Marmousets |
Yo soy un gran egoísta.
Tan egoísta que lucho por la felicidad de los demás para que no me
molesten. |
No lo tome a mal, no deseo ser grosero ni
ortodoxo. Ni populista ni monárquico. Usted sabe, fariseo lector,
sostengo teorías aberrantes. Tal vez porque mis padres fueron campesinos
de origen gallego, tal vez porque mi formación –formación que ya no
existe – fue literaria, clásica, estética o porque colaboré muchos años
con investigadores básicos, no conozco la obsecuencia. Ni la sonrisa
insustancial, torpe, de clara felonía. Ni los aplausos o las pérfidas
palmadas en la espalda. Gazmoños sin disfraces, los vemos sonreír y
aplaudir sin rubor, sin bochorno. Descarados, diría mi madre. Tal vez,
pensándolo bien, por todo eso y porque además conocí y me formé con
maestros sólidos, íntegros; verdaderos humanistas. Sin dobleces,
entonces. Y también porque conocí a viejos libertarios de mirada
transparente, hombres que sabían disimular vicisitudes extremas,
privaciones económicas. O porque los hombres del poder, desde niño, me
parecieron patéticos. Los textos griegos, latinos e isabelinos lo
corroboraron tiempo después. |
|
No deja de ser
atractivo ver como se mueve el Estado. Nuestro Estado y los otros, ahora
y en el pasado. El Estado y los obsecuentes que crecen sin piedad y sin
rubor. Aquí y en otras partes, reitero. A jugar al Gran Bonete. Ya lo
señalaron los griegos y los latinos, todo está en sus páginas, en sus
obras. En verdad no se diferencian mucho, depende las circunstancias,
las aberraciones de turno, los caballeritos que se arrastran en nombre
de lo que sea. Podemos hablar de Turquía, de Arabia Saudita, de Irán, de
Wall Street. De Vladimir Putin, de Fidel, de Chávez o de Kim Jong-un.
Del duque de Edimburgo, del Generalísimo Francisco Franco por la Gracia
de Dios o del Primer Trabajador, líder de los descamisados. De los
héroes mundiales, de los héroes latinoamericanos, del Santo Padre o de
los ideólogos revolucionarios que piensan desde Londres o desde París el
hambre de los desheredados, de los explotados, de los indignados. Y de
los salvadores que hablan de los pobres pisando alfombras rojas, con oro
en arcas secretas y estelas funerarias. En fin -desaprensivo lector-
todo, absolutamente todo es posible desde la óptica de nuestros césares.
Mientras, a engordar las arcas de nuestros bolsillos, en nombre de la
patria. En nombre de la patria, no se olvide. Y lo peor es que los
admiramos, los veneramos y los pensamos inmortales. (Sin palabras
fervorosas, tilingas o alambicadas: espero que este artículo no sea
incluido en la ley antiterrorista. Uno nunca sabe.)
Carta de Niccolò Machiavelli a Francesco Guicciardini, mayo de 1521 |
Carlos
Penelas
/ Buenos
Aires, mayo
2011
penelascarlos@yahoo.com.ar
http://www.carlospenelas.com
Ir a índice de América |
Ir a índice de Penelas, Carlos |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |