Trémolo de la sombra |
¿Qué se ha
hecho de las almas grandes y tiernas? |
Mi padre buscaba amparo en la
quietud,
en el arpegio de la melancolía. Cuando cobijaba la rosa ardida de rubor el corazón de mi padre soñaba con una aurora. Y su voz reclamaba la penumbra del alma, tan bella como el mar o la fragua. Confiaba su mirar al bosque de su infancia, al constelado cielo que invade los recuerdos, a los libros de la noche y del hábito. Y su empuje furioso de latidos y bueyes, en palidez incierta. Cuando la soledad se hizo vidente mi padre asomaba cierto pudor. Un día invocó el instinto, la luz furtiva de la nada. Ahora, como un aire nonato me visita. Regresa con su sombrero gris, con sus ojos de océano, invisible. Es un padre que cavila la sobriedad, la ternura, el fervor de los nietos. Su palabra vela desde las crines de la pampa. Llega para invocar el pulso, el hirsuto monte sobre el viento. Lo saludo junto a un ciprés que recobra la tarde. La resurrección es devoción y bruma sobre los ejidos del exilio. Tres Arroyos, julio de 2003. |
Carlos
Penelas
El aire y la hierba
Buenos Aires, 2004.
Ediciones del valle.
Prosa.
Gentileza: http://www.carlospenelas.com/
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