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Nuncios, favela y carnaval |
Estamos con el populismo hasta la coronilla. Es la fe, la irracionalidad, la pata de conejo. En el desayuno, en el tren, en el baño, entre las sábanas, en las plazas, en los asesinatos, en los robos, junto a la silla de ruedas de la abuela, en los museos, debajo del pan, en el escalafón de los oficinistas públicos, en la popular y nacional mirada del comentarista de fútbol. Todo es interminable y confuso. Y allí, en esos fragmentos, en esos intersticios, el latrocinio, el engaño, la mentira, la tercera posición, el alineamiento, la enajenación, el embuste desembozado, lo desconcertante, el bonapartismo. Y dale con el bombo, con el llanto, con el chori chori pan. Idiosincrasia, cepas, virus, contagios, borrachera. Guiso y dale otra vuelta. Y puede ser un porro y puede ser la birra. Prebendas, banderines, gorros, vinchas. Se recrea la historia, las fotos, |
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las inundaciones, las villas, las
proclamas, los barra bravas. Departamentos en Puerto Madero, no en
Recoleta. Bueno, a veces sí. Y llegan los que mandan, los que obedecen,
los héroes, los mártires, los apósteles. Iras y resentimiento. Y los
intelectuales que explican lo inexplicable balbuceando, citando a Marx, a Chayanne o a Angelus
Silesius. Huelen a lumpen, a racistas. En el fondo odian el
conocimiento, odian a los judíos, a los europeos, a los filatelistas, a
los rubios y a los senegaleses. Y dale que te dale y dale que te doy. Y
llega la eternidad, la visión, lo infinito. Nos embalsamamos, nos
amamos, nos hablamos para siempre. Y somos burros y viva la Santa
Federación. Y el chori chori chori y el chori chori pan. Y dale con la
Revolución cubana. Lo vengo advirtiendo desde hace décadas.
Llegó la hora de desconfiar del hombre que se lustra los zapatos antes
de ir al Parlamento o a la Casa de Gobierno o a Tribunales. Desconfiar
de la señora que va a la peluquería, a la iglesia o al camposanto.
Desconfiar de ministros, de diputados, de senadores. Y del presidente
del consorcio. (Y, si fuera poco, el Santo Padre renunció al llamado del
Espíritu Santo). Desconfiar del secretario que es oficialista y ahora
tiene dos automóviles, un country, tres casas, un avión y una avioneta,
tres amantes y dos sobrinos. Que se separó de su mujer que tiene un
velero, un yate y un ovejero alemán a su nombre. Desconfiar de aquellos
que no vieron Buenas noches, y buena suerte de George Clooney,
desconfiar de los que la vieron.
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Carlos Penelas / Buenos Aires, marzo de 2013
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