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Magia


cuento de Katherine Anne Porter
 

Y créame, Madame Blanchard, que estoy contenta de estar con usted y con su familia, porque es tan sereno, todo, y antes trabajé por mucho tiempo en una casa galante —quizá usted no sabe qué es una casa galante? Naturalmente. .. todo el mundo ha oído hablar de eso alguna vez. Bueno, Madame, yo trabajo siempre donde haya algo que hacer, así que en este lugar trabajé mucho y a toda hora, y vi muchas cosas, cosas que usted no creería, y que yo ni siquiera pensaría en contarle, pero quizá la distraigan mientras le cepillo el pelo. Y me disculpará también, pero no pude dejar de oír cuando usted le dijo a la lavandera que alguien debía haber embrujado su ropa blanca, por la forma como desaparece al lavarla. Bueno, había una chica en esa casa, una poquita cosa, delgaducha, pero gustaba a los hombres que venían, y, sabe usted, no se llevaba bien con la dueña. Siempre reñían, la madame la estafaba con sus cheques: la chica recibía un cheque, sabe usted, uno de los gordos, cada vez, y al fin de la semana se los daba de vuelta a la madame, sí, así era la cosa, y recibía su porcentaje, una parte muy pequeña de lo que ganaba: es un negocio como cualquier otro, usted sabe —y la madame siempre salía con que la muchacha le había dado sólo tantos cheques, cuando en realidad le había dado muchos más, pero qué iba a hacer una vez que se los había dado? Y la muchacha decía, Voy a mandarme mudar, y maldecía y lloraba. Entonces la madame le daba con algo en la cabeza. Siempre le pegaba botellazos en la cabeza a la gente, era la manera que tenía de pelear. Santo cielo, Madame Blanchard, el escándalo que había a veces con una de las chicas que corría como loca escalera abajo, y la madame atrás, sujetándola del pelo y rompiéndole una botella en la frente.

Casi siempre era por dinero, las muchachas se endeudaban tanto, y si querían irse no podían, si no pagaban antes hasta el último sou marqué. La madame estaba muy bien con la policía; las chicas volvían o iban a dar a la cárcel. Bueno, siempre volvían, con la policía o con algún otro amigo de la madame: podía hacer trabajar también a los hombres para ella, pero les pagaba muy bien, hay que decirlo: y así las muchachas se quedaban mientras no se enfermaban; si no, las mandaba de vuelta en cuanto se ponían muy enfermas.

"Estás tirándome un poco de aquí", dijo Madame Blanchard, y aflojó una mecha de pelo: "¿Y entonces?".

Perdón. Bueno, esta muchacha, se odiaba de veras con la madame. Y a menudo decía: Yo hago más dinero que cualquier otra en la casa, y había una escena cada semana. Hasta que al fin una mañana ella dijo, Ahora mismo me mando mudar, y sacó cuarenta dólares de abajo de la almohada, diciendo, ¡Aquí está su dinero! La madame empezó a gritar, ¿De dónde has sacado todo eso, tú —? y la acusó de robar a los hombres que venían a verla. Y la chica le dijo, "Sáqueme las manos de encima o le salto los sesos": y al oír eso la madame la agarró por los hombros y empezó a pegarle unos rodillazos terribles en el estómago, y aun en su lugar más íntimo, Madame Blanchard, y entonces le dio con una botella en la cara, y la muchacha vino a dar de vuelta a su cuarto, donde yo estaba limpiando. Yo la ayudé a ir hasta la cama, y allí quedó sentada, agarrándose los costados, con la cabeza colgando, y cuando se paró había sangre por todos los lugares donde se había sentado. Y entonces la madame entró de nuevo y gritó, Ahora mándate mudar, ya no me sirves para nada: no cuento todo lo que dijo porque sería demasiado, usted me entiende. Pero agarró todo el dinero que pudo encontrar, y en la puerta le dio a la muchacha un buen rodillazo en la espalda que la hizo caer de nuevo en la calle, y levantarse y mandarse mudar apenas con lo que llevaba encima.

