ni siquiera pensaría en contarle, pero quizá la distraigan mientras le cepillo el pelo. Y me disculpará también, pero no pude dejar de oír cuando usted le dijo a la lavandera que alguien debía haber embrujado su ropa blanca, por la forma como desaparece al lavarla. Bueno, había una chica en esa casa, una poquita cosa, delgaducha, pero gustaba a los hombres que venían, y, sabe usted, no se llevaba bien con la dueña. Siempre reñían, la madame la estafaba con sus cheques: la chica recibía un cheque, sabe usted, uno de los gordos, cada vez, y al fin de la semana se los daba de vuelta a la madame, sí, así era la cosa, y recibía su porcentaje, una parte muy pequeña de lo que ganaba: es un negocio como cualquier otro, usted sabe —y la madame siempre salía con que la muchacha le había dado sólo tantos cheques, cuando en realidad le había dado muchos más, pero qué iba a hacer una vez que se los había dado? Y la muchacha decía, Voy a mandarme mudar, y maldecía y lloraba. Entonces la madame le daba con algo en la cabeza. Siempre le pegaba botellazos en la cabeza a la gente, era la manera que tenía de pelear. Santo cielo, Madame Blanchard, el escándalo que había a veces con una de las chicas que corría como loca escalera abajo, y la madame atrás, sujetándola del pelo y rompiéndole una botella en la frente. Casi siempre era por dinero, las muchachas se endeudaban tanto, y si querían irse no podían, si no pagaban antes hasta el último sou marqué. La madame estaba muy bien con la policía; las chicas volvían o iban a dar a la cárcel. Bueno, siempre volvían, con la policía o con algún otro amigo de la madame: podía hacer trabajar también a los hombres para ella, pero les pagaba muy bien, hay que decirlo: y así las muchachas se quedaban mientras no se enfermaban; si no, las mandaba de vuelta en cuanto se ponían muy enfermas. "Estás tirándome un poco de aquí", dijo Madame Blanchard, y aflojó una mecha de pelo: "¿Y entonces?".
Perdón. Bueno, esta muchacha, se odiaba de veras con la madame. Y a
menudo decía: Yo hago más dinero que cualquier otra en la casa, y había
una escena cada semana. Hasta que al fin una mañana ella dijo, Ahora
mismo me mando mudar, y sacó cuarenta dólares de abajo de la almohada,
diciendo, ¡Aquí está su dinero! La madame empezó a gritar, ¿De dónde has
sacado todo eso, tú —? y la acusó de robar a los hombres que venían a
verla. Y la chica le dijo, "Sáqueme las manos de encima o le salto los
sesos": y al oír eso la madame la agarró por los hombros y empezó a
pegarle unos rodillazos terribles en el estómago, y aun en su lugar más
íntimo, Madame Blanchard, y entonces le dio con una botella en la cara,
y la muchacha vino a dar de vuelta a su cuarto, donde yo estaba
limpiando. Yo la ayudé a ir hasta la cama, y allí quedó sentada,
agarrándose los costados, con la cabeza colgando, y cuando se paró había
sangre por todos los lugares donde se había sentado. Y entonces la
madame entró de nuevo y gritó, Ahora mándate mudar, ya no me sirves para
nada: no cuento todo lo que dijo porque sería demasiado, usted me
entiende. Pero agarró todo el dinero que pudo encontrar, y en la puerta
le dio a la muchacha un buen rodillazo en la espalda que la hizo caer de
nuevo en la calle, y levantarse y mandarse mudar apenas con lo que
llevaba encima.
Y ahora, Madame Blanchard, llegamos a la parte más extraña, si usted
quiere oírla; me acordé cuando usted dijo que su ropa blanca estaba
embrujada. Porque la cocinera de allí era una mujer de color, como yo,
con mucha sangre francesa, como yo, y que había vivido siempre entre
gente que hacía brujerías, también como yo. Pero tenía un corazón muy
duro y ayudaba a la madame en todo, y le gustaba ver todo lo que pasaba,
y siempre andaba con cuentos de las muchachas. La madame confiaba en
ella más que en nadie, y dijo, "Bueno, ¿dónde puedo encontrar a esa
arrastrada?" porque la muchacha había salido ya de Basin Street cuando la
madame le pidió a la policía que la trajera de vuelta. Bueno, dijo la
cocinera, yo conozco un encantamiento que se hace acá en New Orleans,
las mujeres de color lo hacen para traer de vuelta a sus hombres: en
siete días vuelven muy contentos de quedarse, y no pueden decir por qué:
hasta su peor enemigo vendría de vuelta creyendo que usted es su amiga.
Es un encantamiento de New Orleans, seguro, dicen que no tiene efecto ni
del otro lado del río. Y lo hicieron tal como dijo la cocinera. Tomaron
el servicio de esta muchacha de debajo de la cama, y en él mezclaron con
agua y leche todas las cosas de ella que encontraron: pelo de su
cepillo, polvo de la cara, de su cisne y hasta pedacitos de uña que
encontraron en los bordes de la alfombra, donde ella solía sentarse a
cortarse las uñas de las manos y de los pies; y metieron las sábanas con
su sangre en el agua, y mientras todo esto, la cocinera iba diciendo
algo encima, con una voz profunda; no pude oírlo todo, pero al fin le
dijo a la madame, Ahora escupa aquí: y la madame escupió, y la cocinera
dijo, Cuando vuelva vendrá arrastrándose de rodillas. Entonces siete noches después la muchacha volvió, y parecía muy enferma, la misma ropa y todo, pero contenta de volver. Uno de los hombres dijo, ¡Bienvenida a casa, Ninette! y cuando ella quiso hablarle a la madame, la madame le ordenó, "Cállate la boca y ve arriba a vestirte". Y esta muchacha, Ninette, dijo: Bajo en un minuto. Y desde entonces vivió allí tranquilamente.
Katherine Anne Porter (15 de mayo
de 1890 – 18 de septiembre de 1980) fue una periodista, escritora de
novelas y cuentos, ensayista y activista estadounidense ganadora del
Premio Pulitzer. |
Katherine Anne Porter
(Traducción de J. L. M.)
"Número" Año 3 Nº 12 -
enero/febrero 1951
Digitalizado por el editor de Letras Uruguay https://twitter.com/echinope / echinope@gmail.com
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