Ocaso de la utopía |
Pierre Clastres, el famoso antropólogo francés, señaló: “No hay deseo realizable de mandar sin deseo correlativo de obedecer”. Estas líneas las escribió en un breve estudio en torno al admirable ensayo El discurso de la servidumbre voluntaria de Etienne de la Boétie. Este clásico del pensamiento no es estudiado en la universidad ni en los centros culturales. Por lo general es ignorado por intelectuales, profesores, poetas y críticos. Lo mismo ocurre con Claude Lefort o con Lamennais, con Montaigne o Landauer. La desidia, el desinterés, la grosería y la ignorancia en torno al pensamiento y a la fineza literaria de Etienne de la Boétie no sólo resultan inmorales sino perversos. Recordemos que la primera edición parcial en latín, y después en francés, apareció en 1574, en una antología anónima. Una primera edición completa fue publicada en 1577 y una segunda edición en 1578. Un libro de apenas treinta páginas.
Entre nosotros acaba de publicarse un libro -sin comparaciones, por favor, sin tonterías- que es valioso, profundo, necesario. Que no ha tenido ninguna repercusión, y dudo que la llegue a tener. Naturalmente la industria cultural, los personajes del mercado, la apariencia administrativa, los sirvientes de la patria y los escritores celebres están en los suplementos literarios de moda. Decimos que se acaba de publicar Ocaso de la utopía de Jorge Carlos Trainini. Un libro para reflexionar sobre la degradación y la alienación, sobre la libertad y las categorías sociales, sobre la religión y lo místico, sobre la muerte y el estremecimiento, sobre la desventura y la existencia, sobre el funcionamiento de las máquinas sociales y la soledad del hombre, sobre el lenguaje de la sublevación y el lenguaje de la sumisión, sobre la estética y la imaginación. De todas estas cosas habla Trainini desde la soledad, desde el refinamiento y el ensueño.
En cada página, en cada línea hay hondura, misterio, laicidad, escepticismo. Junto a él una travesía de asombro y de voces, de facetas que recorremos lejos de la frivolidad y el oportunismo. “El único decoro que me asiste es mi razón en el tiempo que la poseo. Si la ignoro, dejo mi identidad. Este orgullo me impide vivir con un argumento irracional o farsante. No me desespera esta soledad que emana de hallar mi vacío para sentirme pleno”.
Trainini escribe con dolor y congoja, renovando una tradición humanista casi en el olvido, una tradición del mundo griego y del mundo latino. “Esta tristeza no tiene dolor. Se presenta como el deshago de no inmiscuirse en las inclemencias de los hombres y permanecer lejos del apropio de los sentimientos. El afecto es un acto despótico, el hombre lo incorpora a su dominio. Se posesiona y lo amuralla. La libertad subsiste en un resabio oculto y asume el carácter de trasgresor, rayano en la rebeldía”.
Hay en sus páginas lectura, erudición, sabiduría. Hay, además, ejercicio de inteligencia y sensibilidad; belleza en la expresión, claridad en la palabra. Y algo más. Trainini es uno de los cirujanos cardiovasculares más importantes que tiene nuestro país en este momento; un hombre honesto, desinteresado, sincero. Por eso esta mirada es tan representativa, tan decididamente transparente. Se halla lejos de toda soberbia, de toda iconografía de fachada. Sus páginas son demoledoras, llevan belleza y amargura, realidad y ensueño, honestidad y tributo. Equidad, autenticidad, poesía.
La teatralidad de nuestra sociedad esta reflejada de manera sutil en el libro. Pero lo fundamental es el modo que tiene el autor de ordenar emociones e imágenes en diálogos, monólogos y susurros. Es así como debe leerle este libro: sin repertorios ni complicidades, sin genealogías de intelectuales conversos. Detrás de su creatividad, de su visión poco frecuente, de su interioridad y ofrenda, esta la legión de excluidos que el sistema precisa para sobrevivir y poder realizar la mutaciones permanentes.
Trainini conoce de sobra una sociedad hipócrita y grotesca. Sabe de las inflexiones, de la perversión idiomática, del folklore cotidiano, de la picaresca criolla. No disimula la desolación como no disimula el sórdido universo de la pobreza. Es por eso que nos habla desde la soledad, desde el dolor, desde la desesperanza. La muerte rodea permanentemente sus giros. No lo hace con dramatismo ni con arengas. Es un hombre delicado, firme: solidario y de valor. No existen las estratagemas, hay una estadía terrenal, tabúes y engaños. Una vez más: un libro conmovedor en una sociedad que se desintegra; un pensamiento de envergadura y resistencia. ¿Qué más puede decirse en un país esquizofrénico, en un mundo de escenografías y hambrunas? |
Carlos
Penelas
Buenos Aires, mayo de 2009
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