Después, los hombres que la conocían no dejaban de preguntar, ¿Dónde está Ninette? Y siguieron preguntando también los días siguientes, hasta que la madame no pudo decir más, La eché por ladrona. No, empezó a darse cuenta de que había hecho mal al echar a esta Ninette, y entonces dijo, "Estará de vuelta dentro de unos días, no se preocupen".

Y ahora, Madame Blanchard, llegamos a la parte más extraña, si usted quiere oírla; me acordé cuando usted dijo que su ropa blanca estaba embrujada. Porque la cocinera de allí era una mujer de color, como yo, con mucha sangre francesa, como yo, y que había vivido siempre entre gente que hacía brujerías, también como yo. Pero tenía un corazón muy duro y ayudaba a la madame en todo, y le gustaba ver todo lo que pasaba, y siempre andaba con cuentos de las muchachas. La madame confiaba en ella más que en nadie, y dijo, "Bueno, ¿dónde puedo encontrar a esa arrastrada?" porque la muchacha había salido ya de Basin Street cuando la madame le pidió a la policía que la trajera de vuelta. Bueno, dijo la cocinera, yo conozco un encantamiento que se hace acá en New Orleans, las mujeres de color lo hacen para traer de vuelta a sus hombres: en siete días vuelven muy contentos de quedarse, y no pueden decir por qué: hasta su peor enemigo vendría de vuelta creyendo que usted es su amiga. Es un encantamiento de New Orleans, seguro, dicen que no tiene efecto ni del otro lado del río. Y lo hicieron tal como dijo la cocinera. Tomaron el servicio de esta muchacha de debajo de la cama, y en él mezclaron con agua y leche todas las cosas de ella que encontraron: pelo de su cepillo, polvo de la cara, de su cisne y hasta pedacitos de uña que encontraron en los bordes de la alfombra, donde ella solía sentarse a cortarse las uñas de las manos y de los pies; y metieron las sábanas con su sangre en el agua, y mientras todo esto, la cocinera iba diciendo algo encima, con una voz profunda; no pude oírlo todo, pero al fin le dijo a la madame, Ahora escupa aquí: y la madame escupió, y la cocinera dijo, Cuando vuelva vendrá arrastrándose de rodillas.

Madame Blanchard cerró su botella de perfume con un pequeño tintineo: "Si, ¿y entonces?".

Entonces siete noches después la muchacha volvió, y parecía muy enferma, la misma ropa y todo, pero contenta de volver. Uno de los hombres dijo, ¡Bienvenida a casa, Ninette! y cuando ella quiso hablarle a la madame, la madame le ordenó, "Cállate la boca y ve arriba a vestirte". Y esta muchacha, Ninette, dijo: Bajo en un minuto. Y desde entonces vivió allí tranquilamente.

Katherine Anne Porter (15 de mayo de 1890 – 18 de septiembre de 1980) fue una periodista, escritora de novelas y cuentos, ensayista y activista estadounidense ganadora del Premio Pulitzer.

Nació en Indian Creek, en Texas, como Catherina Anne Russell Porter. Está considerada como la más importante escritora de Texas. Sus obras pertenecen a la tradición literaria del sur estadounidense. Su novela del año 1962 La nave de los locos fue la novela más vendida en los Estados Unidos ese año, pero sus cuentos recibieron mayor aplauso de la crítica. Es conocida por su penetrante perspicacia; su obra trata sobre temas oscuros como la traición, la muerte y el origen de la maldad humana. Recibió el Premio Pulitzer y el National Book Award en 1966 por The Collected Stories. Fue nominada tres veces para el Premio Nobel de Literatura.

 

Katherine Anne Porter  (Traducción de J. L. M.)
"Número" Año 3 Nº 12 - enero/febrero 1951

Digitalizado por el editor de Letras Uruguay https://twitter.com/echinope / echinope@gmail.com

 

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