La muerte. (de una rosa). |
Estaba feliz al verla. En una clara mañana junto a mi ventana, la rosa amarilla se abrió regalándose a mis ojos en toda su hermosura. Su tallo esbelto la sostenía tembloroso, mecido con la suave brisa mientras ella, altiva y lozana, me decía palabras de amor. La amé como se ama la vida. Fui feliz junto a ella, llenó mi día de placer, miré al sol con sus ojos, todo era felicidad. Llegó la noche y nos fuimos a dormir. Sin imaginarlo, la muerte se presentó. Al siguiente día había cambiado, triste y cansada, su fragilidad la delataba. Quiso ocultarme su pena. Por favor rosa, ¡háblame!, le grité con pesar, no me dejes sin el placer de tu voz, te quiero, aunque tus pétalos lleven el color del dolor. Mis palabras fueron vanas, su alma ya se había ido, se desprendía en cada pétalo al caer. Me dejó de regalo su aroma, ese perfume tan suyo que llevo prendido en mi ser. |
Ruth Pérez Aguirre |
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