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Ni pan ni vino en la pobreza
de estas represalias
por inducir a que coma la multitud, sane el leproso,
camine el paralítico y vea el ciego de nacimiento
o aquellos que nunca quieren ver lo injusto.
Hermanos: siéntense conmigo por amor al Maestro
de quien tomamos ejemplo aunque nos vaya la vida.
Tomen asiento en esta mesa servida sólo de amor
y no me olviden cuando comploten contra mí
por decir que la verdad nos hará libres, por pedir
de beber a una mujer que además es extranjera,
por responder con acierto a los nuevos Nicodemos,
por estar contra la lapidación de las descarriadas.
Hermanos: no olviden cuidar de mi familia
cuando me tilden de loco y me envíen al manicomio
por decir que el Maestro caminó sobre el mar,
por creer que convirtió el agua en vino
o por poner nombre a los seis resucitados.
Hasta el pan y el vino me han quitado, hermanos,
pero vengan a sentarse aquí conmigo, pues presiento
algo peor. He visto rabiar a los psiquiatras de la Bolsa
cuando dije que los ricos deben vender sus posesiones
y repartir lo obtenido entre los pobres.
Esto no me lo perdonarán, pues ya no sólo soy demente
sino comunista, delincuente peligroso, desadaptado,
infeliz revolucionario de pacotilla o poeta idiota
que no se ha dado cuenta que vive en el siglo veintiuno.
Renuentes a dar la cara por temor a represalias,
¿vendrá a sentarse conmigo algún hermano solidario
o deberé compartir en soledad todo el inmenso amor?
Barro del paraíso con espíritu del Gólgota soy
y perdono lo que me hacen, y perdono
lo que me harán. |